VOZ, MICRÓFONO Y MUCHA IMAGINACIÓN; PARA UNA HISTORIA BASTAN

Por Miriam Hernández Alegría
México (Aunam). La fila es inmensa. Más de 90 fichas se reparten a las fueras del Auditorio Bernardo Quintana ubicado en el segundo piso del Palacio de Minería. El telón abre sus puertas a las 17:00 horas en punto. La escenografía en color azul cielo en paredes laterales, y blanco a espaldas del grupo de teatro de la Facultad de Ingeniería (FI), junto con el mantel azul obscuro y el arreglo floral blanco pegado a la mesa en el centro, permite apreciar sentados a los cinco integrantes del grupo.

Primera Parada: un encuentro nocturno en Marte

Daniel Gutiérrez Zúñiga como presentador y con 22 minutos a su favor dio inicio a la historia apoyado en otros dos compañeros.

Una noche en Marte, Tomás Gómez se detuvo en la solitaria estación de gasolina. Ya casi para subir a las colinas azules junto a una loma, y en ese momento, ocurrió algo sorprendente; hubo un movimiento, una luz mortecina y luego un murmullo. Un marciano apareció.

Idiomas, visiones, épocas y personas diferentes se encontraron una noche. Tomas Gómez y el marciano Muhe Ca. Entonces, un nuevo hecho sorprendió a ambos. La taza de café que Tomás bebía y había ofrecido al marciano, atravesó la mano de éste y cayó al suelo. Ambos se notaron sólidos y opacos a sí mismos, pero el otro les resultaba intangible y translúcido.

Hablaban y descubrían al mismo tiempo que no veían las cosas iguales; para Tomás había una llanura seca donde el marciano veía un mar, o el marciano creía ver una ciudad llena de vida donde Tomás sólo observaba ruinas.

Comprendieron entonces que estaban en el mismo lugar, pero no en el mismo momento. Para el humano era evidente que el marciano era el pasado, pero el marciano lo veía todo diferente. Sin embargo no importaba quién era el pasado y quién el futuro. Lo importante era que ambos, siendo tan diferentes, por un instante, por una noche, habían compartido un breve momento de amistad. Un encuentro nocturno. De Ray Bradbury, se escuchó finalizar con voz grave, la primera lectura dramatizada a las 17:22 horas.

El Zócalo. Un niño que crece con el tiempo

La narración de El zócalo, de Jorge Ibargüengoitia, corrió a cargo de Resih Omar Hernández Beristaín. A lo largo, dijo, de su historia ha sufrido algunos cambios positivos, como la eliminación del Mercado del Parián y la estatua de Carlos IV.

El Palacio del Ayuntamiento creció en el número de pisos, como un niño en desarrollo. Al igual que el Centro Mercantil y el Monte de Piedad. La segunda plaza más grande del mundo, después de la Roja de Moscú, conforma uno de los conjuntos arquitectónicos más armoniosos del mundo. En el sitio que actualmente ocupa ya existía un espacio abierto que formaba parte del centro ceremonial de la capital del Imperio Azteca, Tenochtitlán.

Esta plaza más allá de ser la sede del poder político, económico y religioso de México, así como un espacio donde se mezclan el pasado indígena y virreinal, con más de cuatro siglos de historia, es también el lugar donde el pueblo de México se reúne para celebrar fiestas o manifestaciones.

Lugar donde los mexicanos forman parte de la historia; en tiempos prehispánicos con los ritos y ceremonias religiosas aztecas; en el Virreinato, en las proclamaciones de reyes y virreyes y en la época independiente. De esa manera el Zócalo de la Ciudad de México es el corazón de una cultura y una ciudad; cada latido es un día de su historia. Un niño que crece con el tiempo.
Finalizaba así la segunda lectura, a cargo del protagonista de Tomás Gómez. Se escuchaban los aplausos de los espectadores, que ya eran menos, cinco lugares más se habían desocupado. Y llegaba la tercera parada.

Cuatro Minutos. Tercera parada: Continuidad de los parques

El marciano ahora era narrador. La tercera obra, Continuidad de los Parques de Julio Cortázar, se podía imaginar en cada palabra, en cada interpretación. El contacto visual nunca se hizo presente entre narrador y espectadores. El cuento inició introduciendo a los asistentes en el mundo de un lector ocasional que evadía la rutina a través de la lectura.

Un hombre volvía después de resolver negocios en tren a su finca, hablaba con su mayordomo sobre negocios y le escribía a su apoderado. Se sentaba en su sillón de terciopelo verde, su preferido, que daba la espalda a la puerta y se ponía a leer una novela que estaba cerca de terminar.

La novela trataba de una pareja de amantes que se encontraban en una cabaña, él tenía una herida en la cara por una rama, ella lo estaba esperando. Quería acariciarlo, pero él la rechazaba porque habían arreglado el encuentro para planificar cómo iban a matar a alguien. Prepararon coartadas y analizaron posibles errores.

Se separaron a la salida de la cabaña; ambos se fueron para lados distintos; él salió corriendo entre los setos y los árboles para llegar a una casa. En el camino, los perros no debían ladrar y no lo hicieron. El mayordomo no debía estar y así fue.

Todo se cumplió como lo habían planeado. Subió el porche y entró a la casa. Recordó lo que le dijo la mujer: primero una sala azul, luego una galería, una escalera alfombrada y al final dos puertas, no habría gente en las habitaciones. Una vez que entró en la última habitación con el puñal en mano, vio a un hombre de espaldas a la puerta sentado en un sillón de terciopelo verde leyendo una novela. En ese momento narrador y espectadores aplaudieron el fragmento leído en cuatro minutos.

Un largo viaje hacia la noche. El final

Guillermo de la Cueva Escandón, Lorena Janeth Ávila Fabela, Resih Omar Hernández Beristaín y Daniel Gutiérrez Zúñiga; entre la ambientación de su nueva obra: una jarra y un vaso de vidrio, junto con el mandil, que portaba la joven, uniforme característico de una criada; dieron vida a la familia de los Tyrone, de Eugene O Neill. Un padre, una madre y dos hijos, que “aparentemente”, deberían de disfrutar de una mañana en familia.

Incapaces de mantener el ritmo familiar durante un sólo día de verano, su pasado los atormenta, su presente se deshacía, y su futuro era imposible. Se amaban y se despreciaban a la vez, se unían y se separaban. La familia se desnudaba, exhibía y quebrantaba sobre las tablas del escenario. El auditorio se convertía poco a poco en un espacio asfixiante. La incertidumbre se apoderaba de la mente del espectador hasta el final. Sin embargo, el mal trago no se hacía pasar de forma gratuita.

La familia se relacionaba entre sí bajo la mentira, James, el esposo de Mary, le mentía sobre el carácter de la enfermedad de su hijo menor. Mary ocultaba a James la reanudación de su adicción a la morfina.

James, ingenuamente, escondía a sus dos hijos la naturaleza del mal hábito retomado por su esposa. A Edmund se le escondía el conocimiento de su grave enfermedad. James, entre líneas, murmuraba que conocía secretos familiares. Edmund intentaba evitar que se supiera a toda costa lo que padecía su madre.

Y en el transcurso de esa noche larga, nublosa y oscura, todas las mentiras, falsedades y rencores salían a la luz, provocando angustia para finalmente llegar al perdón. Así, transcurrió la historia durante 16 minutos y medio. Los actores, llegaban al final. Los aplausos retumbaban.

Una voz, un micrófono y mucha imaginación, para conocer una historia nueva. Eso fueron las obras dramatizadas de la FI en la Feria Internacional del libro en el Palacio de Minería (FILPM).
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