VISIONES SOBRE EL CHOPO (II): UNA MIRADA AL UNDERGROUND
Por Lourdes Jacqueline Ortiz Peña
México (Aunam). Del tianguis cultural del Chopo se han dicho muchas cosas, unas acertadas, otras no tanto. Lo cierto, es que es la cuna de las contraculturas o de los también llamados grupos underground, y no parece estar destinado a desaparecer en futuro próximo.
La famosa “banda” se hace notar desde la terminal de la línea B del metro, en la estación Buenavista, misma que comparten el Tren Suburbano y el Metrobús.
Ríos de tribus urbanas caminan, con el mismo destino. Punks, darks, góticos, skatos, rastas, rockabillies, todo tipo de personas gustos diferentes, pero con el mismo fin: pasar un buen rato.
Desde antes de llegar a la calle del tianguis, se pueden ver a los chavos vendiendo dulces por un peso, los taqueros, que ofrecen ocho tacos de canasta por diez pesos. Incluso ecologistas que buscan la salvación del planeta.
Ya adentrados en la zona de ventas, lo primero que se distingue son los locales para los skatos. Ahí pueden encontrar tablas, tenis, sudaderas, playeras; todo lo necesario para la práctica del skateboarding.
Más adelante comienza el área oscura, los corsets y la ropa de terciopelo se asoman en otros locales. Mientras ves las prendas, pasan a venderte dulces y cigarros sueltos, te ofrecen pulseras, trencitas elaboradas con hilos de colores y, por supuesto, no pueden faltar los flyers para los próximos conciertos, o propaganda de escuelas de música.
La caminata sigue, para así llegar a las bodegas, una de ellas alberga a Oscar Maya, un chico “darkie” que se dice diseñador de la escena oscura.
La variedad de cosas encontradas aumenta. Puedes conseguir jugos de sabores originales como el de pétalo de rosa, incluso hay uno de color verde que dicen es de marihuana, aunque en realidad es de manzana.
Al lado derecho, aparece el primer puesto de los chicos rastas, se escucha a Bob Marley y hacen trenzas con el mismo nombre. Algunos, víctimas del calor, se despojan de sus playeras, dejando visible un estómago digno de un bebedor de cerveza profesional.
Puedes escuchar las máquinas de los tatuadores mientras trabajan, algunos observan las piezas para las perforaciones, tal vez para iniciarse en tan antiguo arte, o simplemente para estrenar una argolla en donde aún queda espacio.
El olor a tabaco te acompaña en el recorrido, el sol quemante es el cruel enemigo. Se divisan más puestos de pulseras, de esas que hacen alambre y cuentas, también las hay de hilos.
Así se dan unos pasos más y el tianguis de divide en dos pasillos, del lado derecho se entra, por el lado izquierdo se sale. Un letrero grande de La Jornada, anuncia que venden múltiples publicaciones, desafortunadamente, a pocos parece llamarles la atención.
Las lonas azules son las características de esta área, éstas son usadas como pizarras, para anunciar con pósters grandes los festivales que están por venir, conciertos, fiestas o reaperturas de bares, además de los letreros de "se busca" para formar bandas que cambiarán el rumbo de la música en México.
De pronto, guitarras estridentes se dejan escuchar, los golpes de una batería retumban en el pecho, entonces, te das cuenta de que llegaste a los puestos de discos, en donde, claro está, predomina el metal en todas sus ramificaciones.
En los puestos puedes encontrar cualquier tipo de ropa, en uno de ellos, todo lo que te agrade, cuesta cincuenta pesos.
Si avanzas un poco más, verás sudaderas, estampadas con el nombre y logo de la banda que más llame tu atención, incluso las hay de conciertos que nunca llegaron al país, y por ende, a los que nunca fuiste.
El pasillo sigue con puestos de joyería, parches, videos, partituras para guitarra, ropa de segunda mano, hasta llegar a la parte trasera del tianguis.
Muchos de los muchachos aprovechan el espacio para vender algún tipo de artesanía que ellos hagan, tal fue el caso de un joven que vendía muñecos de estambre, sin embargo, no tienen permiso para hacerlo, por lo que se pueden hacer acreedores a una multa, lo cual ocasiona descontento colectivo y que “se le pierda sentido a lo que realmente significa el Chopo, libertad de expresión, intercambio de ideas y la libre venta de cosas por nosotros”, explicó un visitante.
También al fondo, se sigue con la tradición, por lo que podemos toparnos con chicos intercambiando música, incluso libros. Además de la ya típica lectura de tarot. Así que por poco dinero, comienzas a salir del lugar, con música, obras literarias y el conocimiento de tu futuro.
El pasillo del lado izquierdo, se distingue por tener exactamente lo mismo que el del lado derecho, sin embargo, las historias de los puesteros puede llagar a conmover o admirar.
Ese es el caso de Ignacio Cruz, él adquirió el puesto con su esposa hace ya más de diez años, “el dueño del puesto era tío de mi mujer a él todavía le tocó poner sus cosas en el piso y correr muchas veces de los policías que los quitaban”.
Con confianza y con tono de melancolía en la voz, Ignacio continuó: “yo hago toda la ropa que ves aquí, empecé a hacerla porque siempre que me compraba algo, lo modificaba, y así mejor yo hago la ropa a mi gusto y estilo.”
“El Chopo nos ha dado muchas satisfacciones, luego vienen bandas del extranjero y se surten de ropa aquí. Ya hice trajes de chambelanes, hasta el de la armónica del Tri, compra toda su ropa aquí. No pienso dejar el tianguis porque es mi trabajo y mi segunda casa y si un día se terminara, se llevaría consigo muchos recuerdos y experiencias de los que trabajamos aquí”. Así concluyó el testimonio de uno de los puesteros con más historia en el tianguis.
Aproximadamente a tres puestos de salir, se destaca uno en donde venden máscaras de piel, las costuras, los trazos, incluso el cabello que les aplican, las hacen únicas en el Chopo, “Ya no sé si es moda o sadomasoquismo”, exclamó un padre que acompañaba a su hija.
Ya en la salida, se encuentra una señora que vende antojitos, tacos, quesadillas y pambazos. Junto a su comal y anafre, colocó unas sillas para sus comensales, procurando que se sientan cómodos mientras consumen. Cabe destacar que las sillas están colocadas de manera estratégica, esto para que se pueda dirigir la mirada a los lentes negros que también vende, pero eso sí, al último grito de la moda.
Así termina el recorrido por esa área del tianguis, una vez fuera del conglomerado de lonas azules, todo vuelve a empezar, los flyers, los jugos, los tatuajes, los emos que caminan temerosos junto a los “darkies”, todo se repite, pero nunca aburre.
Es el Tianguis Cultural del Chopo, en donde las minorías mandan y son ellos los que regalan miradas raras. En donde nadie es juzgado y se respira libertad.
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