MARGARITA YÉPEZ, UN SALMÓN A CONTRACORRIENTE

Por Ollin Velasco
México (Aunam). La profesora Margarita Yépez fue recordada en un homenaje póstumo. El Auditorio Ricardo Flores Magón de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales recibió a catedráticos, ex colegas, amigos, alumnos, tesistas y familiares que se reunieron para celebrar buenos recuerdos.

Dos horas de peatones

El estrado, custodiado por los escudos dorados de la UNAM y la facultad, fue el paso peatonal de un flujo interminable de memorias durante dos horas. Brillaron buenos y malos momentos, aunque lejos de las disposiciones habituales del cliché.

Napoleón Glockner, Susana González Reyna y Seymur Espinoza, catedráticos de la facultad y amigos de la homenajeada; Fernando Castañeda Sabido, director de la Facultad, y Arturo Guillemaud Rodríguez, coordinador de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, presidieron el acto en un ambiente iluminado cálidamente y engalanado con arreglos florales.

Siluetas de la vocación

Los contornos de su figura fueron dibujados a la luz de las palabras de quienes aún la aprecian y de un proyector que amplificó su biografía ante los asistentes. Nacida en Huajuapan de León, Oaxaca, en 1953, y luego de una infancia y adolescencia en un orfanato religioso, siempre supo que su vida estaría en la docencia. Así llegó a la UNAM.

Durante el “muy sentido y merecido homenaje” (según palabras de Glockner) se recorrió su trayectoria académica, inseparable de su calidad como ser humano. Margarita Yépez se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva; hizo una maestría en Seúl y un doctorado en Sociología.

Sus preocupaciones académicas orbitaron siempre alrededor de los medios de comunicación, la familia, la construcción simbólica de la realidad y proyectos para la mejora del aprendizaje. Guillemaud Rodríguez tradujo su entrega a términos numéricos: “dirigió entre 74 y 78 tesis e impartió 150 cursos a más de 4600 alumnos”.

Una pila adicional

Por momentos la atmósfera se tornaba lúgubre. El director de la Facultad incluso hizo mención de lo lamentable y duro que ha sido para la institución la pérdida de más de diez académicos en tan poco tiempo. “Es algo sin precedentes”, aseguró.

Mientras en el aire se esparcían las imágenes orales de “una mujer alegre y entregada”, de buena sazón y mejor plática (que presumía de tener el mejor café a la redonda); la sala se llenaba y los flashes enloquecían. Incluso algunos audios de su voz viva sacudieron el recinto.

“Margarita traía una cuerda inimaginable, creo que venía con una pila de más. Fue una gran mujer y merece una referencia especial como universitaria. Sin duda su partida ha dejado un boquete que duele, pero que va acompañado de un dulce recuerdo”, afirmó González Reyna.

Aderezo de imperfección

Contrario a la tradición, no se trató de un desborde de mieles. Por suerte también brilló el lado falible de Margarita Yépez. Quienes la conocieron coincidieron en que llegaba a ser muy dura, tenía sus debilidades y enojos, a veces se estresaba de más y “aderezaba su hablar cotidiano con más de cincuenta groserías”.

“Me gustaría que me recordaran como…”

Se dedicó un espacio especial para las intervenciones voluntarias. Muchos se apuntaron y tomaron el micrófono para dar gracias simbólicamente, recordar las vivencias compartidas, dedicarle algunas letras o lamentar su partida. Fátima Fernández expresó: “Margarita hará mucha falta en esta facultad. Siempre fue como un salmón a contracorriente”.

Seymur Espinoza no dejó pasar la oportunidad de reconstruir ante los asistentes uno de los deseos que ella alguna vez le confió: “Me gustaría que me recordaran como una persona honesta, ética y trabajadora que para lograr algo no pisoteó a nadie, ni robó, esquilmó o usó y que se entregó con mucha ética y compromiso”.

La reunión llegó al punto álgido de emotividad y terminó de forma contundente. Un minuto de aplausos y su fotografía amplificada, que recibió cada uno de los elogios, colocaron el merecido punto final.





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1 comentario:

  1. Lamento la partida de Margarita, fue una de las maestras más entrañables para mi. Gracias por haber existido. Atte. Leticia García González

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