LUZ Y FUERZA DEL CENTRO, UNA EMPRESA CONSTRUIDA POR HISTORIAS

  • “La suerte uno también se la busca, el único que no perdona es el tiempo, eso siempre avanza…”
  • Con tan solo 12 años viajó a la capital del país, sin saber leer o escribir, solo “sabía hacer cuentas”
Por: Kitsia Anzo Cortez
Ciudad de México (Aunam). En una esquina de su cama, contemplando el piso en la penumbra de la ventana: Alfonso Anzo Juárez, quien alguna vez formó parte de la compañía de electricidad Luz y Fuerza del Centro. Con 74 años se dedica a reposar en su patrimonio que construyó y ahora como jubilado, le queda como prueba inequívoca de su historia.


En una casa de no más de un piso, esperan puntuales, él y su esposa que amablemente abre la puerta, en su cuarto, lo encuentro con un semblante melancólico, producido quizás por unas cuantas canas y arrugas que adornan su rostro. Invita a tomar asiento a un lado suyo, en la cama que comparte con su esposa.

¿Hace cuánto que vive en esta casa?

Aproximadamente unos 49 años casi 50, recuerda Alfonso Anzo. Cuenta que él nació en un pueblito de San Felipe, Guanajuato, donde vivió toda clase de carencias y trabajos pesados por parte de los terratenientes de la hacienda del pueblo, de modo que se vio forzado a viajar a la ciudad para encontrar trabajo.

Con tan solo 12 años, viajó a la capital del país, sin saber leer o escribir, sólo “sabía hacer cuentas”. En el pueblo aprendió a trabajar la tierra y cuidar los animales, así como la construcción, “Mi mamá estaba sola, mi papá era muy borracho, éramos como nueve hermanos, algunos se fueron para el gabacho, yo no, yo me vine a la cuidad”.

-¿Qué le permitió encontrar trabajo si no sabía leer y escribir?

- “Antes era más fácil que ahora, para no perderme en la central, me fijaba en los colores de los camiones y pues, preguntándole a la gente, nunca falta”. Comenta que “todo era más barato antes, pero pues uno no tenía dinero, viajar en tren salía más barato, antes llevaban personas también”.

Las preguntas le hicieron recordar que le dijo a su actual esposa: Leonila Huerta, que preparara sus cosas para llevársela a vivir a la ciudad, lo cual, cumplió y ambos llegaron a la ciudad de 15 y 16 años aproximadamente.

Alfonso Anzo suspira y con un poco más de tristeza mencionó que su primera llegada a la ciudad no fue grata, pues no encontraba trabajo y a pesar de vivir con familiares suyos, estos lo corrieron al poco tiempo. “Me paseaba por el centro, me metía a los cines ahí a ver las películas, costaba como 20 centavos, pues no tenía para donde ir”, mencionó.

Al recobrar la compostura y un poco más fluido, rememora cómo fue que entró a la empresa de Luz y Fuerza del Centro, hoy extinta. “Fue como mi parte aguas yo creo, un señor al que le hice una casa, pues yo era el encargado de la obra, quedó muy contento y para apoyarme me metió a la compañía, ese era como uno de los jefes de ahí”, responde.

Dentro de la empresa se dedicaba a la construcción en lugares como Toluca, Amecameca, Xochitepec, Hidalgo, Yecapixtla y Cuernavaca, por mencionar algunos.

-¿Cómo tomó usted el conflicto del 2009 cuando se decretó extinta la empresa?

-Yo metí a la compañía a dos de mis hijos, uno lo liquidaron y a otro no. A los jubilados no nos iba a mover nada, me preocupaban ellos, afirmó.

“La suerte uno también se la busca, el único que no perdona es el tiempo, eso siempre avanza, yo siento que hice todo lo que pude hacer, aquí viven algunos de mis hijos todavía, dentro de todo, tuve una vida buena”, dijo mientras se levanta y me guía al sillón de la sala, quejándose de que sus piernas ya no le sirven, y bromea con que parece borracho.

Detalla que el problema de la empresa ya se resolvió gracias al sindicato y que el próximo año, hasta su nieta podría entrar a trabajar. “Ahora sí que espero que el apellido continúe y tengan tanta suerte como yo”, concluyó satisfecho.




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