SOMOS LOS SIN FRONTERA: ARMANDO SUÁREZ

Por: Fernanda Alejandra García Espinosa
Ciudad de México (Aunam): “Si me vas a regalar una de tus mandarinas, con gusto platicamos”, dijo Armando mientras se volvía a acomodar en el piso del Sistema de Transporte Colectivo, Metro. Llamó a su esposa y a su hijo para que se separaran del grupo y se sentaran a su lado mientras comían las últimas moronas de un paquete de galletas.


Armando Suárez Marín llevaba dos horas en la estación Ciudad Deportiva, ubicada en Magdalena Mixhuca, esperando a que terminaran de llegar los últimos migrantes de su grupo. Pasaron lista y se percataron de la ausencia de cinco personas. “Las mismas de hace rato, no puede ser”, contestaron enojados algunos de los integrantes ya ansiosos por alcanzar a la caravana que se dirigía a Querétaro.

“Aquí en el metro llevamos como tres horas, y yo pues para entretenerme cada que vienen dos trenes en direcciones contrarias imagino que van a chocar, como en las películas”, compartió en un tono de voz bajo.

El encargado del grupo determinó que habrían de dirigirse a la Central de Autobuses del Norte, donde esperarían al resto de los acompañantes. Armando, recio, permaneció sentado mientras observaba cómo las 45 personas abordaban el vagón con sus pesadas mochilas, colchonetas y carriolas.

Con un toque sarcástico agitó la mano a modo de despedida y se volvió hacia mí con una sonrisa “¿cómo ve usted? ya era hora de separarnos. Ellos van hacia la bestia industrial, nosotros no. Bye bye”, refiriéndose a Monterrey, Nuevo León.

Los planes de “Adonai”, como lo llama su esposa Delmis, son establecerse en el estado de Nayarit, donde su cuñado le prometió un trabajo tres años atrás. Por temor a que los pasos de la inestabilidad económica lo siguieran a un país extranjero, se negó a abandonar el puerto de “Ceibita la bella”, hasta que el aviso de una caravana migrante retumbó en su cabeza diciéndole “es ahora o nunca”.

La Ceiba, su lugar de origen, pertenece al departamento de la Atlántida, ubicado al norte de Honduras. Se caracteriza por tener un océano de un lado, seis ríos del otro, y un nombre que remite a la cosmología maya. También conocida como Yaxché, ha sido considerada como un árbol sagrado porque según la tradición popular, fueron sembradas por los dioses creadores en cada uno de los puntos cardinales. Norte, sur, este y oeste.

“Ceibita la bella, la novia de Honduras”, es una ciudad con una actividad económica orientada al ecoturismo y al cultivo del banano, maíz, arroz y plátano. “Muy bonita y todo, pero sin trabajo”, dijo atribuyendo -en parte- la falta de empleo a la intervención estadounidense, específicamente la corporación Dole Food Company, máxima productora de frutas y hortalizas a nivel mundial.

“El país se ha arruinado, ha decaído mucho, la verdad sí. Ahora hay mucha delincuencia; tienes un trabajo y tienes que pagar impuesto de guerra […] El trabajito que hay, te pagan lo que ellos quieren porque si tú lo dejas, hay mil que están atrás de ti esperando ese chancecito. No les importa que sea poco, hay mucha gente que desea tener ese trabajito. Pero es un trabajo que no alcanza a sostener tu hogar. Una persona pues sobrevive, pero una familia ya no”.

Al igual que el grueso de los hondureños de la caravana, Suárez Marín no tenía un trabajo estable. De los recorridos turísticos pasó a trabajar en la recolección de bananos, hasta que los gastos incrementaron y ya no bastó un solo trabajo, ni una sola persona laborando.

“Supuestamente uno paga por 30 días el agua allá, por treinta días la luz, pero el agua te llega por quince días. Quince días que le pagas al gobierno sin tener agua. Es un robo descaradamente”, dijo al tiempo que acariciaba la cabeza de su hijo Antony, que con desánimo en su rostro comía un sándwich.

El aumento de precios y de injusticias significó un doble turno en una planta eléctrica para Adonai, y un puesto de cocinera en un mercado para Delmis, quien además, elaboraba algunos trabajos ocasionales como costurera para asegurar un ingreso extra.

“A mí lo que me motiva es mi niño, cómo no. Yo lo único que quiero para mi hijo es que tenga certeza. De incertidumbre, de la falta de certeza se muere la gente”, acto seguido, soltó un bostezo para disimular los ojos que con cada palabra se le iban tiñendo de un color rojo cada vez más vivo. Tomó su botella de agua y se quedó mirando hacia una policía que se encontraba saludando a los pasajeros en el otro extremo de la estación.

“¡Que tengan un excelente día y Dios los bendiga en su camino!", decía animada Reina Rojas, encargada de la estación, a cada persona que pasaba frente a ella mientras él la observaba fascinado. Mientras platicaba él sobre el alimento que había recibido de desayuno, se acercó Reina a preguntar si necesitábamos algo. Adonai entabló una corta conversación con ella a lo que después agregó con un grito: “¡Qué lindo modo tienes tú, muchacha! ¡Personas como tú, es que tienen que estar en estos negocios! Tienes un modo WOW”.

Después de unos minutos, Antony rompió en llanto. Con la angustia reflejada en la cara ante el llanto de su hijo, comentó lo agridulce que había sido el recorrido hasta ese momento. “Le ha tocado ver cosas bien feas al nene […] a su edad yo estudiaba la primaria, jugaba futbol y comía caramelos, no que él sólo ve cómo van desapareciendo sus amigos”, esto por la desaparición de camiones en Veracruz.

En los noticiarios se desmintió la pérdida de dichos camiones, y “esa es la bronca de venir como ilegal, no les importas a los policías, ni a nadie”. Aseguró que sí hay personas desaparecidas que en el camino conocieron. Se subieron a algún camión o tráiler en Puebla, Oaxaca y Veracruz, y de ellos ya no supieron más. Intercambiaron con ellos comida, anécdotas, y teléfonos que ya no habrán de contestar.

“Yo mejor camino con mis cosas en la mano. No nos separamos. No me gusta eso, allá en Oaxaca montaron a un montón de personas y desapareció. En la mañana ya estaba alistando mis cosas para irme, pero recapacité porque a un compañero le montaron a su esposa y su hijo en un tráiler y que ya no los encuentran, estaba llorando…se fue para atrás buscando a la familia”.

“El viaje del que se espera mayor recompensa debe, por tanto, ser el más difícil” dijo a su esposa, que abrió los ojos sorprendida, asintió con la cabeza y añadió: “es difícil de por sí, y ahora imagínate si todos nos ven como delincuentes”. Cuentan que, a su paso por algunas comunidades del sur del país, los miraban con repudio, lástima o hasta con miedo. La imagen que de los migrantes se construyó, gira alrededor de los conceptos de suciedad y vandalismo.

Algunos iban consumiendo alcohol y drogas, otros robando alimentos, y algunos otros dañando mobiliario por diversión, además de la basura que al final en el piso quedaba. “Por ese poquito de personas malas pagamos todos […] dañan la imagen de todos. En grupo las personas se crecen, por eso hacen cosas malas, agarran escudo”. Pero, hasta eso es una enseñanza para Armando para controlar su explosivo carácter.

“Soy de mecha corta, eh. Cuando yo miro algo que no, yo trato de abrirme, y si ya me contaron una vez, a la segunda yo ya voy por el putazo. Porque sí, soy de mecha cortitita, pero esta caravana me ha enseñado a convivir un poquito más”, admitió Armando.

Resaltó que ha sido su cumpleaños más significativo; probablemente el más memorable. Festejó el 9 de noviembre con un pastel de tres leches decorado con durazno en la parte posterior sus 45 años, acompañado de su familia y algunas recientes amistades. Entre el desastre, “nada es tan malo”; frase que describe como su estilo de vida.

“A mí me gusta cotorrear, no me gusta estar apagado […] me gusta estar hablando tonteras independientemente de la situación y yo quiero lo mismo para los demás. Si no puedo mejorar su situación económica por lo menos puedo remediar su ánimo caído. Yo, por ejemplo, ayer para tener un happy birthday, me regalé un sombrero que sí lo uso hacia el frente parezco explorador, pero si lo uso de lado soy un pirata. Prefiero ser un pirata”.

Luego de dos horas, preguntaron a Reina cómo abordar a la línea azul, a la estación Cuatro Caminos. Llegaron al acuerdo de ir a Tepotzotlán para alcanzar al hermano de uno de sus acompañantes, José Elias. Tomaron su equipaje y en un papel entregaron su número telefónico mientras se preparaban para abordar el siguiente tren que se aproximara. Una vez dentro, aclamaron:

“Si alguien te pregunta, somos los sin frontera. Pero el mundo es pequeño, dicen; mañana o pasado vamos a volver a encontrarnos por aquí”.







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