PARA SALIR DEL PARASITISMO SE NECESITA CONSTANCIA: ALFREDO VILLENA
Por: Gonzalo Sosa Maldonado
Foto: Beverly Gil Morales
Ciudad de México (Aunam). Con un chaleco rojo que tiene el logo de “MV Mi Valedor”, en el pecho, más de un metro con 65 centimetros de altura, un tono moreno en las manos y el rostro, gorra sobre la cabeza y fluidez al hablar; Alfredo Villena vende revistas en un puesto ambulante del Parque México, en la colonia Hipódromo Condesa.
“Chavos, ayúdenme comprando una revista, me harán ganar 15 pesos y además colaborarán a que más personas salgamos de la situación de calle”, así comenzó Villena su speech, mientras jugueteaba con las manos y lanzaba miradas coquetas a las chicas.
Alfredo Villena estuvo envuelto en el mundo de las drogas, consumía mariguana, LSD y tachas. Su familia, decidió internarlo en la comunidad internacional de Alcohólicos Anónimos “Nueva identidad”, Cuajimalpa. Ahí pasó medio año, y desde hace cuatro años cambió para buscar ser “mejor persona”.
El vendedor de Mi Valedor describe su estancia en el albergue como: “un lugar en donde me estaba volviendo loco, porque no podía irme. Yo veía desde mi ventana la calle y quería salir, pero la terapia era a puerta cerrada hasta que cumplieras con los seis meses”, asevera mientras su voz se torna más seria.
Hizo una pausa, guardó las revistas que había mostrado y continuó: “para afrontar esta ansiedad, decidí integrarme como voluntario en el programa de Alcohólicos Anónimos e impartir el quinto y sexto paso. Antes de entrar (al programa de AA) fui ayudante en la cocina, pero no me sentía cómodo, sufrí maltrato emocional por parte de los encargados”.
“Teníamos junta tras junta, pero nada juntas”, dijo con voz burlona acompañada de una carcajada párvula, “lo bueno, y la realidad, es que la lucha está acá fuera. Yo lucho todos los días contra las adicciones, ha sido un proceso difícil, tuve que cortar con amistades tóxicas, pero gracias a Mi Valedor, y a que recibí a Cristo en mi corazón, he sabido reintegrarme a la sociedad”, aseveró mientras sus manos señalaban hacia el cielo.
Después de cumplir con el tiempo requerido salió para buscar trabajo. Su familia lo rechazó; sin apoyo económico y sin encontrar trabajo regresó a las calles, “lo malo del anexo es que te acostumbran a ser huevón, todo te lo dan, te acostumbras a que te den dinero, comida y casa. Nunca te enseñan a ser productivo y ganarte la papa honradamente”.
En esas circunstancias, Villena recordó que en el tiempo en que estuvo anexado habían ido unas personas a platicarle sobre el proyecto de Mi valedor. Comenzó a trabajar en los talleres y actividades que lleva acabo esta organización, desde fotografía, locución, hasta actividades grupales como Hecho por valedores en donde hacen manualidades, todo con el fin de sacar choques emocionales.
“Es complicado salir de una adicción, pero no imposible. Me gusta invitar a las personas, que están o estuvieron en la misma situación que yo, a salir adelante”, recalcó con voz fuerte y prosiguió: “es difícil hacer que otros se integren a la sociedad. Yo sé que sí hay oportunidades, pero también hay personas que están en la calle que simplemente no les gusta trabajar y quieren seguir en esa situación”.
La resignación y el conformismo “son problemas que están en la mente, es sólo cuestión de que tú quieras, que dejes el coto y que afrontes la realidad. Para salir el parasitismo se necesita constancia”. La revista, mediante la cual Villena obtiene su sustento, la compra en cinco pesos y la revende en veinte, su ganancia segura es de quince pesos.
“Yo soy Alfredo, buenas tardes, estoy aquí con mi amigo Gonzalo en vivo desde La Voz de la Calle, estación de radio, con los valedores en el Parque México…”, así comenzó la plática, palabras sin fin narraron la vida de un hombre que lucha para no regresar nunca más a las adicciones y que se gana la papa diaria vendiendo la revista Mi Valedor. “Yo cambié porque quiero superarme, quiero tener un hogar, una esposa e hijos, ser alguien en la vida, pero para hacerlo necesito picar piedra”, afirmó.
Foto: Beverly Gil Morales
Ciudad de México (Aunam). Con un chaleco rojo que tiene el logo de “MV Mi Valedor”, en el pecho, más de un metro con 65 centimetros de altura, un tono moreno en las manos y el rostro, gorra sobre la cabeza y fluidez al hablar; Alfredo Villena vende revistas en un puesto ambulante del Parque México, en la colonia Hipódromo Condesa.
“Chavos, ayúdenme comprando una revista, me harán ganar 15 pesos y además colaborarán a que más personas salgamos de la situación de calle”, así comenzó Villena su speech, mientras jugueteaba con las manos y lanzaba miradas coquetas a las chicas.
Alfredo Villena estuvo envuelto en el mundo de las drogas, consumía mariguana, LSD y tachas. Su familia, decidió internarlo en la comunidad internacional de Alcohólicos Anónimos “Nueva identidad”, Cuajimalpa. Ahí pasó medio año, y desde hace cuatro años cambió para buscar ser “mejor persona”.
El vendedor de Mi Valedor describe su estancia en el albergue como: “un lugar en donde me estaba volviendo loco, porque no podía irme. Yo veía desde mi ventana la calle y quería salir, pero la terapia era a puerta cerrada hasta que cumplieras con los seis meses”, asevera mientras su voz se torna más seria.
Hizo una pausa, guardó las revistas que había mostrado y continuó: “para afrontar esta ansiedad, decidí integrarme como voluntario en el programa de Alcohólicos Anónimos e impartir el quinto y sexto paso. Antes de entrar (al programa de AA) fui ayudante en la cocina, pero no me sentía cómodo, sufrí maltrato emocional por parte de los encargados”.
“Teníamos junta tras junta, pero nada juntas”, dijo con voz burlona acompañada de una carcajada párvula, “lo bueno, y la realidad, es que la lucha está acá fuera. Yo lucho todos los días contra las adicciones, ha sido un proceso difícil, tuve que cortar con amistades tóxicas, pero gracias a Mi Valedor, y a que recibí a Cristo en mi corazón, he sabido reintegrarme a la sociedad”, aseveró mientras sus manos señalaban hacia el cielo.
Después de cumplir con el tiempo requerido salió para buscar trabajo. Su familia lo rechazó; sin apoyo económico y sin encontrar trabajo regresó a las calles, “lo malo del anexo es que te acostumbran a ser huevón, todo te lo dan, te acostumbras a que te den dinero, comida y casa. Nunca te enseñan a ser productivo y ganarte la papa honradamente”.
En esas circunstancias, Villena recordó que en el tiempo en que estuvo anexado habían ido unas personas a platicarle sobre el proyecto de Mi valedor. Comenzó a trabajar en los talleres y actividades que lleva acabo esta organización, desde fotografía, locución, hasta actividades grupales como Hecho por valedores en donde hacen manualidades, todo con el fin de sacar choques emocionales.
“Es complicado salir de una adicción, pero no imposible. Me gusta invitar a las personas, que están o estuvieron en la misma situación que yo, a salir adelante”, recalcó con voz fuerte y prosiguió: “es difícil hacer que otros se integren a la sociedad. Yo sé que sí hay oportunidades, pero también hay personas que están en la calle que simplemente no les gusta trabajar y quieren seguir en esa situación”.
La resignación y el conformismo “son problemas que están en la mente, es sólo cuestión de que tú quieras, que dejes el coto y que afrontes la realidad. Para salir el parasitismo se necesita constancia”. La revista, mediante la cual Villena obtiene su sustento, la compra en cinco pesos y la revende en veinte, su ganancia segura es de quince pesos.
“Yo soy Alfredo, buenas tardes, estoy aquí con mi amigo Gonzalo en vivo desde La Voz de la Calle, estación de radio, con los valedores en el Parque México…”, así comenzó la plática, palabras sin fin narraron la vida de un hombre que lucha para no regresar nunca más a las adicciones y que se gana la papa diaria vendiendo la revista Mi Valedor. “Yo cambié porque quiero superarme, quiero tener un hogar, una esposa e hijos, ser alguien en la vida, pero para hacerlo necesito picar piedra”, afirmó.
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