GERMINAN AZOTEAS VERDES, EN LA CIUDAD DE MÉXICO


Texto y fotos por Marisol Morelos Castro
México (Aunam). La construcción de grandes edificios y unidades habitacionales irregulares en espacios que podrían haber sido destinados para áreas verdes ha provocado que la imagen de la ciudad de México se torne cada vez más gris.

Asimismo, el considerable incremento de automóviles que circulan diariamente por la capital ─aproximadamente cinco millones─ hace que los camellones llenos de árboles sean remplazados por ejes viales y segundos pisos a las grandes avenidas por donde circulan los vehículos. Claro, sin dejar de lado la contaminación del aire que genera el combustible que estos utilizan.

Para mitigar los efectos negativos al medio ambiente ─tanto por la reducción de áreas verdes como por la mala calidad del aire─ y con el objetivo de recuperar la biodiversidad de la ciudad y combatir las islas de calor (aire cálido que se acumula en un área urbana debido al calor que irradian los edificios) una alternativa es la implementación de las azoteas verdes.

Proyecto verde que germinó en la universidad

Viste camisa blanca y pantalón azul claro de mezclilla. Proveniente del invernadero, camina apresurado hacia su oficina, ubicada en el Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma de México, un espacio donde el bullicio de la ciudad no alcanza a contaminar, pues la abundante flora y fauna recrean un ambiente sereno con un escandaloso olor a hierba. Sin duda, la expresión corporal y facial de aquel hombre reafirman los beneficios que brindan trabajar en tan bello lugar.

Una vez en su oficina, el biólogo investigador Jerónimo Reyes Santiago ─el principal impulsor de las azoteas vedes ─ explica cómo el proyecto germinó en la UNAM para que posteriormente se extendiera a diversos sitios de la ciudad de México: Todo inició cuando el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, jefe de gobierno en 1998, entabló un convenio con la UNAM para buscar alternativas que mitigaran los altos índices de contaminación que se producían en la capital del país.

Comenta que una de las alternativas contempladas era, en primer lugar, atender la parte de arbolado, la más importante para la captación de contaminantes; pero al evaluarse tal opción se percataron que no había superficies para reforestar:

“Ante esto se plantearon dos frentes: mejorar las áreas verdes, como Tlalpan, Chapultepec, bosque de Aragón, etcétera; luego emprender otra serie de acciones, entre ellas las azoteas verdes”.

Pero antes de poner en marcha un primer prototipo de azotes verdes en la ciudad, el biólogo viajó a Alemania al frente de un grupo de personas para saber qué se estaba realizando y estudiando en aquel país para sumar áreas verdes. Entusiasmado por dejar claro el porqué de esta decisión, Reyes Santiago agrega:

“¿Y por qué áreas verdes? Bueno, éstas tendrían un impacto en la disminución de temperatura, pues en las grandes ciudades ─como la de México─ la temperatura se ha elevado muchísimo: un poco más de cuatro grados centígrados. Lo que pensamos fue hacer cientos de hectáreas de azoteas verdes, primordialmente para el combate de las islas de calor urbano y regular la temperatura; pero no solo eso, también pensamos que fuera un gran depósito de contaminantes, sobre todo de metales pesados que circulan en el medio ambiente”.

Plantas nativas como bioindicadores de metales


El biólogo investigador expone que con el transcurso del tiempo descubrieron que las plantas utilizadas absorbían metales pesados (plomo, entre otros) e hidrocarburos aromáticos policíclicos: un grupo de químicos que se forman durante la combustión incompleta del carbón, petróleo y gasolina; así como de otras sustancias orgánicas como tabaco. Las plantas son llamadas bioindicadoras de metales en su ambiente natural.

“No queríamos construir azoteas verdes ni con pastos ni con flores, sino con estas plantas nativas mexicanas y bioindicadoras, pues sabemos que son plantas con un tejido diseñado para captar los contaminantes. Así que comenzamos a trabajar con ellas; además de que fueran de bajo consumo de agua porque el grave problema de la ciudad es el agua”.

Margarita Collazo, de la Facultad de Ciencias y el equipo de Ciencias de la Atmósfera trabajan en conjunto para empezar a medir cuántos metales pesados capta una azotea verde y qué beneficios tiene la escorrentía ─corriente de agua que se derrama al rebasar su depósito o cauce natural─ para prevenir inundaciones por el volumen considerable de agua que retiene, informa el biólogo Jerónimo Reyes.

El diseño de las azoteas verdes demanda un equipo interdisciplinario

Actualmente aún permea cierto desconocimiento en torno a instalar azoteas verdes, ya que generalmente se cree que cualquier persona es apta para hacerlo cuando en realidad su creación no fue improvisada.

Peor aún, debido a la fase comercial se han elaborado azoteas de todo tipo y mal. Carecen de concepto y diseño.

Jerónimo Reyes lleva sus manos a la cabeza mientras conversa, menciona que “se requiere trabajar en conjunto con arquitectura de paisaje, ingenieros… es todo un equipo interdisciplinario, no lo puede hacer cualquier persona. Se requiere que los arquitectos diseñen una paleta vegetal adecuada al lugar y al clima, pues lo primordial es que la azotea brinde los servicios ambientales”.

“Una azotea bien planeada no debe tener un alto consumo de agua y tener plantas sumamente resistentes a plagas y captadoras de partículas suspendidas. Además de eso, las hectáreas de azoteas tendrán un gran impacto de disminuir la escorrentía; es decir, la velocidad del agua disminuirá, lo cual le da oportunidad a los drenajes para que no se inunden las grandes ciudades”.

Reconstruyendo la biodiversidad del valle de México

Jerónimo Reyes enfatiza que otro servicio muy importante que brindan estas áreas verdes, y que la mayoría pierde de vista, es la biodiversidad. Estos espacios también se han convertido en una isla de diversidad donde las especies recuperan paulatinamente su hábitat porque puede vivir una diversidad de fauna y flora, así que se suscita un corredor de especies que va reparando el tejido dañado.

“Quien conoce un azotea bien diseñada va a encontrar cientos de colibríes, cientos de pájaros que viven ahí, lagartijas, abejorros negros y amarillos nativos que no habían vuelto y hormigas que dan diferentes servicios”.

Uno de los retos a los que se enfrenta Jerónimo y su equipo de trabajo es que en unos años se creen azoteas con plantas exclusivas del valle de México, pues cabe mencionar que la primera azote diseñada ahí en el jardín cuenta con plantas exclusivas de El Pedregal. El ecosistema que crece abajo en la tierra fue reproducido, aunque no el todo, al plantar el 40 por ciento de especies nativas de ese lugar.

Comenta que la flora microbiana (bacterias y hongos) realizará los ciclos de nutrientes y transformarán los metales pesado en materia nutritiva. Claro está que dicha flora también requiere ser nativa. Finalmente todo esto para propiciar una azotea biodiversa, que a su vez sea una ‘trampa’ que evite que diversas partículas lleguen a nuestros pulmones.

Supuesta regulación legislativa

Jerónimo Reyes comenta que la ley implementada por el gobierno de la ciudad de México para la regulación de las azoteas verdes es una copia de la de Alemania, por lo que irónicamente expresa: “Se les olvidó que aquí es México”, con lo cual hace referencia a que conforme a cada ciudad se deben establecer diferentes parámetros. Además, considera una “vacilada” el 10 por ciento de descuento del predial para aquellas personas interesadas en instalar una azotea verde en sus casas, pues el emplazamiento de una es de aproximadamente 100 mil pesos.

Recalca que se debería hacer lo que en Japón, pues ahí no se incentiva a las personas a sumar áreas verdes, sino que se les obliga a reponer esa pérdida de espacio mediante cierto porcentaje de azoteas verdes en los edificios construidos.

Alternativas que no afectan el bolsillo


Interesado porque el dinero no sea una limitante para la instalación de azoteas verdes, el biólogo junto a otros colegas ha desarrollado tres modelos económicos. En la Coordinación de Investigación se hizo un modelo llamado azotea extensiva directa, la cual se pone sobre la loza con un sistema de doble capa de impermeabilización. Su instalación requiere la siguiente secuencia: se impermeabiliza, se pone tierra y plantas nativas. El costo es de mil 700 pesos en promedio.

En conjunto con las organizaciones civiles Simbiosis Urbana y Efecto Verde trabajaron en un modelo mucho más económico: macetas fabricadas especialmente. Se puede comprar por módulo e ir construyendo un metro cuadrado cada dos meses o cada año, a un costo de mil 500 pesos cada uno; sin embargo, en caso de que de plano la gente no tenga dinero, propone otro más, al que ha bautizado, en broma, como “pobre plus”, el cual es un contenedor de unicel donde generalmente se guarda la fruta pero que se termina por adaptar para plantar. Su costo es de 250 pesos el metro cuadrado y casi de cero mantenimientos.

Sin duda, la reducción de costo no es suficiente para que el crecimiento de las azoteas verdes se logre. Pues Jerónimo Reyes declara que no está muy satisfecho pero sí contento porque ha permeado la idea. Aunque aún hay mucho que trabajar para que se logre un crecimiento próspero de estos espacios verdes. Considera que es importante una regulación en cuanto a la certificación de las personas que instalen azoteas, pues es necesario que se compruebe su conocimiento para realizar un trabajo que implica diversas disciplinas.

Confía en que mediante los cursos y talleres que imparte desde 2005 (en las instalaciones del Jardín Botánico con un costo de recuperación de mil 600 pesos, que incluye materiales) combatirá la ignorancia en torno al tema, promoverá y compartirá sus conocimientos porque no hay secreto empresarial. Gustoso y con una ligera sonrisa en su rostro expresa que el que todos puedan construir azoteas verdes ─con base en las pautas establecidas─ será un gran beneficio para la ciudad de México, pues lo que se busca es que respiremos un aire más limpio.

Jerónimo se levanta de su silla y se dirige a mostrar la azotea verde construida sobre las oficinas del Jardín Botánico.




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