La magia de la ilusión



Por Daniela Aguilar Mata 
Cdmx. El tianguis de Zapotitlán, Tláhuac; un tianguis lleno de magia, luces, juguetes, comida, juegos mecánicos y por supuesto lleno de miles de personas, adultos, jóvenes y niños, todos llenos de felicidad y convivencia.

En la bulliciosa sinfonía del Día de Reyes en el tianguis, los primeros rayos de sol acarician los toldos multicolores que albergan un despliegue de juguetes que compiten en esplendor. Peluches suaves al tacto, autitos que destilan brillantes pinturas y muñecas con vestidos bordados capturan la atención de niños y adultos por igual. La escena se vuelve un mar de posibilidades, donde cada rincón promete la emoción de un nuevo hallazgo.

Los vendedores, artífices de historias, dan vida a los objetos exhibidos. Cuentan historias cautivadoras sobre la procedencia y las características únicas de cada juguete. Los padres, envueltos en esta atmósfera encantada, se sumergen en el arte de elegir el regalo perfecto, sabiendo que detrás de cada compra hay una experiencia que trasciende el mero acto comercial.

Los escenarios temáticos se erigen como pequeños reinos de fantasía. Árboles adornados, luces centelleantes y figuras de los Reyes Magos dan vida a la historia del Nacimiento. Niños ataviados con vestimenta alusiva exploran este mundo encantado, asumiendo roles de pastores, reyes y personajes bíblicos, añadiendo un toque teatral a la jornada.

La espera para fotografiarse con los Reyes Magos se convierte en un espectáculo en sí mismo. La paciencia se mezcla con la anticipación mientras los niños, con miradas ilusionadas, esperan su turno para inmortalizar el momento. El resultado son instantáneas impregnadas de magia, donde la realidad y la fantasía se entrelazan en sonrisas radiantes.

El aire se satura con aromas irresistibles de la gastronomía callejera. Puestos con techos de humo ofrecen tamales envueltos en hojas de maíz, elotes asados con queso, mayonesa y el picante característico de nuestro país, churros recién freídos y crepas recién hechas. Las familias se congregan alrededor de mesas improvisadas, compartiendo no solo alimentos, sino también risas y anécdotas que crean vínculos más allá de los sabores.

Los juegos mecánicos, con sus luces intermitentes y música estridente, añaden un elemento de excitación al evento. Carruseles giratorios, montañas rusas en miniatura y ruedas de la fortuna despiertan la adrenalina de los más pequeños, quienes desbordan entusiasmo en cada vuelta y giro.

Con el atardecer, el tianguis se ilumina de manera mágica. Los fuegos artificiales estallan en el cielo, reflejándose en los ojos admirados de los presentes. Es el clímax de la celebración, un momento donde el espectáculo pirotécnico se fusiona con los vítores y aplausos de la multitud, creando un cierre grandioso para un día lleno de maravillas.

Así, en la trama rica y detallada del Día de Reyes en el tianguis, cada componente se entrelazan para tejer una crónica llena de colores, sabores, risas y emociones, dejando en la memoria de quienes participan la estampa imborrable de una celebración vibrante y llena de vida.


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