El trayecto de los Reyes Magos


Por Monserrat Hernández Bernal 
CDMX. Es cinco de enero y desde temprano a Ethan le preguntan que le va a pedir a los Reyes este contesta con balbuceos, por otro lado, Héctor quien es más grande dice que es un secreto y se ríe ante las miradas de aquellas mujeres que solo pasan y preguntan.

Son niños que esperan con ansias llegar a casa y ver que les trajeron los reyes. Son niños que han pasado 10 días en un autobús, viajando por el sureste del país y a pesar de las maravillas que han visitado lo que más ansían es llegar a casa y ver que les trajeron los reyes.

En Campeche, aquella ciudad amurallada se disfruta de un sol que no quema y de casas coloridas y ordenadas, pero hay un calor tan intenso que aun así uno siempre busca la sombra para refugiarse. Como en otros lados, aquí se pone un tianguis donde la gente pone sus puestos de juguetes, aunque ahora ya son más los puestos de celulares y aparatos electrónicos lo que llama la atención de los niños antes que los juguetes clásicos.

Si caminas sobre ese tianguis el olor de aquella humedad calurosa que se siente y percibe en toda la zona desaparece y se convierte en olor a algodón de azúcar, donde los niños disfrutan de jugar con aquellas tiras que vuelan del mismo algodón o vas chocando con aquellas personas que por la prisa llevan su rosca de reyes recién horneada, desde aquella que necesitan dos personas para cargarla.

-“¡Córrele y aguas con la gente, que si la tiras te mato!”
-“Ni me andes amenazando, nomás la cargo porque es de doña Ofe”

A lo lejos se prepara un escenario donde anuncian que a las seis de la tarde vendrán los Reyes Magos a tomarse fotos y a recibir las cartas de todos los niños. 

Ya es tarde y hay un camino que seguir, no tocará ver y escuchar a los Reyes Magos de la Ciudad de Campeche, es momento de que Héctor y Ethan regresen a la ciudad de México.

En el autobús, Héctor siempre fue cambiando de asiento con su papá, con su mamá, quienes discutían a veces en frente de todos, pero eso a Héctor no le importaba siempre y cuando tuviera a su Baby Yoda con el cuál jugar. “Papá, ¿crees que los reyes me traigan aquella nave que les pedí? Es que quiero saber si el Baby Yoda podrá subirse.” Su papá, Ricardo, voltea a ver a su hijo y el semblante de enojo que se veía en su rostro por a penas discutir con su esposa cambió. “Si te portaste bien, los Reyes sabrán que regalarte”. Héctor solo vio a su peluche y convencido de que se portó bien, le sonrió a su peluche y siguió agarrado de la mano de su papá.

La noche cayó, un viaje de Campeche a la Ciudad de México es de aproximadamente de 20 horas. Saliendo de ahí a las seis de la tarde todos esperan llegar en la tarde del medio día a casa. Lo increíble de estar en el sureste y viajar en carretera es ver las estrellas, no solo como algunos puntos blancos en el cielo, no, es ver todo el cielo lleno de estrellas, algunas si se fija bien son aquellas constelaciones que a veces uno solo ve en revistas. 

“Ethan, mira” El niño de no más de dos años casi dormido volteó a ver el cielo, el cielo estrellado. Su mamá, Jessica que no tenía más de 25 años quito al niño de los brazos de su abuelo y le señalo el cielo. “Mira, mi amor, las estrellas” El niño que solo veía el cielo se emocionó y balbuceando empezó a emocionarse y a llamar la atención de su abuelo. “Son los reyes Magos que nos acompañan en el viaje” comento su abuelo. De ahí solo voltearon a ver el cielo y al rato otra vez existía un silencio pues Ethan el niño que todo el viaje gritó y balbuceo se quedó dormido.

A la salida de Tabasco, entrando a Veracruz era el punto que se iba a avanzar de madrugada, desgraciadamente una camioneta se cruzó con dos tráileres. A suposición de lo que paso en el accidente lo más probable es que se hayan cerrado, dicen que hasta se incendió uno de los tráileres, solo lo saben quiénes lo vieron de cerca o aquellos choferes que escucharon todo a la maña siguiente. Lo que si es real es que el camión que los reyes magos acompañaban se detuvo por cinco horas.

A penas a las siete de la mañana el camión continuo, y a la hora se detuvo en un restaurante, “El Capi”, para que los pasajeros desayunaran. Otro problema que empezó a suscitarse fue la enfermedad, a las personas del autobús les estaba afectando los cambios de temperatura, el calor de la zona al aire acondicionado del autobús. Ethan despertó con calentura.

“Ethan, ¿Qué te trajeron los reyes?” pregunta una de las chicas que estaba sentada hasta atrás en el camión. “Nomás una calentura” respondió Jessica que se le notaba molesta. La chica solo puso una cara de lastima y siguió. 

La estadía en ‘El Capi’ fue un poco tardada, como si todos los autobuses que estuvieran en la carretera fueran a parar ahí. Estaba lleno y aunque había 6 meseros, Lula, se empezaba a estresar. Derek ya estaba acabando turno, así que sus mesas se las estaba dando a Lula, chicos de no más de 20 o 21 años. En un momento Lula solo mencionó “vaya Reyes que me tocó”.

El ambiente era estresante y triste, a pesar de eso familias que se veía que eran de la zona llegaban a ‘El Capi’ a desayunar con sus hijos, niños que llevaban carritos nuevos o muñecos de acción nuevos. La alegría de ver a sus hijos felices se iba de las caras de los padres cuando se daban cuenta de lo lleno que estaba el restaurante y como decepcionados, solo pedían sus ordenes para llevar o mejor cancelaban la orden.

A seguir el paso, en Orizaba, se podía observar como en las canchas de fut había niños jugando, los balones se veían nuevos, y a fuera, padres acompañando a sus hijos, o aquel padre que jugaba con su hija, con un vestido rosa de cuadros y jalando su nuevo carrito, acompañado de risas.

El camino a partir de ahí fue verde, se escuchaban algunos murmullos y conversaciones en el autobús pues era de día. Aún así algunas quejas se oían cuando preguntaban a los coordinadores la hora de llegada y decían “Al norte de la ciudad, como a las siete u ocho”.

En la última parada para ir al baño, Ethan otra vez se escuchaba balbucear. “Ya se siente mejor, ¿verdad?” Jessica, solo sonreía. El camino a partir de ahí se fue como agua, algunas veces verde, otras veces con casas al fondo. De todo se vio un poco en ese último recorrido.

Jessica y Ethan se bajaron en Tecámac, la primera parada que se hizo para ir dejando a la gente. Muchas personas despedían a Ethan con cariño y algunos hasta diciendo que “ya se baja la alegría del camión”, otros solo agradecían que los gritos por fin cedieran. “Me cuentas que te trajeron los reyes…” Menciono alguien mientras Ethan desfilaba a través del pasillo del camión.

La siguiente parada fue en el Monumento a la Revolución donde todos bajaron. Héctor y su familia entre ellos. Mientras las últimas personas buscaban sus maletas, solo se escuchaba a Héctor decirle a su abuela, “Abu yo si me porte bien todo el año, ¿verdad que llegando a casa los Reyes me habrán traído lo que les pedí?” Su abuela solo se río y contesto “Lo veremos, lo veremos mi amor, ahorita espera a tu papá que trae las maletas”. Una camioneta ya los esperaba para guardar todo el equipaje que llevaban.

Al final del día Ethan y Héctor son aquellos niños que ni por ver los parajes verdes o aquellos cenotes azules de agua fresca o el chocolate recién hecho se emocionan, solo buscan sus regalos de día reyes para jugar, esa es la emoción que llevo el trayecto de los Reyes Magos



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