Una Feria con Saramagia



Por Fernanda R. Zamora
CDMX. Entre el mar de libros, pasa la corriente de gente que, apresurada, busca su destino entre los grandes muros de Palacio de Minería. Las personas en busca de auditorios, editoriales y escritores se muestran extasiadas ante la idea de estar rodeados de personas que comparten su pasión por los libros, y aunque tampoco faltan aquellos pequeños que fueron obligados a ir por parte de sus maestros, el público luce entretenido. 

La Feria del Libro de Palacio de Minería está presente una vez al año en este hermoso recinto; teniendo una arquitectura neoclásica, sus altos techos y grandes pasillos son perfectos para un evento de esta magnitud. Al tener salones tan grandes, pudieron ser divididos en unos más pequeños, donde se llevan a cabo diferentes pláticas y presentaciones de libros. 

Desde escritores como Villoro y Taibo, ilustradores como Gedovius y académicos de la UNAM, los pequeños salones llenan su capacidad para que ese público tenga un acercamiento más íntimo con su interés personal. 

El auditorio seis, mi destino, está en el último piso al fondo, y aunque estaba arrinconado, la fila de personas esperaba ansiosa a que abrieran las puertas para la presentación del libro Saramagia. Testimonios y Recuerdos Acerca De José Saramago En Su Paso por México. Con aproximadamente 30 sillas disponibles, más de la mitad fueron ocupadas por personas de todas las edades, desde un joven de secundaria, hasta una pareja de lindos ancianos que esperaban entusiasmados el comienzo de la plática. 

Al poco tiempo, los cinco ponentes se presentaron para empezar a relatar su participación en el libro. Alma Delia Miranda, Ana Rita Sousa, Pablo Espinosa, Mónica Mateos y Hermann Bellinghausen estaban notablemente emocionados por al fin presentar a aquel proyecto que había ocupado su tiempo en los últimos años. 

Alma, para romper el hielo, decidió reconocer al joven de secundaria que parecía esconderse entre las personas, le dijo lo mucho que le emocionaba que los pequeños tuvieran un acercamiento a Saramago, pues no se arrepentirían. Risas después de esto, ella continuó presentando una pequeña semblanza de cada uno de los colaboradores del libro. 

De Sousa dijo poco, pues era interprete del portugués, pero como fanática de la obra de Saramago en español, no vaciló en unirse sin temor al proyecto; “Pablo, Mónica y Hermann”, dijo, “ellos tuvieron el honor de conocer a Saramago”, ese comentario hizo que se abrieran como platos los ojos de la audiencia, y la emoción podía sentirse dentro de la habitación. 

Mónica habló un poco sobre lo que fue trabajar junto a Saramago en la Jornada, pues ella explica lo común que era verlo caminar en los pasillos del periódico, sin imaginar la importancia y el fanatismo que el Nobel crearía. Por otra parte, Pablo, con un nudo en la garganta, contaba cómo fue su experiencia al acompañar al escritor a Estocolmo a recibir el Premio Nobel de Literatura de 1998. No era para menos sentirse emotivos ante las experiencias que contaban, pues la convivencia que tuvieron con Saramago es algo que cargarán con honor el resto de sus vidas.

El último testimonio fue el de Hermann, quien, al ser acompañante de José durante su estancia en Chiapas, su amistad sigue siendo significativa en su vida; hablando sobre su trabajo en el periódico La Jornada, su visita la FIL Minería, incluso su visita a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y reconociendo su posición como aliado del EZNL y su carisma con sus lectores, el recuerdo del escritor marcaba sonrisas en el público que atento escuchaba. 

El tiempo de la plática acababa, una hora no era suficiente para hablar de sus experiencias, probablemente fue esa la razón por la que decidieron hacer este libro. Para terminar, hablaron un poco de Pilar del Río, esposa de Saramago, quien tradujo las últimas novelas del autor. Claramente para motivar a la audiencia a adquirir el libro, dejaron claro que había más historias por leer, historias plasmadas en Saramagia.

Con prisa, los organizadores de la FIL pidieron desalojar el lugar, pues poco después daría comienzo otra plática. Al salir y seguir caminando por el hermoso Palacio, las caras se repetían, la gente buscaba a qué conferencia entrar, qué libro buscar e incluso dónde comer. 

En ningún momento parecía haber menos gente, pero tampoco menos libros. Dar una vuelta a las diferentes editoriales y ver la variedad de obras que exhiben, solo da más motivos para regresar esa misma semana y también el siguiente año.


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