La Casa de Dios a través de una pantalla

Por María Elisa Ornelas
Mundo (Aunam) La melodía eclesiástica sonaba de fondo mientras se leía “Por favor espere, la misa comenzará en unos minutos”. El fresco aire que entró por la ventana y el olor a pan dulce me hicieron sentir en la puerta de la Iglesia, sin embargo, la sensación se rompió cuando oí la voz de una mujer joven “Esta es una historia para personas como tú, que cambiaron sus horas de sueño por horas de estudio (...) UTPL, 49 años haciendo grandes historias” esas breves palabras aumentaron la sensación de lejanía.


A las 10:03 de la mañana, el padre a cargo de la misa, capellán José María Sierra de la Universidad Técnica Particular de Loja, desde Ecuador, saludó a los presentes, dio unos segundos para recordar y pedir por el eterno descanso de recientes fallecidos, posteriormente mencionó que la misa continuaría todos los domingos para pedir por los enfermos y por el trabajo a través de una secuencia de poemas antes del Evangelio. A pesar de que no se oía la respuesta de los feligreses a la voz del padre, los comentarios de Facebook cumplieron su función y se pudo leer “Buenos días, padre” “Y con tu espíritu”, “Amén, que Dios nos proteja siempre” entre otras respuestas.

La atmósfera de tranquilidad y el sutil sonido del motor de los autos acompañó el inicio del Evangelio según San Juan, el cual se centró en el amor de Dios a sus discípulos, cómo seguir los mandamientos y cumplir los sacramentos, al término del Evangelio el padre explicó: “El cristianismo no es un catálogo de normas y obligaciones que tenemos que cumplir porque sí, hay que hacerlos por amor, cuando se ama no cuesta”, las reacciones de me encanta y me importa en el chat pero la ausencia de comentarios pareció indicar que los oyentes no querían interrumpir pero sí mencionar que las palabras habían tenido efecto en ellos.

A las 10:30 de la mañana, el padre le pidió al Señor que “santificara los dones para que se convirtiera en el cuerpo y la sangre de Jesús Cristo”, después levantó el cáliz y se arrodilló para pedir la llegada de Dios, el absoluto silencio en el chat por varios minutos indicó la alta posibilidad de que los feligreses hicieran lo mismo.

La cotidianeidad de los domingos nunca me había parecido tan inusual, se podían oír las palabras del sacerdote, pero también la música electrónica del vecino de enfrente y las recomendaciones para prevenir el COVID-19 del noticiero de la mañana, después se trabó la computadora, lo que me recordó que la calidad de contacto con el exterior en esta nueva cotidianeidad, no depende de nosotros.


José María aclaró su garganta y pidió a los 45 presentes que rezaran por quienes se encuentran en la enfermedad y en un lecho de dolor, después de unos minutos la misa continuó con la oración del Padre Nuestro, al terminar dicha oración el padre se quedó callado un momento como si se hubiera dado cuenta que las de personas que lo veían estaban separadas unas de otras y no podían convivir entre ellas.

Después dijo “Hagamos algo, en la intimidad de su hogar dense la Paz del Señor, para eliminar todo aquello negativo que haya pasado en la semana, para perdonar (…) Ahora como no se puede comulgar sacramentalmente, por las condiciones, hay que hacerlo espiritualmente, guardemos un minuto de silencio para saborear la presencia de Jesús en nuestro corazón”, en ese momento las 49 personas presentes no comentaron ni reaccionaron nada mientras de fondo se escuchaba Ya no eres pan ni vino.

A las 10:45 de la mañana el sacerdote Sierra pidió que la bendición del Señor los acompañara siempre, a lo que los presentes contestaron “Amén” “Con tu espíritu”, finalmente el padre se despidió no sin antes mencionar que esperaba que las condiciones cambien para poder abrir la capilla. Finalmente, la misa terminó con el deseo de que el Señor acompañara a todos los oyentes, después de algunos comentarios como “Amén y gracias”, la transmisión terminó.

La capacidad de transmitir una misa en línea no había tenido lugar en mi cabeza hasta que asistí a ella, las aproximadamente 50 personas, el eco de la Iglesia y las melodías eclesiásticas me hicieron sentir en un espacio y tiempo diferente, sin embargo, el ruido de la cumbia del camión de la basura, las sirenas de las ambulancias y el olor a smog me recordaron que en realidad asistí a la misa a través de una red socio digital, a través de una pantalla.



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