“CUANDO LAS ASESINARON, NOS ASESINARON A TODOS…”

Por Nilsa Hernández

Ciudad de México (Aunam). Tomé esa representación de su cuerpo, en el podio parecía muy ligero pero ya en brazos se sentía el peso del dolor con el que esa cruz fue creada; eran dos tablas unidas con un par de clavos, las cuales fueron pintadas con un fuerte color morado, en el centro con letras blancas se leía el nombre de Fernanda.


I.

Arrancadas de nuestras vidas
decían los carteles colgados en los muros de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con los que se anunciaba la plática sobre feminicidios.

Eran la 1:20 de la tarde, en ese momento los seis ponentes tomaron su lugar en el podio, además también estaban colocadas de manera ordenada 17 cruces de madera de color morado, cada una con un nombre en su centro.

Leticia, Mariana, Daniela, Fernanda, Daysi, Claudia, Paty, Jennifer, Ivonne, Diana, Lupe, Ivon, Jasmin, Selene, Naama, Anabeli y Karina, eran los nombres de cada una de esas víctimas; una mujer de mediana edad, con un semblante inexpresivo, sacó de una bolsa una última cruz, la colocó a un lado de las demás, esta era diferente a las otras, pues representaba el asesinato de Karen y Eric, dos jóvenes que formaban parte de una familia.

En el centro de esas cruces colocaron una carpa, de dos metros de largo, en donde fue descrita la tragedia que vivió Lupita o la niña de las calcetas rojas, como se conoció su caso, uno de los feminicidios más sonados en el país en el 2017, pues la víctima tenía cuatro años de edad y los presuntos asesinos no han sido juzgados.

En la mesa Pablo Saldaña, periodista y docente de la institución, fue el primero en tomar el micrófono para dirigirse al público, presentó a los ponentes que lo acompañaban: el profesor en filosofía Ángel Alonso Salas, las periodistas Frida Guerrera y Beatriz Osnaya; aunque también se encontraban dos mujeres que serían presentadas en la segunda parte de la plática.

Las seis personas ahí sentadas tenían un rostro implacable, pero en sus ojos se notaba un deseo de no estar enfrente para hablar sobre las víctimas de feminicidios, un problema social que va en aumento en México que los decidió a alzar la voz por aquellas personas que no pudieron.

II.

Ni una más, ni una asesinada más... resonó el clamor en la sala. El profesor Ángel Salas es un hombre de tez blanca, pero conforme recitaba su escrito sobre sus experiencias en diferentes mesas de diálogo en torno al tema de feminicidios, cambiaba a un tono rojizo, sus ojos se cristalizaron y su voz, al inicio imponente, cambiaría a angustiada: “De manera silenciosa he acompañado a cada familia en su calvario y el dolor que los consume por dentro”.

Afirmó que sin ser víctima de alguno de estos casos siente la empatía y la necesidad de pedir justicia por cada una de esas mujeres, “En cada una de esas chicas, mujeres o jóvenes veo a mis sobrinas, a mis alumnas, mis compañeras de trabajo y en general a una mujer ejemplar”, decía mientras tomaba una postura más rígida, al cruzar los brazos y no despegar sus ojos del papel que leía en voz alta.

Entre sus relatos describió cada uno de los sentimientos, que entre las expresiones de todos los presentes en la sala Fernando Benítez, empezaban a surgir: coraje, odio, dolor, eran palabras que en ese instante tomaron un solo significado.

Recriminó las diferentes declaraciones del sistema judicial del país, pues su discurso siempre es el mismo “se fue con su novio, al rato regresa” o la táctica de culpar a la mujer por su muerte, al usar en su contra, como estaba vestida, qué acciones hacía y con quien se relacionaba.

Cada palabra era pronunciada un tono más alto, se veía que le costaba trabajo seguir con su discurso, que era una petición explícita para la audiencia, en donde a manera casi de súplica, pidió erradicar la indiferencia y acercarse más a un lado sensible, pues para él en estos lugares “nadie llora por lástima… esta acción surge al ver en esas jóvenes, una parte de nosotros pues ellas también tenían sueños y aspiraciones”.

III.


“Antes de que quieran arrancar mis ilusiones voy a hablar, antes de que alguien intente arrancarme la vida voy a actuar”, fueron las palabras con las cuales la estudiante de periodismo, Beatriz Osnaya, pidió al público presente no naturalizar los actos de violencia que también se viven en la universidad.

Parecía algo nerviosa, pero decidida a hablar sobre su sentir ante estas situaciones, donde no muchos actúan por diferentes creencias y enseñanzas sociales, que sólo segregan y crean apatía.

Su tono de voz subió de manera repentina, mientras pedía que hombres y mujeres exigieran y trabajaran en conjunto para luchar contra estas expresiones de violencia.

Mientras, Ángel Salas y Frida Guerrera se dieron un corto abrazo, como una forma simbólica de mostrarle al público que hombres y mujeres no son enemigos, que ellos también deben estar presentes en esas pláticas.

La audiencia que estaba atenta ante estas palabras en su mayoría eran mujeres, pero hubo un número considerable de hombres que fueron de manera voluntaria a mostrar su apoyo a los familiares de las víctimas de feminicidios, así como a enterarse más del tema.

La periodista de Águila Noticias alentó a la audiencia a no callar, pues j”untos debemos de soñar pero también luchar por un mundo sin violencia”. El público presente aplaudió el hecho de que en esta plática se integrará a los hombres.

IV.

El dolor nunca se va a ir...

Se puede describir a Frida Guerrera como una mujer imponente, durante su turno nunca titubeó, no parpadeó, su voz resonaba por todo el recinto cuando denunció todos estos casos de feminicidios, que casi se podría asegurar que en la parte de afuera de la sala también era escuchada.

Presentó a las dos mujeres que los acompañaban en la mesa, ellas eran familiares de tres personas cuyas muertes no han obtenido justicia.

La más joven de estas dos mujeres ahí sentadas era Paola Jardón, quien quería hablarle al público sobre cómo le arrebataron a su madre Magdalena en el 2013, por su parte Sacrisanta Mosso, con lágrimas en los ojos quería hablar de cómo sus únicos hijos, Karen y Eric Alvarado, tenían muchos sueños por cumplir.

Frida Guerrera pidió que reprodujeran uno de sus trabajos documentales, pues de esta forma quería presentarles al público a varias mujeres cuya presencia de este mundo fue arrebatada, en el video se observaba a diferentes familiares de las víctimas que con un mismo pesar declararon “cuando la asesinaron a ella, nos asesinaron a todos, el dolor nunca se va a ir”.

La activista dejó su lugar en la mesa para aproximarse más al público, que no apartó la vista a la pantalla en donde aparecían las fotos de cada víctima. En las caras de esos padres y esas hermanas que pedían justicia, era evidente que las mujeres asesinadas “les hacen falta a cada uno de ellos” y al filmar este video se dio su lugar a las voces de su ausencia

V.

La editora del blog https://fridaguerrera.blogspot.com solicitó a las personas del público que tomaran una cruz, aun cuando la mayoría de los presentes dudó en hacer algún movimiento, el primero en pasar fue un hombre sentado en primera fila que, sin pensarlo dos veces, tomó una cruz con gran firmeza, como si con ese acto jurara protegerla.

En ese momento, tras levantarme del asiento tomé esa presentación de un cuerpo, cuando la sentí me di cuenta de su peso, aun cuando parecía muy ligera. Esas tablas unidas en forma de cruz por un par de clavos raspaban conforme las tocaba, como símbolo de los rastros de violencia con los que sus cuerpos fueron encontrados.

Pidió que las personas que tomaron una cruz la levantaran un poco y mientras leía los nombres escritos en cada cruz, mencionaba sin leer nada qué es lo que les había pasado a estas chicas, con esta acción demostró su esfuerzo diario para que estos crímenes no queden impunes y nunca más vuelvan a pasar, e invitó a cada persona de la audiencia a “casarse” con cada uno de estos casos.

“Mariana desapareció la mañana de un 27 de julio cuando fue a la tienda, al día siguiente, a las seis de la mañana, encontraron su cuerpo enfrente de una carnicería… el asesino sigue libre ¡Son más de 200 días sin justicia!”.

Leticia era madre de dos jóvenes, tenía 43 años de edad, encontraron su cuerpo en una carretera de Oaxaca, por su asesinato no hay ningún detenido.

Daniela fue asesinada el 6 de octubre del 2016, ella tenía 15 años, la describió como una persona amable, le apasionaba tocar el piano y tenía un carro, la tarde de ese seis de octubre le dio un aventón a un compañero de su escuela que quiso tocarla, al notar la negativa de Daniela el chico tomó un cúter y la degolló, a él le dieron dos años de condena. “Sale este año…”.

Claudia era de Veracruz, su novio la asesinó en junio del 2017 por una discusión que habían tenido, el asesino se encuentra prófugo. A Patricia la asesinaron ese mismo año el ocho de agosto, el acto fue hecho por dos de sus “amigos”, quienes dejaron su cuerpo en un río, ellos están detenidos pero sus abogados argumentan que en el proceso “sus derechos fueron violados”.

A Daysi, en Durango, su pareja la asesinó a balazos este año, su cuerpo fue hallado debajo de un puente, su caso es uno de los pocos que obtuvieron justicia.

Karina tenía trece años, vivía en Majin, Oaxaca, ella y su familia hablaban su lengua y un poco de español, trabajaba en un restaurante. Una tarde mientras limpiaba las mesas se la llevó un chófer de tráiler y fue encontrada sin vida el seis de abril del 2016, en Puebla.

La ganadora del Premio Nacional Carlos Montemayor en 2010 mencionó con indignación en los ojos que cuando se dio a conocer el caso, las autoridades y la prensa publicaron que era una joven de 28 años y que “seguramente era prostituta”, palabras que causaron repudió en la audiencia reunida en la Sala Fernando Benítez.

Ivonne fue a un antro en Oaxaca a divertirse con sus amigos, al salir del lugar le dispararon en la cabeza. “No hay sospechosos, no hay responsables, nadie vio nada”. Después de un largo suspiro, Frida recuerda que cuando la mamá de Ivonne fue con las autoridades le dijeron que eso le pasó “por andar en donde no debía”.

Anabelí fue asesinada en Veracruz por su novio, quien fingió un suicidio para no enfrentar sus actos. “Curiosamente no hubo pesares de nadie, no hay tumba del novio y la mamá del joven anda muy feliz viendo en alguna parte a su hijo”, declaró, con un tono de enojo la conferencista.

Naama tenía 15 años, era una niña callada, pues por toda su vida fue violada por su padre, ella no hablaba por miedo, su madre sabía de estos ataques y aun así no denunció. Cuando Naama decidió hablar, el padre la mato, haciendo parecer todo como un suicidio. Ambos progenitores están en la cárcel, gracias a una informante de Frida, que armó el caso y lo presentó a las autoridades. La periodista lamenta no tener una foto de Naama en vida, ni alguien que pudiera hablar por ella.

Ivon fue asesinada en Oaxaca, ella quería estudiar pero su novio que era celoso y controlador, le impedía seguir con sus sueños; cuando ella intentó dejarlo, la secuestró y cuatro días después fue encontrada muerta, el criminal se encuentra prófugo.

Selene fue asesinada con tres balazos en la cabeza… en su casa. Ella era madre de un niño de un año, su esposo cometió esta acción para poder cobrar su seguro de vida.

Jasmín tenía dos hijas, ella decidió separarse de su pareja; pero una mañana, mientras llevaba al jardín de niños a una de sus hijas, el hombre la apuñaló.

Lupita que solo tenía cuatro años. La encontraron en un terreno de Nezahualcóyotl, fue violada, torturada y golpeada: “durante nueve meses no se supo quién era porque a las autoridades les valió madre” mencionó con indignación la periodista, al recordar las palabras de los agentes: “Es una niña, quién la va a buscar…”.

Los presuntos culpables del feminicidio de Lupita son su madre y su padrastro.

Jennifer de 5 años fue asesinada en el Estado de México. Su madre tenía que trabajar en un turno de noche, al llegar encontró el cuerpo de Jennifer en su cama, el culpable ahora está detenido.

Diana de 11 años fue asesinada por su novio de 13. Frida contó que la madre de Diana prohibió esa relación, pues eran unos niños; tras la negativa, el menor la mató de 32 puñaladas. Javier o “el demonio” como lo conocían, jamás pisó una cárcel por ese delito, sino que está recluído, y apunto de salir, en un Centro de Salud Mental.

“Fernanda” era el nombre escrito en la cruz que cargaba. En 2014, Fernanda tenía un hijo de un año de edad, fue asesinada pero el caso quedó como “un suicidio” y la madre de la víctima, Magda, decidió no seguir el caso por amenazas de las autoridades.

En mayo del 2017 asesinaron a los hermanos de Fernanda. Ahora, “Magda lucha por justicia, pues lo merecen sus nietos”. El caso es una muestra de muchas historias de impunidad de los miles de feminicidios que ocurren en México cada año.

La cruz en mis manos se tornó aún más pesada.

Con sus palabras, Frida Guerrera enseñó al público presente que cada cruz representa solo la historia de una mujer, y por un momento cada uno de los presentes representó la ausencia de esas mujeres. Una enseñanza que es una invitación para darles voz a las víctimas, para luchar juntos y exigir que esto nunca vuelva a pasar.




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