Altares y ofrendas llegan al corazón de los coyotes


Por: Sofia Valentina Sáenz Pérez y Luis Enrique Karam Hernández 
México. En el corazón de Coyoacán, las calles se llenan de coloridos altares, ofrendas y personas disfrazadas que se reúnen para celebrar y honrar a sus seres queridos fallecidos. Los altares y ofrendas públicas sirven como puntos de encuentro, reflexión, y son elaborados por voluntarios y organizaciones locales que, a menudo, honran a artistas, escritores y líderes políticos, junto con otros menos conocidos pero queridos.

Artistas locales y nacionales presentan sus obras, que a menudo exploran temas relacionados con la muerte, la tradición y la memoria. Además, hay una variedad gastronómica amplia, desde el pan de muerto y el mole hasta los tamales y los dulces típicos.

La alcaldía de Coyoacán suele organizar eventos culturales, como representaciones teatrales y musicales, que están relacionados con la festividad. El escenario es una mezcla de tradiciones prehispánicas, mestizas y contemporáneas que crea un ambiente en el que la comunidad se une para honrar a sus seres queridos fallecidos y celebrar la vida a través de la muerte.

Leticia Aquila Ramírez, del barrio de Santo Domingo, comparte que en su familia rezan el Rosario y preparan una ofrenda para recibir a sus seres queridos fallecidos. La mesa de muertos incluye elementos como chocolate, cerveza, vino, café y agua, que son ofrecidos a los invitados. Ella destaca la importancia de transmitir esta tradición a las generaciones más jóvenes y la responsabilidad de los padres para hacerlo.

Enfatiza que la celebración del Día de Muertos en México representa la esperanza de que los seres queridos fallecidos regresan cada año con amor y respeto. Afirma que mantener viva la tradición es “responsabilidad de los papás, porque los jóvenes de alguna manera están adaptándose al nuevo mundo y si el papá no le muestra al hijo esa tradición que traemos de los ancestros, el muchacho no lo va a aprender, no lo va a querer ni siquiera conocer”. 

“Yo tengo jóvenes de 18, 20 y 22. Toda la vida le hemos mostrado hay que ir a traer las flores y (…) hay que hacerlos parte. México es un país de muchas tradiciones y respetamos mucho la cultura de nuestros ancestros, de nuestros antepasados”, concluyó.

Ángel Cruz, un residente de la Ciudad de México entre Coyoacán e Iztapalapa, cuenta cómo su familia celebra el Día de Muertos. Su ofrenda está dedicada a su abuelo, hermano y bisabuelo, y contiene elementos que reflejan los gustos e intereses de cada uno. 

Menciona que, aunque ha habido cambios en la festividad, sigue siendo una tradición importante y una forma de conmemorar las costumbres prehispánicas y mexicanas. También señala que ha evolucionado en parte debido a influencias externas, como Halloween, pero insiste en la importancia de mantener la tradición constante y auténtica. 

Considera que ha evolucionado el día de muertos, “vi actualmente muchos cambios hay más y más adorno en partes de la ciudad, pero creo que es por una muy mala razón; sí hay más festividad, pero fue por James Bond. No me agrada que sea por eso, pero bueno qué bueno que ya se mantenga con la tradición constante”.

Para su familia importa, en el sentido que es una tradición 100% mexicana, porque es una forma de recordar costumbres, principalmente prehispánicas y mexicanas, “creo que esta es la forma de demostrar sincretismo más más palpable, o sea de los muertos y los niveles de Mictlán son muy prehispánicos, creo que es una combinación muy bonita que ya se presenta de diferentes maneras”.

El Día de Muertos en México es una celebración que une a las familias, forja conexiones entre vivos y muertos, y demuestra que el amor y los recuerdos trascienden la vida misma. Cada ofrenda es un relato de vida, un recordatorio de la importancia de mantener vivas las memorias de aquellos que ya no están físicamente presentes.

Existe la creencia que estas ofrendas ayudan a guiar a las almas de los fallecidos de regreso a la Tierra para que puedan disfrutar de los aromas y sabores que solían gustarles. 

La Unesco declaró, en 2008, la festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo su importancia y significado en la cultura mexicana.

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