Presentan Castrejón y Benítez un Cementerio que da vida
Por Pablo Saldaña
CDMX. En “Rayuela”, los personajes juegan a ir al cementerio, que es como llaman al diccionario, ese libro atiborrado de palabras muertas y en desuso, toman la primera palabra que salte a la vista y escriben un texto. Es un reto a la imaginación que pocas personas afrontan y más aún pocas salen vivas y triunfantes.
Las escritoras Cynthia Benítez y Natalia Castrejón lo hacen de forma magistral. Juegan entre el dolor, las ausencias, las penurias, el humor, la sátira y las pasiones humanas más primarias y sublimes sin dejar de lado su formación periodística, que le aporta crítica social y viveza narrativa a cada uno de los relatos que componen este diccionario ordenado de la A a la Z. Ninguna letra se queda sin cuento.
Las nóveles plumas presentan su libro de microrrelatos y fotografías “Cementerio de Palabras”, editado por Aquelarre de Tinta. Es un libro objeto de hechura artesanal que tiene una historia de cinco años, en los que las autoras recopilaron palabras, fotografías y microficciones alrededor de la muerte, sus duelos y quereres.
Todo nació como un ejercicio lúdico y un reto para las redes sociales, pero poco a poco fue tomando forma de ataúd, donde cada madero, cada clavo implicó también que las literatas fueran dejando algo de ellas ahí, dentro del féretro que les serviría para enterrar miedos y autoflagelaciones intelectuales para dar a luz un libro y dos mujeres plenas.
Y es que, como asegura la contraportada “muchas cosas yacen ocultas, pero las palabras adecuadas pueden traerlas a la luz”. Eso ocurre en los relatos incluidos, que por si fuera poco cuentan con su propio playlist, al que se puede acceder a través de Spotify y la página 11. El prólogo escrito por Norma Muñoz Ledo es otra sorpresa gozosa.
Viaje por el Cementerio
El recorrido empieza con un mal de ojo, esa mítica creencia del poder maligno o al menos “pesado” de una mirada, y un insecto con alas; nos lleva de visita al báratro o averno; nos hace fenecer, nos mira con ojitos pizpiretos; en varios puntos cobra peaje, llevan al dolor del corazón, al revoltijo de tripas y la necesidad humana de morir y renacer reconstruido.
A veces el camino es sinuoso, a ratos terso. Pero siempre disfrutable. Como cuando la lectura nos hace descubrir que la vida es un castigo perpetrado por el Señor de la Oscuridad o que la belleza se esconde en goces espasmódicos y revolucionarios. Nos lleva del Chile revolucionario a la Línea 12 del metro chilango.
Castrejón y Benítez no dan tregua. “Cementerio de Palabras” es un crimen perfecto, donde las complicidades, el amor y los sentimientos a flor de piel marcaron el sino de ambas. Como muestra, las palabras de ambas durante la presentación en sociedad de su hijo, ocurrida en el Salem Witch Coffee Invierno, en la colonia Del Valle Norte.
“Me siento muy afortunada y agradecida de tener una compañera, colega, amiga con la que… estamos casadas de alguna forma somos como esposas (…) y este es nuestro bebé”, dijo Natalia Castrejón en palabras hacia su coautora. Cynthia Benítez también dedicó el libro a su alma par, la mejor “detective de palabras que están en espera de ser rescatadas del abismo”.
Benítez era emotividad a borbotones, que en más de una ocasión estuvo a punto de llevarla a soltar un sublime llanto. Para ella, este Cementerio sirve también para sepultar sus inseguridades de llamarse a sí misma escritora, es la oportunidad de reconocerse y saberse creadora y entender que el periodismo y la literatura fluyen por sus venas. Y no está dispuesta a negarlo más; por lo que ya viene un nuevo proyecto en camino que lleva tejiendo algunos años y espera pronto darlo a conocer: su primera novela.
Castrejón también entierra algo en el féretro y emerge viva, dispuesta a ser, a crear y desarrollarse. El Cementerio la moldea como escritora, fotógrafa y periodista presta para una vida atiborrada de emociones y crecimiento.
La obra literaria refleja ese espíritu de ambas egresadas de la carrera de Ciencias de la Comunicación, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, por separado y unificado. Es una obra que se lee ficción, pero con perfume vivencial y un tenue sabor que va de lo imaginario a lo autobiográfico.
Julio Cortazar, autor de Rayuela, puede descansar tranquilo. Hay dos poderosas combatientes ganando el juego. Y también logran que quien se petateé con su lectura, renazca.
Endemoniada, libre y rediviva: así saldrá del Cementerio toda persona que se adentre con el corazón y la mente abiertas.
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En la presentación estuvo presente la directora del Aquelarre de Tinta, Fer Andablo, quien invitó a más escritoras a acercarse a la editorial para publicar nuevas narrativas, antipatriarcales e innovadoras. Para más información, así como poder adquirir su Cementerio personal, se puede consultar la página: https://linktr.ee/aquelarredetinta
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