Omegle... ha muerto


Por Pablo Saldaña
Mundo. “De todas las tiranías, una tiranía ejercida sinceramente por el bien de sus víctimas puede ser la más opresiva”, es la cita del libro “Dios en el banquillo” de C. S. Lewis, con la cual el fundador de Omegle, Leif K-Brooks, empieza el mensaje de su adiós. El videochat anónimo que nació en la primavera del 2009 ha muerto.

Comenzó como un chat de texto aleatorio, que pronto añadió el formato de vídeo, lo que le dio gran popularidad entre los usuarios de la red. En solo unos meses, su audiencia se contaba por millones. Según los datos del sitio SimilarWeb, el promedio mensual de visitantes es de 50 millones. En diciembre de 2020, alcanzó un máximo de 75 millones, debido a la pandemia de coronavirus y las medidas de cuarentena.

México ocupa el segundo lugar de usuarios a nivel mundial, según el portal ahrefs.com, con el 6.3 por ciento, lo que equivale a más de 3 millones de usuarios mensuales. En ese universo ha pasado de todo, reconoce el CEO de la plataforma: “A lo largo de los años, la gente ha utilizado Omegle para explorar culturas extranjeras; obtener asesoramiento sobre su vida de terceros imparciales; y para ayudar a aliviar los sentimientos de soledad y aislamiento. Incluso he oído historias de almas gemelas que se conocieron en Omegle y se casaron”.

Pero reconoce los aspectos negativos: “No puede haber una contabilidad honesta de Omegle sin reconocer que algunas personas lo utilizaron indebidamente, incluso para cometer crímenes atroces”. Uno de esos casos lo publicó la BBC en febrero de 2023 e implica una demanda contra la plataforma que podría explicar su cierre, además de la obligación de pagar una suma millonaria a la víctima. 

A sus 21 años, “Alice” cuenta que entró al popular sitio web cuando tenía 11 y fue emparejada al azar con un pedófilo que la obligó a convertirse en esclava sexual digital. Casi 10 años después, la joven estadounidense demandó a Omegle en un caso que podría abrir el camino a “una oleada de demandas contra otras plataformas sociales”, refirió el medio británico.

“Alice” acusa a Omegle de ser un “campo de prácticas para depredadores”. Asegura que, para algunos adolescentes, “emparejarse con un desconocido en un videochat en el que puede pasar cualquier cosa es un rito de iniciación”. Fue así como conoció al pedófilo canadiense Ryan Fordyce, quien la convenció para que compartiera sus datos personales.

"Fue capaz de manipularme de inmediato", dice. "Muy pronto me estaba obligando a hacer cosas que un niño no debería tener que hacer". Esto contraviene el ideal con el que su fundador creó el espacio: “Aprovechando lo que yo consideraba los beneficios de seguridad intrínsecos de Internet, los usuarios eran anónimos entre sí de forma predeterminada. Esto hizo que los chats fueran más autónomos y que fuera menos probable que una persona malintencionada pudiera rastrear a otra persona fuera del sitio después de que terminara su chat”. No fue así.

“Alice” envió fotos y videos íntimos diariamente, durante los siguientes tres años. La policía canadiense descubrió este y otros abusos y Fordyce fue condenado en diciembre de 2021 a ocho años de prisión. La abogada de la joven, Carrie Goldberg, comentó para la BBC: "Hacemos responsable a Omegle de las operaciones de sus propios usuarios"; a pesar de las restricciones legales para demandar plataformas digitales, lo cual es casi imposible, comenta.

"Pero hace unos años empezamos a pensar: 'Espera, empecemos a tratarlos como si fueran productos básicos, como si hubiera un defecto en el diseño que provocara daños'". Entonces pudieron establecer la demanda que sería un parteaguas: "Si Omegle llega a juicio y tiene éxito, creo que podría allanar el camino para que muchas otras víctimas presenten otros casos similares", afirma Liza Lovdahl Gormsen, quien lleva una causa contra Facebook, Meta, en una demanda colectiva en Reino Unido.

De acuerdo con la BBC, Omegle ha defendido ante los tribunales que el sitio web no tiene la culpa de lo que le ocurrió a “Alice” y niega ser refugio para depredadores. Incluso, en el mensaje que anuncia la desaparición del sitio, K-Brooks afirma que cree en la responsabilidad de ser “buen samaritano” y contó que el sitio implementó medidas para combatir el crimen y otros abusos, como la moderación anónima y el uso de Inteligencia Artificial.

“Omegle trabajó con agencias policiales y el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados para ayudar a encarcelar a los malhechores, donde pertenecen. Hay ‘personas’ pudriéndose tras las rejas en este momento gracias en parte a la evidencia que Omegle recopiló de manera proactiva contra ellos y avisó a las autoridades”, afirma su fundador, pero acota que “la lucha contra el crimen no es algo que realmente pueda ganarse jamás. Es una batalla interminable…”.

Poco después de la demanda de “Alice”, apareció en Omegle una casilla que los usuarios tienen que marcar, para declarar que son mayores de 18 años, antes de poder entrar. Pero el equipo legal de Alice dijo que "no es suficiente".

La era de los ataques 

Al explica el cierre de Omegle, Leif K-Brooks habla de todo lo anterior, pero también escribe que parte de la decisión tiene que ver con que, en los últimos años, “parece que el mundo entero se ha vuelto más irritable. Quizás eso tenga algo que ver con la pandemia o con desacuerdos políticos. Cualquiera sea la razón, las personas se han vuelto más rápidas para atacar y más lentas para reconocer la humanidad compartida de los demás”. 

Afirma que un ejemplo es el aumento constante de ataques a los servicios de comunicación, incluido Omegle, “basados en el comportamiento de un subconjunto malicioso de usuarios”. Asegura que, “es razonable cuestionar las políticas y prácticas de cualquier lugar donde se haya producido un delito”, lo cual siempre lo motivó a mejorar la seguridad a partir de las críticas constructivas; pero “los recientes ataques no parecen nada constructivos. La única forma de complacer a estas personas es dejar de ofrecer el servicio”. 

En su mensaje, que puede leerse al ingresar al portal, lamenta que los más afectados con esta decisión sean los usuarios que durante años “han utilizado Omegle para mejorar sus vidas y las de los demás. Cuando dicen que Omegle no debería existir, en realidad están diciendo que no se debería permitir su uso; que no se te debería permitir conocer gente nueva al azar en línea. Esa idea es un anatema para los ideales que aprecio, específicamente, para el principio fundamental de una sociedad libre”.

Esgrime que cuando se imponen restricciones para prevenir el delito, “la carga de esas restricciones no debe apuntar a víctimas inocentes o víctimas potenciales”, con lo cual la cita de Lewis, autor de la famosa saga Crónicas de Narnia, tenga sentido. También aterriza su idea con una analogía de la violación y las mujeres: “Consideremos la idea de que la sociedad debería obligar a las mujeres a vestirse modestamente para evitar la violación. Un contraargumento es que los violadores en realidad no atacan a las mujeres por su vestimenta; pero un contraargumento más poderoso es que, independientemente de lo que hagan los violadores, los derechos de las mujeres deben permanecer intactos”. 

“Si la sociedad roba a las mujeres sus derechos a la autonomía corporal y la autoexpresión basándose en las acciones de los violadores –incluso si lo hace con las mejores intenciones del mundo– entonces la sociedad prácticamente está haciendo el trabajo de los violadores para ellas”, concluye. 

También habla de la necesidad de vencer el miedo, aunque reconoce que él ya perdió esa batalla: “El miedo puede ser una herramienta valiosa que nos aleje del peligro. Sin embargo, el miedo también puede ser una jaula mental que nos aleja de todas las cosas que hacen que valga la pena vivir la vida (…). Un mundo de miedo obligatorio es un mundo regido por el miedo: un lugar ciertamente oscuro”.

“He hecho todo lo posible para resistir los ataques, teniendo en cuenta los intereses de los usuarios de Omegle (y el principio más amplio). Si algo tan simple como conocer gente nueva al azar está prohibido, ¿qué sigue? (…). Las analogías son una herramienta limitada, pero una analogía con el mundo físico podría significar cerrar Central Park porque allí ocurre el crimen”.

Y puntualiza: “Desafortunadamente, lo correcto no siempre prevalece. Por mucho que desearía que las circunstancias fueran diferentes, el estrés y los gastos de esta lucha (junto con el estrés y los gastos existentes de operar Omegle y luchar contra su mal uso) son simplemente demasiado. Operar Omegle ya es insostenible, financiera y psicológicamente. Francamente, no quiero tener un ataque al corazón cuando tenga 30 años”.

Omegle perdió la batalla en un mundo donde, lamentó, todos los servicios de comunicación en línea han sido objeto de los mismos tipos de ataques. “Me preocupa que, a menos que la marea cambie pronto, Internet del que me enamoré pueda dejar de existir y, en su lugar, tengamos algo más parecido a una versión mejorada de la televisión, centrada en gran medida en el consumo pasivo, con mucho menos oportunidad de participación activa y conexión humana genuina”

Invitó a conocer y donar a la Electronic Frontier Foundation , una organización que lucha los derechos en línea. Y cerró su mensaje dirigiéndose al usuario que ya no lo será más: 

Desde el fondo de mi corazón, gracias a todos los que utilizaron Omegle con fines positivos y a todos los que contribuyeron al éxito del sitio de alguna manera. Lamento mucho no poder seguir luchando por ti.

Atentamente,
Leif K-Brooks
Fundador, Omegle.com LLC
Para leer el mensaje completo, entra a: www.omegle.com.




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