Héctor Toledo y la reconstrucción del Multifamiliar Tlalpan



Por Fabio Antonio González Rojas, Andrea Alejandra Escobar Garduño y Alejandro Carmona León 
Cuando el edificio 1-C –una construcción perpendicular en la que vivían por lo menos cuarenta familias– colapsó sobre su propia estructura, Héctor Toledo se encontraba trabajando, aún inconsciente de los estragos ocurridos en su propio lugar de residencia, pero condicionado por sus experiencias pasadas y predispuesto a formar parte de un extenso proceso que involucraría la remodelación de la unidad habitacional entera.

El multifamiliar Tlalpan fue uno de los puntos más reconocidos en la Ciudad de México por sus daños después del sismo del 19 de septiembre de 2017, sufriendo daños estructurales que imposibilitaron su ocupación. Residente del multifamiliar desde hace 13 años, Héctor sirvió como una pieza vital dentro del proceso de recuperación en el multifamiliar Tlalpan, abarcando diversas tareas que incluyeron trabajar como administrador de su edificio y utilizar sus conocimientos como ingeniero civil para fortificar (y en algunos casos, reconstruir por completo) los diez edificios que conforman a la unidad, la cual contaba con una población estimada de entre 2000 y 2500 residentes antes del sismo. 

“Había fallas estructurales en varios edificios, y sabiendo que no podríamos dormir ahí, nos dedicamos a sacar lo básico. A los pocos días empezamos a juntarnos con otros vecinos para decidir qué íbamos a hacer”. El resultado de dicha organización resultó en la asamblea de vecinos, respuesta esencial ante el infructuoso apoyo ofrecido por las autoridades de la Ciudad de México, quienes carecían del material necesario (de acuerdo con Héctor, ni siquiera tenían pluma o papel para anotar los nombres de los fallecidos) y contaban con una organización deficiente, en gran parte debido a la magnitud del evento a nivel nacional. 

Héctor reconoce un total de 9 fallecidos durante la primera semana de rescates en el multifamiliar, además de 18 individuos rescatados con vida, primordialmente por los propios vecinos. La manifestación de organizaciones externas fue paulatina, y en los siguientes días incluyó unidades del ejército, la marina, e incluso voluntarios boy-scout – pero los vecinos insistieron en dedicarse a la seguridad de su propio hogar, buscando mantener el control de aquello que les pertenecía. 

La organización de los vecinos se dedicó entonces a construir campamentos para los residentes, mismos que funcionaron como punto de encuentro para las numerosas asambleas efectuadas durante el transcurso de varios años. Inicialmente eran agrupaciones diarias, disipándose lentamente con el paso del tiempo. En los dos años siguientes, sólamente tres edificios fueron re-habitados, mientras que el resto permaneció en reparaciones hasta marzo de 2020. 

Uno de los problemas que detuvo la reconstrucción de la unidad fue la lucha por el uso de recursos públicos para el proyecto, lo que Héctor relaciona con los cambios de administración ocurridos en 2018. Inicialmente, el gobierno de Miguel Mancera buscaba llegar a un acuerdo a través de préstamos en forma de crédito  – evento imposible para los vecinos, no solo por falta de dinero, sino también por el simple hecho de que un gran porcentaje de ellos había perdido su trabajo, su hogar y sus seres queridos. 

Dicha problemática detuvo el proceso de reconstrucción por lo menos un año, de acuerdo con Héctor, quien también lamenta la muerte de numerosos vecinos que perdieron la vida durante el arduo proceso – ya fuese por heridas relacionadas al sismo, cánceres producidos con el paso del tiempo, o los efectos directos de la pandemia de COVID-19.

El abandono de la unidad durante los primeros meses dio pie a un estado de putrefacción previamente desconocido para sus residentes: Comida atrapada en refrigeradores, ennegrecida y descompuesta, saqueos de bienes dentro de los edificios y rupturas estructurales imposibles de temer durante las noches en campamento.  Permanecían peligros estructurales, peligros de fugas de gas y peligros de infecciones. 

Héctor se considera afortunado por haber recibido un tiempo libre de su trabajo, además de haber sido alojado por su familia de forma inmediata y  eventualmente firmar un contrato de renta para una vivienda ubicada en la cercanía del multifamiliar, permaneciendo comprometido durante el proceso entero. Ante la pregunta del por qué (¿Por qué decidiste regresar?), contesta con sinceridad: “No había otra opción”. 

El departamento era propio y las condiciones monetarias no le permitieron permanecer fuera a largo plazo. Su tono permanece tranquilo y elocuente, informativo y completamente abierto a compartir información, tanto de las cifras como de las condiciones generales de sus vecinos. Estima que tan solo un 60-70% de los residentes que habitaban la unidad previamente al terremoto regresaron, mientras que otros buscaron nuevas residencias, partieron a “provincia”, o encontraron un nuevo hogar con su familia (sobre todo personas de la tercera edad, quienes esperan vivir los últimos días de su vida acompañados). 

Originalmente construida en 1957, la unidad habitacional recibió una remodelación extensa, que, de acuerdo con Héctor, aumentó el valor de los departamentos, y con más importancia, otorgó una seguridad completa ante futuros sismos. “Ya han habido dos fuertes sismos de más de 7 grados, y la estructura ha permanecido estable… antes no habían columnas, por ejemplo, y ahora hay columnas que sostienen al edificio por completo”. Toledo se expresa con cierto aire de orgullo, actitud razonable considerando el papel participativo que tomó durante el proceso. De cualquier manera, asegura que existen vecinos que no se encuentran convencidos, algo que tanto el cómo la lógica conectan a los traumas experimentados por el sismo.

“Existen vecinos que ante cualquier leve movimiento corren inmediatamente, sobre todo los que estuvieron en el multifamiliar durante el sismo. Muchos ni siquiera pudieron llegar a la puerta de su departamento porque el movimiento los dejó tumbados en el piso”. El entrevistado asegura también que, con el paso del tiempo, dichas condiciones cambiarán: “Los que corren eventualmente se calmarán, y los nuevos (que antes no temían), eventualmente correrán. Así pasa.” Resulta interesante encontrar una naturaleza cíclica entre los habitantes de la Ciudad de México y los terremotos, algo que Héctor también identifica al narrar su experiencia durante el sismo de 1985. 

“Tenía siete años, y de mi primaria, éramos 60 alumnos, y sólo regresamos 7… Algunos murieron, otros se fueron.” – Héctor reflexiona con cierta tristeza, mientras recuerda su pasado dentro del Multifamiliar Juárez en la colonia Roma, su hogar en la infancia y un inmueble que resultó fuertemente afectado por el sismo del ‘85. 

Toledo asegura que sus experiencias de 1985 le enseñaron la posibilidad de organizarse y reconstruir como comunidad, la que utilizó como base en 2017 a pesar (o quizás, con mayor ayuda de) de los cambios tecnológicos que habían surgido entre ambos eventos. 

La conversación concluye con la mención de una futura asamblea por realizarse, la que Héctor considera una formalidad. Para él, el proceso ha terminado. Se considera seguro en su nueva vivienda, pero se mantiene abierto a las interacciones con la comunidad. Toledo se muestra completamente abierto a futuras entrevistas, buscando mantener una memoria viva. Está claro que su compromiso con el multifamiliar está lejos de haber concluido - de la misma manera en la que las placas tectónicas se encuentran en constante movimiento, ocasionalmente provocando un evento inesperado (pero en realidad, esperado) para los habitantes del valle de México. 

Imagen: Wikimedia 





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