DEL NACIONALISMO AL COSMOPOLITISMO DEL FUTBOL MEXICANO
Por Issac Castañeda Gómez
Ciudad de México (Aunam).El balompié azteca fue producto de la interculturalidad. Ingleses llegados de localidades mineras y ferrocarrileras a la zona centro del país. Belgas y franceses que a su paso intervinieron en el proceso fundacional de clubes. Estudiantes mexicanos con poderío económico para estudiar en Inglaterra, adoptar su deporte y traerlo a Guadalajara. Y, españoles adineradossobre todo comerciantes, provechosos de la bonanza económica porfiriana, fundadores de símbolos de identidad como el Club España y el Asturias.
Las etapas del periodo fundacional transcurren por diferentes estratos. El gol lo anotaron los británicos. El criollismo azteca era regate y filigrana. Una asistencia precisa corrió a cargo de franceses y belgas. Los hispanos se deslizaron por todo el campo con sus billetes.
Pero, ese fue el problema: sus billetes. La Liga Mayor era joven con la participación de equipos, en su mayoría capitalinos: América, Atlante, Marte, Asturias, España. Los jugadores nacionales estaban en un periodo de asentamiento y valoración, luego de que las élites que instauraron el futbol en los primeros añosingleses e hijos de ingleses limitaran su participación. Aunado a lo anterior, la llegada de extranjeros se fue agravando cada vez más.
La resistencia al profesionalismo en Sudamérica, en particular, fue detonante de grandes migraciones de futbolistas del Cono Sur a México y Europa. En el país, su entrada fue sumamente facilitada por distintos clubes y la capacidad económica de algunos en su arribo, tal fue el caso del Club de Fútbol Asturias y Club España.
La percepción general fue un fortalecimiento de las plantillas y una facilitada consecución de resultados. Entre 1922 y 1943, de 20 campeonatos disputados, el España ganó 8 títulos y el Asturias se coronó con 2 trofeos.
La hispanofobia surgió. Otra vez los españoles estaban despojando, pero ahora en el terreno de juego. El oro y la plata lo estaban expropiando en forma de títulos. Los “billetazos” los daban sin un equiparable. Eran dos de los clubes con los mejores estadios de la capital y mayor aforo: Parque España y Parque Asturias.
Las rivalidades de la cancha terminaron en el plano directivo. Los dirigentes de tres de los equipos más relevantes, José Manuel Núñez, (Atlante), César Martino (América) y Fernando Fuentes Ramírez (Marte) acudieron con el presidente Manuel Ávila Camacho, a fin de impulsar una medida que revirtiera la llegada de jugadores foráneos. La cercanía de los dos primeros con el entonces presidente, al haber ocupado puestos públicos, coadyuvó a materializar su intento en un decreto.
En 1945, Ávila Camacho anunció las siguientes medidas contenidas en su decreto: la creación de la Comisión de Fomento Deportivo del Distrito Federal, la formación de un impuesto de la recaudación de las taquillas de los estadios y, la más significativa, la regulación de la cantidad de jugadores extranjeros por equipo.
La maniobra política fijaba que cada club tuviera, por lo menos, 6 jugadores mexicanosnacidos en territorio nacionaldurante la temporada 1945-1946. Para la competencia 1946-1947, se magnificó, estableciendo un mínimo de 7 futbolistas aztecas. En ambas justas la reglamentación únicamente era aplicable en Distrito Federal, no obstante, a partir de 1947 se convirtió en una medida federal.
El proteccionismo, la imposición de barreras arancelarias y la sustitución de importaciones mediante el fortalecimiento de la industria nacional, en el plano político y económico, fueron políticas superadas por la radicalidad y tono xenófobo del decreto respecto al futbol. El nacionalismo se convirtió en segregación y falta de competencia para los futbolistas mexicanos.
La normativa en torno a la llegada de futbolistas de otros países genero mayor polarización. En los medios hubo debate. No existía un consenso en la opinión pública. Las trifulcas entre clubes aumentaron; la más recordada terminó en incendio en el duelo entre el Necaxa y Asturias. Los resentimientos deportivos trascendieron y despertaron violencia entre los jugadores y aficionados.
La desaparición de los antiguos clubes españoles de la Ciudad de México se concretó en 1950 a través del argumento de problemas financieros; sin embargo, la presión a la que habían sido sometidos fue uno de los puntos culminantes de su extinción del futbol azteca.
Los debates alrededor de la integración de extranjeros en el “futbol moderno” siguen presentes. La oposición a la agregación de provenientes del extranjero atenta contra el propio origen del balompié, derivado de las migraciones, colonizaciones e hibridaciones. El nivel competitivo multicultural se vuelve invaluable; eso sí, frente a jugadores de calidad.
Ciudad de México (Aunam).El balompié azteca fue producto de la interculturalidad. Ingleses llegados de localidades mineras y ferrocarrileras a la zona centro del país. Belgas y franceses que a su paso intervinieron en el proceso fundacional de clubes. Estudiantes mexicanos con poderío económico para estudiar en Inglaterra, adoptar su deporte y traerlo a Guadalajara. Y, españoles adineradossobre todo comerciantes, provechosos de la bonanza económica porfiriana, fundadores de símbolos de identidad como el Club España y el Asturias.
Las etapas del periodo fundacional transcurren por diferentes estratos. El gol lo anotaron los británicos. El criollismo azteca era regate y filigrana. Una asistencia precisa corrió a cargo de franceses y belgas. Los hispanos se deslizaron por todo el campo con sus billetes.
Pero, ese fue el problema: sus billetes. La Liga Mayor era joven con la participación de equipos, en su mayoría capitalinos: América, Atlante, Marte, Asturias, España. Los jugadores nacionales estaban en un periodo de asentamiento y valoración, luego de que las élites que instauraron el futbol en los primeros añosingleses e hijos de ingleses limitaran su participación. Aunado a lo anterior, la llegada de extranjeros se fue agravando cada vez más.
La resistencia al profesionalismo en Sudamérica, en particular, fue detonante de grandes migraciones de futbolistas del Cono Sur a México y Europa. En el país, su entrada fue sumamente facilitada por distintos clubes y la capacidad económica de algunos en su arribo, tal fue el caso del Club de Fútbol Asturias y Club España.
La percepción general fue un fortalecimiento de las plantillas y una facilitada consecución de resultados. Entre 1922 y 1943, de 20 campeonatos disputados, el España ganó 8 títulos y el Asturias se coronó con 2 trofeos.
La hispanofobia surgió. Otra vez los españoles estaban despojando, pero ahora en el terreno de juego. El oro y la plata lo estaban expropiando en forma de títulos. Los “billetazos” los daban sin un equiparable. Eran dos de los clubes con los mejores estadios de la capital y mayor aforo: Parque España y Parque Asturias.
Las rivalidades de la cancha terminaron en el plano directivo. Los dirigentes de tres de los equipos más relevantes, José Manuel Núñez, (Atlante), César Martino (América) y Fernando Fuentes Ramírez (Marte) acudieron con el presidente Manuel Ávila Camacho, a fin de impulsar una medida que revirtiera la llegada de jugadores foráneos. La cercanía de los dos primeros con el entonces presidente, al haber ocupado puestos públicos, coadyuvó a materializar su intento en un decreto.
En 1945, Ávila Camacho anunció las siguientes medidas contenidas en su decreto: la creación de la Comisión de Fomento Deportivo del Distrito Federal, la formación de un impuesto de la recaudación de las taquillas de los estadios y, la más significativa, la regulación de la cantidad de jugadores extranjeros por equipo.
La maniobra política fijaba que cada club tuviera, por lo menos, 6 jugadores mexicanosnacidos en territorio nacionaldurante la temporada 1945-1946. Para la competencia 1946-1947, se magnificó, estableciendo un mínimo de 7 futbolistas aztecas. En ambas justas la reglamentación únicamente era aplicable en Distrito Federal, no obstante, a partir de 1947 se convirtió en una medida federal.
El proteccionismo, la imposición de barreras arancelarias y la sustitución de importaciones mediante el fortalecimiento de la industria nacional, en el plano político y económico, fueron políticas superadas por la radicalidad y tono xenófobo del decreto respecto al futbol. El nacionalismo se convirtió en segregación y falta de competencia para los futbolistas mexicanos.
La normativa en torno a la llegada de futbolistas de otros países genero mayor polarización. En los medios hubo debate. No existía un consenso en la opinión pública. Las trifulcas entre clubes aumentaron; la más recordada terminó en incendio en el duelo entre el Necaxa y Asturias. Los resentimientos deportivos trascendieron y despertaron violencia entre los jugadores y aficionados.
La desaparición de los antiguos clubes españoles de la Ciudad de México se concretó en 1950 a través del argumento de problemas financieros; sin embargo, la presión a la que habían sido sometidos fue uno de los puntos culminantes de su extinción del futbol azteca.
Los debates alrededor de la integración de extranjeros en el “futbol moderno” siguen presentes. La oposición a la agregación de provenientes del extranjero atenta contra el propio origen del balompié, derivado de las migraciones, colonizaciones e hibridaciones. El nivel competitivo multicultural se vuelve invaluable; eso sí, frente a jugadores de calidad.
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