“EL DINERO NO NOS AJUSTABA, POR LO QUE FUI A LA CAPITAL A BUSCAR TRABAJO”
- De Chiapas a la Ciudad de México, vida del señor Jorge García
Ciudad de México (Aunam). El señor Jorge García, nacido en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Ha tenido una larga vida, a sus 87 años nos cuenta cómo fue que tuvo que salir de un pueblo mágico a una gran ciudad junto a sus cinco hermanos.
Cuando eran jóvenes tuvieron que dejar su tierra natal, para ir a la ciudad en busca de trabajo. “Éramos muy pobres, apenas teníamos para vivir, los seis salíamos a trabajar para traer pan a la casa. Cuando terminé la secundaria, me vi forzado a dejar los estudios, porque tristemente era o ir a la escuela o salir a trabajar en busca del pan”.
Cuando aún vivían en San Cristóbal de las Casas, los seis hermanos tenían sus obligaciones en su hogar, las mujeres partían, unas tenían que ir al mercado y vender en el puesto que poseían, así las demás hacían de comer. Mientras los hombres iban a trabajar de cargadores o llevar los productos al puesto del mercado donde vendían.
“En el mercado mi mamá atendía, mientras que mi hermano Armando y yo traíamos lo que se necesitara para vender. Era muy pesado, pero lo teníamos que hacer para vivir. Tenía que cargar los costales de azúcar, con un asa atado en la frente, para poder aguantar todo el peso y no se me cayera”.
Cuando sus padres tenían que salir a trabajar, quedaba como encargada de todos, la hermana mayor. Ella tenía que ver en esos días que iban a comer, la situación era muy difícil, porque no solo tenía que conseguir o preparar comida para ella, ya que debía ser comida suficiente para seis personas. “Algunos días lo único que comimos era fruta que cortábamos de árboles de casas de otras personas, nos teníamos que llenar con eso porque era lo único que había”.
Para sobrevivir tuvo que aprender a hacer muchas cosas, así pudo aportar económicamente en su casa. Aprendió a reparar electrodomésticos, a inyectar, entre otras.
“Tenía que aprender a hacer cosas rápido para que me dejaran trabajar, estuve un tiempo ayudando al señor que arreglaba los electrodomésticos, así que aprendí a como repararlos si llegaban a fallar, también estuve trabajando en una farmacia de un doctor, donde le apoyaba a inyectar a las personas. Tuve que desarrollar muchas habilidades y ayudar económicamente en mi casa”.
En su adolescencia, también descubrió un gusto por el beisbol. En esa época de sus 18 años comenzó a ir a practicar con el equipo de su colonia, hasta que entró en el grupo, donde hizo grandes amistades que hasta la fecha conserva. “Me gusta mucho el beisbol, cuando era joven lo practicaba e incluso a mis hijos los metí en equipos, pero no les gustó tanto y lo dejaron. A mí me gustaba porque era un escape de la realidad, todos los problemas cuando jugaba no existían”.
Jorge García cuenta que cuando va a San Cristóbal visita a un “gran amigo”, quien también pertenecía a su equipo de beisbol, con el que siempre entrenaba y tomaban “algunas cubas”. Pues a él le gusta ir a su lugar de origen para recordar esos momentos de juventud.
El señor Jorge García recuerda que, en su juventud, por la falta de dinero no podían salir seguido. Un día les ofrecieron un trabajo qué necesitaba de toda la familia, tenían que cuidar un terreno.
Las personas que les dieron ese encargo eran del gobierno, quienes se encontraban interesados en su casa, pero la familia García siempre tenían una respuesta negativa, cada vez que les hacían una oferta por su hogar.
Sin saber el giro que iban a tener, la familia García fueron a cuidar el terreno dejando la casa sola. Cuando terminó el tiempo que tenían que cuidar dicho terreno, regresaron a su casa y encontraron todo quemado, les incendiaron su casa, lo único que tenían. “Nos quemaron todas nuestras cosas que con mucho trabajo habíamos conseguido. Con dolor y rabia tuvimos que levantar, para ver que aún nos podía servir para venderlo”.
Tuvieron que vender la poca mercancía que aún les quedaba, tanto en el mercado local de San Cristóbal, así como ir a Tuxtla Gutiérrez a vender lo demás, aunque lo tuvieran que dar más barato, pero tenían que conseguir dinero para salir adelante.
Sin embargo, lo que ganaban de lo que quedó, no era suficiente para sobrevivir, por lo que Jorge García como el hombre mayor, tuvo que trasladarse a la capital del país a buscar trabajo. “El dinero no nos ajustaba, gracias a una amistad de mi papá pude entrar a trabajar en la Secretaría de Salud, en la parte de trópicos, donde tenía que llevar un control de insectos. Después mis hermanos me alcanzaron en el Distrito Federal”.
Jorge García tuvo que mudarse con un familiar en una ciudad que no conocía, pero tenía que ayudar a su familia. Después de trabajar en trópicos, tomó un curso de estadística para ser estadígrafo. Él esperaba conseguir un poco más de dinero, para poder ayudar a sus padres.
Además de estadígrafo, a veces le encargaban llevar paquetes a hospitales. Uno de ellos el 20 de noviembre, donde conoció a una enfermera llamada Hermila Rodríguez, la cual llamó su atención y con el tiempo comenzaron a salir hasta que se enamoraron y se casaron.
Con un brillo en sus ojos color café, al recordar cuando conoció al amor, contó lo siguiente:
“Un día que fui a entregar unos medicamentos al hospital 20 de noviembre, quien me los recibió fue una enfermera muy linda y después de varias entregas la invité a salir. Las cosas eran muy diferentes a lo que es ahora, no teníamos celulares, por lo que para una cita me estuvo esperando dos horas porque había ocurrido un accidente y había muchísimo tráfico, no tenía como decirle que ya estaba en camino, pero que había un percance. Lo unció que podía esperar es que no se fuera”.
Después de contraer matrimonio con Hermila Rodríguez, comenzaron a vivir cerca del metro chabacano en un edificio, tuvieron tres hijos, dos hombres y una mujer. Años después Jorge García compró un terreno en Xochimilco y construyó una casa para su familia, donde sus hijos adolescentes tuvieron que mudarse del centro al sur de la ciudad.
“Cuando nos fuimos a vivir a Xochimilco en el terreno que compré y donde construí una casa. Al principio fue un poco pesado acostumbrarse, porque la escuela de mis hijos les quedaba retirado, se tenían que despertar más temprano para ir a sus respectivas escuelas”.
Uno de los golpes más fuertes que ha tenido que atravesar Jorge García fue la pérdida de su esposa. Ella enfermó de pulmonía, además padeció una enfermedad mental que hacía que en ocasiones perdiera la conciencia. Ingresó al hospital, pero por accidentes del mismo hospital la esposa del señor García falleció.
“Cuando falleció mi esposa fue un golpe muy fuerte, sino es que el más fuerte que he enfrentado. Ella tenía pulmonía y una enfermedad mental, donde por momentos perdía la conciencia perdiendo el control de sí misma, después de cinco años padeciendo dichas enfermedades, fuimos al hospital López Mateos, pero enfermeros que la tenían que pasar de una camilla a otra la tiraron y la lastimaron, haciendo que una de sus costillas perforara su pulmón, lo que la llevó a la muerte”.
La muerte de su esposa llevo al señor Jorge García a una depresión, donde tuvo que acudir a atención psicológica para salir adelante, cuenta que sólo lo logró por la ayuda de sus tres hijos y sus cinco nietos, con los que quería pasar más tiempo.
Un año después de que su esposa falleciera le detectaron un tumor en el estómago, el cual tenían que remover quirúrgicamente. “Cuando me dijeron que me tenían que operar para quitar un tumor que tenía en el estómago, me espanté, apenas había pasado un año que mi esposa había fallecido y no pude evitar pensar, que a lo mejor yo era el que seguía, pero gracias a Dios no fue así y aquí sigo, a 12 años de esa cirugía”.
Después de haber superado la depresión por el fallecimiento de su esposa y la operación de su tumor, Jorge García va cada año a su tierra de origen, a dar gracias por un año más de vida.
“Después de eso, cada final de junio y principios de julio voy a San Cristóbal para la fiesta de la virgen del refugio, para dar gracias por un año más de vida. La fiesta de la virgen es muy grande y dura todo el día, desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche. Hay misas, las mañanitas, marimba, cuetes, y sacan a la virgen para que dé un recorrido en la explanada de la iglesia. Posteriormente la gente entra a saludarla y pedirle por los suyos. Es una fiesta muy alegre”.
En la actualidad, el señor Jorge García vive con su hija y su nieto, a quienes expresa su amor, aun cuando dice que las peleas no faltan, pero considera que es algo normal en cualquier familia. De salud está bien, dentro de lo que cabe por la edad que ya tiene, sin embargo, tiene chequeos regulares para estar prevenido de cualquier enfermedad.
La mirada inexpresiva de Jorge García, cambio conforme recordaba cada una de sus anécdotas. Reflejo un tono de melancolía, al acordarse de todas esas vivencias difíciles, que él consideraba en su olvido. Pero también se encontraba feliz, de poder revivir a través de sus memorias los acontecimientos que lo formaron como persona.
Como cada año Jorge García, a sus 87 años, espera el momento de volver a San Cristóbal, para poder ver a sus viejos amigos y agradecer a esa tierra, por todas las experiencias que paso en su juventud.
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