PASCUA MEXICANA
Por Niltze F. Trejo Báez
Ciudad de México (Aunam). El camino empinado que lleva a la parroquia de Jesús Resucitado, se encontraba rodeado de gastados juegos mecánicos pertenecientes a la feria que cada año en Semana Santa visita a la colonia Ampliación Reyes Culhuacan para celebrar el término del fenómeno religioso.
Un marco garigoleado de colores rojo, amarillo y azul, se encontraba localizado alrededor de la entrada de la parroquia para dar la bienvenida a los visitantes. Algunos corrían apresurados para llegar a la misa de domingo de resurrección que desde hace cuatro años es acompañada con mariachis. Otros, en su mayoría los de cabelleras colmadas de canas, caminaban con pequeños y lentos pasos hacia el interior de la parroquia.
El interior de la iglesia se encontraba invadido con una ligera bruma blanquecina, producto del humo del incienso que se desprendía de un pequeño contenedor plateado que un joven y delgado monaguillo balanceaba de un lado a otro. A pesar de que la visibilidad del lugar no era del todo clara podía observarse que del techo colgaba una serie de figuras que parecían ser flores de papel de color rojo y blanco.
La gente comenzó a acomodarse en las largas bancas de madera que se encontraban posicionadas alrededor de un altar adornado con rosas blancas. Algunos que ya no veían la posibilidad de alcanzar un lugar entre las bancas decidían posarse al lado de alguna de las tres entradas que permiten el acceso a la iglesia.
De repente, el sonido de una trompeta interrumpió en el lugar causando pequeños sustos entre los asistentes. Un hombre moreno con bigote canoso y vestido con un traje de charro color crema sostenía ese estruendoso instrumento mientras se dirigía al lado derecho del altar. Tras de sí una comitiva de unos siete mariachis lo seguían con guitarras, contrabajos y violines, mientras entonaban una canción que hablaba sobre aquel que murió en un cruz.
El padre de la parroquia, un sacerdote con una larga bata blanca, comenzó a dar la bienvenida a todos los feligreses que se habían dado cita en la misa. La misa comenzó y con eso los rezos en multitud de aproximadamente 70 personas que se habían reunido en el templo.
Los mariachis llenaron el espacio con canciones como el Aleluya e incluso interpretaron una versión musicalizada del Padre Nuestro, sin embargo, cuando sus presentaciones terminaban algunos decidían centrar su atención en las pequeñas pantallas de sus celulares, pocos eran los que posaban su atención en las palabras del sacerdote.
Cerca del grupo de mariachi se encontraba un grupo de niños de unos seis o siete años de edad quienes parecían no ver la hora en que la plática del padre terminara. Algunos miraban inquietos al techo o sus zapatos, otros dirigían una mirada confundida a los adultos que los rodeaban a quienes imitaban cuando el momento de rezar llegaba.
“¿Y qué significa esa oración mamá?” le dijo un pequeño con una playera de minions a su madre quien solo atinó a contestarle con un “Cállate, pon atención a la misa”, mientras lo sujetaba con fuerza de la mano, lo cual provocó una expresión de molestia en la cara de su hijo.
La misa siguió su cauce hasta en final, no sin antes invitar a los asistentes a la presentación de un ballet folklórico. Algunas familias se mostraron entusiasmadas de poder ver los bailables, mientras que otras se dirigían miradas inseguras producto de no saber si irse o quedarse.
En el patio frente a la parroquia algunas personas comenzaron a acomodar sus sillas en hilera frente a un escenario cuyo telón era de una tela metálica dorada: “Primera llamada, primera” dijo al micrófono un hombre de lentes y con el cabello bañado en gel. Algunas señoras se paseaban entre los individuos que ya se habían sentado y les ofrecían la tradicional y fresca agua de jamaica, ya que el calor comenzaba a hacer de las suyas.
Por la entrada de la parroquia comenzaron a llegar, enfundados en los trajes blancos típicos de Veracruz, algunos de los bailarines. La segunda llamada para el show no se hizo esperar, lo cual fue señal para que dos parejas se comenzaran a acomodar en el centro del escenario.
“Tercera llamada, tercera ¡Comenzamos!” dijo finalmente el presentador. La canción de la Bamba inundó los oídos de los espectadores quienes comenzaron a aplaudir entusiasmados. Durante la danza las jóvenes con sus largas faldas blancas crearon con ayuda de sus compañeros los tradicionales moños de listón rojo hechos únicamente con los pies.
La música llegó a su fin y los bailarines bajaron presurosos hacia los vestidores para prepararse para su siguiente canción. Sin embargo, el escenario no quedó solo ya que otras bailarinas, éstas de llamativos vestidos de verde con negro, comenzaron a apropiarse de la pista.
La canción perteneciente al estado de Sinaloa comenzó a sonar en las enormes bocinas localizadas a cada costado del escenario, las cuales lograban que la música se escuchara incluso más allá de la salida de la parroquia. Los movimientos hipnóticos de las faldas verdes con negro eran los que más lograban atraer la atención de entre los espectadores. Mientras tanto del exterior comenzaba a llegar el aroma dulzón del pan de fiesta y de otros antojitos mexicanos como los esquites, dando así el cierre perfecto de la cuaresma totalmente mexicana.
Ciudad de México (Aunam). El camino empinado que lleva a la parroquia de Jesús Resucitado, se encontraba rodeado de gastados juegos mecánicos pertenecientes a la feria que cada año en Semana Santa visita a la colonia Ampliación Reyes Culhuacan para celebrar el término del fenómeno religioso.
Un marco garigoleado de colores rojo, amarillo y azul, se encontraba localizado alrededor de la entrada de la parroquia para dar la bienvenida a los visitantes. Algunos corrían apresurados para llegar a la misa de domingo de resurrección que desde hace cuatro años es acompañada con mariachis. Otros, en su mayoría los de cabelleras colmadas de canas, caminaban con pequeños y lentos pasos hacia el interior de la parroquia.
El interior de la iglesia se encontraba invadido con una ligera bruma blanquecina, producto del humo del incienso que se desprendía de un pequeño contenedor plateado que un joven y delgado monaguillo balanceaba de un lado a otro. A pesar de que la visibilidad del lugar no era del todo clara podía observarse que del techo colgaba una serie de figuras que parecían ser flores de papel de color rojo y blanco.
La gente comenzó a acomodarse en las largas bancas de madera que se encontraban posicionadas alrededor de un altar adornado con rosas blancas. Algunos que ya no veían la posibilidad de alcanzar un lugar entre las bancas decidían posarse al lado de alguna de las tres entradas que permiten el acceso a la iglesia.
De repente, el sonido de una trompeta interrumpió en el lugar causando pequeños sustos entre los asistentes. Un hombre moreno con bigote canoso y vestido con un traje de charro color crema sostenía ese estruendoso instrumento mientras se dirigía al lado derecho del altar. Tras de sí una comitiva de unos siete mariachis lo seguían con guitarras, contrabajos y violines, mientras entonaban una canción que hablaba sobre aquel que murió en un cruz.
El padre de la parroquia, un sacerdote con una larga bata blanca, comenzó a dar la bienvenida a todos los feligreses que se habían dado cita en la misa. La misa comenzó y con eso los rezos en multitud de aproximadamente 70 personas que se habían reunido en el templo.
Los mariachis llenaron el espacio con canciones como el Aleluya e incluso interpretaron una versión musicalizada del Padre Nuestro, sin embargo, cuando sus presentaciones terminaban algunos decidían centrar su atención en las pequeñas pantallas de sus celulares, pocos eran los que posaban su atención en las palabras del sacerdote.
Cerca del grupo de mariachi se encontraba un grupo de niños de unos seis o siete años de edad quienes parecían no ver la hora en que la plática del padre terminara. Algunos miraban inquietos al techo o sus zapatos, otros dirigían una mirada confundida a los adultos que los rodeaban a quienes imitaban cuando el momento de rezar llegaba.
“¿Y qué significa esa oración mamá?” le dijo un pequeño con una playera de minions a su madre quien solo atinó a contestarle con un “Cállate, pon atención a la misa”, mientras lo sujetaba con fuerza de la mano, lo cual provocó una expresión de molestia en la cara de su hijo.
La misa siguió su cauce hasta en final, no sin antes invitar a los asistentes a la presentación de un ballet folklórico. Algunas familias se mostraron entusiasmadas de poder ver los bailables, mientras que otras se dirigían miradas inseguras producto de no saber si irse o quedarse.
En el patio frente a la parroquia algunas personas comenzaron a acomodar sus sillas en hilera frente a un escenario cuyo telón era de una tela metálica dorada: “Primera llamada, primera” dijo al micrófono un hombre de lentes y con el cabello bañado en gel. Algunas señoras se paseaban entre los individuos que ya se habían sentado y les ofrecían la tradicional y fresca agua de jamaica, ya que el calor comenzaba a hacer de las suyas.
Por la entrada de la parroquia comenzaron a llegar, enfundados en los trajes blancos típicos de Veracruz, algunos de los bailarines. La segunda llamada para el show no se hizo esperar, lo cual fue señal para que dos parejas se comenzaran a acomodar en el centro del escenario.
“Tercera llamada, tercera ¡Comenzamos!” dijo finalmente el presentador. La canción de la Bamba inundó los oídos de los espectadores quienes comenzaron a aplaudir entusiasmados. Durante la danza las jóvenes con sus largas faldas blancas crearon con ayuda de sus compañeros los tradicionales moños de listón rojo hechos únicamente con los pies.
La música llegó a su fin y los bailarines bajaron presurosos hacia los vestidores para prepararse para su siguiente canción. Sin embargo, el escenario no quedó solo ya que otras bailarinas, éstas de llamativos vestidos de verde con negro, comenzaron a apropiarse de la pista.
La canción perteneciente al estado de Sinaloa comenzó a sonar en las enormes bocinas localizadas a cada costado del escenario, las cuales lograban que la música se escuchara incluso más allá de la salida de la parroquia. Los movimientos hipnóticos de las faldas verdes con negro eran los que más lograban atraer la atención de entre los espectadores. Mientras tanto del exterior comenzaba a llegar el aroma dulzón del pan de fiesta y de otros antojitos mexicanos como los esquites, dando así el cierre perfecto de la cuaresma totalmente mexicana.
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