TRES AÑOS DE LUCHA Y ESPERANZA: AYOTZINAPA

Por Pablo Saldaña Amador
Ciudad de México (Aunam). Tres años han pasado. Tres años de dolor, infamia, búsqueda y esperanza. Tres años de solidaridad, andar y andar por el país exigiendo el regreso de 43 jóvenes estudiantes: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”. Y así, 36 meses después siguen aquí, en las calles, en las plazas; padres, amigos, compañeros, hermanos.


No hay lugar para el cansancio… Cuando se cumplen tres años de la trágica noche de Iguala los puños en alto sobre Paseo de la Reforma exigen justicia. Pero esta vez es diferente. Un ambiente de luto, del silencio que hermana entre el sufrimiento y el anhelo de que los ausentes volverán con vida, inunda la Ciudad de México.

El acto conmemorativo de aquella tarde empieza con una misa, en memoria de los 43 y de los cientos de fallecidos y desaparecidos que han dejado los sismos del 7 y el 19 de septiembre. Después, puños en alto y silencio. Un minuto de silencio. Vendría entonces la canción “Sólo le pido a Dios”, del cantautor argentino León Gieco como arranque de la caminata sobre Reforma, del Ángel de la Independencia al Anti-monumento.

Anti-monumento: dos números en color rojo que recuerdan a Abel García Hernández, Abelardo Vázquez Peniten, Adán Abrajan de la Cruz, Antonio Santana Maestro, Alexander Mora Venancio, Benjamín Ascencio Bautista, Bernardo Flores Alcaraz, Carlos Iván Ramírez Villarreal, Carlos Lorenzo Hernández Muñoz, César Manuel González Hernández, Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, Christian Tomas Colón Garnica, Cutberto Ortiz Ramos, Dorian González Parral, Emiliano Alen Gaspar de la Cruz, Everardo Rodríguez Bello, Felipe Arnulfo Rosas, Giovanni Galindes Guerrero, Israel Caballero Sánchez, Israel Jacinto Lugardo, Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa, Jhosivani Guerrero de la Cruz, Jonas Trujillo González, Jorge Álvarez Nava, Jorge Aníbal Cruz Mendoza, Jorge Antonio Tizapa Legideño, Jorge Luis González Parral, José Ángel Campos Cantor, José Ángel Navarrete González, José Eduardo Bartolo Tlatempa, José Luís Luna Torres, Julio César López Patolzin, Leonel Castro Abarca, Luis Ángel Abarca Carrillo, Luis Ángel Francisco Arzola, Magdaleno Rubén Lauro Villegas, Marcial Pablo Baranda, Marco Antonio Gómez Molina, Martín Getsemany Sánchez García, Mauricio Ortega Valerio, Miguel Ángel Hernández Martínez, Miguel Ángel Mendoza Zacarías y Saúl Bruno García.


Una bandera hecha con globos circunda la marcha, acompasada. Un contingente de trabajadores se anexa gritando consignas, pero una vez integrados a la marcha, callan. Corazones enlazados por el respeto y la solidaridad. Mario González, uno de los padres de los estudiantes desaparecidos, es enfático al señalar que el luto de quienes perdieron a alguien en los pasados temblores es el propio.

“Ese dolor lo hacemos nuestro y lo sentimos nuestro porque hay personas atrapadas y muertas, que en su momento gritaron por esos 43 normalistas, que nos acompañaron en algunas de las marchas. ¿Cómo ser indiferente a ese dolor, cómo no solidarizarnos con esa gente”.

Emiliano Navarrete, otro padre en busca de su hijo y de miles de desaparecidos más en todo el país, reclamó al gobierno de Enrique Peña Nieto que cumpla con sus obligaciones y haga justicia; que deje de reprimir a los sindicatos, a las organizaciones sociales, a los jóvenes; que deje de dilapidar los recursos naturales.

Pero, aseveró, el gobierno es criminal o cómplice de los criminales. “Desgraciadamente no tienen nombre, no son seres humanos… y de verdad, nosotros no vamos a parar, vamos a seguir adelante hasta saber la verdad de dónde están nuestros hijos y si nos va a tener que matar este gobierno será mejor morir, pero luchando”.

Aseguró que es la solidaridad y el amor de la gente lo que les ha impedido caer, la compañía de los habitantes del país es lo que alimenta su lucha: “compañeros, de verdad, les pido de todo corazón que nos sigan apoyando. Aquí tienen un hermano, un amigo… en verdad, yo conocí una gran familia que son ustedes”, dijo con la voz entrecortada, mientras la multitud lo abrazaba con gritos de “¡No estás solo, no estás solo!”. Como respuesta, el padre de José Ángel Navarrete se llevó la mano al corazón.

La tarde empezaba a amenazar con lluvia, pero Tláloc se mostró respetuoso de lo que ocurría en la Tierra. Cristina Bautista Salvador, una incansable madre que busca a Benjamín Ascencio Bautista, su hijo, tomó el micrófono para refrendar: “Estamos luchando por la vida nuestros hijos porque el caso Ayotzinapa no puede quedar en la impunidad. Aquí estamos: tres años de lucha”.

“El gobierno está acostumbrado a matarnos, a desaparecernos, a encarcelarnos, y dice ‘no pasa nada’… y apuesta al tiempo, a que nos cansemos como padres y madres. ¡Pero está equivocado! Aquí estamos, a tres años de lucha, a tres años de la desaparición forzada de nuestros hijos. Seguiremos gritando en las calles que el gobierno nos tiene que entregar a nuestros hijos, que tiene que llegar la verdad…”.

Tomarían la palabra estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” para reafirmar que la lucha por encontrar a sus compañeros no parará hasta encontrarlos, hasta que los responsables de la desaparición y muerte de sus compañeros tengan nombre y apellido y sean juzgados. Las primeras gotas comenzaron a caer, mientras el reclamo, la indignación y los gritos de la gente dejaban en claro que tres años no apagan el caso, ni todo el tiempo que pueda pasar. Ayotzinapa es una herida abierta que solo sanará la justicia.

El mitin termina, cuando el vocero de las madres y padres de los normalistas, Felipe de la Cruz, rinde un último homenaje respetuoso a los fallecidos en los derrumbes que dejó el sismo en la capital del país. Y alerta que estos hechos demuestran “cómo la unidad del pueblo saca adelante al pueblo”, mientras que el gobierno “sigue cometiendo errores que van a provocar su holocausto y su caída”.

Sobre Paseo de la Reforma hay edificios vacíos, acordonados, en espera de una resolución sobre su futuro. Las calles aledañas se humedecen rápidamente. La gente se va. Pero en el aire queda flotando el ánimo de lucha y esperanza.




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