LA LUCHA CARNAVALESCA DE LA ASUNCIÓN

Por Vania Guadalupe Hernández Martínez
Ciudad de México (Aunam). Tambores y trompetas sonaban al mismo tiempo que varios habitantes del Barrio La Asunción, en la delegación Iztapalapa, bailaban de manera animosa y entretenida mientras ponían en acción la coreografía que practicaron durante tres meses.


En el Carnaval de los Ocho Barrios de Iztapalapa, niños, jóvenes y adultos lucían vistosos atuendos mientras hacían prolongadas exclamaciones –¡wou!, ¡ehhh! –, para animar al público que los veía esa tarde del 26 de marzo del 2017.

Pero no todo es fiesta. La Asunción es una de las unidades territoriales más marginadas y violentas de Iztapalapa. A pesar de la falta de apoyo por parte de las autoridades capitalinas, los habitantes de la zona han luchado por la conservación de una de sus tradiciones más antiguas.

Antecedentes

Cuando los españoles llegaron a México, se dieron cuenta que los indígenas realizaban una festividad parecida a un carnaval en los meses de febrero y marzo. En ella despedían el invierno y recibían la entrada de la época de calor, esperando la fertilidad y las buenas cosechas. El festival duraba siete días y había danzas con trajes multicolores por las calles.

Al implantarse el catolicismo en la Nueva España, el carnaval pasó a celebrarse en las vísperas de la cuaresma. Los primeros sacerdotes españoles trataron de eliminar el uso de las vestimentas y la práctica de muchos ritos religiosos prehispánicos, por lo que en 1679 el Santo Oficio emitió un edicto que prohibía a los seculares vestirse de religiosos durante los carnavales.

Ya desde aquellos tiempos existía la costumbre de que los hombres se vistieran de mujer. Sin embargo, se publicó otro edicto en 1731 censurando ese “atrevimiento” y castigando con 200 azotes a quien osara contradecirlo.

A causa de esas prohibiciones, el Carnaval se desplazó de la Ciudad de México a la periferia, por lo que se arraigó en pueblos como Iztacalco, Mexicaltzingo e Iztapalapa, donde se hacían las danzas de los huehuenches, en la que varios indígenas se disfrazaban de viejos. El día del carnaval ellos realizaban la ceremonia del ahorcado luego de hacer la parodia de un juicio a un gobernante.

A pesar de la reiterada oposición de las autoridades civiles y eclesiásticas a la celebración del carnaval, éste ha permanecido hasta nuestros días.

En cuanto al término “carnaval” Beatriz Ramírez, cronista de Iztapalapa, ubica su origen en las antiguas culturas griega y romana, para ser más específicos en las festividades dedicadas a Dionisio, el dios del vino, quien era transportado en un artefacto rodante llamado “carrus navalla” (carro naval). Esa palabra se transformó después al vocablo carnaval.

Por su parte, el diccionario de la Real Academia Española (RAE) menciona que el término significa “fiesta popular que consiste en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos bulliciosos”.

En el Carnaval de los Ocho Barrios los más adultos todavía le llaman cuadrilla a lo que en la actualidad se conoce como comparsa, que es un grupo de baile que compite en un carnaval por el primero lugar en coreografía, vestuario y originalidad. Este grupo de personas desfilan disfrazadas, a menudo con trajes del mismo tipo, en las fiestas populares.

Iztapalapa es la cuarta delegación más grande en territorio y la mayor poblada de la Ciudad de México con 1,815,786 habitantes, según el estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) del 2010.

Ahí conviven numerosas tradiciones como la popular Pasión del Cristo de Iztapalapa. No obstante, el Carnaval de los Ocho Barrios resalta año con año por ser un momento de fiesta, donde cada uno de los habitantes de los barrios se transforma en un protagonista alegre, jubiloso y libre.

Santa Bárbara, San Miguel, San Ignacio, San Pablo, San José, San Lucas, San Pedro y La Asunción son los barrios que participan en el festejo. Durante la cuaresma, cada domingo y lunes las cuadrillas de estos sitios se organizan para salir a bailar, después de las dos de la tarde, con disfraces de todo tipo.

Los habitantes de los alrededores del centro de la delegación Iztapalapa solían referirse a esta fiesta como “el Carnaval de las Máscaras”, en alusión al disfraz tradicional de esta fecha, que representa a un personaje viejo y barbado, vestido con traje, corbata, pañoleta, guantes y sombrero.

El 26 de marzo, la cuadrilla del barrio La Asunción estaba lista para danzar. Muchos habitantes de este lugar salieron de sus hogares para celebrar con júbilo y devoción la fiesta, al mismo tiempo que reforzaban la cohesión y el sentido de identidad que caracteriza a los iztapalapense.

El significado de “barrio” va más allá del espacio físico en el que viven las personas. Esta palabra también habla del sentido de unidad, entendido como un conjunto de características propias de un grupo de personas que las distingue de las demás.

Alrededor de la una de la tarde, algunos participantes ya están en el cruce de las calles 16 de septiembre y Aztecas, el punto de inicio del recorrido de uno de los carnavales más importantes del Centro Histórico de Iztapalapa. Muchos asistentes aprovechan el tiempo para tomarse fotos con los mejores disfrazados o con sus personajes favoritos.

Alfredo Contreras Guillé lleva ya más de 30 años participando en este evento. Dirigente de la comparsa del barrio La Asunción, Contreras empieza a dar indicaciones a 16 danzantes para que tomen sus respectivas posiciones y empiecen a avanzar. Los acompaña una banda de músicos conformada por tamboristas y trompetistas, que tocan algunas melodías animosas y vivarachas para alegrar el recorrido.

Los danzantes se ponen en parejas y, en círculo, empiezan a zapatear y brincar con los brazos enlazados o tomados de las manos. El grupo da una “bailada” de unos 10 minutos y después sigue avanzando por las calles del barrio junto con la orquesta.

Algunos de los disfraces que lucen los participantes, tanto adultos como jóvenes, son botargas de ardillas, gorilas, Mike Wazowski y Sullivan (personajes de la película Monsters, Inc.), payasos, superhéroes como Batman y Superman. Además también están los típicos atuendos de los hombres: desde el traje de catrín con una máscara de cera hasta el disfraz de bailarina con peluca, vestido, diadema, zapato de tacón y abundante maquillaje.


Solamente durante el Carnaval estás “mujeres” pueden ser llamadas y tratadas como damas sin oponer resistencia alguna. Quien quiera puede acercarse a “ellas” y tomarlas de la cintura con firmeza o lanzarles los más atrevidos piropos.

El público reacciona con alegría y emoción, pues los movimientos y los desfiguros que los danzantes hacen entre ellos son bastante graciosos. De pronto, la cabezota de Mike Wazowski empieza a tambalearse pues debajo de este emblemático y verde personaje está un niño de aproximadamente 9 años, que apenas puede soportar el peso del disfraz y la temperatura que se siente dentro de la botarga.

Mike Wazowski no es el único con problemas. Algunas damiselas pierden su peluca pelirroja o güera mientras van de un lado a otro aunque después, de forma discreta, se agachan y se las ponen de nuevo como si nada hubiera pasado. Mientras tanto, otros compañeros del grupo se equivocan en la coreografía y empiezan a improvisar pasos sacados de la manga, lo que confunde a los demás bailarines de tal forma que empiezan a chocar entre ellos.

Los espectadores se encuentran fascinados. A pesar de que el sol resplandece de manera fulminante, la calle 16 de septiembre se inunda con carcajadas. Hasta ahora todo marcha con normalidad, si bien no se observa a ningún policía o autoridad que vigile el evento.

A los habitantes de La Asunción aún les espera una larga jornada. No obstante, ni el clima ni las problemáticas sociales que enfrenta la delegación Iztapalapa van a impedir que sigan disfrutando de su fiesta. Los lugareños de este barrio son tan apasionados y entregados que durante más de 70 años han luchado por la sobrevivencia de su tradición frente a diversos conflictos.

“La gente mayor participa para preservar la tradición del Carnaval y que no se pierda, pues les da identidad. En el caso de los jóvenes, algunos lo hacen por el mismo motivo que los más viejos, pero seguramente habrá quienes forman parte nada más para divertirse. También participa gente que no es de Iztapalapa y se incorpora”, explicó Beatriz Ramírez, responsable del Archivo Histórico de Iztapalapa.

Pero el Carnaval de los Ocho Barrios enfrenta problemas económicos y de seguridad que deben resolverse.

A la hora de mirar el estado de las casas en el barrio de La Asunción, salta a la vista que muchas de ellas sufren graves problemas de marginación y falta de oportunidades de desarrollo.

Según el perfil sociodemográfico del SIDESO (Sistema de Información del Desarrollo Social), publicado en el año 2000, el grado de marginación de este lugar es alto, pues los servicios básicos (agua, electricidad, drenaje) son escalos y los ingresos por familia se cuentan entre los más bajos de las unidades territoriales de Iztapalapa.

Por su parte, la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESO) del gobierno capitalino publicó otro diagnóstico, en enero de 2006, en el que se ubica a Iztapalapa e Iztacalco como las delegaciones con algunas de las 43 colonias más violentas y marginales de entre las 66 unidades territoriales de la Ciudad de México.

Asimismo en 2010, aproximadamente 727,128 personas de Iztapalapa (37.3% del total de la población en esta delegación) se encontraban en pobreza, de los cuales 664,110 (34.1%) presentaban pobreza moderada y 63,017 (3.2%) estaban en pobreza extrema.

Además, en cuanto a las viviendas en esta demarcación, el porcentaje de personas que reportó habitar en hogares sin servicios básicos fue de 2.3%, lo que significa 43,941 personas viven en condiciones inadecuadas.

A pesar de este contexto, para muchas personas de La Asunción no importa “agarrar un cachito del gasto” con tal de cooperar para el carnaval o bien para comprar un vestuario elaborado y participar. El júbilo y la devoción los empuja a ello.

“Para poder organizar el carnaval, año con año, pedimos a la delegación que se nos apoye puesto que es mucho dinero. Tan solo de una banda son 12 mil pesos, mientras que para el cierre del carnaval se contrata una banda más reconocida que cuesta aproximadamente 20 mil pesos. En total estamos hablando de un presupuesto de 32 a 34 mil pesos”, asegura Alfredo Contreras, dirigente de la comparsa del barrio La Asunción.


En el marco del festejo, la administración encabezada por la jefa delegacional Dione Anguiano Flores exhortó, a finales de febrero del 2017, a los organizadores y representantes de comparsas a que se apegarán a las normas de seguridad, vialidad y protección civil necesarias para este tipo de actividades masivas.

Además, Anguiano Flores recordó a los organizadores sobre la prohibición de portar armas de cualquier tipo y detonarlas durante el recorrido, pues trasgreden la sana convivencia familiar, principal objetivo de estas fiestas populares.

En ese sentido la delegación Iztapalapa, a través de la Coordinación de Participación Ciudadana, desarrolló un operativo que involucró a otras áreas, como la Coordinación de Seguridad Pública y las direcciones de Protección Civil y de Gobierno, a fin de que el evento transcurriera con mayor tranquilidad.

Sin embargo, Alfredo Contreras asegura que las comparsas de los ocho barrios no reciben apoyo de la delegación en materia de seguridad. Tan sólo basta observar que el operativo ideado por la delegación sólo se aplicó el día de la clausura de la fiesta.

“Antes se traían armas y causaban muchos problemas para la integridad de las personas que acudían al carnaval pues, además de adultos, acuden también niños y personas de la tercera edad. Actualmente, ese problema de armas desapareció porque hay vigilancia en las zonas cercanas del barrio La Asunción, pero no es suficiente para la festividad que se realiza”.

Por su parte, Beatriz Ramírez menciona que el consumo de alcohol en exceso también ha sido un problema que ha generado enfrentamientos durante el carnaval y que ha contribuido a la decadencia de la tradición.

“Por fortuna aquí no festejan con armas de fuego, como es el caso de Santa María Aztahuacán, Santa Meyehualco y otros pueblos. Ahí sí ha habido heridos y hasta muertos. En Santa Cruz dicen que si no hay un muerto no se le puede llamar Carnaval, a ese grado llegan. Para ellos es parte del festejo. Aquí no ha pasado nada de eso hasta ahora”, comentó.

En 2010, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) encontró que la carencia de acceso a la seguridad social afectó al 58.6% de la población en la delegación Iztapalapa.

Ante esos problemas, Beatriz Ramírez retomó: “es aquí donde se vuelve importante la participación de las autoridades delegacionales y a nivel del Distrito Federal (sic). Sin embargo, el aporte económico y de organización para realizar el Carnaval de los Ocho Barrios de Iztapalapa resulta, para algunos habitantes, una especie de intromisión burocrática en los asuntos que competen al barrio”.

En cambio, para otros como Alfredo Contreras significa la oportunidad de revitalizar una tradición que, sin apoyo del gobierno, estaría en el olvido.

Alrededor de las dos y media de la tarde el recorrido llegó a la Calle Cuauhtémoc y posteriormente se incorporó a la calle Aztecas. Cada vez se sumaba más gente de otros callejones, no faltaban quienes se asomaban por las ventanas de su casa para tener una mejor vista del bailable realizado por diversos personajes.

Llegó más gente y de pronto se integró un catrín con un estandarte en el que decía “Barrio La Asunción” con letras doradas en un fondo de tela negra. Este fue el símbolo de su Barrio y lo pusieron en alto para que las personas vieran qué barrio iba danzando por las calles de Iztapalapa.

La comparsa continuaba sus bailables por la calle Aztecas para regresar al punto de inicio y así culminar el recorrido a las ocho de la noche.

Según Beatriz Ramírez “La forma actual de organización contribuye a preservar la tradición del Carnaval porque hay gente responsable del evento, los organizadores tienen sus representantes; cada cuadrilla organiza sus ensayos. Existe un orden. Además se da mucho la competencia, eso despierta el interés y hay motivación por ganar, por ver quién baila mejor, quién tiene el mejor disfraz la mejor música, competir con otros pueblos les despierta el interés por participar”.

Mientras tanto los danzantes bailaban la última pieza mientras Alfredo Contreras daba indicaciones para cerrar el recorrido.

El Carnaval de los ochos barrios es una tradición que ha resistido a la modernización y ha perdurado con los años. Da color y sonido a Iztapalapa, explica el líder de los danzantes; y capitula: “pasaran muchos años para que desaparezca, pues nosotros siempre lo sacaremos a flote”.

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