RAÚL RODRÍGUEZ CORTÉS: EL PERIODISTA QUE REDACTA LA HISTORIA

Por José Carlos Amezquita León
Ciudad de México (Aunam). Aparece Raúl Rodríguez Cortés, el periodista, el columnista, el conductor de noticieros. Uno lo imaginaría como se ve normalmente en todos los medios: de traje y con seriedad en el rostro. Sin embargo, se presenta con una sonrisa debajo de los lentes y ropa casual, un suéter rojo y pantalón de mezclilla.


Una cafetería en Paseo Acoxpa es el lugar acordado para la entrevista. Llega, saluda y con confianza deja sus dos celulares en la mesa en la que me encuentro.

Después de una amena plática, Raúl (como me pide que lo llame) comienza a hablar sobre un viaje que realizó a la frontera sur del país, acompañado de su hermano Alejandro, para hacer un reportaje sobre la crisis de los migrantes guatemaltecos durante la dictadura de Efraín Ríos Montt. “Una experiencia padrísima, fue la primera vez que conviví con mi hermano de esa forma, como hermanos, pero también como reporteros”, recuerda.

El periodista explica para qué medio realizaba el reportaje (la revista Respuesta) cuando voltea a ver el cuestionario sobre la mesa. “Ya me perdí y mira nada más hasta dónde me adelanté”, señala la mitad de la hoja y mientras ríe fuertemente entrecerrando los ojos. “Bueno, vamos por partes”.

Entre espejos y huesos, su inicio en el periodismo

El interés de Rodríguez Cortés por el periodismo no siempre estuvo definido pues sentía una fuerte pasión por otros dos campos de estudio.

“Todo partió de una indefinición: yo siempre he tenido un gran gusto por la historia y por la antropología. Estaba entre mis pensamientos dedicarme a eso, era lo que me satisfacía. Sin embargo, siempre estuvieron presentes la influencia y los comentarios chocantes de mis familiares. Eso han de decir ahora mis hijos”, menciona con una carcajada.

Al hablar de su familia Raúl recuerda a su padre, quien sacó adelante a sus tres hijos, y como éste encontró su vocación al ser académico en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como la marca que dejó en él.

“Mi padre influyó mucho con su gusto por la lectura, era obsesivo en cuanto a eso. Finalmente nos inculcó ese hábito y logró armar una colección de libros muy padre”, platica.

El entrevistado tuvo su primer acercamiento al ámbito periodístico mientras estudiaba en la preparatoria Centro Universitario México, cuando empezó a participar en la pequeña gaceta publicada en el plantel.

“Al director Godínez, que era un priista recalcitrante, se le ocurrió inventarse una hoja periódica para la escuela y, por el buen tino de sus relaciones y vínculos ideológicos, invitó a Vicente Leñero para organizar ese taller. El Espejo era el nombre del periódico. Así que me metí a ese proyecto y ahí empecé a agarrarle el gusto”, relata.

Tiempo después Rodríguez Cortés empezaría a trabajar, durante el verano, en el periódico El Sol de México.

“En las vacaciones de cuarto a quinto de prepa mi papá me metió a trabajar al Banco de México en un programa que era para hijos de los empleados y que detesté. Para las de quinto a sexto le dije a mi papá que me aburría trabajar ahí, que se me hacía absurdo. Entonces me preguntó que qué quería hacer. Como andaba metido en el periódico éste, le dije que quería trabajar en algo parecido. Así tuve la fortuna de entrar a la edición matutina de El Sol de México como hueso”, comenta.

En las redacciones de aquella época, la tarea del hueso –una forma discriminatoria de denominar a un office boy– era llevar las notas de los redactores a los jefes de redacción y luego a la parte de formación. Este vaivén en las oficinas aumentó el gusto del entrevistado por el periodismo.

“Así empecé y me enamoré de la redacción porque me parecía divertidísima. Después el jefe de esa área, José Carlos Robles, me dijo un día que si me gustaría salir a reportear y me mandó con el que cubría la fuente policíaca. Íbamos a ver desalojos, desahucios, crímenes. Yo nada más lo acompañaba, pero cuando regresaba me pedía que hiciera los pies de fotografía”, describe.

Si bien, en un principio, estar metido en ese tipo de situaciones lo “sacaba de onda”, Raúl explica que esas experiencias representan una buena manera de desarrollar en el reportero las capacidades investigativas necesarias en el medio.

El Heraldo de México, su primera casa periodística

Su trabajo en El Sol de México influyó para que el entrevistado decidiera dedicarse al periodismo. Estudió la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM. Al mismo tiempo que estudiaba, comenzó a trabajar en El Heraldo de México. Sin embargo, mezclar ambas actividades hizo que, durante algún tiempo, dejara los estudios por cumplir con su trabajo.

“Alargué mi estancia en la facultad muchos años. Mi papá decía que se la debía, no sólo a él, sino también a mí, y a este país que gastó en mí. Finalmente lo hice muchos años después. ¡Fíjate nomás qué barbaridad! Yo le dije que se la iba a pagar y se la pagué, me recibí y mi papá murió al año siguiente”, recuerda.

La combinación entre escuela y trabajo afectó bastante a Raúl, especialmente en la parte académica. No obstante, el entrevistado opina que es recomendable empezar a foguearse en algún medio antes de terminar la carrera, pues ayuda a poner en práctica lo teórico de la academia.

Respecto a su paso por El Heraldo de México, Rodríguez Cortés recuerda con mucho gusto que comenzó como reportero de la guardia nocturna, asignación que le dio muchas anécdotas que aún guarda.

“Hubo una persecución nocturna que empezó a las 12 de la noche y terminó a las 3 de la madrugada. Yo regresé con la nota y no me pude comunicar con el jefe de redacción, así que tomé una decisión oportuna en términos periodísticos, pero costosa en términos económicos: pedí que detuvieran el tiraje y me hicieron caso. El Heraldo fue el único periódico que tuvo esa nota ese día, que sería la principal hasta el día siguiente para los otros periódicos”, cuenta.

Raúl también relata la ocasión en la que, al cubrir la fuente del aereopuerto, preguntó a Díaz Ordaz sobre los hechos de Tlatelolco antes de que éste fuera enviado a España como embajador de México: “¡Mmta, que se encabrona! Ahí dijo que ‘si no hubiera hecho lo que hice en Tlatelolco, usted no estaría aquí preguntando muchachito’. Estaba orgulloso de su brutalidad”.

El rol del periodista de ayer y hoy

Al hablar sobre sus inicios periodísticos en la década de los setenta, el entrevistado hace una síntesis de cómo era la imagen que el periodista proyectaba en ese entonces.

“Se veía como un personaje reconocido, pero muy subordinado a la relación con el poder. Tuve la fortuna de que me tocara una etapa en la que se buscó por fin hacer un periodismo más libre, más crítico del poder, pero tenía sus riesgos porque las empresas periodísticas dependían de la publicidad del gobierno. Entonces si te cerraban la llave, te ahorcaban”, aclara.

Uno de los instrumentos que el gobierno utilizaba para presionar y controlar a los periódicos de esa época era la empresa Productora e Importadora de Papel S.A. (PIPSA), principal proveedora de papel para los diarios en ese entonces. Sin embargo, esta situación colmó la paciencia de algunos periodistas y diarios que iniciaron acciones específicas.

“Empezaron a haber movimientos interesantes como el de Julio Scherer García en Excélsior, el nacimiento de Proceso, la fundación de Uno más uno y de La Jornada. Todos estos hechos formaron parte de una corriente en la que los grupos periodísticos buscan abrirse, expandirse, deslindarse del poder, de ser más libres”, explica.

El esfuerzo de la prensa escrita por ganar mayor independencia del gobierno hizo que al entrevistado le llegara una invitación para trabajar en el nuevo periódico Uno más uno. No obstante, Rodríguez Cortés ya tenía pensado su siguiente paso en los medios de comunicación.

“Yo había visualizado que mi interés estaba en la televisión, en el periodismo televisivo. Entonces me voy a Canal 13 aprovechando una coyuntura: Joaquín López Dóriga había aceptado la encomienda que le hace López Portillo de hacer una estructura fuerte de noticias en el canal del Estado. Así es como nace 7 Días y es ahí a donde voy a pedir trabajo, para dedicarme a lo que me interesaba”, comenta.

“El gobierno necesitaba mostrar una apertura informativa que no podía mostrarse del todo aquí en México. Entonces la política y los acontecimientos internacionales se convirtieron en el gran escaparate de apertura. Canal 13 invirtió mucho dinero en hacer cobertura de conflictos internacionales”, subraya.

La guerrilla en El Salvador, Afganistán y el Premio Nacional de Periodismo


Este marcado enfoque en las noticias internacionales hizo que Canal 13 mandara a Rodríguez Cortés a Centroamérica, donde vivió por primera vez la experiencia de ser un corresponsal de guerra.

“Vi muy de fuera la Revolución Sandinista. Sólo hice una cobertura breve y un viaje a Nicaragua cuando recién había triunfado el movimiento, pero justamente en ese momento El Salvador estaba en su propia revolución y me mandan de lleno a hacer la cobertura allá. Pasé meses en El Salvador, mi primera experiencia en hechos de guerra”, puntualiza.

Raúl aclara que la parte más espinosa de su cobertura en ese país centroamericano fue cuando se vio expulsado de ahí mientras realizaba su trabajo.

“Lo más difícil fue cuando el gobierno me expulsa por comunista, o eso es lo que ellos dijeron. Me expulsaron porque mucha de la información que generaba tenía que ver con los contactos que fui desarrollando con el movimiento emergente”, remarca.

El entrevistado empezó a conseguir sus enlaces cuando visitó las universidades en El Salvador.

“Por principio elemental, normalmente los movimientos reivindicatorios están en la universidad. Entonces me fui a meter ahí y empecé a conocer y a contactar personas. Con eso, más lo que hacía acá la gente encargada de la sección internacional comenzabas a obtener información”, describe.

Esta experiencia sería clave para, tiempo después, hacer una de los trabajos más importantes de su carrera.

“Estaba al frente de una sección un uruguayo llamado Diego Bashar, que después formó parte del gobierno de José Mujica. Él tenía muchos contactos con los movimientos guerrilleros latinoamericanos de manera que un día me llama por teléfono a El Salvador y me dice: ‘Oye tenemos que hablar. Te van a van buscar para que hagas una entrevista’. En efecto me buscaron, me treparon a una camioneta con los camarógrafos y con Carmen Lira, ahora directora de La Jornada, y estuvimos dando vueltas. Antes de que llegáramos a nuestro destino, nos vendaron los ojos y nos bajaron en una zapatería”, recuerda.

Varios líderes guerrilleros se citaron en ese sitio para anunciar la unificación del movimiento. Su presencia en el lugar le permitió entrevistar a personajes importantes en la revolución de El Salvador.

“Ahí estaba el líder máximo del movimiento, Salvador Cayetano Carpio. Lo entrevistamos a él y también a Joaquín Villalobos, un chavito en ese entonces, y que sin ser militar tenía una mente estratégica increíble; estaba otro líder de las fuerzas armadas de la resistencia, Germán Cienfuegos, y la comandanta Yolanda”, relata.

Gracias a las entrevistas con los cabecillas guerrilleros en El Salvador y un programa especial llamado Entre dos fuegos, Rodríguez Cortés ganó el Premio Nacional de Periodismo en 1981. Si bien se muestra orgulloso por el galardón y reconoce que su trabajo merecía ser destacado, señala también una contradicción en dicho reconocimiento.

“Este premio lo daba en aquel entonces el gobierno de la República, lo que te habla de esta perversa relación entre medios y poder. ¿Cómo el poder va a premiar a alguien que, en el mejor de los casos, debe confrontarlo? Pero no confrontarlo nada más porque sí; como periodista estás ahí para señalar los abusos que trae consigo todo poder ejercido. Parte de la chamba de un periodista es hacer notar, frenar, denunciar esos abusos”, menciona.

Raúl también recibió otro premio, pero éste por parte del Club de Periodistas, específicamente por la entrevista con Cayetano Carpio y los demás generales.

La experiencia ganada en El Salvador le llevaría a cubrir otro conflicto bélico, pero en un continente distinto: la guerra en Afganistán.

“Joaquín López Dóriga andaba en este rollo de entrevistar a grandes líderes del momento, como Yasser Arafat y otros. Una de esas entrevistas fue con Babrak Karmal, el presidente de Afganistán impuesto por la Unión Soviética cuando ésta invadió el país. En esos días, López Portillo iba a hacer una gira a la India y Egipto y Joaquín me mandó con él De hecho, participo en la entrevista con Karmal y me dice ‘quédate a reportear cómo está la cosa’. Eso implicó meterse con los grupos que se oponían a la invasión soviética, los famosos muyahidines que fueron el origen de los talibanes, Al Qaeda y, finalmente, del Estado Islámico”.

Desde la perspectiva del entrevistado, entre ambos conflictos la guerra civil en El Salvador fue el trabajo más difícil de cubrir.

“Fue más complicado lo de El Salvador por la duración, porque me acerqué demasiado a la contraparte y porque me expulsaron. Además, le estaba generando un problema directo a mi país por lo que fue más complejo, aunque Afganistán era más suelto, más salvaje, menos controlado y por lo tanto más peligroso”, matiza.

Dado su amplio bagaje en este tipo de coberturas, Raúl resalta lo importante que es la preparación hecha antes de realizar estos viajes y comparte, desde su punto de vista, cuál es la mejor forma de estar listo.

“Uno, leer obsesivamente, leer de todo, informarte, aprovechar esto –señala los celulares sobre la mesa–, ampliar tus referentes informativos. También no perder jamás la capacidad de asombro y mantener un afán investigativo, ir al fondo del asunto, porque al final del día ahí está el futuro del periodismo”, puntualiza.

IMEVISIÓN, la radio y un viejo colaborador

Cuando López Dóriga sale de Canal 13 debido a una confrontación con los intereses políticos de los candidatos a la presidencia en 1982, Raúl y un grupo de reporteros que trabajaban en ese medio se fueron con él y fundaron la revista Respuesta. Sin embargo, pronto retornó a la televisión.

“Tiempo después trabajé en el sector público. Se crea el canal 7, que era un permisionario, y se integra a IMEVISIÓN. Para operar los noticieros de IMEVISIÓN vuelven a llamar a López Dóriga. Cuando regresa, me busca y me dice que si quiero volver a trabajar con él y acepto. Joaquín se ocupó del noticiero de canal 7 y yo me ocupé de 7 Días, el noticiero de Canal 13”,

Los conflictos políticos provocaron una nueva salida de López Dóriga, aunque en ese momento Rodríguez Cortés decidió permanecer en IMEVISIÓN. Luego de la privatización de la empresa, Raúl se convirtió en el primer director de noticieros de Televisión Azteca. Sin embargo, su relación laboral con Ricardo Salinas Pliego, el nuevo dueño del canal, fue imposible por lo que el periodista renunció a Canal 13 y volvió a El Heraldo de México.

Durante su regreso a dicho periódico, el entrevistado tendría la oportunidad de aparecer en la radio, medio con el que aún no había tenido mucha relación, con el noticiero matutino de Grupo IMER que condujo durante dos años. A este programa seguirían 7 sobre 7 (transmitido sólo los sábados) y La Hora Nacional, emisión en la que laboró otro par de años.

Después de su paso por la radio, la vida lo llevaría a trabajar de nueva cuenta con Joaquín López Dóriga.

“Joaquín seguía en El Heraldo de México y MVS le propone hacer un programa de entrevistas, llamado La Entrevista. Él me pidió que lo apoyara con la investigación. Y una vez que vuelve a la televisión con La Entrevista también aparece en Televisa con la primera edición de Chapultepec 18 y me pide que lo produzca”, cuenta.

Raúl relata desde cuándo empezó su larga relación de trabajo con Joaquín López Dóriga, un periodista con el que ha colaborado mucho.

“Lo conozco desde que él era reportero de Televisa en 24 horas y coincidíamos en giras presidenciales. Después trabajamos juntos en Canal 13, el año y medio que duró Respuesta, hasta su cierre, y después cada quien retomó su camino, hasta que nos encontramos otra vez en El Heraldo. Estos últimos dieciséis años estuvimos trabajando juntos, pero ahora ya no. Somos cercanos, pero con severas diferencias de carácter ideológico y periodístico”, explica.

Al café llega un grupo de gente que habla muy alto. El entrevistado se acerca al teléfono que está grabando; sabe lo complicado que puede ser escuchar una grabación con ruido y dirige sus palabras al micrófono. De fondo, en la cafetería, suena la Quinta de Beethoven.

“¿A quién le importa mi opinión?”

Rodríguez Cortés ha trabajado gran parte de su vida escribiendo para periódicos y los medios digitales. Durante este tiempo, ha desarrollado un gusto especial por la columna de opinión. En su paso por El Heraldo empezó con un espacio llamado Cronística que más tarde se convertiría en Balcón. En Ovaciones, el periodista creó otra columna llamada Gran Angular, que pasó de ese diario a El Gráfico y después a El Universal, donde lleva 43 ediciones.

A pesar de su gusto por este género, Raúl tiene ciertas críticas sobre el modo en que las columnas son escritas en nuestro país.

“Las columnas periodísticas en México están muy llenas de opinión, por lo que mi pretensión es hacer textos que aporten información. ¿A quién le importa mi opinión? Datos, ahí hay datos para que ustedes interpreten lo que quieran. ¿Yo para qué opino? ¿Quién soy yo para opinar?”, dice con una sonrisa discreta.

A pesar de los años que avalan su experiencia periodística, el entrevistado entiende la necesidad y la obligación de familiarizarse con los medios digitales. Prueba de ello es su sitio de noticias en internet, un proyecto que considera le servirá en el futuro. Sobre el porvenir del periodismo en la era digital, él tiene una clara posición al respecto.

“Yo creo que los medios digitales están arrasando, pero recientemente he visto lo que es la fuerza del periodismo impreso en la campaña presidencial de los Estados Unidos. Ha sido el periodismo impreso el que ha sacado a relucir todas las taras de los candidatos con pulcritud y claridad, aunque utilizando también estos recursos –descansa la mano sobre el celular–. El rejuego de esta campaña está en las ediciones impresas y esto me hace ver que el periodismo impreso, en su estado natural, no está muerto ni va a morir”, remarca.

“El contenido digital se diluye y el de la televisión también, porque lo que se dice al aire se va. El fondo queda en el periodismo escrito porque, como diría José Revueltas, ahí está lo molido del asunto, lo que permanece al quedar registrado en el papel”, subraya.

Los recuerdos de un periodista

Durante una larga trayectoria con más de cuatro décadas a cuestas, Raúl Rodríguez Cortés cuenta que, a sus 59 años, ha vivido experiencias de alto riesgo durante su trabajo como periodista.

“Sí varias veces, sobre todo en las coberturas de guerra. En Afganistán hubo episodios complicados, como pasar la noche en medio de un bombardeo, y en El Salvador me secuestraron. Entonces sí ha habido momentos en que me he sentido en peligro”, recuerda.

Si bien en nuestro país el entrevistado no ha sentido que su vida esté en peligro reconoce que la situación, en general, para los periodistas aquí es bastante preocupante.

“Mira, en México nunca he sido objeto de amenazas ni censura. Ahora, esto no quiere decir que así sea el caso del periodismo en México. Lo que está pasando con los periodistas al interior de la República es algo brutal, los están matando. En la ciudad se diluye más, pero en las zonas gobernadas por el narcotráfico el periodismo es muy peligroso”, explica.

A lo largo de sus 40 años en los medios, el periodista guarda en su memoria algunos episodios de su carrera que lo llenan de alegría y que comparte en esta entrevista.

“Mi mejor experiencia, profesionalmente hablando, fue cuando renuncié a la dirección de noticieros de Canal 13. Cuando salí de mi oficina, ya con mis chivas, todos los compañeros estuvieron ahí para despedirse y aplaudir. Yo creo que el medio me quiere; es muy zonzo, pero muy satisfactorio”, comenta entre carcajadas.

Sobre sus entrevistas más recordadas, Raúl cuenta cómo mientras trabajaba en Respuesta, consiguió entrevistar a Gabriel García Márquez y también a Carlos Fuentes y Jorge Luis Borges.

Sin más que decir, el entrevistado pregunta si el material recabado es útil. Después de escuchar una respuesta positiva, da un golpe en la mesa, sonríe y dice “Vámonos pues”. De esta forma, Raúl Rodríguez Cortés, el periodista, el columnista, el conductor de noticieros se levanta y da la mano.

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