ENTRE LADRIDOS: UN MUNDO DE PARÁSITOS


Por Anayeli Tapia Sandoval
México (Aunam). En nuestro país no existe la cultura de limpieza de los dueños con sus mascotas; muy poca gente tiene esa cultura de recoger el excremento de sus perros cuando salen, o de cargar siquiera con una bolsita. “Hay señoras que hasta abren la puerta de sus casas para que el perro salga y haga del baño, los vuelven a meter y no son personas de salir a recoger”, señala Diana Escalona, amante de los perros, mientras amarra la bolsa con el desayuno ya procesado de Eddy, y la deposita dentro de un contenedor especial.

Un par de personas también se detienen para recoger las heces que han dejado sus perros y, aunque en sus rostros no aparece algún rastro de molestia, sí se reflejan muecas que no pueden evitarse al hacer la limpieza de ellas.

—No me ha tocado ver a las personas que no recogen las heces de sus perros, pero si los viera sí les diría algo, aunque también creo que reclamar tampoco sirve de mucho, porque al final les vale. Creo que en vez de decirles de cosas nosotros mismos podemos hacer el cambio y levantar la popó del otro, es decir, no puedes ir por la vida levantando todo el excremento que te encuentres, pero puedes predicar con el ejemplo, no ser igual que la demás gente, cambiar ese pensamiento mediocre de que no pasa nada si no haces tus obligaciones.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud del Distrito Federal, en México se generan diariamente 696 toneladas de excremento de perros y gatos de los cuales más de media tonelada proviene del Distrito Federal, que al final del año suma 182 toneladas de heces caninas.

Según datos proporcionados por la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cada perro o gato defeca entre 300 y 600 gramos de heces al día, es decir, 18 kilos al mes, y pese a que en 1992 la Asociación de Protección Ambiental declaró que el excremento canino era una fuente de contaminación tan potente como el petróleo y los químicos tóxicos, en la actualidad el problema persiste.

En México existen 22 millones de perros: un millón y medio habitan en el D.F. y 120 mil viven en las calles; su tasa de crecimiento anual es del 20 por ciento. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) estimó en 2013 que la tasa de reproducción humana era del 1.2 por ciento, lo cual indica que los canes crecen en un 19 por ciento más que la población humana. Dichas cifras dejan ver que por cada seis habitantes hay un perro, lo que ha colocado al país mexicano como el de mayor población de canes en Latinoamérica.

En cuatro patas: la cultura canina

Seres cuadrúpedos dejan ver sus peludos cuerpos entre los arbustos, mientras las jacarandas que han florecido con la primavera se encargan de adornar la superficie con sus pétalos color violeta. Las nubes apenas emprenden su camino para dar paso al cielo azul y los rayos del sol, que logran escapar de entre los árboles, llegan a tocar con delicadeza los poros de la piel.

Algunos canes trotan a lado de sus amos o corren por la pelota; otros caminan con pesar, pues sus años ya nos les permiten hacerlo como en la juventud. El eco de ladridos perrunos se adueña de uno de los pulmones más importantes de la Colonia Condesa, el Parque España, ubicado sobre la Avenida Sonora.

El sonido del agua a medio llenar de la fuente central silba en los oídos y el viento frío del domingo introduce en la nariz el fétido olor del líquido estancado y del lodo que ni el puesto del vendedor de rosas puede disipar.

Las personas que van sin perros se sientan cómodamente en las bancas a leer el periódico, se pasean en las bicis familiares o se dirigen a la zona de juegos en donde los niños alcanzan el cielo en los columpios o escalan una montaña cuando suben a la resbaladilla; la gente que se encuentra corriendo tiene una característica peculiar, pues se frota la nariz al pasar por los distintos botes rojos de un metro de alto.

El aroma que emerge de éstos hace recordar a un establo. Bolsas de plástico se asoman entre la tapa que ya no cierra completamente el contenedor debido a su sobreuso, mientras, un costal de Dog Chow, también repleto de más basura, yace sobre el piso un poco inclinada debido a que los perros ya han ido a olfatearla.

“No soy un basurero, soy un compostero. Transformo el excremento de tu perro en abono. Paso 1, deposita las heces caninas sin bolsa; paso 2, tapa las heces caninas con hojas secas que encontrarás en el bote junto al compostero”, resalta un cártel que está pegado sobre el cilindro rojo al tiempo que las botellas de Coca-cola se asoman entre la tapa. Las siguientes líneas “Si el compostero está lleno […]” se ven interrumpidas por unos carteles de perros perdidos.

Los perros corren libremente sobre todos los caminos que quedan conectados, sus dueños sólo los miran de lejos. Uno de esos canes se percata de la ausencia de agua en una de las fuentes, por lo que decide poner de su parte y llenarla.

Los dueños que llevan a sus perros amarrados se muestran nerviosos cuando éstos deciden pararse en alguna de las jardineras para hacer del baño; tal es el caso de Samanta, una mestiza de pastor alemán. Una, dos, tres, cuatro, cinco excretas hacen su aparición a mitad del camino. Un señor presume su fuerza al hacer lagartijas sobre unos tubos que sobresalen del piso que, seguramente, algún perro ya habrá marcado como suyo.

“La cultura canina es buena en este parque, hay muchos botes de basura y los dueños sí recogen […] bueno, lo que sí no está bien es que los contenedores están muy llenos, los botes no cierran y todo el aroma se escapa. Al no haber espacio a las personas se les hace fácil ir a tirarlas a los botes comunes o las dejan en el piso. La delegación debe poner más carteles porque los que hay ya están viejos o borrosos”, señalan Alma y Arturo, miembros de la Asociación de perros Omeyocan, quienes dudan de dar sus nombres completos.

Detrás de la banca donde los ambientalistas se encuentran sentados en espera de materias primas que les donan cada semana, hay un cartel que resalta: “Ellos no pueden, hazlo tú” seguido de un dibujo que alude a que los dueños deben hacerse responsables del excremento de sus perros.

Son más de las 2:30 y el puesto de hot dogs y hamburguesas, la fruta picada, chetos y papas sacian el hambre. “Esto nos afecta a todos porque los señores pasan en sus bicis, los niños van jugando o incluso uno mismo pasa y se embarra”, dice Isabel, dueña de un puesto de comida, al tiempo que una hece, a un costado de su espacio y que está marcada por una huella de zapato, secunda su opinión.

“Antes sí les decíamos que los levantaran pero se hacen mensos o se ponen agresivos. El aroma es insoportable, más los domingos cuando hay más gente. Hay personas que sí las recogen o me piden bolsas, pero no todos son así”, dice mientras saca una bolsa de salchichas para cocinarlas.

Mientras el aroma a excretas de perro se adueña del lugar, de la comida y de cada respiración, consciente o inconscientemente, la fiesta de socialización de perros continúa: los juegos de pelota y el lanzamiento de varas hacen que salten y giren sobre sí mismos al tiempo que llegan nuevos canes para jugar; sus dueños lucen felices al ver a sus mascotas jugar y pasársela bien, pero en la distancia.

Organismos enamorados del ser humano

Las heces de mascotas provocan hasta el 60% de las infecciones estomacales e intestinales que se reportan cada año, de acuerdo con datos arrojados por la Dirección General de Vigilancia Epidemiológica de la Secretaria de Salud; además, puntualiza que se registran entre 4.5 y 4.9 millones de infecciones intestinales en el país.

Un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública, dado a conocer en el año 2008, señala que la contaminación de suelos por heces fecales es la principal fuente de infección humana; con el agregado de que las larvas contenidas en las heces fecales son altamente resistentes a los efectos del ambiente por lo que pueden sobrevivir desde meses hasta años en espera de un “portador”, que por lo general son niños menores de ocho años.

Los animales que viven en las azoteas y en las vías públicas son los que más contaminan, pues los deshechos que dejan quedan al aire libre, se secan y se desintegran en forma de polvo, mediante el cual se trasladan toda una gama de parásitos. En general, existen más de 140 enfermedades que se pueden transmitir a través del contacto con perros y gatos, esto según el Diagnóstico Virológico del Departamento de Microbiología e Inmunología de la FMVZ de la UNAM.

Iven Luis Velázquez García, médico veterinario y zootecnista egresado de la UNAM, indica que la exposición a las heces de los animales resulta incluso mortal para el ser humano, pues “uno puede inhalar huevecillos de parásitos y de bacterias, o bien se introducen en el organismo por vía oral, entonces éstos organismos provocan diarrea, infecciones, problemas hepáticos y finalmente la muerte, que si bien el índice es bajo, sí existen casos”.


De igual manera, señala la importancia de mantener la limpieza de la orina canina, que si bien sale estéril, también puede traer consecuencias al ser humano. Esta gran cantidad de zoonosis (enfermedades que padece el hombre por estar en contacto con los animales) se dividen en cuatro grupos: bacterias, parasitarias, virales y fúngicas.

Entre las enfermedades más infecciosas se encuentra la toxocariasis, que es producida por larvas de parásitos presentes en animales como perros o gatos. El hábitat de éstos parásitos es el intestino delgado de dichas mascotas, que ponen entre 150 mil y 200 mil huevos por día, que son eliminados con las heces y al cabo de 2 a 3 semanas se tornan infecciosos.

El hombre se infecta al ingerir los huevos eliminados que se adhieren a los alimentos u objetos. Una vez en el intestino, las larvas abandonan los huevos, penetran la pared intestinal llegando a la circulación general y alcanzan diversos órganos, fundamentalmente hígado, pulmones, sistema nervioso central, corazón y los ojos.

Por otro lado está la hidatidosis, enfermedad que es como la toxocariasis, pero que se presenta en los climas templados, de ella se registran 1.31 casos por cada 100 mil habitantes; mientras que la cenurosis, un parásito que se desarrolla en el intestino del perro, también puede afectar al ser humano. A ellos se une la ancylostomidosis, gusanos pequeños, y la ascaridiasis, las cuales aparecen únicamente en los cachorros.

No obstante, el más común es guardia dudodenalis, que es un agente microcelular productor de diarreas en niños y adultos, así como de ciertas bacterias enteropatógenas como la salmonela, fácilmente transmisible a través de los alimentos contaminados.

También está el Toxoplasma Gondii que tan sólo toma menos de 24 horas para que los oocitos (células de la reproducción) del parásito de la toxoplasmosis se vuelvan infecciosos. En las heces de los animales toma por lo menos 7 días para que éstos representen una enfermedad en potencia.

La Giardiasis es otra enfermedad ocasionada por un parásito y que se manifiesta como diarrea aguda, crónica o intermitente en las personas. Se estima que alrededor de 200 millones de personas presentan la enfermedad. En Asia, África y Latinoamérica se registran 500 mil casos nuevos al año, de acuerdo con el documento del Departamento de Microbiología y Parasitología de la FMVZ.

La vereda de lo incorrecto

Joel Adrián Tovar Velasco, director de Gestión Ambiental en la Delegación Cuauhtémoc, señala que lo más preocupante de la relación mascota-humano es el incorrecto manejo del 90 por ciento de los residuos de materia fecal de los animales, específicamente la de perros y gatos, es decir, unas 324 toneladas por día.

“Se debe promover la variedad de formas con las que se cuentan para desechar las heces de manera adecuada, ya sea depositarlos correctamente en los composteros especiales que se encuentran en los parques, mezclarlas en casa con los desperdicios orgánicos y darla al camión de la basura o, si el perro está vacunado y en buena salud, puede tener la confianza de tirar el desecho en el retrete de su casa", explica.

El médico veterinario zootecnista, Iven Velázquez García, indica que “arrojar las heces de los perros al escusado es una de las mejores formas de deshacerse de ellas, como los humanos con la materia fecal, pero esta acción también implica un gasto mayor de agua, lo cual debe ser tomado en cuenta”.

Por lo general, las personas que no recogen las excretas de sus perros se excusan al decir que “el excremento de perro sirve como abono a la tierra”, no obstante, Velázquez García descarta que los desechos de perros y gatos sirvan directamente de abono a la tierra, por lo tanto, es incorrecto no recogerlas, pues éstas deben pasar por un proceso de composta el cual debe realizarse en un medio controlado, como en los invernaderos, aunque este tipo de proceso resulta laborioso y costoso.

José Jesús Trujillo, director de la Agencia de Protección Sanitaria del Gobierno del Distrito Federal, considera que hay avances en la concientización de los propietarios y que hay varias opciones para desechar las heces animales, pero admite que no habrá política que funcione si no hay antes una conciencia por parte de los dueños de las mascotas.

Un nuevo edén perruno


Sólo una reja verde y una variedad de arbustos dividen al mundo canino del humano; el perímetro de la cerca forma un círculo perfecto y, al introducirse en ella, la fiesta perruna comienza: las correas quedan atrás y los rabos se agitan de un lado al otro al sentir el viento chocar contra la cara y los rayos de vitamina c contra el pelaje, mientras sus lenguas de fuera hacen creer que están esbozando una espléndida sonrisa.

Los pulmones del Parque México ya no son las palmeras, hiedras, arbustos, pinos o las jacarandas que han florecido con la llegada de la primavera, sino los ladridos que se crean día tras día en la nueva Zona Canina que ha inaugurado la Delegación Cuauhtémoc, en la Colonia Hipódromo, el pasado 23 de marzo.

Una señora con ropa deportiva se acerca a su esposo que lleva a dos perros chihuahua: “No hay mucho espacio, mejor vámonos a otro lugar”, expone y enseguida se alejan por las orillas del parque. La capacidad de la Zona Canina es de 300 perros, cantidad que se reduce debido a la presencia de las dos o tres personas que pasan a acompañar a cada uno de sus fieles amigos.

Los distintos composteros rojos de un metro de alto en el que se depositan las heces caninas han quedado atrás y, en su lugar, la creación de un escusado canino ha innovado al Parque San Martín, como también se le conoce, el único lugar en la Cuauhtémoc que cuenta con una zona especial para perros.

Los composteros forman parte de un programa de hace 15 años, pero estos no funcionaron como se había planeado debido a que la gente que visita el lugar desconoce el proceso que debe llevarse a cabo para arrojar correctamente los deshechos de sus mascotas. Joel Adrián Tovar, Director de Gestión Ambiental en dicha Delegación, comenta que a los composteros se arrojan las heces envueltas en bolsas de plástico, pero esto, además de generar más basura, reduce la posibilidad de convertirlo en abono.

El Parque México es el único recinto del Distrito Federal que cuenta con escusado canino; los visitantes del lugar aseguran que esta nueva medida es una opción viable para la limpieza del lugar, sin embargo, “éste debería estar en todos los lugares y en todos los parques de la ciudad aunque eso está muy difícil”, apunta Ángel Villa, ciudadano de la Colonia Hipódromo.

Un cubo metálico reposa sobre un extremo del círculo en donde se lleva a cabo la fiesta canina; parece una simple tasa de baño, pero al abrir la tapa sólo hay un cilindro triangular; y en la pared café, sobre la cual se sujeta el baño, sobresale un botón negro cubierto por una base gris; al costado izquierdo hay una pala y al derecho un bote de basura.

A un lado del escusado sobresale un letrero en donde se observan los seis pasos a seguir:
“1) levanta la popó de tu perro con la pala; 2) levanta la tapa; 3) arroja sólo la popó; 4) deposita en el basurero las bolsas, periódico o elementos que hayas ocupado para levantar las heces; 5) oprime el botón de descarga de agua; 6) cierra la tapa del contenedor”.


El escusado no pasa ni cinco minutos sin uso, los dueños de los canes, sobre todo niños, van una y otra vez por la pala para arrojar las heces de sus perros; o bien arrojan las bolsas que han utilizado al basurero: no hay persona que no siga las reglas, no obstante, la expresión de curiosidad, que luego se convierte en una arrugación de la nariz al no haber lavabos, están presentes en todas las personas.

Martha Naranjo Ramírez, habitante en esa zona, afirma que tener lugares exclusivos para perros ayuda a que el foco de heces fecales pulverizadas no se extienda a otros lugares, pues diariamente los visitantes del parque deben enfrentarse a estarlas inhalando o a estar expuestos a contraer infecciones respiratorias, oculares o alguna enfermedad digestiva; mientras que Diana Ríos, otra habitante, afirma que cada vez son más las personas que toman conciencia de la limpieza de excremento, pero que aún falta mucho por hacer.

“La creación de zonas exclusivas para perros fomentan el cuidado de las mascotas y, al mismo tiempo, la limpieza de las mismas cuando hacen del baño, por eso deben abrirse más espacios en otros parques y lugares del Distrito Federal”, señala Brenda Hernández Mercado, ciudadana del mismo lugar, quien además declaró que “en la cultura de limpieza se ve reflejada la educación y la responsabilidad de la gente consigo misma y con sus mascotas”.

Las flores de las jacarandas cubren el suelo en donde han quedado cubiertos los desayunos procesados de los canes ese día, mientras los composteros siguen llenándose en el exterior de la Zona Canina por los perros que no han logrado ingresar al lugar, y el fétido olor de heces se incrementa conforme el edén perruno espera el arribo de más cuadrúpedos que encuentren un lugar en la fiesta.

Una huella atrás

Si bien la creación de composteros y de lugares exclusivos para perros, como el recién inaugurado en el Parque México, han intentado promover e impulsar la cultura de limpieza, las medidas que se han implementado en el país no han sido suficientes para lograr un cambio. En México existen leyes, como la Ley de Cultura Cívica y la Ley de Protección a los Animales del D.F., que penalizan la falta de conciencia social con respecto a la limpieza de los deshechos fecales de las mascotas.

La Ley de Cultura Cívica, reformada en el 2012, señala en el artículo 26 que “son infracciones contra el entorno urbano de la Ciudad de México el abstenerse de recoger de las vías o los lugares públicos las heces fecales de un animal de su propiedad o que esté bajo su custodia, así como abandonar dichos desechos fuera de los contenedores”. Los castigos van de multas de 11 a 20 días de salario mínimo (entre 600 y mil 90 pesos) o sanciones de arresto de 13 a 24 horas.

Otros países han implementado sanciones similares. En Tarragona, España, fueron contratados detectives privados para vigilar que los propietarios de perros cumplan con la normativa de recoger los deshechos de sus mascotas, y tan sólo dos meses después de haberlo implementado, se castigó a 20 personas con una multa de 15 euros (256 pesos mexicanos); mientras tanto, en Francia, la multa aspira a los 60 euros (mil 24 pesos).

“Las leyes ahí están y van a seguir estándolo, el problema es que realmente se castigue, que multen, que metan a la cárcel”, señala Diana Escalona, amante de los animales y estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.

Ante el problema de salud de heces de pe¬rros en la vía pública, el abogado defensor de los derechos de los anima¬les, José Luis Carranza, en entrevista para el Diario de México, hizo un llamado para que se haga un registro de propietarios para que éstos se hagan responsables de los desechos de sus mascotas a través de un chip.


No obstante, no debe descartarse la medida que Estados Unidos y Londres han implementado con éxito a través del registro genético obligatorio, en donde los amos de los perros y éstos son ingresados en una base de datos, esto con el fin de identificar a las personas que no limpien las heces caninas a través de una obtención de ADN de los restos y con ello poder imponer multas de hasta 80 libras esterlinas (alrededor de mil 880 pesos).

Iven Luis Velázquez García, médico veterinario, indica que las mascotas deben tener la medicina preventiva, es decir desparasitación y vacunas, no sólo por el bien de perros y gatos, sino del mismo ser humano; asimismo, señaló que deben implementarse las campañas de concientización sobre la esterilización pues “si uno no tiene conciencia del propio índice de natalidad en las familias, menos se tiene con el control de la reproducción de nuestras mascotas”, concluye.

Antes de tener una mascota se debe hacer conciencia sobre la responsabilidad que implica, pues no sólo es una mascota, sino que es un integrante más de la familia, tal como lo ha hecho Diana Escalona con Maiden, Hendrix, Eddy y Janis.

—Mis perros son como mis hijos, los procuro mucho: los saco a pasear, les compro premios, carne de lata cuando se portan bien y muchos juguetes. En realidad es una gran inversión: en comida gasto 600 pesos cada dos meses, 200 por perro en la estética para que los bañen, rapen y les corten las uñas; y el veterinario para que les pongan las vacunas. Sobre todo, tienes que darles tiempo, cariño y cuidados.

El problema de las heces en la vía pública no es culpa de los perros ni de los gatos. Carlos Esquivel Lacroix, Maestro en Reproducción Animal de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM, declara que “somos maleducados en materia de tener animales. No se logra solucionar con una simple estrategia como la esterilización o la adopción, sino que tiene que ser abordado en varios puntos. Recoger los excrementos que el perro vaya dejando en espacios públicos, como en la calle o el parque, es un acto cívico que todos los dueños de animales deberían hacer”.










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