RESCATANDO LA MEMORIA: MUSEO ARCHIVO DE FOTOGRAFÍA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Por Karla Jiménez Hernández
México (Aunam). En algunas ocasiones es difícil encontrar un lugar que reúna la cultura con la diversión, es posible que al escuchar las palabras cultura, museo o arte, rápidamente la persona no apegada a ellas las convierta en algo aburrido, tedioso o complejo. No obstante, ¿qué pasa cuando el arte y la diversión se reúnen en un solo lugar?, ¿qué pasa cuando este lugar está al aire en una plaza al aire libre?

Uno de estos espacios es el Jardín del Arte en la Plaza San Jacinto en la Ciudad de México, tuvo sus inicios en Sullivan en 1955. Empezó a florecer a espaldas del Monumento a la Madre, en respuesta a la falta de espacios y a las difíciles condiciones que imponían las galerías privadas a los artistas, principalmente por la renta de un espacio para exhibir sus obras.

En el Jardín del Arte, oficialmente el horario es de 10 de la mañana a tres de la tarde, es recomendable llegar más tarde para asegurar que ya estén todos los exponentes de las obras. Si el clima y las ventas son favorables, es posible que todavía a las siete de la noche exista un buen número de visitantes.

Sin embargo, la apertura del Jardín del Arte no fue la única, también se han organizado este tipo de espacios culturales en otros puntos de la ciudad, como el Bazar del Sábado en San Ángel y la Plaza del Carmen, esta última abierta sólo los fines de semana.

Los primeros museos y la modernización de éstos

La Ciudad de México es una de las más grandes y habitadas del mundo, cuenta con diversos espacios que ofrecen una varieded de opciones para el esparcimiento cultural. Los más comunes son los museos y las galerías de arte; se convierten en espacios donde los espectadores pueden conocer la cultura, creencias e ideologías de distintas épocas y regiones.

En México, durante la época de la Colonia, no existían museos como los conocemos actualmente; los encargados de éstos se dedicaban a la tarea de recopilar y guardar libros, objetos y obras que consideraban valiosos, recolectados únicamente como una actividad de interés particular sin ser

Todavía no existía el concepto de un museo nacional porque en un territorio que dependía política, económica y culturalmente de los dictados de un gobierno imperial, lo nacional no estaba muy claro. Al mismo gobierno imperial, lo que menos le importaba era promover el reconocimiento en sus colonias de una filosofía propia, ajena e independiente del imperio. De ahí que muy pronto, apenas consumada la independencia de la nación mexicana, el primer presidente que tuvo como nación soberana, Guadalupe Victoria, dictara un acuerdo por medio del cual se crea el Museo Nacional el 18 de marzo de 1825, teniendo como primer director al presbítero Isidro Ignacio Icaza, a partir del 29 de noviembre de ese año.

En el Museo Nacional, una de las primeras actividades que se desarrollaron fue la recolección de piedras esculpidas por las culturas prehispánicas en todo el territorio mexicano. Actualmente este templo representa una de las obras Barrocas del siglo XVIII más importantes de nuestro país.

Poco a poco fueron realizándose las primeras exposiciones públicas, donde se mostraban acontecimientos relevantes de la época; al principio eran piedras las que se exhibían, después fueron fósiles, huesos, pinturas, obras de arte, hasta evolucionar a los museos modernos que conocemos hoy en día.

El lugar

El lugar no es muy grande, es una glorieta donde en el centro hay una fuente, en ella se reúnen cada sábado 30 artistas que salen a exhibir sus obras de arte, con la intención dar a conocer al público una visión de la “cultura moderna”.

Los cuadros que se exhiben son sólo autoría de quien los vende, no hay copia de algunas otras obras, es decir son inéditas. No cualquiera puede estar o tener un lugar para mostrar su trabajo, para esto se debe obtener un permiso en la Delegación Coyoacán que es la encargada y donde pertenece el sitio.

No sólo es la exposición de la Galería los sábados, también a unos pasos de la exposición, se encuentra un Bazar, donde se pueden encontrar cualquier tipo de artesanías mexicanas, hechas por los mismos vendedores. Dentro del Bazar venden todo tipo de artesanías: lámparas, jarrones, llaveros, floreros, velas, ropa, centros de mesa, macetas, entre otras cosas que se utilizan para la decoración.

Los pasillos por donde circula la gente son muy angostos, es solamente un pasillo donde la gente va de un lado a otro. A diferencia de otros lugares, los dueños de cada uno de los establecimientos no gritan para ofrecer sus productos, en lugar de eso, saludan a los transeúntes y con una sonrisa los invitan a ver lo que tiene para ofrecerles.

Además del Bazar y la Galería del Arte, la Plaza San Jacinto cuenta con gran número de sitios para comer, hay establecimientos y algunos puestos ambulantes con gran variedad; existen desde los puestos que ofrecen frituras, refrescos dulces y demás comida “chatarra”, hasta restaurantes formales, donde por lo regular las tardes de los sábados suelen llenarse de los turistas que visitan el lugar. Otro de los lugares más famosos que tiene esta plaza para poder comer, son los famosos churros rellenos, los hay de varios sabores, como lo son de chocolate, lechera y cajeta.

¿Hobbie o necesidad?

Una idea más cercana de qué se necesita y qué impulsa a estos artistas de la calle a vender sus obras la proporciona Julio Díaz, de 42 años de edad, originario de Guadalajara y que lleva viviendo más de tres décadas en el Distrito Federal. Llegó, cuando todavía era un adolescente, acompañado de sus padres y hermanos para buscar alguna oportunidad de ganarse la vida; comenzó a trabajar y dejó los estudios, heredando la tradición familiar de ser carpintero.

Tenía dos pasiones: las artes y la pintura. Fue así como comenzó a hacer sus primeras obras: “Mi primer dibujo lo hice en una cartulina, fue un dibujo de Bellas Artes”, dijo con una sonrisa en el rostro.

Pasaron los años y al sentirse apoyado por su familia y por personas ajenas que hacían hincapié en su talento por las artes y el diseño, Julio se enteró que a unos minutos de su casa, se encontraba un bazar urbano, que más bien era una galería de arte, así que acudió al lugar para ver cuáles eran los requisitos. “Más que por necesidad, lo hacía por gusto, por amor al arte, porque en mis cuadros yo encontraba lo que más me gusta hacer”, comenta.

Fue así como comenzó a indagar acerca de cómo conseguir un pedazo de suelo para vender, cuenta Julio que el costo semanal por un espacio era de 20,000 ó 25,000 pesos. “Las tarifas eran muy elevadas, no podía pagar por el lugar, así que opté por no vender mis cuadros”. Si bien muchos de los artistas del lugar se encuentran ahí más que nada por gusto que por necesidad, otros lo hacen por necesidad.




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