Rescoldos nocturnos del amor


Por: Ulises Soriano
CDMX. Pasan de las ocho de la noche, pero al centro de la Ciudad de México no dejan de llegar las parejas de enamorados. Los restaurantes se saturan, además las terrazas y bares que pululan entre las avenidas Juárez y Madero. El aire gélido resopla e inunda gran parte de la ciudad. La vida sigue su transcurso en la urbe que nunca duerme, como todas las capitales del mundo.

Es 14 de febrero, o lo que queda. Los rescoldos del día del amor y la amistad son aprovechados por las almas más apasionadas, los que se esconden con el amante o, incluso los que después de una jornada laboral se vuelven a encontrar. Hay besos robados o elegidos, parejas de manita sudada, abrazos que reconfortan el alma, e historias de amor que nunca terminan.

Amigos o parejas, el fin de esta noche es celebrar el amor o la amistad y en algunos casos, reforzar esa amistad que se viene cultivando desde hace tiempo. Mientras, la juventud se dirige al bar, terraza o restaurante, las risas estrepitosas cultivan el ambiente. El relajo es más que suficiente para comenzar las revoluciones en el corazón.

En las terrazas de la calle de Madero, el ambiente es apropiado para los juegos entre la oscuridad. Mientras la luz es roja e intermitente, todo es música y pasión. Desde el reguetón que saca a bailar a todos, hasta las canciones de electrónica. Todo el ambiente huele a mar. El sol no comprendería lo que ocurre dentro de estas cuatro paredes. La pregunta es: ¿pasará algo más al salir del antro? La noche es joven.

En la pista, las parejas de chicos, chicas y chiques, se enamoran mientras bailan al ritmo de las canciones que el Dj toca. No importa si son rápidas o lentas, los movimientos de cadera van al ritmo. Todos piden a Bad Bunny y el Dj complace: “Tengo par de babie' explotándome el cel/ Y yo pensando en ti, estoy a tu merced…” Luego hace un cambio drástico y Ozuna rompe corazones “Ya nada me parece interesante/ Yo sé que en el amor soy un farsante/ Yo sin ti no vuelvo a enamorarme bebé…”

Para el amor no hay edades ni estratos sociales. Cuando se ama, es porque en el fondo, esos sentimientos afloran y no se pueden evitar. En la Alameda Central, en una banca dejada al olvido y maltratada por la viruela del tiempo, dos jóvenes indigentes pasan la noche en ese lugar. El contraste de la dura realidad: mientras unos se divierten, otros deben sobrevivir la noche con lo que pueden y a como dé lugar

Su ropa está raída y llena de suciedad. Ella y él comparten un Tonaya para calentarse, además de un sándwich que él compró con mucha dificultad y prejuicios en la tienda de enfrente. “La mitad para cada uno”, dice el joven de mirada perdida y ojos melancólicos. Ella lo toma y lo mira con ansias y le dice “gracias”. Empiezan a comer. Para ellos, algo tan sencillo es un rico manjar.

Aquellos chicos se debieron haber encontrado en las calles, punzantes de una ciudad propicia para los encuentros casuales y cataclismos. Mientras comen su sándwich envuelto en una servilleta húmeda, él la mira con delicadeza y por un momento cruzan sus miradas y sonríen. Se besan delicadamente. La historia de ella se cruzó con la de él y eligieron estar juntos a pesar de todos los imprevistos que la vida les ha puesto enfrente. Simplemente coincidieron.

Así es la vida, tan inesperada como la del chico que estaba sentado en la otra banca de la Alameda. En la mano derecha su celular y en la izquierda un ramo de rosas. Mientras toma la llamada y escucha detenidamente, sus ojos se inundan de lágrimas que poco a poco comienzan a caer sobre sus mejillas. Apoya las rosas en la banca y cuelga. Pierde su mirada entre los autos que pasan por un largo rato. Después apunta en una libreta negra lo que ve, lo que perdió. Como rúbrica apunta: “así fueron los rescoldos nocturnos del amor un 14 de febrero”.



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