Asumen alumnos y profesores una dinámica de simulación: Julio Horta
Por Ariel Orenday |
México (Aunam). En México, el viernes 20 de marzo la Secretaría de Educación Pública anunció la suspensión por 30 días de las clases presenciales. Desde entonces, en diversas instituciones se han puesto en marcha las clases “en línea” con el objetivo de no afectar el proceso de aprendizaje de los alumnos. A casi mes y medio de esta decisión— y sin conocer el día que se levante la cuarentena— alumnos de diversos grados afirman que ésta no ha sido la manera más adecuada para estudiar.
Uno de los problemas más relevantes de la interacción virtual es la falta de “presencia”: al no observar el cuerpo, los ademanes o los gestos de los maestros, los alumnos pierden la atención durante las sesiones virtuales.
Julio César Horta Gómez, doctor en Filosofía de la Ciencia y coautor de “Sociosemiótica y Cultura. Principios de Semiótica y Modelos de Análisis” (UNAM, 2019), aseguró que en la comunicación digital se potencializa el instrumento de la simulación, “cuando tú te comunicas por chat o por correo, hay muchos procesos de sobre-interpretación porque no sabes bien cuál es el tono ni puedes leer la gestualidad de las personas. Entonces muchas ironías, muchas metáforas, muchas bromas que se detonan a través de corporalidades… todo eso no ocurre en la comunicación digital”.
Si bien, la comunicación vía video es una alternativa, para el investigador no le quita el carácter de ambigüedad a la comunicación que ocurre en medios digitales. “Yo podría estar leyendo cómo te sientes hoy sólo por ver tu vestimenta; si estas encorvado o derecho, si estas sonriente… hay una serie de marcas sígnicas que estos medios no permiten que ocurran. (…) Sí, hay una expresión, pero es ambigua. Hay comunicación emocional que no se está transmitiendo a través de este medio”.
— ¿Esto cómo cambia la educación?
— Pienso que se detona una simulación muy interesante. De muchas maneras la interacción en el salón de clases permitía que tuvieras cierto grado de conciencia respecto a los procesos de conocimiento de los alumnos. Entonces podías ir sondeando si los chicos han captado un tema o no, o hay que reforzar ese tema… podías ir leyendo varias cosas que te ayudan a interpretar si están dentro de un proceso educativo efectivo y positivo.
En estos medios, primero, se genera una individualización. Ya no estás dando clases a un grupo, le estás dando clases a un individuo en aislado; eso ya rompe ciertas dinámicas comunicativas y ciertos procesos educativos.
Segundo, al no haber una interacción físico espacial (esos indicadores corporales, gestuales,…) no puedes leer si el chico te está poniendo atención o no. La interacción en la pantalla sólo me permite ver que tú estás observando la pantalla, pero no me permite ver qué estás observando. Estas plataformas tampoco permiten que en un grupo todos interactúen simultáneamente. No permite que establezcamos una relación dialógica comunicativa para la retroalimentación.
Cuando tú asumes de una manera acrítica que estás asistiendo a clases, y el profesor asume que está enseñando, ahí es donde se detona la simulación. Se potencializa esta idea de simular que estudias, y el profesor, esa posibilidad de simular que enseña. Ni siquiera tenemos la manera de confrontar esa simulación: cada quien se queda en su aparato o en su estrategia de simulación pensando que lo hizo bien y de que está aprendiendo, aunque potencialmente no lo esté haciendo.
— En este punto donde ambos asumimos dar y recibir clases, ¿no hay otra forma de conocer y prevenir esta simulación?
— Al menos por el modo que están diseñadas las plataformas, creo que no. Finalmente todos nosotros venimos de un proceso de educación presencial, y faltan muchos años para que se sustituya por una educación digital. Eso implica un desarrollo más atinado de las tecnologías y un desarrollo más adecuado de los planes de estudio.
Por el momento, y en el estado en el que estamos, considero que no es posible.
— ¿Es importante para la docencia dar clase en línea?
— Ahorita estamos hablando de la parte negativa, pero también podríamos hablar de la parte positiva. Yo he tenido, en algunos cursos que he dado a distancia, alumnos de otros países. No quiere decir que se elimine la simulación, pienso que sigue ahí esa estrategia; pero sí hay una ventaja: ahora tú puedes contactar a varias personas en varios lados del mundo; la interacción resulta interesante al reducir la variable espacio- tiempo.
Lo cierto es que no hay estrategias específicas para llevar a cabo las actividades. Todos estamos dando clases digitales porque nos “agarró” la pandemia. Ni las clases, ni los programas, ni los profesores, ni los alumnos… nadie está habituado ni tiene las estrategias para desarrollar un curso a distancia.
Extraño: la UNAM ya tiene una coordinación que se encarga de la educación a distancia. El Sistema de Universidad Abierta fue fundado por el entonces rector Pablo Gonzáles Casanova en 1972. Hoy, el Sistema Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) ofrece 22 licenciaturas y 6 posgrados en la modalidad “a distancia” (en línea), de acuerdo con su página oficial.
Si ya existen los carreras en línea, ya debe existir un método específico para esta modalidad, ¿verdad?
—Pero ya existían las clases en línea. Lo que nos agarró desprevenidos fue la cuarentena…
— Pero se ha investigado poco. Como todo desarrollo tecnológico y científico, el contexto siempre es un catalizador. Incluso ya hay universidades como la UNAM que tienen toda una serie de plataformas diseñadas para desarrollar la educación a distancia. Pero lo que yo observaba como profesor de SUAyED es que no hay un correcto desarrollo de las estrategias pedagógicas a distancia.
Por ejemplo, en la UNAM lo que tú tienes es prácticamente una plataforma tipo blog, muy rudimentaria, que no permite más que una interacción indirecta a partir de trabajos que los alumnos envían y uno sólo les retroalimenta con comentarios. La educación a distancia es autodidacta: “lo que el alumno lea, como el alumno lo quiera desarrollar”. Y el profesor, más que cumplir una labor de docencia formativa, cumple una labor de facilitador y de guía.
No era una prioridad de investigación: nunca se habían buscado otras alternativas para el desarrollo de las clases. Ahora el contexto nos obliga a investigar, y a potencializar las investigaciones que ya están.
— Entonces hasta que no se logre superar la simulación a través de nueva tecnología no podremos tener una interacción profesor-alumno más sofisticada.
— Sí. Pero profundizando en esta idea de la simulación: no solamente es un comportamiento y un valor que se genera por las características del medio; también es el modo en el que alumnos y profesores asumen su participación en el medio. Es decir, como te encuentras encubierto detrás de la pantalla (y estos canales de comunicación no te permiten desarrollar una estrategia dialógica formativa) entonces tanto alumnos como profesores asumen esta posición de simular.
Y como tampoco hay un criterio específico de evaluación, entonces tampoco hay una mediación institucional que exija y que pueda evaluar todos los procesos educativos vía distancia. La misma universidad no tiene los mecanismos adecuados para evaluar si los profesores y los alumnos están o no desarrollando conocimiento.
Las estrategias de evaluación son las mismas que en la educación tradicional. Tu entregas un trabajo; yo te regreso el trabajo con comentarios y una calificación. Eso no es educación a distancia, eso es educación presencial…sólo que sin el factor presencial.
Estamos en el mismo lugar que la educación a distancia de hace décadas, que era por correo.
Debido a estas carencias presentes en el sistema a distancia es que la UNAM ha extendido el semestre en curso, desplazando el final del ciclo escolar del 30 de abril al 21 de agosto. Esperan que esto permita a los profesores “evaluar adecuadamente las actividades académicas, tanto las realizadas en línea durante la contingencia derivada de la Pandemia por COVID-19, como las que se realicen en forma presencial al terminar la misma”, de acuerdo con el boletín publicado el 5 de Mayo por la Dirección General de Comunicación Social.
Pero si no existe un modelo común de evaluación. ¿Cómo se podría crear uno?
— Entiendo que cuando nos acercamos a estas clases en línea y percibimos esta dinámica de simulación, eso afecta en la interacción que tiene con el profesor… ¿esto afecta la percepción de la carga de tareas?
— A ver, cuando digo que no hay una investigación sobre los procesos de aprendizaje y conocimiento, estoy diciendo varias cosas. Estoy diciendo que no se ha investigado a través de estos medios cuál es el factor de atención del alumno… cuánto tiempo el alumno puede estar atento a lo que se está explicando vía video, por ejemplo. No tenemos herramientas o investigaciones que nos digan que hubo un proceso de aprendizaje, de asimilación de conocimiento, de comprensión crítica… y que no solamente hubo un proceso memorístico.
Además estoy diciendo que no sabemos cuántos temas se pueden desarrollar en una plataforma digital. Lo que hacen en la UNAM es pasar el plan de estudios de una materia presencial, tal cual, a la plataforma digital. ¿Pero se podrán desarrollar todos esos temas? ¿Cuántos conceptos puede aprender un alumno a través de los medios digitales? ¿Cuánto del proceso de escucha, y de asimilación de la información a través de la escucha, capta el alumno y cuanto se pierde?
Entonces hay muchas variables que no se han investigado. Hay que investigar a estos niveles. Primero, a nivel del estudiante: cuánto puede retener, aprender, asimilar y problematizar de la información de un curso dentro de un proceso de aprendizaje digital. Segundo, hay que investigar planes y programas de estudio; estructuras conceptuales; actividades y metodologías que estén enfocadas a cumplir los objetivos y respeten los límites de aprendizaje (del alumno) en una plataforma digital. Tercero, hay que capacitar a los profesores para generar conocimiento y llevar a cabo esas metodologías y esos procesos dentro de esos planes de estudio para cumplir con el aprendizaje de los alumnos.
—Todavía nos falta mucho que aprender…
— Nos falta muchísimo que investigar. Pero las instituciones cumplen el papel de “yo ya lo hice”. “Yo ya puse mis clases en línea, listo, cumplimos el semestre”. Sí, administrativamente sí, pero ¿formativamente? Formativamente no.
Aún es difícil conocer el alcance y los logros que han tenido estas clases en línea. La UNAM no ha realizado aún un censo general del número de profesores que se encuentran impartiendo clases durante la cuarentena, ni ha sido precisa en sus comunicados acerca de los problemas que los docentes han encontrado al hacer su labor.
México (Aunam). En México, el viernes 20 de marzo la Secretaría de Educación Pública anunció la suspensión por 30 días de las clases presenciales. Desde entonces, en diversas instituciones se han puesto en marcha las clases “en línea” con el objetivo de no afectar el proceso de aprendizaje de los alumnos. A casi mes y medio de esta decisión— y sin conocer el día que se levante la cuarentena— alumnos de diversos grados afirman que ésta no ha sido la manera más adecuada para estudiar.
Uno de los problemas más relevantes de la interacción virtual es la falta de “presencia”: al no observar el cuerpo, los ademanes o los gestos de los maestros, los alumnos pierden la atención durante las sesiones virtuales.
Julio César Horta Gómez, doctor en Filosofía de la Ciencia y coautor de “Sociosemiótica y Cultura. Principios de Semiótica y Modelos de Análisis” (UNAM, 2019), aseguró que en la comunicación digital se potencializa el instrumento de la simulación, “cuando tú te comunicas por chat o por correo, hay muchos procesos de sobre-interpretación porque no sabes bien cuál es el tono ni puedes leer la gestualidad de las personas. Entonces muchas ironías, muchas metáforas, muchas bromas que se detonan a través de corporalidades… todo eso no ocurre en la comunicación digital”.
Si bien, la comunicación vía video es una alternativa, para el investigador no le quita el carácter de ambigüedad a la comunicación que ocurre en medios digitales. “Yo podría estar leyendo cómo te sientes hoy sólo por ver tu vestimenta; si estas encorvado o derecho, si estas sonriente… hay una serie de marcas sígnicas que estos medios no permiten que ocurran. (…) Sí, hay una expresión, pero es ambigua. Hay comunicación emocional que no se está transmitiendo a través de este medio”.
— ¿Esto cómo cambia la educación?
— Pienso que se detona una simulación muy interesante. De muchas maneras la interacción en el salón de clases permitía que tuvieras cierto grado de conciencia respecto a los procesos de conocimiento de los alumnos. Entonces podías ir sondeando si los chicos han captado un tema o no, o hay que reforzar ese tema… podías ir leyendo varias cosas que te ayudan a interpretar si están dentro de un proceso educativo efectivo y positivo.
En estos medios, primero, se genera una individualización. Ya no estás dando clases a un grupo, le estás dando clases a un individuo en aislado; eso ya rompe ciertas dinámicas comunicativas y ciertos procesos educativos.
Segundo, al no haber una interacción físico espacial (esos indicadores corporales, gestuales,…) no puedes leer si el chico te está poniendo atención o no. La interacción en la pantalla sólo me permite ver que tú estás observando la pantalla, pero no me permite ver qué estás observando. Estas plataformas tampoco permiten que en un grupo todos interactúen simultáneamente. No permite que establezcamos una relación dialógica comunicativa para la retroalimentación.
Cuando tú asumes de una manera acrítica que estás asistiendo a clases, y el profesor asume que está enseñando, ahí es donde se detona la simulación. Se potencializa esta idea de simular que estudias, y el profesor, esa posibilidad de simular que enseña. Ni siquiera tenemos la manera de confrontar esa simulación: cada quien se queda en su aparato o en su estrategia de simulación pensando que lo hizo bien y de que está aprendiendo, aunque potencialmente no lo esté haciendo.
— En este punto donde ambos asumimos dar y recibir clases, ¿no hay otra forma de conocer y prevenir esta simulación?
— Al menos por el modo que están diseñadas las plataformas, creo que no. Finalmente todos nosotros venimos de un proceso de educación presencial, y faltan muchos años para que se sustituya por una educación digital. Eso implica un desarrollo más atinado de las tecnologías y un desarrollo más adecuado de los planes de estudio.
Por el momento, y en el estado en el que estamos, considero que no es posible.
— ¿Es importante para la docencia dar clase en línea?
— Ahorita estamos hablando de la parte negativa, pero también podríamos hablar de la parte positiva. Yo he tenido, en algunos cursos que he dado a distancia, alumnos de otros países. No quiere decir que se elimine la simulación, pienso que sigue ahí esa estrategia; pero sí hay una ventaja: ahora tú puedes contactar a varias personas en varios lados del mundo; la interacción resulta interesante al reducir la variable espacio- tiempo.
Lo cierto es que no hay estrategias específicas para llevar a cabo las actividades. Todos estamos dando clases digitales porque nos “agarró” la pandemia. Ni las clases, ni los programas, ni los profesores, ni los alumnos… nadie está habituado ni tiene las estrategias para desarrollar un curso a distancia.
Extraño: la UNAM ya tiene una coordinación que se encarga de la educación a distancia. El Sistema de Universidad Abierta fue fundado por el entonces rector Pablo Gonzáles Casanova en 1972. Hoy, el Sistema Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) ofrece 22 licenciaturas y 6 posgrados en la modalidad “a distancia” (en línea), de acuerdo con su página oficial.
Si ya existen los carreras en línea, ya debe existir un método específico para esta modalidad, ¿verdad?
—Pero ya existían las clases en línea. Lo que nos agarró desprevenidos fue la cuarentena…
— Pero se ha investigado poco. Como todo desarrollo tecnológico y científico, el contexto siempre es un catalizador. Incluso ya hay universidades como la UNAM que tienen toda una serie de plataformas diseñadas para desarrollar la educación a distancia. Pero lo que yo observaba como profesor de SUAyED es que no hay un correcto desarrollo de las estrategias pedagógicas a distancia.
Por ejemplo, en la UNAM lo que tú tienes es prácticamente una plataforma tipo blog, muy rudimentaria, que no permite más que una interacción indirecta a partir de trabajos que los alumnos envían y uno sólo les retroalimenta con comentarios. La educación a distancia es autodidacta: “lo que el alumno lea, como el alumno lo quiera desarrollar”. Y el profesor, más que cumplir una labor de docencia formativa, cumple una labor de facilitador y de guía.
No era una prioridad de investigación: nunca se habían buscado otras alternativas para el desarrollo de las clases. Ahora el contexto nos obliga a investigar, y a potencializar las investigaciones que ya están.
— Entonces hasta que no se logre superar la simulación a través de nueva tecnología no podremos tener una interacción profesor-alumno más sofisticada.
— Sí. Pero profundizando en esta idea de la simulación: no solamente es un comportamiento y un valor que se genera por las características del medio; también es el modo en el que alumnos y profesores asumen su participación en el medio. Es decir, como te encuentras encubierto detrás de la pantalla (y estos canales de comunicación no te permiten desarrollar una estrategia dialógica formativa) entonces tanto alumnos como profesores asumen esta posición de simular.
Y como tampoco hay un criterio específico de evaluación, entonces tampoco hay una mediación institucional que exija y que pueda evaluar todos los procesos educativos vía distancia. La misma universidad no tiene los mecanismos adecuados para evaluar si los profesores y los alumnos están o no desarrollando conocimiento.
Las estrategias de evaluación son las mismas que en la educación tradicional. Tu entregas un trabajo; yo te regreso el trabajo con comentarios y una calificación. Eso no es educación a distancia, eso es educación presencial…sólo que sin el factor presencial.
Estamos en el mismo lugar que la educación a distancia de hace décadas, que era por correo.
Debido a estas carencias presentes en el sistema a distancia es que la UNAM ha extendido el semestre en curso, desplazando el final del ciclo escolar del 30 de abril al 21 de agosto. Esperan que esto permita a los profesores “evaluar adecuadamente las actividades académicas, tanto las realizadas en línea durante la contingencia derivada de la Pandemia por COVID-19, como las que se realicen en forma presencial al terminar la misma”, de acuerdo con el boletín publicado el 5 de Mayo por la Dirección General de Comunicación Social.
Pero si no existe un modelo común de evaluación. ¿Cómo se podría crear uno?
— Entiendo que cuando nos acercamos a estas clases en línea y percibimos esta dinámica de simulación, eso afecta en la interacción que tiene con el profesor… ¿esto afecta la percepción de la carga de tareas?
— A ver, cuando digo que no hay una investigación sobre los procesos de aprendizaje y conocimiento, estoy diciendo varias cosas. Estoy diciendo que no se ha investigado a través de estos medios cuál es el factor de atención del alumno… cuánto tiempo el alumno puede estar atento a lo que se está explicando vía video, por ejemplo. No tenemos herramientas o investigaciones que nos digan que hubo un proceso de aprendizaje, de asimilación de conocimiento, de comprensión crítica… y que no solamente hubo un proceso memorístico.
Además estoy diciendo que no sabemos cuántos temas se pueden desarrollar en una plataforma digital. Lo que hacen en la UNAM es pasar el plan de estudios de una materia presencial, tal cual, a la plataforma digital. ¿Pero se podrán desarrollar todos esos temas? ¿Cuántos conceptos puede aprender un alumno a través de los medios digitales? ¿Cuánto del proceso de escucha, y de asimilación de la información a través de la escucha, capta el alumno y cuanto se pierde?
Entonces hay muchas variables que no se han investigado. Hay que investigar a estos niveles. Primero, a nivel del estudiante: cuánto puede retener, aprender, asimilar y problematizar de la información de un curso dentro de un proceso de aprendizaje digital. Segundo, hay que investigar planes y programas de estudio; estructuras conceptuales; actividades y metodologías que estén enfocadas a cumplir los objetivos y respeten los límites de aprendizaje (del alumno) en una plataforma digital. Tercero, hay que capacitar a los profesores para generar conocimiento y llevar a cabo esas metodologías y esos procesos dentro de esos planes de estudio para cumplir con el aprendizaje de los alumnos.
—Todavía nos falta mucho que aprender…
— Nos falta muchísimo que investigar. Pero las instituciones cumplen el papel de “yo ya lo hice”. “Yo ya puse mis clases en línea, listo, cumplimos el semestre”. Sí, administrativamente sí, pero ¿formativamente? Formativamente no.
Aún es difícil conocer el alcance y los logros que han tenido estas clases en línea. La UNAM no ha realizado aún un censo general del número de profesores que se encuentran impartiendo clases durante la cuarentena, ni ha sido precisa en sus comunicados acerca de los problemas que los docentes han encontrado al hacer su labor.
"No tenemos herramientas o investigaciones que nos digan que hubo un proceso de aprendizaje, de asimilación de conocimiento, de comprensión crítica…", ni para saber/conocer si hay simulación. (Saludos)
ResponderBorrarPara no caer en relativismos ni en respuestas circulares, considero pertinente separar estados de conocimiento (sugeridos en la entrevista). Por un lado, la simulación se sugiere como una práctica observable a través estudios dentro del contexto de recepción e interacción, estudios sobre el comportamiento coporal, discursivo y lingüístico. Mientras que, el aprendizaje implica procesos cognitivos que no son observables, lo cual implica diseño de herramientas que permitan inferir de qué manera se está realizando dicho aprendizaje y el tipo de aprendizaje que está generándose en el alumno. Esto último es el problema que se señala, dadas las nuevas herramientas tecnológicas implementadas por las nuevas tecnologías. Saludos de vuelta
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