PERTENECER A LA UNAM, NO ES GRATUITO

Por: Jehieli Blanco.
Ciudad de México (Aunam). Son las siete de la mañana en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, parece que la conocida “rampa” les da batalla a decenas de estudiantes que cargan sobre sus espaldas u hombros unos cuantos kilos a causa de libros, cuadernos o computadoras en sus mochilas. Algunos jóvenes van leyendo fotocopias, otros repasan el apunte para el examen, y otros llegan corriendo porque su salón se encuentra hasta el último edificio en la planta más alta de la facultad.

Foto: Pablo Fernández del Campo

Un predominante aroma a café recién hecho inunda la explanada central. Entre miradas cansadas, el jadeo de la escalada por la rampa, risas y pláticas matutinas de los estudiantes, sobresale un comentario entre un grupo de amigos: “no dormí nada y aun así no acabé”. “no te preocupes” le respondía su compañero, mientras sostenía un humeante café americano. “yo tampoco lo voy a entregar, ya me sentía bien mal anoche”.

Este tipo de comentarios es un patrón que parece repetirse en toda Ciudad Universitaria, lugar donde hoy en día, aproximadamente asisten a clases seis mil 936 estudiantes de distintas carreras y con diferentes situaciones personales, pero que muchas veces los une sentimientos de tensión, angustia o pánico cuando llega la temporada de entrega de proyectos, exámenes, tareas, ensayos, practicas, etcétera.

El culpable: el estrés, definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el conjunto de reacciones fisiológicas que preparan al organismo para la reacción adaptativa ante las demandas de su medio. En específico, al abordarlo desde el entorno de la Universidad, representa un conjunto de situaciones estresantes que el individuo puede experimentar, aunque sólo sea transitoriamente, a falta de control sobre el nuevo ambiente y una reiterada evaluación de las amenazas.

A pesar de que todos los sujetos experimentan reacciones de estrés durante su vida, pues permite mantenernos en alerta, huir o actuar según sea el caso, cuando éste se prolonga puede agotar las reservas del individuo y traducirse en una serie de problemas.

Según Claudia Ramírez Ávila, coordinadora del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM, un estudio elaborado en 2014 por el mismo, estima que el 60 por ciento de los estudiantes en esta universidad padece algún grado de estrés ocasionado por el nivel de exigencia académica.

Brenda Bayardi López, estudiante de Relaciones Internacionales, narra que el estrés en la Universidad, a comparación de la preparatoria, es más recurrente y termina por desgastar más su salud y su relación con personas muy cercanas a ella, esto debido a que siente que ya no puede tener control sobre sus emociones y siempre está irritable.

“He tenido crisis de ansiedad, migrañas muy fuertes, no duermo, no me da hambre y vivo en una constante paranoia con los recurrentes trabajos que me dejan en la escuela. Llegué a caer en depresión al iniciar el semestre por la carga de trabajo y la competencia con otros compañeros, me ha dado gastritis y colitis por la misma situación, por lo que he tenido que acudir a un psicólogo, un psiquiatra y médicos particulares”, puntualizó.



Angélica P. es estudiante de la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública. Originaria de una entidad alejada a la capital del país, no se encuentra exenta de este problema, pues revela que a lo largo de la carrera ha experimentado taquicardia, ansiedad, y ataques de pánico. Considera que el reto de ingresar a una nueva etapa como lo es la universidad, es el doble de difícil si no tienes a tu familia cerca.

“He tenido tratamientos psiquiátricos y psicológicos. En las terapias me han enseñado a controlar mis pensamientos, tener momentos de relajación y no saturarme tanto. Definitivamente mi vida se ha visto restringida a partir de las exigencias que demanda la escuela. He perdido paciencia y ánimo”.

En el campus central de Ciudad Universitaria, es recurrente escuchar entre los pasillos: “ya no puedo”, “no dormí”, “no he comido”. Tres frases que Paloma Delgado, le mencionaba a su amiga Guadalupe en la única hora libre que tienen para comer y descansar.

Ambas son estudiantes de medicina y consideran que lo más estresante en la Facultad de Medicina son los exámenes departamentales, ya que retener tanta información es muy pesado. Paloma comparte que, en su familia, ella es conocida como la mapache, debido a las oscuras ojeras debajo de sus ojos por los constantes desvelos. “Les gusta ponerme apodos, un día soy murciélago, otro día soy la zombie”.

Puede que los apodos resulten graciosos, pero en realidad éste es un tema que la doctora Mariana Gutiérrez Lara, coordinadora de los Centros de Servicio a la Comunidad Universitaria en la Facultad de Psicología, considera que es importante detectar y tratar cualquiera de los síntomas que podrían estar afectando nuestra vida cotidiana como fuertes palpitaciones, sudoración en las manos, colitis, gastritis, tensión muscular y vómito.

“Son distintas las manifestaciones en cada persona. Entre los más frecuentes están los problemas académicos, familiares y de pareja”, señaló.

Pese a la alta incidencia, los especialistas de la UNAM afirman que son pocos los jóvenes que sufren este tipo de afecciones y solicitan la atención médica donde se les brinde un tratamiento especializado. Entre los planes que la UNAM ha tomado para erradicar o minimizar este problema en los estudiantes se encuentra el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina.

Francisco Valencia Ríos, psicólogo clínico en este departamento, explicó que esta clínica ubicada en Ciudad Universitaria, brinda atención médica-psiquiátrica y psicológica a los estudiantes, la cual está orientada al diagnóstico y tratamiento multidisciplinario según los problemas mentales que se presentan con mayor frecuencia en la población universitaria con modelos de atención personal e intervenciones grupales.

En el tema del estrés, el especialista indicó que esta clínica ofrece un programa de cinco sesiones de dos horas llamado “Grupo de manejo del estrés”, en el que explican a los jóvenes las características de este padecimiento, cómo las personas lo pueden vivir en su vida cotidiana y una vez entendido el concepto, explican ciertas herramientas o estrategias para tratarlo.

De igual manera, se les brinda una guía de alimentación balanceada, información sobre la importancia del sueño, la higiene, la actividad física y la recreación. El taller es impartido por psicólogos y psicólogas que forman grupos reducidos para que los integrantes puedan expresar su propia problemática y aplicar alguna estrategia de solución.

Otra alternativa que la UNAM ha implementado a partir del 2012 para los problemas emocionales, es el call center que brinda atención psicológica gratuita desde los teléfonos de la Facultad de Psicología, en donde aproximadamente 30 psicólogos dan auxilio o apoyo directo en problemáticas emocionales, de tipo sexual o conductas adictivas a todo público, pero tomando a la comunidad universitaria como el principal foco de atención.

El psicólogo León, quien atiende una de las líneas telefónicas y que, por términos de confidencialidad no puede revelar su nombre completo, menciona que las llamadas al Call Center suelen tratarse en su mayoría de consecuencias por el estrés tales como: ansiedad, conflictos en relaciones sentimentales y con familiares.

“Se sigue un protocolo dependiendo del problema que el joven presente. Por ejemplo, si muestra problemas derivados de un estrés severo, lo canalizamos al Hospital de las Emociones, clínicas atendidas por psicólogos del INJUVE (Instituto de la Juventud). Si el problema lo podemos atender desde el teléfono, les damos recomendaciones o tratamientos y, si es necesario, les agendamos otra cita”, explicó León por llamada telefónica.

“¡Ya no te estreses!” Decirlo resulta muy sencillo, pero hacerlo conlleva para muchos estudiantes una pérdida de tiempo, tal como lo menciona Mariana Mondragón de la carrera de Derecho: “cada semestre son dolores de cabeza y gastritis por el estrés. No tenía ni idea que existía ayuda psicológica referente al estrés en la UNAM, yo creo que si consideraría ir, pero solo si cuadran mis tiempos”.

Felipe Navarro, quien también estudia Derecho, explica: “vivo con el estrés todos los días, pero no por la escuela, porque finalmente si repruebo alguna materia puedo recuperarme en el semestre siguiente. Nosotros le llamamos la camotiza en el trabajo, ahí verdaderamente tengo estrés, porque si te equivocas en algo te mandan a volar”.

Revela que ha experimentado fuertes problemas de dermatitis por el estrés, sin embargo, no ha podido acudir a ninguna institución por ayuda porque “tener un ratito libre, es oro. Es ir a atenderte el estrés o desayunar o estudiar o trabajar, así es mi vida”.

Silvia Loyo Fernández, doctora de la clínica número 21 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) menciona: “cuando acumulas mucho estrés durante varios años, las probabilidades de morir a causa de un infarto agudo aumentan conforme se avanza en edad. Es por esto que es necesario mejorar el estilo de vida y buscar apoyo especializado”.

Los psicólogos sugieren comprender que las presiones siempre estarán en nuestra vida cotidiana, y saberlas manejar es clave para una vida saludable. “Yo les recomiendo a los jóvenes salir a divertirse y platicar con amigos, hacer calendarios de organización escolar, estructurar bien sus proyectos, tareas y entregas o exámenes, no dejar pasar horarios de comida y dormir adecuadamente”, propuso Francisco Valencia Ríos.

Los estudiantes universitarios son víctimas de altos grados de estrés sin que la mayoría de las instituciones educativas consideren las repercusiones que esto puede tener en el desempeño académico de sus alumnos. ¿Valdría la pena replantear los planes de estudios y pensar formas de evaluación diferentes que permitan un ritmo más constante en entregas, sin que todas las evaluaciones importantes se dejen al final de semestre?

Aunque existen estudiantes que comentan que trabajar bajo presión les resulta útil, finalmente elaborar tareas con suficiente tiempo y anticipación mantendría los temas del estrés y la ansiedad en niveles funcionales.

Parece ser que, para pertenecer a la UNAM, no sólo hay que pagar una cuota de 20 centavos en las oficinas de Rectoría. Para ingresar y sobrevivir en la máxima casa de estudios de México y la institución educativa más grande de Iberoamérica, es necesario, en la mayoría de los casos, pagar las repercusiones físicas y emocionales que devienen del estrés como el agotamiento, la depresión, la ansiedad, que se van agregando a la costosa factura que cada estudiante en Ciudad Universitaria debe terminar por pagar.







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