NOTICIAS DESDE EL "MEDIO CAMINO"

Por Juan Esteban Cuevas Delgado y Linda Esmeralda Uribe Barrón
Jiutepec, Morelos (Aunam). El sonido del agua proveniente de una fuente empapa el lugar y el Canon en D menor de Pachelbel hace fluir la corriente acústica que emana. La columna tenue de blanco espesor toca los muebles, paredes y plantas hasta consumirse; el olor es suave pero está asentado, al pasar los minutos el aroma a tabaco es otro elemento endémico del lugar.


Las paredes son un collage de momentos, un paisaje formado por fotos en blanco y negro, pinturas de colores vivos, figuras con relieve y macetas pendientes de diferentes tamaños; se distingue un pizarrón blanco, que con letras grandes y redondas forman la palabra “Abril”. Debajo del mes una frase con letras cursivas negras llama la atención del visitante: “Lo que importa es vivir en el presente, vivir ahora, cada momento. Son tus pensamientos y actos del momento los que crean tu futuro. La línea de tu camino futuro ya existe, porque tú creaste su patrón en el pasado. – Sai Baba”.

El pasado, presente y futuro de los pacientes en Casa Tlatoani, sufrió daños por la particularidad de sus pensamientos y actos. Colores, formas, sonidos, voces, recuerdos y sensaciones que no están presentes en el mundo exterior, sólo habitan en sus cabezas. Han sido llamados locos, a veces esquizofrénicos o como el personal del recinto prefiere llamarlos: personas con deterioro mental.

“Al padecer de esquizofrenia, los pacientes pierden intereses, lo que ocurre dentro de sus mentes afecta la personalidad de cada uno. Tienen que reconfigurar sus intereses e integrarse a una nueva dinámica de socialización”, comenta Norma Paz Pérez a las 15:33 hrs, el momento de la comida, a diferencia de los pacientes, sus manos sujetan papeles, ordena expedientes y escribe observaciones que guarda con recelo.
Norma Paz es una psicóloga egresada de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), trabaja con personas que sufren esta afectación crónica. Todos los martes y sábados realiza actividades de diez de la mañana a seis de la tarde, en Casa Tlatoani, un recinto de medio camino donde se ofrece hospedaje y que a diferencia de un hospital psiquiátrico cuenta con talleres y dinámicas de hogar para los pacientes. Según el Informe sobre el sistema de salud mental en México del 2011, en la República sólo existen tres establecimientos de este tipo.

Para llegar a los dormitorios se debe caminar por un estrecho pasillo de apenas un metro de ancho, con altas paredes blancas que superan los tres metros, en la parte superior los alambres de púas reflejan la luz del sol. Al lado de la primera puerta cinco palomas gorgotean parsimoniosas dentro de una jaula, la segunda puerta cuenta con una escalera de herrería justo al frente de la construcción, en contraste con el sólido y frío material del que está hecha: el agua fluye en el estanque con tortugas que está justo detrás, a la izquierda una torre con dos pisos es visible, cuentan con dos recámara en cada uno.

Otra construcción se posa justo detrás del estanque y de otra fuente, tiene tres pisos con el espacio de tres recamaras en cada uno. El lugar donde Norma puede ver las edificaciones es abierto, lleno de macetas, con cuatro jaulas habitadas por canarios, gorriones y pericos. Las paredes son color naranja, café y algunas blancas para la decoración.

Una campana interrumpe el armonía de los tintineos del agua, el canto de las aves y la atmósfera pasiva del lugar. “¡Bajen, ya vamos a comenzar la lectura del periódico!”. Con parsimoniosa tranquilidad y flojera, salieron ocho hombres y una mujer de los diferentes pisos. Algunos bajan con mayor esfuerzo, otros lo hacen firmes y sin tropezar, los de planta baja llegan de manera silenciosa a la sala, que está a un costado del descenso del edifico, donde se llevará a cabo la reunión.

La sala es obscura, a pesar de que está al lado del espacio al aire libre, el contraste da ese efecto de penumbra repentina. Cuenta con una mesa larga donde caben ocho sillas, un sillón para tres personas perpendicular a ella, otro sofá individual enfrente de él y dos más para personas detrás de este.

En la esquina reposa una pantalla de cincuenta pulgadas apagada, todo el espacio está decorado por pinturas, carteles, manualidades y una escultura, todas elaboradas por manos de los pacientes. Incluso un mural en la pared, dividido en tres partes, donde pintaron una comunidad rural. Lo único que no corrió a cuenta de los artistas son dos fotos de Emiliano Zapata y un mapache en taxidermia.

Norma espera algunos minutos a que todos se acomoden, seis se sientan en la mesa y otros tres se distribuyen en los sillones, la psicóloga toma lugar en el sofá más largo. Saca un ejemplar de El Universal con la fecha del siete de abril, dividió las secciones con paciencia y las depositó en los asientos vacíos al costado, lee una nota que aborda la disminución de los spots de gobierno a causa de las campañas electorales.

“Hace falta más información sobre los planes de los candidatos, a mí no me quedan claras sus propuestas”, Gustavo Jesús Ángeles de cincuenta años, calvo, delgado, con bigote y de 1.80 metros, hace el primer comentario de la clase. Alguna vez, él fue periodista, trabajó por más de diez años para El Sol de México. Por lo que esta actividad es de sus preferidas. Además es un ferviente escritor de poesía, aunque no pinta usa las palabras para colorear su trastorno dentro de esta casa.

“La comunicación verbal es la expresión que más les gusta utilizar, en la actividad de las noticias además de mantenerlos enterados e incluidos dentro de los procesos que ocurren allá afuera, les ayudamos a expresar sus ideas correctamente” recordaría la psicóloga minutos después, cuando todos hayan regresado a sus habitaciones.

Después de la primera notica la clase se dispersó un poco, Francisco, de baja estatura y robusto, se puso de pie y caminó por el patio. Algunos comenzaron a murmurar cosas en la mesa, para recuperar la atención Norma procedió a la siguiente noticia. En ella se abordaban el tema de inmigrantes sudamericanos en México.

La encargada del grupo cedió la palabra a Enrique Trejo Canek de 65 años, su mirada perdida apunta a Norma, el hombre respira y tarda treinta segundos en decir con voz rasposa y cansada “Los inmigrantes”. Hace una pausa larga, el silencio de todos inserta la atención en Enrique, pero Gustavo interviene diciendo “Son unos gorrones”, las risas rebotan en la sala, la psicóloga pide silencio.

Enrique Trejo con las inclemencias de su edad, cuerpo delgado, jorobado, algunas canas cortas en la sien, se queda callado. Es originario de Tuxtepec Oaxaca y aunque la expresión verbal no es su fuerte, y con los años le resulta más complicada, saca todo lo que le aqueja por medio de la expresión pictórica. Antes de ingresar a Casa Tlatoani ya pintaba, el estilo y técnica que deposita en sus obras, las han posicionado como imagen central de los carteles de las exposiciones que realizan para el público externo.

La voz de Norma regresa, está vez con la tercera noticia. En ella se habla de un intento de feminicidio, a causa de un divorcio. “Esto de los feminicidios no es algo nuevo, es triste leerlo constantemente”, comenta José Antonio Herrera de 57 años con una voz nasal y poco clara. Quien alguna vez participó como extra en más de cincuenta películas como: La bestia acorralada, las Poquianchis, Dunes y ¿Qué culpa tiene el niño?

La cuarta noticia es el cierre, en esta se habla de nuevas guarderías para madres solteras. Todos habían participado excepto Brenda Gamelos Carlín de 30 años de edad, la única mujer que vive en esa casa. Ante las exigencias de Norma por incentivar su participación, Brenda comenzó a quejarse y a patear la mesa ligeramente, la encargada se puso de pie, con dureza y amabilidad le pidió que se retirara a su cuarto.

“Es muy diferente hacer actividades con personas psicóticas, se trata de ser una malla de contención y hacer que respeten los límites, así todos aprendemos”, explicó la terapeuta. La actividad terminó y los huéspedes elaboraron una nota basándose en las que se comentaron, cada uno recuerda lo más importante de alguna y la redacta. Después se formaron frente a una reja negra, con una pequeña apertura por donde les pasaban comida, pastillas y agua. La mesa ahora era un comedor, todos se distribuyeron al lugar que querían, dentro del espacio abierto y la sala.

Las camisas de fuerza, las personas con batas blancas, cuartos acolchonados, agresividad, lobotomías; están colocados en el mundo de los prejuicios. La casa de medio camino, impuso una realidad diferente ese sábado por la mañana. Un espacio rodeado por una atmósfera amplia, colorida y con sonidos naturales, sirvió para que nueve esquizofrénicos discutieran temas coyunturales y actuales.

A pesar de que no puedan salir, estas personas no están aisladas. La empatía y socialización más efectiva la logran con individuos que comparten su trastorno. Antes de ser la etiqueta que su mente les puso, muchos de ellos estaban cumpliendo sus sueños, todo es diferente ahora que sus personalidades, intereses y conductas se trastornaron. Pero sus pensamientos y actos expresivos siguen ahí, buscando que de alguna forma logren cumplir con la creación de su futuro.





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1 comentario:

  1. Excelente forma de trasladarnos y compartirnos la experiencia de un lugar que como comentas esta fuera de los paradigmas típicos del centros afines.

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