PERO TIENE UN HIJO... QUE SE VISTE DE AMARILLO
- Los del Pedregal se llevaron el triplete pues en el juego de la sub-17 y sub-10 también consiguieron el triunfo
México (Aunam). Los Pumas mostraron su paternidad sobre el América con un emocionante tres por dos con dos goles de Darío Verón y uno de Martín Bravo por los Universitarios y Salvador Cabañas por parte del cuadro de Coapa. El gol definitivo convertido por “La Rata”, de penal, fue de los que duelen, en el último minuto dejando tendidos en el terreno de juego a los amarillos.
El estadio Olímpico Universitario se vistió de gala para recibir “su clásico”, una gran entrada en el recinto de Ciudad Universitaria en el que el duelo de porras fue un ingrediente más para el, de por sí, buen agarrón en la cancha.
La cancha de C.U. se convirtió en un bunker gracias al operativo de más de 3 mil 500 policías supervisados por el Delegado en Coyoacán, Raúl Flores; los uniformados estuvieron instalados en los alrededores, accesos y dentro del estadio.
A pesar de ello, hubo algunos conatos de bronca en las tribunas y uno que pintaba para ser de mayores proporciones previo al inicio del encuentro que se suscitó en el túnel que lleva del Olímpico a la Rectoría; afortunadamente todo quedó en saldo blanco y lo más importante fue el resultado del juego.
Los Pumas saltaron al terreno de juego con el uniforme retro que se había anunciado, un bonito diseño que hizo recordar a las grandes glorias que portaron el uniforme con el puma enorme en el pecho. América, como lo ha venido haciendo en el torneo, también lució su uniforme que hace una remembranza del que portaba el último gran equipo de Coapa, el de los ochentas.
El partido empezó muy cerrado y se disputaba, en su mayoría, en la media cancha; tuvo que ser una pelota parada la que abrió el marcador. Tiro de esquina cobrado por Jehu Chiapas, la pelota llega a la cabeza de Verón, que con un soberbio cabezazo inauguró el tanteador. El estadio explotó y los cánticos de los seguidores auriazules se entonaban con mayor fuerza. Pumas ya ganaba.
La noche se pintaba azul y oro, pues los Universitarios controlaban el partido y mostraban cierto peligro en la cabaña de Guillermo Ochoa; tiros de Palencia y de Pablo Barrera que hacían trabajar al arquero americanista. Hasta que llegó el minuto 44 y cuando todo parecía que el parido se iba uno a cero al descanso, vino una calca del primer gol.
Nuevo centro desde la esquina de Chiapas a primer palo, Darío Verón busca la pelota y la alcanza a conectar con la cabeza, la pelota botó una vez y a regañadientes se coló al arco del América, pegadita al palo la bola movía las redes y hacía que el estadio explotara en júbilo.
Se terminaba el primer tiempo, pero no las esperanzas de América, pues en la tribuna los aficionados a los azulcremas vaticinaban una remontada, y así, ganar el encuentro. Los seguidores de Pumas no cabían de optimismo y alegría y apostaban a un cuatro a cero contundente.
Para el inicio de la segunda mitad, de nuevo Pumas controlaba las acciones, de hecho, al minuto 49, Francisco Palencia, el siempre verdugo de los de Coapa en todos los equipos que ha estado, realizó una gran jugada afuera del área quitándose a dos rivales y disparando con mucho veneno a la portería de Ochoa, el portero americanista tuvo que mostrar sus reflejos para mandar a saque de esquina pues la pelota buscaba el ángulo superior derecho.
América no veía por dónde hacer daño, hasta que en el minuto 53, el salvador del equipo, Cabañas, cobró una falta a las fueras del área, el disparo no llevaba mucho, pero entre tantos jugadores auriazules y americanistas, la visibilidad de Sergio Bernal fue nula y no pudo detener el disparo del guaraní, gol de las Águilas que daba esperanza y que hacía revivir a su fanaticada que, como siempre, fue severamente opacada por las porras auriazules.
A raíz del gol, los nervios hicieron mella de los Universitarios, pues ya les costaba mucho trabajo hilvanar series de pases, a pesar de ello, el juego continuaba empatado. Pumas buscaba terminar todo en un contragolpe y América una genialidad de Cabañas, pues, dicho sea de paso, los demás ofensivos americanistas brillaron por su ausencia en C.U., Esqueda, Montenegro, Beausejour y Rosineí fueron unos simples polluelos para Verón, Juárez y compañía.
En el minuto 76, ambas aficiones se quedaron sin aliento ya que Pablo Barrera tomó el balón en tres cuartos de cancha y lo llevó hasta el área americanista hasta ponerse de frente a Guillermo Ochoa, cuando los Universitarios contuvieron la respiración para gritar el tercero de la noche y los de Coapa se pusieron blancos del susto de verse derrotados, Pablito mandó su disparo al poste por lo que todo volvió a la normalidad en el Olímpico. Una pena, pues Barrera se merecía un gol por el gran partido que dio.
Todo era una fiesta en C.U. hasta que… de nuevo Cabañas, sí, el gran “Salvatore” de la patria azulcrema volvió a tomar el balón en un tiro libre directo, esta vez la pelota estaba colocada más lejos de la portería, pero también, esta vez cobró de manera magistral la falta clavándola en el ángulo superior derecho del arco Universitario. Golazo de Chava que puso al estadio en un silencio total de un lado y con algarabía en el otro, donde se encontraban las porras americanistas.
Pero segundos después de encajar el gol del empate, la Rebel entonó un cántico que se convirtió en la descripción de la noche: “Pumas no tiene mujer, Pumas no tiene marido, pero tiene un hijo puto que se viste de amarillo”. Al principio no se entendía muy bien el por qué cantarlo pues los de Coapa le estaban sacando el triunfo de la bolsa a su equipo. Minutos después se supo la razón.
Ricardo Ferreti, siempre atinado con sus cambios, mandó al terreno de juego a Martín Bravo por un Francisco Palencia que dejó todo lo que tenía en el terreno de juego. El destino tenía tocado a Martín para ser el héroe de la noche.
Al minuto 90 cuando la prensa baja a la cancha, cuando los vendedores del estadio hacen sus últimas cuentas, cuando algunos empiezan a buscar las salidas, cuando el árbitro dice cuánto se agregar… cuando América pensaba que salía vivo, ocurrió la jugada que definió el encuentro.
Centro al área americanista y Juan Carlos Valenzuela torpemente interrumpe el camino de la pelota con la mano; Eduardo Gasso, árbitro central, no duda en señalar la pena máxima. Las caras de los amarillos se desencajaron y los rostros de los Universitarios mostraban una sonrisa burlona, pícara, ante el señalamiento del penalti.
Martín Bravo tomó el balón, lo acomodó en el manchón, dio 10 pasos para atrás; en la banca, Tuca Ferreti observó su reloj, ya era hora de ganarle al América. Bravo continuó con el ritual previo al cobro, suspiró cuatro veces y puso la mirada en donde también pondría la pelota, en el ángulo, se enfiló a la portería y disparó al arco, el Olímpico, a una voz, entonó la palabra más bonita en el futbol, ¡Gol!. Gol de Pumas y a otra cosa. El clásico se lo llevaban los felinos.
Y sí, Pumas tiene un hijo… que se viste de amarillo. Tres a dos al América, el primer mandamiento para los Universitarios se cumplió, cuando tengas una playera amarilla enfrente se le debe de ganar, y se le ganó
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