EL MUAC Y EL ÉNFASIS EN LOS CONTRASTES


Por Jessica Pamela Núñez Pantaleón
México (Aunam). Una misma escena se reflejaba en dos superficies distintas, un desfile de personas caminaba por la explanada del Centro Cultural Universitario, mientras su imagen se elevaba hasta proyectarse en los cristales de la fachada del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC).

La tarde de aquel domingo soleado permitía dibujar los contrastes entre visitantes y edificios, pero por paradójico que pareciera se creaba a su vez una combinación armoniosa entre edad, concepto y opciones culturales. El dilema era elegir entre lo convencional o lo innovador.

Desde niños, hasta personas de la tercera edad encontraban pertinente ese escenario para apropiarse de él y convertirlo por unas horas en un centro turístico.

Algunos optaban por un estilo más clásico y terminaban por adentrarse en el conjunto arquitectónico integrado por la Sala Nezahualcóyotl, el Foro Sor Juana Inés de la Cruz, el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, la Sala Miguel Covarrubias, y las salas Julio Bracho y José Revueltas. Preferían la música, el teatro, la danza y el cine.

Era posible notar cómo los caminos se bifurcaban, y otros pasos, tiempo y miradas se atrevían a contemplar el impacto que las imágenes y las obras que el nuevo arte contemporáneo traían consigo. Por la entrada principal del MUAC un público mixto entraba y salía de un pequeño mundo visual.

Esta vez el Museo era el espacio perfecto para conocer el UNO + ∞, que no era precisamente una sala con números ni alusiones a las matemáticas, sino más bien el Ciclo 2009 de exposiciones con el Proyecto Axolotl de Ulf Rollof, enmarcado en un espacio amplio de paredes blancas, luces amarillas y bocetos color café.

Dicha exposición tomó como inspiración a los ajolotes, mismos que daban la bienvenida en la entrada de la sala. Instaladas en una pecera las dos criaturas, símbolo de la cultura prehispánica, se dedicaban a observar a los visitantes, y éstos vencían su curiosidad hasta pegar sus rostros al vidrio que tras la cortina de agua los deformaba.

Los anfibios eran dignos huéspedes de aquel espacio y su anatomía se mostraba como un camuflaje con la del ser humano, la serie de dispositivos acuáticos a base de luz creados por Ulf Rollof completaba su proyecto de comunicación con aquellos curiosos animales.


Con ello se dejaba un ejemplo más de los alcances que puede tener y ofrecer el arte contemporáneo, derribando fronteras y haciendo posible un modo social y multidisciplinario, entre el hombre y los animales, el hombre y la naturaleza, entre la expresión, la innovación, la reflexión y por qué no hasta la confusión.

La polisemia de las obras de arte era sin duda un elemento constante que quedaba día tras día atrapada en los muros del MUAC, de ello era testigo una chica de los llamados Enlace, Raquel Delgado, “Pienso que el artista te da el primer paso, sin embargo, yo lo interpreto a mi manera y tú diferente pero ambas son válidas. Aunque no deja de orientarse hacia un mismo objeto. El discurso del artista no impone nada estrictamente, aunque si es importante que te dé una idea de lo que quiso expresar”.

Lo clásico de los años 70 plasmado en la topografía natural y original del Centro Cultural Universitario y los cambios innovadores que trajo el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, se personificaban en las familias que rondaban esa parte del Pedregal, la edad y la experiencia, la juventud y las nuevas ideas se volvían uno solo, se fundían como el conjunto arquitectónico, como los ajolotes y los seres humanos.

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