LA VIDA DESPUÉS DEL SISMO... Y LA LUCHA AÚN SIGUE
Por Jehieli Blanco y Carolina Lucio
Ciudad de México (Aunam). 19 de septiembre de 2017, los noticieros en la televisión transmitían desde las 7:19 horas la ceremonia de conmemoración a 32 años del sismo de 8.1 grados en escala de Richter que azotó la capital del país:
Otros canales televisivos compartían desde Tlatelolco, la Cruz Roja y la Plaza de la Solidaridad (lugar donde se encontraba el Hotel Regis), los momentos de silencio y las misas en memoria de las víctimas del 85. Entre tanto, los programas de entretenimiento recapitulaban las situaciones más conmovedoras de aquella tragedia:
“Hace 32 años, un terrible sismo de 8.1 grados Richter nos cambió la forma de ver la vida [...] se escuchaba los gritos de las personas atrapadas entre las ruinas y, conforme pasaban los días, el olor a putrefacción se percibió en el aire. Las cifras hablan por sí mismas, cerca de 30 mil estructuras presentaron daños totales y 60 mil parciales. Las colonias más afectadas fueron Tlatelolco, Centro, Roma y Obrera. A la fecha se desconoce el número total de víctimas, pero hay estimaciones que van desde las tres mil personas desaparecidas, muertas o enterradas; hasta los 40 mil muertos.
El terremoto del 85 ha sido la experiencia más horrible que les ha tocado vivir a los habitantes de la Ciudad de México, la población civil salió en ayuda de los más afectados, removiendo escombros, brindando refugio, donando agua, ropa, comida, cobijas. Nunca jamás se había visto un movimiento civil de tal magnitud. Al día de hoy surgen dos interrogantes: ¿Realmente estamos preparados para un terremoto? A pesar de tanta experiencia en sismos ¿conocemos y dominamos los protocolos?”.
La realidad sería que, ni siquiera el macrosimulacro realizado ese mismo día a las 11:00 horas con el supuesto de un movimiento telúrico de ocho grados, prepararía a la población mexicana para recibir dos horas más tarde, un sismo de magnitud 7.1 grados Richter en el que no sonaría la alerta hasta después de once segundos iniciado el sismo, impidiendo las evacuaciones correspondientes.
El saldo final que el terremoto dejó, según datos de la Secretaría de Gobernación, fue de al menos 369 muertos, miles se quedaron sin agua ni electricidad, cuantiosos daños materiales, miles de heridos y más de tres mil edificios en la Ciudad de México quedaron severamente dañados al borde del colapso. En este sentido, la Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), señaló que más de 250 mil mexicanos se quedaron sin su vivienda.
Desde los primeros instantes del acontecimiento, tal como hace 32 años, la ayuda que se hizo presente con prontitud fue por parte de la población civil, pues en las calles se podían contemplar enormes cadenas humanas sacando escombros, organizándose en brigadas de acopio, recepción de medicamentos, comida y herramienta para los rescatistas, además de especialistas que brindaban servicio médico y psicológico.
Una vez que el gobierno dimensionó el tamaño del desastre, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) activó el Plan DNIII-E en las áreas dañadas de la Ciudad de México, donde se desplegaron alrededor de tres mil militares, mujeres y hombres, así como 15 binomios caninos para colaborar junto con autoridades de Protección Civil, en la búsqueda y rescate de personas atrapadas entre los escombros.
Sin embargo, en muchas zonas el auxilio de las autoridades no llegó con prontitud pues, según testimonios de quienes participaron como brigadistas, la ayuda se concentró en puntos específicos y de atención mediática, lo que provocó el retraso de herramientas y maquinaria en otros lugares además de impedir el paso a la sociedad civil para la remoción de escombros. La justificación que ofrecían las autoridades era “apegarse a los protocolos correspondientes, y esperar instrucciones”.
El panorama que dejó el sismo fue sin duda devastador no sólo para miles de familias que perdieron a sus seres queridos, sino también para aquellos que perdieron su patrimonio. La pesadilla para los damnificados apenas iniciaría al tener que luchar en un lento y complicado proceso para recuperar sus pertenencias, reconstruir sus viviendas y superar los daños psicológicos ocasionados por el terremoto.
Mi vida después del sismo...
Esperanza Trujillo Uribe, ama de casa residente en Nezahualcóyotl, Estado de México, a pesar de no haber resultado afectada en cuanto a su inmueble, más que “simples grietas”, si tuvo que enfrentarse a otros problemas como la falta del agua en su colonia Campestre Guadalupana.
“El agua faltó mucho a raíz del sismo, afectó mi economía, pues debía comprar una pipa cada semana. Aunque hablamos con las autoridades correspondientes, no nos solucionaron nada”, comentó la afectada refiriéndose al Organismo de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento de Neza (ODAPAS).
Trujillo Uribe mencionó que, si bien la falta de agua le perjudicó a ella, el problema se visibilizó más en sus vecinos, pues el presupuesto económico no les alcanzó para pagar una pipa de agua, por lo que tenían que acarrearla desde la toma principal. Tuvieron que pasar más de seis meses después del sismo, para que las autoridades restablecieran el servicio de agua en la delegación Nezahualcóyotl.
La señora no solo experimentó la falta de un servicio básico, también recuerda la ansiedad e insomnio que sufrió en los días posteriores, pues tenía que dormir con una botella de agua cercana a su cama para percibir cualquier movimiento telúrico ya que su colonia ni siquiera contaba con alertas sísmicas. “Tenía tanto miedo que no podía ni conciliar el sueño, la falta de alarma me preocupaba mucho hasta que por fin las vinieron a instalar”.
Es por esto que el sismo del pasado 19 de septiembre no sólo derivó en considerables costos humanos y económicos, sino también en daños emocionales, entre los más recurrentes: estrés, depresión, angustia y temor, que según especialistas entrevistadas de la Facultad de Psicología de la UNAM, se originaron por la magnitud del sismo, pero también por la poca información y cultura que se tiene al tratar la prevención de desastres, pues los simulacros no se desarrollan para prevenir o saber controlar las emociones en los distintos sectores de la población.
Las repercusiones y secuelas que los desastres naturales pueden llegar a generar en las victimas tienen duración de meses o inclusive años si no se da la atención médica adecuada, así lo confirmó el psicólogo clínico del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la UNAM, Francisco Valencia Ríos.
Otro de los casos en esta situación es de la señora Guadalupe del Sagrario Fernández, quien luego de experimentar el “más terrible sismo” en el sexto piso de su trabajo, menciona que al llegar a su departamento en Hacienda de las Escaleras número 72, Delegación Tlalpan el cual quedó inhabitable, el mundo se derrumbó para ella.
Con lágrimas en los ojos relata: “Era un desastre horrible. Vidrios rotos, bardas tiradas, mis pertenencias estaban en la calle... para mí fue muy impresionante, si no hubiera estado con mis amigas, me hubiera puesto a gritar y llorar. No era cuestiones materiales, es el patrimonio que construí en muchos años. Después de recordar ese día, constantemente vivo con temor y preocupación. No puedo estar en lugares cerrados, con mucha gente o que estén muy altos porque me da mucha angustia”.
Esta misma escena pero con sus distintas variantes, lo experimentaron miles de familias mexicanas quienes en entrevista coincidían: No importaba tanto las cosas materiales como el valor sentimental que tenían. No importaba cuánto dinero costaban sus pertenencias, sino el esfuerzo con el que lo habían conseguido.
Tras el sismo, las víctimas quedaron sin un lugar al cual regresar después de un día cansado, en donde comer, dormir o realizar sus necesidades básicas. Ahora han tenido que vivir en diferentes sitios, albergues, casas hechas de material reciclado, de campaña o de lonas. Tal es el caso del Multifamiliar Tlalpan, una de las “zonas cero” más devastadas en la Ciudad de México en la que perdieron la vida cinco adultos y cuatro menores de edad por el colapso del edificio 1C.
Dentro del lugar, se percibe un ambiente de luto, pero también de solidaridad. Pues mientras unos barren la calle del estacionamiento donde instalaron una carpa, otros se encargan de colocar los guisados en las mesas, acomodar las sillas y repartir los platos desechables para la hora del desayuno. Cientos de personas se han instalado en el parque de juegos infantiles de aquellas unidades habitacionales, algunos con mejores “techos” pero todos carentes de un espacio privado.
Petra Puebla, de 64 años, es una de las afectadas del edificio 1C que desde el sismo vive en una pequeña casa de madera construida al lado de la carpa principal, en la cual los damnificados de este multifamiliar se reúnen diariamente para compartir los alimentos que “Doña Pierre”, como es conocida en la comunidad, junto con otras mujeres se encargan de preparar y distribuir de acuerdo a los víveres y donaciones de comida que les brinda los civiles o las autoridades.
La señora Pierre reflexiona que, a pesar de haber perdido su departamento, da gracias de permanecer con vida pues desde muy temprano había salido de casa, por lo que no tuvo que enfrentar la situación de quedar atrapada debajo de los escombros, aunque menciona, hay jóvenes y una madre en el campamento que prefieren haber muerto junto con sus familiares, a pasar una vida en soledad.
Sin duda los meses en este campamento no han sido fáciles, sin embargo, los propios miembros y organizaciones exteriores han buscado mantener ocupados o entretenidos en alguna actividad a quienes han perdido su patrimonio o familiares en el sismo. Francia Gutiérrez, una de las voceras del Multifamiliar narra que, desde aquel septiembre, han asistido varios grupos de artes y recreación que buscan apoyarlos emocionalmente y de alguna forma, hacerles olvidar por un momento la difícil situación en la que se encuentran.
Menciona que el tema de la cultura y el entretenimiento no ha sido una agenda que impulsaran desde el principio, fue a partir de la ofrenda del Día de Muertos, cuando comenzaron con las festividades y eventos culturales en el campamento “¡y que tema tan más relevante! Fue muy simbólico ponerles la ofrenda a los muertos del edificio colapsado”, comentó Francia.
La vida en este campamento tiene ya una agenda establecida: las reuniones de comisiones son los martes; reunión con autoridades, los jueves; asamblea de vecinos, los viernes; juntas por edificio, el fin de semana. Y sin embargo, buscan hacerse espacios para la cultura porque consideran, ayudan a ponerle otra cara al proceso, pues a través de la creatividad pueden venir otras formas de lucha.
Los Damnificados están Unidos
Los meses pasan y, ante la falta de resoluciones, la desconfianza ciudadana va en aumento, relegando cada vez más al gobierno y los partidos políticos. La sociedad civil está lastimada y busca organizarse para prontas soluciones. Así lo hicieron cientos de damnificados que decidieron no quedarse de brazos cruzados, sino actuar para exigir la ayuda de las autoridades, así se creó Damnificados Unidos, un colectivo que comenzó primeramente por levantar su propio censo de daños pues los datos que proporcionaban las plataformas gubernamentales, no hacían visible las afectaciones del desastre.
Desde septiembre y en reiteradas ocasiones, este colectivo de vecinos de distintas zonas como Hipódromo-Condesa, Roma, Insurgentes Sur, Tláhuac y Tlalpan, buscaron establecer contacto con la Asamblea Legislativa del Distrito Federal; sin embargo, solo han obtenido despensas, cheques y vales del gobierno que prácticamente no les sirve para nada.
Este colectivo aseguró que están en contra de La Ley de Reconstrucción, pues para quienes terminaron de pagar por sus viviendas, significaría volver a endeudarse con los créditos hipotecarios que ofrece el gobierno. Héctor de la Cueva, uno de los voceros de Damnificados Unidos, menciona que no cederán ante los créditos, ni tampoco hacia la posibilidad de redensificación, al ser este un proceso en el que las ganancias serán para aquellas empresas constructoras que contribuyeron al mismo desastre.
Por su parte, Luz Olivia, doctora y afectada, declaró que los créditos buscan aprisionar a los damnificados, siendo una total injusticia para quienes no cuentan con la posibilidad de pagar como es el caso de los adultos mayores, que representan a más de la mitad de los damnificados del sismo: “Algunos de ellos no tienen más ingresos que una limitada pensión”.
A pesar de que el ex jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, presentó un informe en el que señaló que para el Ejercicio Fiscal 2018, el presupuesto para reconstrucción estaría conformado por 5 mil millones de pesos del Presupuesto de Egresos de la Ciudad de México, 2 mil 754 millones de pesos provenientes de las secretarías de Desarrollo Social (SEDESO) y de Educación (SEDU), así como 1,018 millones de pesos del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS); la señora Sagrario Fernández, del edificio en Hacienda de las Escaleras n. 72, opina que hasta el día de hoy, el gobierno no ha canalizado correctamente los apoyos brindados pues los vales o cheques, han ido a parar a manos de personas que no lo necesitan.
Afirma esto debido a que, según el dictamen de su departamento, los daños estructurales fueron los más graves del edifico, lo que propició que muchos de sus vecinos, quienes no fueron materialmente afectados, cobraran también los vales de apoyo brindados por la delegación además de cheques y abonos que ofrecían otras organizaciones en la delegación Tlalpan.
“Es triste ver cómo la gente busca generar ganancias con la desgracia de otras personas. Se les dio 130 mil pesos a quienes no lo necesitaban, mientras cientos de damnificados en otros estados no tenían ni un espacio digno donde dormir”.
Han pasado ocho meses...
Tras ocho meses del sismo del 19 de septiembre, todavía hay personas que viven en tiendas de campaña, varios edificios en pausa para la reestructuración o para una solución a los edificios destruidos, ¿y la autoridad...? Con la intención de construir un memorial.
Mientras tanto en las calles de la Ciudad de México, decenas de damnificados gritan al unísono: “¡Damnificados unidos, serán reconstruidos!, ¡Y la gente se pregunta, y esos ¿quiénes son? ¡Somos damnificados exigiendo solución para la reconstrucción!, ¡Y ¿donde está el dinero que el mundo nos donó? ¡Con eso nos alcanza para la reconstrucción!”.
La manifestación se daría después del octavo encuentro de Damnificados Unidos de la Ciudad de México, donde se dialogaron los avances y obstáculos que han tenido los afectados con las autoridades de la CDMX.
Al fondo del recinto, el señor Manuel de 63 años, residente de la Colonia del Mar, Tláhuac, comentaba: “El gobierno nos endeuda con créditos que no podremos pagar y luego nos dan material de construcción, pero yo pa’que los quiero si no sé cómo construir una casa. Es la primera vez que venimos acá con los Damnificados Unidos a que nos guíen en los procesos que tenemos que hacer para que nos reparen los daños en nuestra colonia”.
La sesión se dividió en dos grupos que permitió una pronta resolución de dudas, aunque el proceso de recepción de documentos y la falta de un dictamen estructural de algunos damnificados, alargó más de lo planeado la reunión, por lo que se decidió tomar un receso y unirse a las marchas que se estarían efectuando a lo largo del día por distintos grupos de damnificados.
“Compañeros damnificados e invitados: ¡Acompáñenos a las calles! ¡Levantemos nuestras voces con cientos de damnificados que también lo están haciendo a ocho meses de espera!” vociferó Francia Gutiérrez Hermosillo del Multifamiliar Tlalpan, mientras en el público se repartían cartulinas con leyendas como: “Por una reconstrucción sin exclusión” “Seguimos esperando”, “Recursos también para la Colonia del Mar”.
Pese a la fuerte temperatura que se registraba para la 1:00 pm, alrededor de cien personas entre hombres y mujeres, algunos con bastón o rodilleras, tomaron las calles de la colonia Hipódromo Condesa, impidiendo la circulación vial con una enorme pancarta que mostraba el dibujo de un hombre parecido al ex jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera quien, con una sonrisa en el rostro, mostraba bolsas llenas de dinero acompañado de la leyenda: “Miles de damnificados seguimos en las calles. La emergencia no ha terminado y el Estado no ha cumplido”.
Los automovilistas detenidos en la calle de Nuevo León, gritaban y reclamaban desde sus automóviles. Mientras uno de los damnificados vociferaba sin ningún altavoz: “Hoy a ocho meses venimos a expresar nuestro dolor, nuestra rabia y nuestra exigencia por que no pase un día más en que tengamos que vivir en las calles o tengamos que bloquearlas”.
“¡Solución, solución, exigimos solución!” entonaban al unísono los damnificados para disipar las bocinas de los conductores que retumbaban en toda la calle. A pesar de los insultos, uno de los damnificados se dirigía con respeto: “Les pedimos una disculpa y su comprensión; su espera de unos minutos en el tránsito no es nada comparado con las semanas que llevamos tratando de obtener soluciones para la reconstrucción de nuestras viviendas”.
Con puño en alto, los cientos de manifestantes tomaron un minuto de silencio por aquellos que perdieron la vida en el trágico suceso del 19 de septiembre, pero también por aquellos que siguen esperando un proceso digno de reconstrucción. Ante tal acto, las bocinas de los automóviles siguieron resonando hasta cierto momento cuando parecieron unirse al silencio de los manifestantes.
La mudez permaneció hasta que alguien gritó: “¡Damnificados Unidos, será reconstruido!”, uniendo al resto de los manifestantes quienes, hasta el día de hoy, no pierden la esperanza de vivir nuevamente en una casa propia, dejar de bloquear avenidas y tratar de superar aquel fatídico día en el que lo perdieron todo, menos la perseverancia y la fuerza.
“Sismo detectado, intensidad moderada” avisa por la mañana del 16 de mayo de 2018 la aplicación SkyAlert, que después de unos segundos, la alerta sísmica resonaría en toda la ciudad, regresando a la memoria de los capitalinos, el temor de aquel 19 de septiembre.
Entre las calles y avenidas de la ciudad se aprecian a cientos de personas que han decido interrumpir sus actividades para resguardarse. Todos esperan algún movimiento telúrico con gran temor. La expectación ante lo que pudiera llegar a pasar se ve reflejado en los rostros de las personas que inmediatamente sacan sus celulares para leer la actualización del Sismológico Nacional en Twitter, el preliminar es de 5.2 grados en la escala de Richter.
Entre los comentarios de oficinistas en la avenida Churubusco, uno destaca de la multitud: “No ha pasado nada, igual y al rato nos tiembla, pero mientras hay que seguirle a la vida...”.
Ciudad de México (Aunam). 19 de septiembre de 2017, los noticieros en la televisión transmitían desde las 7:19 horas la ceremonia de conmemoración a 32 años del sismo de 8.1 grados en escala de Richter que azotó la capital del país:
“Damas y caballeros se encuentra con nosotros el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el licenciado Enrique Peña Nieto acompañado por el secretario de Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos; de Marina, Vidal Francisco Soberón Sáenz y de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Se dirigen al pie del asta monumental en la Plaza de la Constitución para levantar nuestra bandera nacional a media asta en memoria de las personas que perdieron la vida en el sismo de 1985. [...] Hoy, México rinde homenaje a las víctimas y recuerda el heroísmo de mujeres y hombres que, ayer como hoy, se trazaron un solo objetivo: volver a poner a México de pie y en marcha”.
Otros canales televisivos compartían desde Tlatelolco, la Cruz Roja y la Plaza de la Solidaridad (lugar donde se encontraba el Hotel Regis), los momentos de silencio y las misas en memoria de las víctimas del 85. Entre tanto, los programas de entretenimiento recapitulaban las situaciones más conmovedoras de aquella tragedia:
“Hace 32 años, un terrible sismo de 8.1 grados Richter nos cambió la forma de ver la vida [...] se escuchaba los gritos de las personas atrapadas entre las ruinas y, conforme pasaban los días, el olor a putrefacción se percibió en el aire. Las cifras hablan por sí mismas, cerca de 30 mil estructuras presentaron daños totales y 60 mil parciales. Las colonias más afectadas fueron Tlatelolco, Centro, Roma y Obrera. A la fecha se desconoce el número total de víctimas, pero hay estimaciones que van desde las tres mil personas desaparecidas, muertas o enterradas; hasta los 40 mil muertos.
El terremoto del 85 ha sido la experiencia más horrible que les ha tocado vivir a los habitantes de la Ciudad de México, la población civil salió en ayuda de los más afectados, removiendo escombros, brindando refugio, donando agua, ropa, comida, cobijas. Nunca jamás se había visto un movimiento civil de tal magnitud. Al día de hoy surgen dos interrogantes: ¿Realmente estamos preparados para un terremoto? A pesar de tanta experiencia en sismos ¿conocemos y dominamos los protocolos?”.
La realidad sería que, ni siquiera el macrosimulacro realizado ese mismo día a las 11:00 horas con el supuesto de un movimiento telúrico de ocho grados, prepararía a la población mexicana para recibir dos horas más tarde, un sismo de magnitud 7.1 grados Richter en el que no sonaría la alerta hasta después de once segundos iniciado el sismo, impidiendo las evacuaciones correspondientes.
El saldo final que el terremoto dejó, según datos de la Secretaría de Gobernación, fue de al menos 369 muertos, miles se quedaron sin agua ni electricidad, cuantiosos daños materiales, miles de heridos y más de tres mil edificios en la Ciudad de México quedaron severamente dañados al borde del colapso. En este sentido, la Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), señaló que más de 250 mil mexicanos se quedaron sin su vivienda.
Desde los primeros instantes del acontecimiento, tal como hace 32 años, la ayuda que se hizo presente con prontitud fue por parte de la población civil, pues en las calles se podían contemplar enormes cadenas humanas sacando escombros, organizándose en brigadas de acopio, recepción de medicamentos, comida y herramienta para los rescatistas, además de especialistas que brindaban servicio médico y psicológico.
Una vez que el gobierno dimensionó el tamaño del desastre, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) activó el Plan DNIII-E en las áreas dañadas de la Ciudad de México, donde se desplegaron alrededor de tres mil militares, mujeres y hombres, así como 15 binomios caninos para colaborar junto con autoridades de Protección Civil, en la búsqueda y rescate de personas atrapadas entre los escombros.
Sin embargo, en muchas zonas el auxilio de las autoridades no llegó con prontitud pues, según testimonios de quienes participaron como brigadistas, la ayuda se concentró en puntos específicos y de atención mediática, lo que provocó el retraso de herramientas y maquinaria en otros lugares además de impedir el paso a la sociedad civil para la remoción de escombros. La justificación que ofrecían las autoridades era “apegarse a los protocolos correspondientes, y esperar instrucciones”.
El panorama que dejó el sismo fue sin duda devastador no sólo para miles de familias que perdieron a sus seres queridos, sino también para aquellos que perdieron su patrimonio. La pesadilla para los damnificados apenas iniciaría al tener que luchar en un lento y complicado proceso para recuperar sus pertenencias, reconstruir sus viviendas y superar los daños psicológicos ocasionados por el terremoto.
Mi vida después del sismo...
Guadalupe del Sagrario Fernández |
Esperanza Trujillo Uribe, ama de casa residente en Nezahualcóyotl, Estado de México, a pesar de no haber resultado afectada en cuanto a su inmueble, más que “simples grietas”, si tuvo que enfrentarse a otros problemas como la falta del agua en su colonia Campestre Guadalupana.
“El agua faltó mucho a raíz del sismo, afectó mi economía, pues debía comprar una pipa cada semana. Aunque hablamos con las autoridades correspondientes, no nos solucionaron nada”, comentó la afectada refiriéndose al Organismo de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento de Neza (ODAPAS).
Trujillo Uribe mencionó que, si bien la falta de agua le perjudicó a ella, el problema se visibilizó más en sus vecinos, pues el presupuesto económico no les alcanzó para pagar una pipa de agua, por lo que tenían que acarrearla desde la toma principal. Tuvieron que pasar más de seis meses después del sismo, para que las autoridades restablecieran el servicio de agua en la delegación Nezahualcóyotl.
La señora no solo experimentó la falta de un servicio básico, también recuerda la ansiedad e insomnio que sufrió en los días posteriores, pues tenía que dormir con una botella de agua cercana a su cama para percibir cualquier movimiento telúrico ya que su colonia ni siquiera contaba con alertas sísmicas. “Tenía tanto miedo que no podía ni conciliar el sueño, la falta de alarma me preocupaba mucho hasta que por fin las vinieron a instalar”.
Es por esto que el sismo del pasado 19 de septiembre no sólo derivó en considerables costos humanos y económicos, sino también en daños emocionales, entre los más recurrentes: estrés, depresión, angustia y temor, que según especialistas entrevistadas de la Facultad de Psicología de la UNAM, se originaron por la magnitud del sismo, pero también por la poca información y cultura que se tiene al tratar la prevención de desastres, pues los simulacros no se desarrollan para prevenir o saber controlar las emociones en los distintos sectores de la población.
Las repercusiones y secuelas que los desastres naturales pueden llegar a generar en las victimas tienen duración de meses o inclusive años si no se da la atención médica adecuada, así lo confirmó el psicólogo clínico del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la UNAM, Francisco Valencia Ríos.
Otro de los casos en esta situación es de la señora Guadalupe del Sagrario Fernández, quien luego de experimentar el “más terrible sismo” en el sexto piso de su trabajo, menciona que al llegar a su departamento en Hacienda de las Escaleras número 72, Delegación Tlalpan el cual quedó inhabitable, el mundo se derrumbó para ella.
Con lágrimas en los ojos relata: “Era un desastre horrible. Vidrios rotos, bardas tiradas, mis pertenencias estaban en la calle... para mí fue muy impresionante, si no hubiera estado con mis amigas, me hubiera puesto a gritar y llorar. No era cuestiones materiales, es el patrimonio que construí en muchos años. Después de recordar ese día, constantemente vivo con temor y preocupación. No puedo estar en lugares cerrados, con mucha gente o que estén muy altos porque me da mucha angustia”.
Esta misma escena pero con sus distintas variantes, lo experimentaron miles de familias mexicanas quienes en entrevista coincidían: No importaba tanto las cosas materiales como el valor sentimental que tenían. No importaba cuánto dinero costaban sus pertenencias, sino el esfuerzo con el que lo habían conseguido.
Tras el sismo, las víctimas quedaron sin un lugar al cual regresar después de un día cansado, en donde comer, dormir o realizar sus necesidades básicas. Ahora han tenido que vivir en diferentes sitios, albergues, casas hechas de material reciclado, de campaña o de lonas. Tal es el caso del Multifamiliar Tlalpan, una de las “zonas cero” más devastadas en la Ciudad de México en la que perdieron la vida cinco adultos y cuatro menores de edad por el colapso del edificio 1C.
Dentro del lugar, se percibe un ambiente de luto, pero también de solidaridad. Pues mientras unos barren la calle del estacionamiento donde instalaron una carpa, otros se encargan de colocar los guisados en las mesas, acomodar las sillas y repartir los platos desechables para la hora del desayuno. Cientos de personas se han instalado en el parque de juegos infantiles de aquellas unidades habitacionales, algunos con mejores “techos” pero todos carentes de un espacio privado.
Petra Puebla, de 64 años, es una de las afectadas del edificio 1C que desde el sismo vive en una pequeña casa de madera construida al lado de la carpa principal, en la cual los damnificados de este multifamiliar se reúnen diariamente para compartir los alimentos que “Doña Pierre”, como es conocida en la comunidad, junto con otras mujeres se encargan de preparar y distribuir de acuerdo a los víveres y donaciones de comida que les brinda los civiles o las autoridades.
La señora Pierre reflexiona que, a pesar de haber perdido su departamento, da gracias de permanecer con vida pues desde muy temprano había salido de casa, por lo que no tuvo que enfrentar la situación de quedar atrapada debajo de los escombros, aunque menciona, hay jóvenes y una madre en el campamento que prefieren haber muerto junto con sus familiares, a pasar una vida en soledad.
Sin duda los meses en este campamento no han sido fáciles, sin embargo, los propios miembros y organizaciones exteriores han buscado mantener ocupados o entretenidos en alguna actividad a quienes han perdido su patrimonio o familiares en el sismo. Francia Gutiérrez, una de las voceras del Multifamiliar narra que, desde aquel septiembre, han asistido varios grupos de artes y recreación que buscan apoyarlos emocionalmente y de alguna forma, hacerles olvidar por un momento la difícil situación en la que se encuentran.
Menciona que el tema de la cultura y el entretenimiento no ha sido una agenda que impulsaran desde el principio, fue a partir de la ofrenda del Día de Muertos, cuando comenzaron con las festividades y eventos culturales en el campamento “¡y que tema tan más relevante! Fue muy simbólico ponerles la ofrenda a los muertos del edificio colapsado”, comentó Francia.
La vida en este campamento tiene ya una agenda establecida: las reuniones de comisiones son los martes; reunión con autoridades, los jueves; asamblea de vecinos, los viernes; juntas por edificio, el fin de semana. Y sin embargo, buscan hacerse espacios para la cultura porque consideran, ayudan a ponerle otra cara al proceso, pues a través de la creatividad pueden venir otras formas de lucha.
Los Damnificados están Unidos
Los meses pasan y, ante la falta de resoluciones, la desconfianza ciudadana va en aumento, relegando cada vez más al gobierno y los partidos políticos. La sociedad civil está lastimada y busca organizarse para prontas soluciones. Así lo hicieron cientos de damnificados que decidieron no quedarse de brazos cruzados, sino actuar para exigir la ayuda de las autoridades, así se creó Damnificados Unidos, un colectivo que comenzó primeramente por levantar su propio censo de daños pues los datos que proporcionaban las plataformas gubernamentales, no hacían visible las afectaciones del desastre.
Desde septiembre y en reiteradas ocasiones, este colectivo de vecinos de distintas zonas como Hipódromo-Condesa, Roma, Insurgentes Sur, Tláhuac y Tlalpan, buscaron establecer contacto con la Asamblea Legislativa del Distrito Federal; sin embargo, solo han obtenido despensas, cheques y vales del gobierno que prácticamente no les sirve para nada.
Este colectivo aseguró que están en contra de La Ley de Reconstrucción, pues para quienes terminaron de pagar por sus viviendas, significaría volver a endeudarse con los créditos hipotecarios que ofrece el gobierno. Héctor de la Cueva, uno de los voceros de Damnificados Unidos, menciona que no cederán ante los créditos, ni tampoco hacia la posibilidad de redensificación, al ser este un proceso en el que las ganancias serán para aquellas empresas constructoras que contribuyeron al mismo desastre.
Por su parte, Luz Olivia, doctora y afectada, declaró que los créditos buscan aprisionar a los damnificados, siendo una total injusticia para quienes no cuentan con la posibilidad de pagar como es el caso de los adultos mayores, que representan a más de la mitad de los damnificados del sismo: “Algunos de ellos no tienen más ingresos que una limitada pensión”.
A pesar de que el ex jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, presentó un informe en el que señaló que para el Ejercicio Fiscal 2018, el presupuesto para reconstrucción estaría conformado por 5 mil millones de pesos del Presupuesto de Egresos de la Ciudad de México, 2 mil 754 millones de pesos provenientes de las secretarías de Desarrollo Social (SEDESO) y de Educación (SEDU), así como 1,018 millones de pesos del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS); la señora Sagrario Fernández, del edificio en Hacienda de las Escaleras n. 72, opina que hasta el día de hoy, el gobierno no ha canalizado correctamente los apoyos brindados pues los vales o cheques, han ido a parar a manos de personas que no lo necesitan.
Afirma esto debido a que, según el dictamen de su departamento, los daños estructurales fueron los más graves del edifico, lo que propició que muchos de sus vecinos, quienes no fueron materialmente afectados, cobraran también los vales de apoyo brindados por la delegación además de cheques y abonos que ofrecían otras organizaciones en la delegación Tlalpan.
“Es triste ver cómo la gente busca generar ganancias con la desgracia de otras personas. Se les dio 130 mil pesos a quienes no lo necesitaban, mientras cientos de damnificados en otros estados no tenían ni un espacio digno donde dormir”.
Han pasado ocho meses...
Tras ocho meses del sismo del 19 de septiembre, todavía hay personas que viven en tiendas de campaña, varios edificios en pausa para la reestructuración o para una solución a los edificios destruidos, ¿y la autoridad...? Con la intención de construir un memorial.
Mientras tanto en las calles de la Ciudad de México, decenas de damnificados gritan al unísono: “¡Damnificados unidos, serán reconstruidos!, ¡Y la gente se pregunta, y esos ¿quiénes son? ¡Somos damnificados exigiendo solución para la reconstrucción!, ¡Y ¿donde está el dinero que el mundo nos donó? ¡Con eso nos alcanza para la reconstrucción!”.
La manifestación se daría después del octavo encuentro de Damnificados Unidos de la Ciudad de México, donde se dialogaron los avances y obstáculos que han tenido los afectados con las autoridades de la CDMX.
Al fondo del recinto, el señor Manuel de 63 años, residente de la Colonia del Mar, Tláhuac, comentaba: “El gobierno nos endeuda con créditos que no podremos pagar y luego nos dan material de construcción, pero yo pa’que los quiero si no sé cómo construir una casa. Es la primera vez que venimos acá con los Damnificados Unidos a que nos guíen en los procesos que tenemos que hacer para que nos reparen los daños en nuestra colonia”.
La sesión se dividió en dos grupos que permitió una pronta resolución de dudas, aunque el proceso de recepción de documentos y la falta de un dictamen estructural de algunos damnificados, alargó más de lo planeado la reunión, por lo que se decidió tomar un receso y unirse a las marchas que se estarían efectuando a lo largo del día por distintos grupos de damnificados.
“Compañeros damnificados e invitados: ¡Acompáñenos a las calles! ¡Levantemos nuestras voces con cientos de damnificados que también lo están haciendo a ocho meses de espera!” vociferó Francia Gutiérrez Hermosillo del Multifamiliar Tlalpan, mientras en el público se repartían cartulinas con leyendas como: “Por una reconstrucción sin exclusión” “Seguimos esperando”, “Recursos también para la Colonia del Mar”.
Pese a la fuerte temperatura que se registraba para la 1:00 pm, alrededor de cien personas entre hombres y mujeres, algunos con bastón o rodilleras, tomaron las calles de la colonia Hipódromo Condesa, impidiendo la circulación vial con una enorme pancarta que mostraba el dibujo de un hombre parecido al ex jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera quien, con una sonrisa en el rostro, mostraba bolsas llenas de dinero acompañado de la leyenda: “Miles de damnificados seguimos en las calles. La emergencia no ha terminado y el Estado no ha cumplido”.
Los automovilistas detenidos en la calle de Nuevo León, gritaban y reclamaban desde sus automóviles. Mientras uno de los damnificados vociferaba sin ningún altavoz: “Hoy a ocho meses venimos a expresar nuestro dolor, nuestra rabia y nuestra exigencia por que no pase un día más en que tengamos que vivir en las calles o tengamos que bloquearlas”.
“¡Solución, solución, exigimos solución!” entonaban al unísono los damnificados para disipar las bocinas de los conductores que retumbaban en toda la calle. A pesar de los insultos, uno de los damnificados se dirigía con respeto: “Les pedimos una disculpa y su comprensión; su espera de unos minutos en el tránsito no es nada comparado con las semanas que llevamos tratando de obtener soluciones para la reconstrucción de nuestras viviendas”.
Con puño en alto, los cientos de manifestantes tomaron un minuto de silencio por aquellos que perdieron la vida en el trágico suceso del 19 de septiembre, pero también por aquellos que siguen esperando un proceso digno de reconstrucción. Ante tal acto, las bocinas de los automóviles siguieron resonando hasta cierto momento cuando parecieron unirse al silencio de los manifestantes.
La mudez permaneció hasta que alguien gritó: “¡Damnificados Unidos, será reconstruido!”, uniendo al resto de los manifestantes quienes, hasta el día de hoy, no pierden la esperanza de vivir nuevamente en una casa propia, dejar de bloquear avenidas y tratar de superar aquel fatídico día en el que lo perdieron todo, menos la perseverancia y la fuerza.
“Sismo detectado, intensidad moderada” avisa por la mañana del 16 de mayo de 2018 la aplicación SkyAlert, que después de unos segundos, la alerta sísmica resonaría en toda la ciudad, regresando a la memoria de los capitalinos, el temor de aquel 19 de septiembre.
Entre las calles y avenidas de la ciudad se aprecian a cientos de personas que han decido interrumpir sus actividades para resguardarse. Todos esperan algún movimiento telúrico con gran temor. La expectación ante lo que pudiera llegar a pasar se ve reflejado en los rostros de las personas que inmediatamente sacan sus celulares para leer la actualización del Sismológico Nacional en Twitter, el preliminar es de 5.2 grados en la escala de Richter.
Entre los comentarios de oficinistas en la avenida Churubusco, uno destaca de la multitud: “No ha pasado nada, igual y al rato nos tiembla, pero mientras hay que seguirle a la vida...”.
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