TEMPLO MAYOR: HISTORIA DE TRES CIUDADES

Por Diana Arantxa Guerrero Hernández y Nadia Drucila Guerrero Hernández

Ciudad de México (Aunam). Debajo del Centro Histórico de la Ciudad de México permanece, en limitados 400 metros cuadrados, el lugar más sagrado de la que fuera la antigua ciudad de Tenochtitlán, esto debido a la urbe que se ha ido estableciendo a lo largo de cinco siglos sobre ese territorio.

Zona Arqueológica del Templo Mayor
En la actualidad una mínima parte de ese perímetro ha sido rescatado ya que existe una controversia entre la preservación de dicho recinto y la fluidez de la urbe capitalina. Los restos arqueológicos se pueden encontrar en gran parte del Centro Histórico, siendo el antiguo recinto ceremonial azteca el lugar más representativo de esta situación.

Ahora, el rescate se ha traducido en la instalación de ventanas esparcidas en varios lugares del Centro Histórico con el fin de recordar aquellas memorias. Gracias al Programa de Arqueología Urbana (PAU), la Plaza Gamio se ha convertido en parte de esa historia.

Un paso entre muchos siglos

Historia es aquel conocimiento que se tiene de una ciudad establecida hace siglos, que hoy se refleja en el rescate arqueológico del Gran Basamento. Éste contrasta con la vida del México moderno, representado por el paso peatonal que cruza desde la Calle República de Guatemala hasta llegar a República de Argentina. Este pasaje fue reabierto el 28 de octubre de 2016.

La importancia de la reapertura es que “pocos lugares como en éste se encuentran el pasado y el presente. El pasado hay que mantenerlo, hay que preservarlo, inevitablemente, pero también eso te plantea: ¿qué sucede con espacios y caminos tan importantes en donde la vida sigue transcurriendo? Tampoco la puedes detener”, explica el director general del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México, José Mariano Leyva Pérez.

"No es posible recuperar un edificio prehispánico completo"

Pasaje del Templo Mayor

La Ciudad de México es una ciudad viva, reconocida por contar con una gran cantidad de riqueza cultural e histórica. El Templo Mayor representa el lugar con mayor antigüedad en intervenciones urbanísticas y arqueológicas. Sin embargo, aún permanecen ocultos en su territorio grandes estratificaciones de la civilización mexica.

El trabajo arqueológico en esta zona comienza en 1991 con el Programa de Arqueología Urbana (PAU), establecido por el doctor Eduardo Matos Moctezuma con la finalidad de rescatar vestigios del recinto sagrado de Tenochtitlán. Los frutos de dicha labor son la zona arqueológica del Templo Mayor y el hallazgo del Gran Basamento, edificio de aproximadamente 40 metros de ancho.

Al PAU se le atribuye la supervisión del manejo que se pretende dar a las nuevas infraestructuras frente a los recintos sagrados. Eladio Terreros, investigador del Museo del Templo Mayor, comenta que “en el centro, a cada rato se les ocurre cambiar cableado, hacer drenajes y un montón de cosas. Por una ley federal de 1972, cualquier intervención que tenga como propósito hacer alguna excavación, tiene que haber (sic) la presencia de algún arqueólogo, porque donde se excave se van a encontrar manifestaciones arquitectónicas de la época mexica”.

Raúl Barrera, encargado del PAU, comentó que “no es posible recuperar un edificio prehispánico completo, debido a la destrucción que hubo durante la conquista y porque las condiciones de la ciudad actual no lo permiten. Sin embargo, con este trabajo vamos encontrando restos de arquitectura de las sociedades que estudiamos: sus templos, sus casas, sus ofrendas, sus entierros, que es lo que nos da información de esas sociedades”.

Otro de las instituciones creadas para la recuperación y conservación de los aposentos históricos es el Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México, creado en 1990, que funge como ente financiero de carácter público y es un instrumento clave para la rehabilitación de los espacios públicos.

Junto con el Fideicomiso, el Gobierno de la Ciudad de México ayuda en este trabajo con una inversión de entre 600 y 650 millones de pesos, con el objetivo de renovar y rehabilitar el Centro Histórico para mejorar la calidad de vida de quienes habitan y visitan la capital del país, según lo publicado en el portal del diario Mensaje Político el 23 de febrero de 2017.

Ambos entes han trabajado en colaboración para la reapertura de la Plaza Gamio. De acuerdo con Leyva, el objetivo es convertir el espacio aledaño al Templo Mayor en una zona de paseo histórico, “porque de repente vas caminando por el Centro Histórico y las calles no te dicen mucho, pero con este tipo de recursos, las ventanas arqueológicas y las placas, te das cuenta de la cantidad de historia que existe”.

Del mismo modo el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, opinó que “[la rehabilitación del lugar] es una vocación y una tarea que tiene la Ciudad de México y que no se va a perder, no podemos ceder y no podemos en ningún momento bajar la guardia de esto que es un patrimonio tan importante de la ciudad y de ir cada vez encontrando más y mejores espacios para disfrutar el Centro Histórico”, expresó durante la inauguración del puente peatonal y que fue reproducido en el boletín del gobierno de la CDMX.

"Se demolieron manzanas, no todo mundo estuvo de acuerdo"

La conquista de los españoles del Nuevo Mundo trajo consigo la reducción a cenizas de la ciudad y cultura mexica. Este hecho quedó registrado en nuestra historia como la mayor pérdida de edificaciones patrimoniales y representó el olvido de la época prehispánica. Solo algunos escombros prevalecen de aquella ciudad de Tenochtitlán.

Para acelerar la desaparición de cualquier recuerdo de esa época, se construyó sobre las ruinas de Tenochtitlán la nueva capital española. Se ejerció sobre los pocos habitantes originarios una línea gubernamental represiva alentándolos a olvidar el pasado indígena y aceptar la realidad del viejo mundo.

A principios del siglo XX, ante las labores de la modernización porfiriana en la Ciudad de México, se hizo la instalación de un recolector de aguas negras que fue supervisada por Leopoldo Batres. De acuerdo con el investigador Terreros, “Leopoldo Batres creía que el Templo Mayor estaba bajo Catedral y no tuvo la consideración de investigar. Por lo tanto, es que se destruyeron algunas de las etapas constructivas”.

Alrededor de la figura del Templo Mayor existen varias discusiones, como la suposición que afirma que la pirámide principal se encuentra debajo de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Algunos arqueólogos están a favor de la demolición de dicho edificio, mientras que los opositores a esa idea explican que la catedral también es un monumento histórico.

Claudia Reyes, arquitecta paisajista por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera que esta discusión se trata de una controversia entre épocas, en la que es difícil decidir qué recintos deben permanecer y cuáles no.

Un escenario similar se vivió durante el gobierno del expresidente José López Portillo, quien cedió un apoyo económico para el rescate arqueológico en los alrededores de la Catedral Metropolitana y, en específico, de la actual zona arqueológica del Templo Mayor. En ese sexenio se pudo completar parte de la excavación en el Centro Ceremonial de Tenochtitlán y se autorizó el derrumbamiento de casas con el objetivo de rescatar más restos.

“Se demolieron manzanas que tenían edificaciones del siglo XVIII y no todo mundo estuvo de acuerdo” cuenta Reyes, al referirse al descubrimiento del aposento, en lo que ahora es el museo del Templo Mayor.

Como consecuencia de esta modernidad, lo que queda son sólo ventanas esparcidas dentro de espacios con construcciones de los siglos sucesores a la ciudad mexica, como los que se encuentran en las calles de Donceles, República de Guatemala (dentro de la Casa España); en la Catedral Metropolitana y también en el Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, ubicado en la Calle de Moneda, y la más reciente que destaca al Gran Basamento, que se puede observar en la calle República de Argentina.

El arduo trabajo que realizan los arqueólogos se basa en la excavación y recolección de los objetos encontrados. A veces dicho material se aprecia dentro de los museos o quedan exhibiéndose dentro de las ventanas que pasan a ser custodiadas por los lugares en las que se ubican para después darles el mantenimiento necesario.

Esculturas de serpientes tapadas con lonas en la zona arqueológica
Sin embargo, uno de los problemas graves que enfrenta el Centro Histórico es que los responsables no se hacen cargo del mantenimiento de las ventanas. Es ahí donde el rescate de la historia queda obsoleto, al igual que el PAU.

“[Por eso] es que muchas veces en determinados lugares, no en todos, pero sí en la mayoría, se prefiere dejar y ya no excavar porque es muy caro el mantenimiento”. Algunos de los factores que contribuyen al encarecimiento de la manutención son “las condiciones atmosféricas que se tienen actualmente como la lluvia ácida, el sol, la temperatura” apunta el investigador Eladio Terreros.

La inversión que hace el Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México no tiene en cuenta el mantenimiento mencionado, por lo que son las propias instituciones quienes tienen que velar por mantener cuidado ese tesoro arqueológico.

“Los arqueólogos sólo excavan; los restos en las ventanas arqueológicas están bajo las custodia de las instituciones correspondientes en donde se encuentran ubicadas para el mantenimiento”, menciona Terreros.

Excavación de tres meses, reapertura de dos años

Ventana arqueológica en la calle República de Argentina 
El paso peatonal representa el nuevo acceso a la Plaza Gamio, y prolonga su trayecto hasta la calle de República de Argentina, justo en las ventanas arqueológicas inauguradas en noviembre del año pasado. Esta labor fue supervisada por los arqueólogos Raúl Barrera y Leonardo Luján, que dirigen el PAU.

“La excavación del Gran Basamento fue de tres meses, pero la incorporación de las ventas y el arreglo de la calle de Argentina alargó a dos años su reapertura”, apunta Eladio Terreros sobre la duración de los trabajos en esta zona.

De acuerdo con Raúl Barrera, fue durante la rehabilitación de la calle de República de Argentina cuando se descubrió el Gran Basamento, pues se descubrieron restos de roca volcánica al momento de profundizar en los huecos que servirían para la plantación de unos árboles.

Las instituciones que financiaron este proyecto gastaron entre 13 a 14 millones de pesos para la rehabilitación de la calles, incluyendo la instalación de las ventanas arqueológicas. El Fideicomiso del Centro Histórico, el gobierno de Ciudad de México y la Empresa Mucar trabajaron en conjunto para fomentar en los el interés por el pasado prehispánico mexica.

Las dos ventanas creadas en la Calle República de Argentina son producto de una promesa hecha por el Gobierno de la Ciudad de México, que en el futuro puede o no seguir con los esfuerzos de preservación. Todo depende del contexto en el que nos encontremos, aunque la toma de decisiones pierde de vista contextos sociales, culturales y políticos.

El Centro Histórico de la Ciudad de México es ejemplo de un continuo debate sobre hasta dónde debemos conservar nuestro patrimonio histórico, respetarlo y conservarlo, y dónde está nuestro límite de modificación para satisfacer las necesidades actuales.

¿Hasta dónde están marcados los límites?

La labor de los arqueólogos representa la permanencia de la historia. Es a través de los hallazgos que se “otorgan paulatinamente piezas a un gigantesco rompecabezas arqueológico que nunca se logrará completar, pues para lograr una radiografía completa de lo que fue la gran Tenochtitlán falta por explorar muchos edificios y plazas” explica Luján al periódico El Siglo de Torreón.

Cuando se les pregunta a los especialistas del tema, sobre la importancia de la preservación de los recintos y la viabilidad que estos tienen para ser rescatados, siempre se llega a la misma conclusión: la tecnología necesaria para el mantenimiento de las manifestaciones arquitectónicas existe, pero es responsabilidad del gobierno en turno si las obras se ejecutan o no.

El desarrollo se percibe en las grandes obras arquitectónicas, significan un legado para la sociedad. En ellas se refleja el progreso. El gobernante presume su poderío al destacar el propósito de dicha edificación. DiaLas construcciones asombran a algunos, dejan sin palabras a muchos y representan el patrimonio de todos.



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