MÉXICO, EL REINO DE LA INFORMALIDAD


Por Alexis Ortiz Balderas
México (Aunam). De forma autónoma o asalariada; como patrón o empleado, e incluso laborando en una institución registrada: el trabajo informal en México ha cobrado muchas formas. El país se ha convertido en un paraíso para laborar sin registro desde hace décadas, fenómeno que ha marcado el rumbo económico y social de esta nación.

Recientemente el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ha dado a conocer los resultados de un estudio que permite conocer los perfiles de empleo y desempleo en el país. Los datos que se publicaron son producto del análisis del primer trimestre de este año, enero – marzo de 2015.

El resultado es claro: el empleo en México tiene sus bases en la informalidad, pues el 57.5 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) se emplea de esta manera. El estudio, generado con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), toma en cuenta a las personas mayores de 14 años consideradas económicamente productivas a partir de las actividades que realizan.

Ningún rincón de la República está absuelto de ser informal. Todos los estados, unos en mayor medida que otros, albergan a miles de trabajadores que salen a las calles para buscar una manera de ingresar dinero a sus bolsillos. Hasta fines del 2014 Guerrero y Oaxaca encabezaban la lista de entidades con la mayor tasa de informalidad.

Sin embargo, cada zona geográfica de México tiene sus propios puntos en los que la labor informal se concentra. Los famosos tianguis son un ejemplo; nacidos desde la época colonial, estos puntos de venta ya son parte de la cultura mexicana, y hoy es común encontrar decenas de puestos montados sobre tubos y lonas que ofrecen diversidad de productos. En la Ciudad de México un ejemplo emblemático es Tepito.

Célula de la informalidad

Aún es la salida del Metro cuando el olor a marihuana ya invade la atmósfera del lugar. Las entradas del transporte público son el inicio del tianguis popular del barrio; sus más de once mil puestos no conocen límites, se mueven entre callejuelas ofreciendo todos los productos imaginables.

Sobre el Eje 1 norte se levanta la figura de un guante de box, la misma que se utilizó en los Juegos Olímpicos de México 68 para representar esta disciplina; a su lado, el nombre de Tepito da la bienvenida a uno de los barrios más conocidos del Distrito Federal. A lo largo de esta misma avenida se extiende la superficie de lo que, a medida que te vas adentrando en él, se va convirtiendo en un supermercado callejero.

Tepito es sólo una pequeña célula del trabajo informal. Pero es una de las más importantes en la Ciudad de México, pues ahí se labora diariamente y es visitado por miles de personas cada día. No es un tianguis común: su gente, especialmente, es un distintivo; los protagonistas de este supermercado barrial son tan diversos como su mercancía.

Hombres que intercalan un grito, ofreciendo sus productos, con un jalón a su cigarro de tabaco o marihuana; adolescentes con pantalones ajustados a media nalga, sudaderas de las marcas Nike o Adidas combinadas con unos tenis de bota que complementan su atuendo, y vistosas perforaciones en cualquier parte del rostro; mujeres que no temen gritar una grosería cuando apenas se sienten ofendidas; conflictos que no se resuelven en pláticas, sino que se arreglan a golpes incluso entre los pasillos del tianguis.

En este supermercado barrial se encuentra de todo: desde electrodomésticos hasta productos de la canasta básica, pasando por la venta de zapatos, mochilas, ropa y juguetes para niños. El flujo de productos piratas se ha convertido en uno de los principales referentes de la economía tepiteña sustentada en la venta de discos clonados de música y video.

El colorido del tianguis y la pluralidad de ambientes no son menos impre sionantes. Las lonas que protegen a los negocios de los rayos del sol forman un mosaico de colores variados. Centenares de visitantes se desplazan como pueden entre los angostos pasillos que han nacido de las mismas calles de la colonia.

Los “diableros” transitan a pesar de la contingencia humana que hay en su ruta. Los compradores son los que tienen que esquivar los golpes. También salen motos de las vecindades y aceleran a fondo con la seguridad de que la gente esquivará el choque.

Un mestizaje de música es el fondo de un recorrido que necesita horas para ser concluido en su totalidad, pero destaca “Don de dios” del Cártel de Santa; Mc babo canta: “Mis ojos nunca lo han visto pero se corre el rumor de un lugar dentro de la capital, en México Distrito Federal, donde la impunidad si no se compra se arrebata (…) Allí los empresarios no traen saco ni corbata, los discos pirata se venden por millones y mil malandros andan en oscuros callejones (…) como ven en exclusiva para el barrio de Tepito”.

Por más que se avanza en este tianguis del barrio parece no acabar, pero todo tiene fin. Los débiles rayos del sol comienzan a reflejarse en el suelo mientras el número de lonas va disminuyendo poco a poco. El número de negocios y compradores se va agotando; cada vez hay más distancia entre un puesto y otro, hasta que aparece un callejón sin vida, una de las entradas al laberinto de la informalidad.

Siempre habrá un lugar disponible para quien quiera laborar en este supermercado barrial que se ha convertido en una fortaleza del trabajo informal en la Ciudad de México. Tepito ha brindado a sus vendedores los beneficios económicos que el país, mediante la baja producción de empleos y la escasa calidad de éstos, no le ha dado. Sólo así se entiende el crecimiento constante de este tianguis.

Mejor ser informal

Una encuesta realizada a 50 vendedores de Tepito a principios de abril de este mismo año arrojó los siguientes datos: 16 personas laboran de manera informal debido a “la falta de empleos en la Ciudad de México”, además de que 11 lo hacen porque “las ventas y las ganancias son buenas”, admitiendo que su ingreso semanal supera al que el salario mínimo ofrece en el sector formal.

Modificado a inicios de este mismo año, el salario mínimo alcanzó la cifra de 70 pesos por ocho horas laborables. La opinión respecto a la cantidad de dinero que la formalidad ofrece es generalizada: “Es pésimo, ¿para qué te alcanza? Luego los impuestos son muy altos, todo está caro y con 70 pesos no puedes comprar nada. Aquí, en las calles, se gana más dinero”, comenta Jorge Solís Martínez, vendedor ambulante de playeras de futbol en Tepito desde hace siete años.

En general, de las 50 personas encuestadas, 35 consideraron que el salario mínimo en México es “muy malo”, a la vez que 12 trabajadores lo calificaron simplemente como “malo”. La vendimia ambulante, dicen los trabajadores, permite un ingreso mayor que los 450 pesos semanales del salario mínimo.

Las ganancias de Jorge, comenta él, son regulares: “En mi caso las ventas suben cuando hay un evento importante de fut, ahorita está la Champions (League) y la gente se está llevando las playeras del Barca y la Juventus”. Ambos uniformes tapizan la entrada del negocio de Jorge. El mítico color azulgrana del Barcelona español, y las históricas franjas negras y blancas de la Juventus de Turín dan la bienvenida a su puesto.

Joven, aparentemente de unos 23 años, luce un pequeño arete que rebota los inconstantes rayos del sol que en ratos se oculta y en otros resplandece. Jorge trabaja en el tianguis tepiteño por herencia de su familia, con él se cumple la tercera generación que labora ahí.

Reconoce que sí trabaja ahí por tradición, sin embargo tiene claro que encontrar un buen empleo hoy es complicado: “La producción de empleos es regular, pero creo que si dejo ahorita esta chamba no encuentro otra. Ser formal me gustaría por eso del seguro médico, siempre hace falta. Si el gobierno le bajara a los impuestos chance y sí quisiera ser formal”, asegura.

Cada palabra emitida por Jorge culmina con un acento de barrio, no vive en Tepito, se traslada desde el Eje Central que abarca parte de la Ciudad de México y el Estado de México. Sonríe cada vez que responde a una pregunta a la vez que se frota el codo derecho, como dudando lo que dirá, dejando ver así la figura azteca que lleva tatuada en ese mismo brazo.

Jorge está contento con su trabajo: “Me gusta esto, trabajar al aire libre y que haya muchas personas”, acepta, declarando también que el famoso ambiente hostil de Tepito no lo ha incomodado porque su puesto se ubica sobre el Eje 1 norte, una zona muy transitada. Sin embargo, sí reconoce que él como todos los vendedores tienen un problema: “Este tianguis ha crecido demasiado”.

Tepito es México

La informalidad en México es un fenómeno que ha florecido con el paso de los años y ningún gobierno ha podido frenar su crecimiento. Los mandatos priistas del siglo XX consolidaron las bases para que el empleo informal se desarrollara; las constantes crisis económicas en las que cayó el país y la débil reacción de los presidentes del Partido Revolucionario Institucional obligaron a que la gente pensara en emplearse por propia cuenta.

La llamada “alternancia” no respondió de mejor manera, datos del INEGI demuestran que a partir del 2000 el trabajo informal se disparó hasta superar el 50 por ciento total del PEA. Con esto queda claro que los gobiernos del Partido Acción Nacional, que puso en la silla presidencial a Vicente Fox Quesada (2000 – 2006) y a Felipe Calderón Hinojosa (2006 – 2012), no fueron eficaces a la hora de erradicar la informalidad en el país, sino que, contrariamente, la fortalecieron.

El estado informal de México se consolidó en los 70’, mismo momento en que Tepito comenzó a crecer y se erigió como uno de los principales centros del trabajo informal; esto fue en el mismo contexto en que la economía mexicana entró a una crisis después del vencimiento del llamado Desarrollo Estabilizador, un programa económico que permitió a México, desde 1954, repuntar los números de su economía interna y que fue el causante del denominado “Milagro mexicano”.

Con la economía a la baja se hizo evidente la escasa producción de plazas laborables. Si en el México de los 70’ la tasa de empleo era de 7.0, en 1983 cayó a 1.83 y hasta el 2009 sólo aumentó al 2.5, según un estudio llamado “Evolución reciente del empleo y el desempleo en México” realizado por Pablo Ruiz Nápoles y Juan Ordaz Díaz, ambos pertenecientes a la Facultad de Economía de la UNAM.

Así, las personas se quedaban sin trabajo y sin un ingreso que les permitiera mantenerse a sí mismos y a sus familias. La solución era clara: habría que salir a las calles para emplearse por cuenta propia.

Natalina Aguilera Téllez tiene 49 años, es habitante de Tepito y desde hace dos décadas trabaja en el tianguis de la zona. Al igual que Jorge Solís labora ahí por herencia familiar y ha visto los marcados cambios que ha sufrido este supermercado urbano.

“Desde chiquita mis papás me traían acá, tenían su puesto de ropa y yo veía cómo trabajaban, luego ya les ayudé. En ese tiempo había bien poquitos puestos, ahora ya se establecieron muchos vendedores y eso nos afecta a todos en nuestras ganancias”, sostiene Natalia, quien no pierde tiempo para abalanzarse sobre los compradores y ofrecer sus productos: cosméticos y bolsas de mano.

“Yo antes era la única que vendía esto y ahora ya hay como cinco puestos aquí cerquita de mí que ofrecen lo mismo. Entonces ya todos vendemos lo mismo y la competencia es muy fuerte”, dice la mujer que trabaja para mantener a sus dos hijas, quienes a pesar de laborar ocasionalmente en el tianguis han optado por buscar un trabajo, según su percepción, de “mayor calidad”.

Los ojos verde oliva de Natalina se pierden en el cielo mientras busca una respuesta a la siguiente pregunta, quiere saber por qué el tianguis tepiteño ha crecido tanto: “Pues he sabido que en el centro, por ejemplo, han corrido a muchos vendedores ambulantes o cerrado mercados, además de que es difícil encontrar trabajo, entonces la gente busca dónde acomodarse, donde trabajar”, por fin dice, recordando si olvidó algún detalle.

Natalina no esconde su carisma, por los años que ha vivido en Tepito ya es muy conocida y no ha tenido ningún conflicto. Asegura que no sólo ha cambiado la cantidad de puestos, sino también las personas: “Hoy hay más envidia, si a uno le va bien el otro ya está hablando que por qué él no vende o cualquier cosa así. Yo no hago caso, me gusta hablar con todos, platicar y trabajar”, declara.

Su jornada laboral empieza desde las 10 am y acaba a las 7 pm, cuando el sol comienza a ocultarse y los peligros de la colonia se acentúan. Camino a casa observa la movilización de la cocaína y la marihuana que estará a la venta el día siguiente con la impunidad garantizada por las autoridades. “Aquí la policía no se mete, no puede, todo está controlado por los narcos. A mí ya no me da miedo, soy de aquí, me conocen” expone Natalina, quien culmina diciendo, entre carcajadas, “a partir de las 7 de la noche Tepito sólo es para los que vivimos aquí”.


¿Informalidad, problema o remedio?

Juan Pedro Chávez, economista y sociólogo, en entrevista para este reportaje, consideró que la informalidad es un tema que puede explicarse desde dos puntos: el económico y el sociológico; primero, refleja un proyecto de economía que no está funcionando bien, y, por otra parte, es el producto de la necesidad que tiene la gente de trabajar e ingresar dinero.

El especialista en la Teoría económica afirmó que el actual modelo de economía mexicana no es eficaz para la generación de empleos, cuestión que provoca la informalidad: “Hoy la carencia de producción de plazas formales alcanza a jóvenes y adultos; el horizonte laboral para quienes egresan de una Universidad está despedazado, y lo mismo sucede con la PEA, que está contabilizada pero no tiene trabajo y tiene pocas posibilidades de tenerlo de una manera que no sea la informal. En todo caso, yo digo que la informalidad es el disfraz del desempleo”, sentenció.

Desde una perspectiva más científico social, el catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la carrera de Ciencias de la Comunicación, aludió a que la necesidad de ganar dinero provoca la informalidad: “La gente que no tiene un contrato formal busca una forma de subsistir y si las condiciones laborales no son las óptimas, busca empleo en cualquier rama de la informalidad, aseguró.

Ante el actual panorama económico, el licenciado Chávez señaló que urge hacer una revisión al modelo económico actual, al que calificó como neoliberal y con reformas que han pulverizado cualquier posibilidad de generar empleos. Comentó que “el gobierno prometió más empleos, cuando lleguen las empresas extranjeras por la Reforma Energética a invertir en el país, éstas traerán a sus empleados. ¿Cuál es, entonces, la generación de empleos?”.

Al ser cuestionado por el efecto positivo o negativo de la informalidad, el catedrático afirmó que hay dos corrientes: por una parte, es beneficiosa a nivel microeconómico, pero hay quienes dicen que afecta a la recaudación de impuestos. En su caso, aseguró que la informalidad “resuelve problemas”, y “sería injusto pensar que la no donación de impuestos de estas personas es un problema mayor para la economía, cuando el gobierno no le cobra a quienes debería: a estos pequeños grupos que contienen la riqueza del país”.

Falta de producción de empleos, dañina para México

El trabajo informal no sólo tiene su importancia en que influye en el desarrollo de la economía mexicana, sino que se ha erigido como una solución al desempleo en el país.

En los últimos meses la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), comandada por el secretario Luis Videgaray Caso, ha insistido en que el ataque a la informalidad ha sido positivo; después de esto el INEGI la desmiente: en los datos recientes que expone el instituto se deja claro que si bien la tasa de desempleo ha decrecido a 4.2 por ciento, respecto al 4.8 porcentual que se presentó en 2014 en el mismo lapso de tiempo, enero – marzo, la informalidad sumó 0.8 con relación a las cifras presentadas hace exactamente un año.

La fuerza trabajadora de México se está resguardando en los beneficios económicos de la informalidad con más frecuencia y el avance en la formalidad, dicen especialistas, no se basa en la mayor generación de empleos por parte del gobierno, sino en el registro de las mismas personas informales en Hacienda con el fin de obtener beneficios médicos o prestamos para casas vía instituciones gubernamentales.

Ricardo Uvalle Berrones, especialista en políticas públicas y catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, aseguró, en entrevista para este reportaje, que la falta de producción de empleos formales afecta a la economía del país.

El doctor en Administración Pública por la UNAM enfatizó en los factores que afectan a la economía tras la baja producción de empleos: “La baja creación de empleos afecta porque, primero, hay un mayor crecimiento demográfico que solicita empleo; segundo, aumenta el desempleo y significa para el gobierno no captación de masa fiscal; y tercero, aumento del desempleo es igual a baja en la masa de consumidores que pueden adquirir mercancías y bienes”, sentenció.

Uvalle Berrones aclaró que no sólo deben generarse empleos formales, sino que estos deben incluir la calidad necesaria para que las personas informales se sientan atraídas por la formalidad. Las plazas creadas, destacó, deben ser económicamente satisfactorias para que el dinero ingresado por las horas de trabajo sea suficiente para cubrir las necesidades del ciudadano y alcanzar el cumplimiento del pago de impuestos.

El también coordinador de la carrera de Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM mencionó que el sector servicios puede ser el llamado a producir más empleos ante la falta de apoyo a la actividad agrícola y de producción, una vez que aseguró que las Reformas, especialmente la Energética, aún están en proceso y sus resultados en cuanto a la producción de empleos se vislumbrarán en un par de años.

¿México formal?

A su entrada a Los Pinos, el actual gobierno priista prometió la generación de empleos formales para sus ciudadanos, sin embargo el pobre crecimiento de estas plazas deja en duda este compromiso. Mientras, la informalidad reina en el país: según la Organización Internacional del Trabajo, hasta finales de 2014, México es el único país de América Latina y el Caribe en el que el trabajo informal supera al formal, además de que es uno con más baja tasa de productividad de empleos.

De la Reforma Energética se presume que generará aproximadamente 500 mil empleos, lo que sería incluso una pobre solución a la informalidad representada por millones de ciudadanos. A esto se agrega que la problemática mundial de los costos y distribución del petróleo ha mermado el funcionamiento de la Reforma, y pareciera que el gobierno no pensó en un “plan b” para hacer frente a contratiempos.

Así, mientras funcionarios y políticos continúan su labor de rescate de la economía mexicana, y con ésta la producción de empleos, en Tepito y el resto de puntos de trabajo informal en el país no se piensa en el preciado “oro negro”, sino sólo en trabajar para mantener el hogar, a la familia y satisfacer necesidades básicas más algunos lujos de cualquier manera.




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