MAFIA NUEVA, UNA REALIDAD EN TLÁHUAC


Por Camila de Buen*
México (Aunam). La realidad actual de las personas de la Delegación Tláhuac se ha tornado violenta, amenazada, intimidada e incluso rechazada por una parte considerable de la población. Esta realidad incluye alborotos en las calles los fines de semana; incremento en los robos en parques y mercados, los jóvenes prefieren no acudir a las clases. Dentro de la población de esta Delegación, es posible encontrar personas, especialmente entre los jóvenes de edades que oscilan entre los quince y los dieciocho años, a quienes dichos cambios sociales les son atractivos, convirtiéndose en fanáticos de los usos y costumbres que estos traen consigo.

Algunos cambios sociales, han sido introducidos gracias a la adopción que la sociedad ha hecho de la cultura del narco. Por ejemplo, en una secundaria ubicada en la Colonia Miguel Hidalgo, en Tláhuac, la narcocultura ha atrapado a muchos de los alumnos, quienes a su vez logran transformaciones conductuales acordes a las usanzas que esta cultura manifiesta.

Con apenas 14 años de edad y un año reprobado en la escuela, Tomás N. es ejemplo de los cambios que se mencionan. Tomás es miembro de una banda criminal conocida como “Los ratones”, la cantidad de personas que conforman dicha banda es indefinida, sin embargo, en esta escuela secundaria es común encontrar a jóvenes que se dicen miembros.

“Entrar a la banda no es fácil y por eso muchos nomás dicen que son un ratón para impresionar”, afirma el joven.

Nacido el 4 de febrero de 2001 en el Distrito Federal, Tomás ya no quiere estudiar más, su kínder y primaria eran particulares y las amistades muy distintas a las de ahora.

Antes jugaba video juegos mientras sus padres trabajaban y él era cuidado por su abuela. Justo en las vacaciones en que terminó la primaria y debía pasar a primer año de secundaria, su papá fue despedido por un recorte de personal de la empresa para la que trabajaba; fue ese el motivo por el que sus padres decidieron cambiarlo a una escuela pública. Su abuela sigue cuidándolo a pesar de que él le dice que ya es mayor y no la necesita.

Su llegada a la secundaria pública fue un cambio difícil, según cuenta Tomás N., no por la carga de tareas pues dice que le dejaban mucha más en las otras escuelas, se debe más bien a que el tipo de personas es diferente. Al ingresar a la secundaria, el adolescente no se sentía en total confianza, sin embargo, cuando conoció a Ángel comenzó a ser más abierto y a hablar con sus compañeros de clase, así formó sus primeras amistades, chicos divertidos con quienes pasaba todo el día en la escuela.

Las tareas y trabajos pasaron a segundo término para Tomás quien en poco tiempo se convirtió en miembro de “Los ratones”. Cierto día, él y Ángel estaban platicando afuera de la escuela, esperando a que tocaran la campana y entonces entrar, “Ángel me convenció de irnos de pinta”, dice, “así es como me hice amigo de Moisés R. quien me metió a “Los ratones”, continúa.

Actualmente Tomás cursa el segundo año en la secundaria y acaba de presentar 4 exámenes de recuperación para no reprobar un bimestre, sin embargo, considera inútil haber presentado las pruebas ya que está convencido de dejar la escuela porque no es algo que le guste. “Me voy de pinta una vez a la semana”, dice orgulloso al terminar su Coca-Cola, lo hace con la intención de que las autoridades lo den de baja en las listas y entonces sus papás ya no lo obliguen a ir.

Tomás raya las bancas de su escuela, falta a clases, bebe alcohol y fuma cigarrillos de manera ocasional, pero aspira a ser como Moisés R., quien es todo un narcomenudista encargado de reclutar más adolescentes para la banda de “Los ratones”.

Moisés, un chico de apenas 15 años, dedica su tiempo libre a trabajar. ¿Su trabajo?, repartir droga, cocaína específicamente, en la colonia donde ha crecido y donde seguramente vivirá el resto de su vida. “No sé de dónde, ni cuándo salió este rollo, ni conozco al líder pero es bien chido estar dentro de algo donde te quieren y respaldan”, dice el entrevistado al cuestionársele sobre el origen de la organización para la que trabaja.

De acuerdo con un artículo del diario El Universal publicado el 4 de agosto de 2014, Tláhuac es una de las cinco delegaciones más peligrosas del Distrito Federal; en ella se realizan bailes en donde la música de la cultura del narco es presentada y en dichos bailes la presencia de jóvenes es cada vez más alta, de hecho, muchas veces las autoridades deben cancelar los eventos para evitar la presencia de menores de edad y de ese modo no se vean influenciados por la delincuencia que se hace presente en ellos.

En México “el narcotráfico dejó de ser una actividad delictiva encapsulada para convertirse en un fenómeno expansivo que permea los tejidos económico, social y cultural, cuyos efectos impactan desde las ventas de autos hasta los valores y aspiraciones de los jóvenes; pasando por algunas expresiones con tintes populares como la música, o la construcción de cierta imagen estética mediante los atuendos extravagantes”, afirma la Secretaria de Seguridad Pública (SSP) en una investigación titulada “Jóvenes y Narcocultura” publicada en mayo de 2010.

El narcotráfico no sólo genera violencia, sino que ha dado pie a otro fenómeno que ha tenido un impacto enorme en la sociedad mexicana: la narcocultura. “Es más que una tendencia artística, es una forma de vida que responde a una estructura de valores, la expresión de intereses, una forma de vestir, un grupo de personas de una cierta nacionalidad que conservan muchas características de la sociedad en general, pero adoptan, por propia cuenta, elección y convicción, ciertas actitudes propias sólo de un grupo en específico”, explica Susana Rodríguez, reportera del periódico La Jornada Aguascalientes, en una nota titulada “La Narcocultura más como una forma de vida que como arte”.

La narcocultura es un fenómeno que abarca religión, música, ostentación de poder y de dinero; con ella se ha construido una identidad que muchos desean compartir. En México, este fenómeno se ha hecho presente en varios estados y se ha adoptado como una forma de vida que es muy notable en la comunidad juvenil.

De acuerdo con el estudio “Jóvenes y Narcocultura”, realizado por la Secretaría de Gobernación (Segob), la narcocultura, entendida como un marco de códigos, prácticas, lenguaje, etc., empieza a gestarse a partir del contrabando de drogas.

Jorge Sánchez Godoy, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en su artículo “Procesos de institucionalización de la narcocultura en Sinaloa”, publicado en 2009, afirma que el fenómeno surgió en el municipio de Badiraguato, en la sierra de Sinaloa, es en ese lugar donde ha tenido su mayor expresión como una identidad particular.

El origen de este fenómeno se remonta a la década de los años cuarenta, cuando se inicia la siembra de amapola en esa región, pero es hasta los años setenta cuando se puede identificar como una manifestación aceptada y adoptada por la población del lugar, afirma Godoy.

De acuerdo con una investigación del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), titulada “Narcocorridos, ciudad y vida cotidiana: espacios de expresión de la narcocultura en Culiacán, Sinaloa”, en México la narcocultura es un fenómeno que no pierde su esencia, es decir, a pesar de que se ha expandido a lo largo y ancho de todo el país no deja atrás sus raíces, esto quiere decir que el narcotráfico es ya una forma de vida en México, es incluso algo que caracteriza al país y por desgracia siempre va de la mano con la violencia. La expansión del narcotráfico llegó a cada rincón del país y es por eso que Tláhuac es una zona donde evidentemente, se ha hecho presente.

En la secundaria mencionada, otro grupo de delincuentes que se encuentra se conoce como “Los Ubas”; cada uno de los integrantes de este grupo tiene algo en común y es el comportamiento y la forma de pensar: por ejemplo, tienen una idea sobre el honor que construyeron a partir de un sistema de valores que se creó dentro del grupo y que corresponde a muchas de las canciones que son identificadas como las más escuchadas en la rama de narcocorridos y movimiento alterado, música perteneciente a la narcocultura.

El origen de “Los Ubas” no se conoce con exactitud, sin embargo, hay quienes como miembros de la organización afirman que ésta nació en un Colegio de Bachilleres, "Manuel Chavarría Chavarría", ubicado en Tláhuac. Como banda, comenzaron cuando eran apenas cinco miembros pero con el paso de los años y las nuevas generaciones en la escuela, el número creció y ahora es imposible saber cuántos son miembros de esta comunidad y en cuántas escuelas se ubican.

Escuela, corridos y mariguana


Es viernes, y la salida de la Escuela Secundaria será temprano porque los profesores tienen junta de consejo. Normalmente salen de clases a las 8:45 pm, pero hoy los dejarán marcharse a las 6:00 pm. En la salida hay muchos padres de familia que esperan a sus hijos para llevarlos a casa, sin embargo, hay estudiantes que decidieron no avisar que salían temprano y deciden irse al parque que está junto a la escuela, el mismo en que Moisés R. asalta a las personas.

Rogelio C. y sus amigos decidieron no avisar del horario de salida. Todos, desde que iban en quinto año de primaria, son miembros de “Los Ubas”. Una vez instalados en el parque, emprenden la aventura de una reunión más entre amigos; algunos sacan sus celulares para buscar una canción y ambientar el sitio. Así comienza a sonar “Soy de Racho” corrido interpretado por el Komander, uno de los exponentes más exitosos de la cultura del narco, es una canción que habla de cómo una persona humilde de Culiacán se siente orgullosa de lo que es y lo que ha logrado, y a pesar de eso, con el esfuerzo ha conseguido dinero suficiente para darse lujos y comprar ropa y accesorios caros.

Mientras esa canción está de fondo, los jóvenes comienzan a hablar sobre la última pelea que ocurrió en la escuela, algunos imitan los golpes y otros ríen con dicha imitación. Las miradas se vuelven hacia la parte trasera del parque y los chicos bromean porque se están acercando un par de jovencitas que al parecer les atraen, al pasar frente a ellos los ignoran y aceleran el paso.

Rogelio dice que eso pasa siempre porque nadie confía en ellos, creen que todos son delincuentes y que los van a asaltar o algo parecido. La canción cambia y ahora suena “Un fin en Culiacán”, todos excepto Rogelio cantan esa melodía y se escuchan comentarios como “algún día voy a vivir así”, “quiero ser como ‘El Ojo’ para tener varo”; Rogelio explica que “El Ojo”, es el encargado de distribuir la droga por toda la Delegación Tláhuac, es un delincuente que se caracteriza por no buscar pleito y ayudar a los que puede.

Por otro lado, hay una semejanza con la idea de la fugacidad de la vida, pues en el pensamiento de los involucrados con el narco y en el de los jóvenes integrantes de las grupos mencionados, se debe vivir rápido y al momento porque en cualquier instante la muerte se hace presente y es mejor valorar la vida; esta idea puede verse reflejada en la canción “Archivos de mi vida”, interpretada por Gerardo Ortiz, uno de los mayores exponentes de la narcocultura musical en México. La canción dice lo siguiente:

“…los archivos de mi vida al comienzo acumulé, repasándolos me acuerdo cuando apenas comencé, el sueño que yo tenía al fin se me realizó, con apoyo de mi gente y con la ayuda de Dios. Nunca te has puesto a pensar en cómo será la vida si mañana tú no estás, vive, aprende a apreciar porque vida sólo hay una, hay que saberla disfrutar…”.

En cuanto a la imagen o apariencia, también se ve un cambio, los involucrados en el narcotráfico o bien, los jóvenes que se ven influenciados por la narcocultura se caracterizan por usar una vestimenta que consiste en portar cinturón piteado con grabados, hebillas de oro con incrustaciones de piedras preciosas.

En este punto, es necesario destacar que los jóvenes en Tláhuac (debido a su posición socio económica) no pueden pagar cosas originales y sustituyen lo original con imitación o simplemente con cosas que se parecen a lo original; figuras de animales de granja y hojas de marihuana, botas vaqueras de pieles exóticas, joyería en oro, camisas crema de seda con estampados de la Virgen de Guadalupe, el santo Malverde, etcétera. Además de un especial gusto por la ropa del diseñador Versace.

Otro aspecto muy importante que se ve en los patrones de consumo de los jóvenes es ingerir drogas. En las canciones que tratan el tema se habla del uso de cocaína, sin embargo, en el caso de los adolescentes en Tláhuac no es común que compren esta droga debido a la falta de dinero y para poder cubrir ese requisito comprar sustancias sintéticas o baratas.

Moisés R. afirma que él no puede comprar cocaína, a pesar de que la distribuye; eso se debe a que no tiene dinero suficiente, pero para no sentirse mal consume drogas como la marihuana y siempre tiene con él una “mona”, que es un trozo de estopa bañado en thinner que huele para drogarse y sentirse más valiente y poderoso.

Además se dedica a asaltar personas en el parque que esta junto a su escuela para poder obtener dinero y comprar todo lo que quiera o necesite. Él tiene una motoneta que sirve como transporte y afirma que sólo es temporal porque algún día será líder de los “ratones” y podría comprarse autos como los que tienen los narcos.

Repartir dulces

Son las 12:35 pm del jueves 2 de abril de 2015 y Moisés enciende su motoneta para salir a repartir “los dulces del día”, como él le dice a la cocaína. “Hoy sólo llevaré a dos chavos”, dice y hace un ademán con la mano. Arranca y en menos de un minuto las bocinas que adaptó a su medio de transporte comienzan a sonar, la canción que se escucha es “Damaso” de Gerardo Ortiz.

Después de ir sobre la calle Deodato, ubicada en la colonia Miguel Hidalgo en Tláhuac, Moisés gira a la derecha en Walkirias y calles más adelante se detiene en una esquina donde hay una tienda pintada de blanco con letras azules que dejan leer la palabra “Pepsi”. La música no ha dejado de sonar y ahora se escucha “Mi último deseo” de la banda Los Recoditos, Moisés tararea la canción y dice “no ha de tardar”, refiriéndose a la persona a la que hará entrega de algunos “dulces”.

Dos canciones después llega un hombre alto, moreno, con lentes oscuros y una capucha gris que se quita para saludar a Moisés, de fondo, la canción “A quien corresponda” de la agrupación Colmillo Norteño, no llega ni a la mitad y Moisés y su comprador hace una cambio rápido tomándose de las manos, se abrazan y la primera entrega ya está hecha. El hombre moreno desaparece tan rápido como llegó.

Es importante destacar que aunque las prácticas de la cultura del narco no se manifiestan con la misma frecuencia o de la misma forma en todos los jóvenes, sí es posible establecer cierto patrón de comportamiento. Pero más allá de si el fenómeno se manifiesta con idénticas características a las señaladas por los que han estudiado la narcocultura, lo que interesa resaltar es la existencia de una constante en ciertas pautas de consumo.

José Manuel Valenzuela, investigador social de El Colegio de México, en su investigación “Jóvenes y Violencia”, señala que el empleo de los elementos de la narcocultura ayuda a los jóvenes a sentirse bien pues les brinda seguridad y cierto status entre sus grupos sociales.

Luis Astorga, miembro del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, en la investigación “Mitología del narcotraficante en México”, afirma que “en los narcocorridos existe una especie de ‘orientación ética para quienes se dedican a esa actividad o aspiran a hacerlo’. Otra peculiaridad del género es que los personajes son hombres y mujeres con atributos como valentía, fiereza, osadía y astucia, rasgos que utilizados frente a la ley, se magnifican y los hace dignos de respeto”.

En “Jóvenes y Narcocultura”, Carlos Cruz, investigador de la Dirección General de Prevención del Delito y Participación Ciudadana ha encontrado que cada vez son más jóvenes, casi niños, los que ingresan a las organizaciones delictivas. Hace una década reclutaban a jóvenes entre los 20 a 35 años de edad, ahora los cooptan en edades más tempranas, de 12, 13, 14 y 15.

Cruz señala también que el éxito que ha tenido la delincuencia organizada con la participación de los adolescentes y jóvenes, se debe en gran medida a que esas organizaciones les están dando “trabajo y reconocimiento”, algo que se les niega en otros ámbitos sociales. Debido a eso, es imposible reconocer a los jóvenes y adolescentes como sujetos capaces de impulsar un cambio en el país, afirma la Secretaría de Seguridad Pública.

Con 28 años dedicados al servicio de la educación, Jesús Miguel Miranda Arteaga, profesor de español en una escuela secundaria, habla acerca de lo que es la identidad y cómo es que los jóvenes la construyen a partir de la cultura y el entorno que los rodea.

El también licenciado en Psicología Educativa, egresado de la Universidad Pedagógica Nacional, señala que costumbres, modales, arte, educación, y cualquier término que se piense es parte de la cultura de un pueblo o una sociedad; opina que la cultura y la identidad son términos que van de la mano, no existe el uno sin el otro. Para entender el proceso de construcción de la identidad es completamente necesario conocer la cultura y el ambiente en que una persona se desarrolla pues cada elemento que rodea al individuo resulta fundamental para su conformación como ser social.

En un estudio sobre la respuesta de los jóvenes a la oferta de las organizaciones delictivas en Sinaloa, realizado por Tomás Guevara Martínez, psicólogo social de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), se plantea que la influencia de la narcocultura musical ha sido tanta que cada vez hay más jóvenes dispuestos a dejar la escuela debido a que no consideran la formación profesional como parte de su proyecto de vida. Los resultados permiten observar un desinterés muy importante en la formación académica.

En el estudio de Guevara se realizaron entrevistas a jóvenes que consumen narcocorridos y se obtuvo como respuesta que desean ser narcotraficantes “para tener dinero y esas morras que andan con los narcos”.

El estudio se realizó en Sinaloa pero al preguntar a algunos miembros del grupo de los “ratones”, éstos contestaron de la misma manera, incluso uno de ellos mencionó a las modelos de los videos de Gerardo Ortiz, y dijo que le gustaría poder salir con mujeres como ellas; Guevara Martínez, menciona en su investigación que en Sinaloa hay un dicho popular: “Más vale vivir cinco años como rey, que 50 como buey”.

Actualmente la violencia es un problema cotidiano y las personas están acostumbradas a vivir envueltas en ella, es un fenómeno tan común que se asocia con casi todo, sin embargo, está ligado con el tema de la narcocultura, pues se piensa que debido a la música que de ella deriva los jóvenes adoptan conductas agresivas. Por ejemplo, en la escuela secundaria de la que se habló antes, los estudiantes imitan las prácticas que se mencionan en los narco corridos:

El grupo conocido como “Los ratones” está integrado por jóvenes que apenas tienen 13 y 14 años de edad y dicen ser miembros de una organización delictiva que se encarga de la distribución de la droga en toda la Delegación. En el interior de la secundaria se formó un grupo de aproximadamente 17 adolescentes que se adueñaron de los pasillos y de los baños de la escuela, con el fin de cobrar una “cuota” de 1 a 3 pesos por día a aquellos que deseen usar el sanitario.

Ante esta perspectiva, la narcocultura penetra con mayor facilidad entre los jóvenes. Con la narcocultura y con la oportunidad de una vida mejor (económicamente), los jóvenes optan por cambiar su modo de vida y adaptarlo a lo que el narcotráfico ofrece. El narco ha sido enormemente connotado por la sociedad mexicana, especialmente por los jóvenes que ven en él la oportunidad de ser capos o simplemente de vivir una entre lujos, aunque su vida sea fugaz.

Por otra parte, los mensajes de los narcocorridos son sobreinterpretados y eso hace que la narcocultura musical afecte o haga que la conducta de los jóvenes cambie. Otro aspecto que se menciona en las canciones y que se ve reflejado en los jóvenes es un sistema de valores que incluye la lealtad, la honestidad, la valentía y defender a los miembros de la organización.

En el caso específico de la secundaria de la que se habla a lo largo de la investigación, se muestran todos esos valores, pues la rivalidad entre “Los ratones” y “Los Ubas” está presente en cualquier momento, y cada uno de los miembros tiene un compromiso con su grupo, de fallar al grupo la persona será castigada de manera física y además será excluida del grupo.

Las autoridades en la escuela

Convendría ahondar en la relación de los jóvenes con la narcocultura, para obtener datos que lleven a encontrar las repercusiones que ésta tiene sobre el desarrollo conductual de ellos. El también profesor de historia a nivel secundaria Hugo Lombera dice que “es en la etapa de la adolescencia, cuando los jóvenes se encuentran más susceptibles a los cambios, ya que es en ésta es donde descubren su identidad y su autonomía individual, es por eso que ellos hacen uso de ciertos tipos de comportamientos”.

Lombera, explica que él no juzga a sus alumnos al saberlos fanáticos de la música que refiere al narco o en general a la narcocultura, cree que el gusto por esa música es tan normal como el gusto por el rock o las baladas, “finalmente es música”, apunta el profesor. Lo único que le parece realmente preocupante es la estrecha relación que muchos adolescentes tienen con el crimen organizado.

Otra docente de secundaria, la profesora Claudia Guerrero, quien imparte educación Cívica y Ética, no cree que el gusto por esa música sea malo, sin embargo, reconoce que hay una relación innegable entre la narcocultura y el crimen organizado. “Sólo es música, música que por desgracia es tomada muy en serio por los jóvenes, le dan una importancia innecesaria a lo que dicen las canciones y lo peor es que sueñan con ser los protagonistas de historias como las de los corridos”.

Por otra parte, el profesor Oscar Galindo, opina que los adolescentes tienen una idea errónea de lo que es la construcción de la identidad, para él no se trata de pertenecer a un grupo sólo porque sí, sino que debe haber una relación que permita al joven sentirse feliz y en confianza, “es imposible que los grupos delictivos proporcionen esas emociones”, argumenta el profesor.

Galindo se considera más que un profesor, un amigo más de sus estudiantes, muchas veces se sienta a platicar con ellos sobre asuntos personales y trata de darles consejos para salir adelante y no errar el camino, él se considera apto para esta tarea debido a que ha impartido el curso de “Escuela para padres”, en la misma secundaria, en ese curso aprendió que la identidad debe tener las características antes mencionadas, también entendió que muchas veces son los padres los culpables de que los alumnos pierdan la idea de lo bueno y lo malo.

“Para poder sacar adelante a una familia se debe predicar con el ejemplo”, dice; “por desgracia en zonas en las que la droga está a tope es imposible que eso ocurra”, concluye el profesor. También dijo estar seguro de que la música sí es la causante de que los jóvenes se conviertan en delincuentes o en adictos, considera lo que dicen las letras de las canciones prácticamente una guía para llegar a la perdición o caer en un hoyo del que pocos logran salir.

Según la Secretaría de Seguridad Pública en la investigación “Jóvenes y Narcocultura”, la narcocultura ha penetrado en la mentalidad de muchos adolescentes, al grado de que hay una aspiración a pertenecer a los cárteles por el hecho de obtener un auto de lujo, armas, dinero y droga. Los jóvenes son reclutados para cuidar residencias, llevar pequeños cargamentos hacia Estados Unidos o, en el peor de los casos, como sicarios, para ejecutar a los enemigos de sus patrones.

También son alistados como “puchadores”, término con el que se conoce a los vendedores de droga al menudeo. Ellos están en la base de la pirámide, hacen el trabajo sucio: la vigilancia, el traslado de la droga, la venta al menudeo, y también son utilizados como choferes.

Para muchos adolescentes y jóvenes, ser narcotraficante o sicario es mucho más que un juego. Son ellos quienes están alimentando la base operativa de los grupos delictivos del país, son la mano de obra del narco. El especialista Astorga señala que además del desempleo, la pobreza y la deserción escolar son factores que empujan a los jóvenes a involucrarse en el contrabando de drogas o como sicarios.

Asegura que en muchas zonas del país, el narcotráfico se ha instalado como una forma de vida, ya es parte de la cultura. Es como el camino natural que sigue la mayoría de los jóvenes que viven en estas regiones. Por ello, sostiene que la probabilidad de que alguien ingrese a las filas del narco o de los grupos de sicarios es mucho mayor cuando se tiene una mayor afinidad cultural con quienes reclutan.


*En atención de la seguridad de los involucrados, algunos nombres han sido cambiados. Gracias por la comprensión.

Fotos: cortesía de los entrevistados




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