LA PREMISA DEL SABER: ENRIQUE OLIVARES FLORES
Por César Pacheco
Ciudad de México, (Aunam). Con la precisión de un relojero se abre la puerta de su hogar; nadie confía tanto en la disciplina como Enrique Olivares Flores. La larga escalera que cruza las diferentes habitaciones de su hogar lleva hasta un espacio al cual denomina estudio. El sitio está enmarcado por dos grandes ventanales que poseen una vista única hacia el follaje de los árboles, ya no tan verdes, y el despejado cielo azul de la mañana.
Los acabados de madera le dan un toque de elegancia al sitio en el que el experiodista ha escrito sus propuestas, muchas de las cuales han trascendido el estudio para así plasmarse en grandes proyectos, como su libro El Neopresidencialismo mexicano y Enrique Peña Nieto, mediante el cual consiguió su grado de Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El estudio no solo funge como sitio inspirador para Olivares Flores, ya que en este lugar se han escrito o realizado trabajos de investigación o tesis de grado e incluso ha servido como estudio musical para su hijo César.
Enrique Olivares Flores nació en el pueblo de Charcas, San Luis Potosí, lugar en el que la mayor actividad económica es la minería, misma que se encargó de emplear a su padre. Mostrando una sonrisa discreta y una paz casi contagiosa, el politólogo egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM describe su infancia.
“Tuve una niñez extraordinariamente feliz porque, a pesar de las carencias, las necesidades y la multitud familiar, la vida en el rancho es magnifica. Ver las cañadas y los ríos cuando eres niño es una cosa fantástica. Era un ambiente de mucha convivencia con mis hermanos, con mis primos y con mis abuelos, hacíamos actividades de todo tipo: sembrar, cortar cañas, acumular el maíz e incluso montar a los becerros, a pesar del enojo de los adultos que nos decían ‘¡hey, lo vas a pandear!, pero cuando éramos niños, simplemente no entendíamos”.
Hoy, las discretas manchas hepáticas que le adornan las manos hablan de su largo camino vivencial. Nació en el año de 1954 y cuenta con un extenso recorrido como periodista, analista político, columnista, empresario y catedrático, y son estas solo algunas de las muchas facetas que ha tenido Olivares Flores a lo largo de su vida.
A sus ya 63 años aun muestra la jovialidad que cualquiera de sus estudiantes envidiaría. La camisa roja a cuadros, el suéter beige y el pantalón de mezclilla de color azul que porta hablan de sobriedad y comodidad, misma que demuestra en cada palabra, sin posturas ni poses que emanen de su boca.
“No estoy seguro si los niños hacen un proyecto de vida, yo no lo hice, incluso ni en la juventud. Fue la vida la que se encargó de llevarme por un determinado camino, eso sí, con una sola premisa que obtuve cuando adquirí conciencia: el saber. Estaba convencido que estudiar me iba a permitir la oportunidad de ser mejor”, comenta.
“Mi hermana mayor, Amalia, fue la primera profesionista. Eso sirvió para inspirarnos a todos y a pesar de los deseos de mi padre de que siguiera sus pasos dentro de la minería, cuando me tocó el turno de decidir dije ‘yo no’, y no porque despreciara esa actividad, sino por que ya había decidido que primero estaban mis estudios. Fue así como llegué a la capital a estudiar la preparatoria”, recuerda.
Mediante esta toma de decisiones presente desde muy temprana edad, que habla del carácter y la integridad del profesor, comenzó su camino por una de las carreras más apasionantes dentro de su concepción: el periodismo.
Camino en ascenso
La trayectoria periodística de Enrique Olivares inicio de una manera muy humilde, desde abajo, como coloquialmente se dice, al trabajar como un simple “office boy”, que traía el café y contestaba las llamadas de las estrellas en el diario Novedades, hasta su paso por el taller de impresión o la venta de ejemplares y, finalmente, el puesto de dirección.
“Conozco todas las actividades realizables en un periódico, todas sin excepción”, dice mientras un brillo se hace presente en su mirada, como si los buenos recuerdos de aquel complicado, pero gratificante camino volvieran a su mente uno a uno.
“Comencé a participar en concursos literarios, en los cuales gané diversos premios, tanto a nivel estatal como a nivel nacional. Estos premios me acercaron a una persona muy estimada por mí, Vicente Márquez, quien era superintendente de producción del diario Novedades. El siempre confió en mi y el fue el encargado de proyectarme, pelear por mi y brindarme el paso del taller a la redacción del diario”, cuenta.
El proceso del periodista ha cambiado con el paso del tiempo, así lo expresa el politólogo al comparar la composición de las redacciones de aquella época con la actual.
“A pesar de las estrellas de la época en el periódico como Irma Fuentes, Luis Cantón o Gustavo Mora, hablamos de un periodismo improvisado, nadie contaba con un titulo y la constante del periodista de esa época era el no haber estudiado, salvo notables excepciones. Podemos hablar de un periodismo empírico más que profesional, así que no asumían el titulo de periodistas, sino de redactores”, platica.
“En mi mente no había nada más que una sola idea, incluso desde que me encontraba en talleres: ¡voy a ser mejor que todos! Y con toda modestia puedo decir que sí fui el mejor de todos, ya que no tenía ni veinte años cuando ya era su jefe”.
La ambición, el deseo y la perseverancia definieron el ascenso profesional del maestro en Ciencia Política por la FCPyS, desde lo más bajo, hasta tocar el cielo en un sitio tan apasionante como un diario.
“Mi primera entrevista fue al actor Enrique Álvarez Félix, imagínate cuántos años tiene de eso, pero desde ahí no paré”, recuerda
Este comentario se enmarca perfectamente con la fotografía que cuelga de la pared, en la que se ve a un joven Enrique Olivares con una larga cabellera negra, que contrasta con el cabello corto y un poco canoso que porta en la actualidad. La imagen habla de la experiencia y el recorrido del entrevistado, pues en dicha fotografía saluda con un abrazo a Carlos Hank González, político de gran relevancia para nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX, perteneciente al Partido Revolucionario Institucional (PRI).
El periodista se hace en la calle
Fiel a su carácter y su resolución para tomar decisiones, Enrique Olivares tomó una decisión muy importante para su carrera profesional.
“A los veintiún años le dije al dueño de Novedades, don Rómulo O'Farrill, ‘me voy, voy a hacer periodismo’. Él me preguntó que si no era periodismo lo que estaba haciendo y le respondí que no, que solo estaba detrás de un escritorio”.
El nuevo reto para Olivares Flores sería Excélsior. Se convirtió, con 21 años, en el reportero más joven del diario para la época, en el ya lejano 1976.
“Dejé un gran empleo, fijo, bien pagado e importante en Novedades. Sacrifiqué incluso mis expectativas económicas ya que rechacé la subdirección del diario, que eventualmente llegaría, debido al próximo retiro de don Ricardo de Río”.
“Me fui a reportear a la calle, porque es ahí donde se hace el reportero, el periodismo verdadero. El periodista de escritorio, para mí, no tiene ningún sentido. El investigar, el tocar puertas o derribarlas si es necesario, eso hace un autentico periodista”, señala el catedrático.
“En Excélsior me convertí en el primer columnista no director. Pienso que en la época no había ningún diario mejor para aprender que Excélsior. A pesar de que en 1976 ya no se encontraba la emblemática figura de Julio Scherer, éste ya había dejado escuela y esta escuela fue la que me enseñó a desempeñarme como profesional, en la cual había una mística: la de hacer bien las cosas”, recuerda.
“Ese era un periodismo apasionante, lleno de anécdotas, un periodismo donde prácticamente se podía percibir ese aroma característico de la tinta en todo el edificio, podían escucharse cientos de maquinas de escribir, podía observarse a los colaboradores fumando, hablando e incluso discutiendo. Simplemente era un escenario fantástico e incomparable. Profesionalmente, uno de los lugares que más buenos recuerdos lleva a mi mente”, comenta.
“Había una competencia interna característica de la época por ganar la nota. Primero por conseguir un tema, declaración o investigación, para después ganarla doblemente en la máquina de escribir porque, a pesar de que posiblemente contabas con un contenido extraordinario, podías perder el espacio en la maquina”.
“Cuando me desempeñé como reportero creo que siempre fui muy bueno, y tuve a varios temblando. Ahora recuerdo que cuando cubría la cámara de diputados para Excélsior nos movíamos por todo el salón y teníamos la oportunidad de hablar con los diputados. En una ocasión don Mario Vargas Saldaña, subsecretario de Gobernación con Jesús Reyes Heroles, me dijo: ‘¿Me permite decirle algo señor Olivares, pero como lo decimos los jarochos?’, a lo que respondí que sí. ‘Es usted un cabrón hijo de su madre […] porque cuando usted pasa, esta chingadera tiembla’, haciendo referencia a la Cámara de Diputados”, declara entre risas el experiodista.
Esa ambición laboral, la cual mantenía a flor de piel su pasión por el periodismo, se hacía presente en cada uno de los despachos de Enrique Olivares. “Yo siempre tiraba la [nota] de ocho [columnas]. El periodista que no piensa todos los días, toda su vida, en la de ocho, ese no es periodista”, sentencia.
La convicción y el carácter son aspectos que han acompañado a Enrique Olivares toda su vida. El entrevistado habló sobre lo que representó salir de Excélsior, el sitio que lo forjó como periodista.
“En 1989 la Extra, o segunda edición de noticias, cumplía 50 años. Hice un proyecto de publicidad que derramaría mil 950 millones de pesos de esa época para el diario, pero dicho proyecto se frustró por una persona ajena a la cooperativa, entonces renuncié por una serie de condicionantes que no acepté por dignidad y por decoro, a pesar de ser columnista, consejero y de estar en la línea de ser el próximo director”.
Tras dejarlo su carrera como periodista, que cada vez cobraba mayor relevancia en el medio, el también catedrático de la UNAM regresó a la máxima casa de estudios para resolver una meta que seguía pendiente.
“Me dediqué a otras cosas, comencé por volver a la escuela. A pesar de ya haber terminado la licenciatura en Ciencia Política en la FCPyS, aun no tenía mi tesis y por ende mi título. Con orgullo te puedo decir que mi carrera la terminé a los 34 años, ya que descuidé la escuela por todos mis proyectos dentro del periodismo, cosa que no les recomiendo a los alumnos en la actualidad”, cuenta.
Respecto a su retorno a los salones de clases, Olivares Flores recordó una anécdota familiar que le tocó el orgullo, pero que ahora viene a su mente con mucho cariño.
“Un día estábamos en una reunión familiar y mi hermano menor, que estudió administración, sacó el tema del trabajo, la escuela, etc. Me dijo: ‘¿Tú que piensas hacer? ¿En dónde piensas estar dentro de algunos años dentro de tu profesión´, a lo que respondí ‘voy a ser director de Excélsior’. Mi pregunta fue la misma para él, y éste respondió: ‘No, yo ya soy director de la trasnacional en la que trabajo, dentro de tres años voy a ser el director general de la empresa en México y en siete años en América Latina y, por si fuera poco, yo sí soy licenciado y tú podrás ser el director de Excélsior, pero nunca vas a poder tener el orgullo de que alguien te diga ‘señor licenciado’ de manera legítima”, recuerda.
“Después de tomar una cerveza más con mi hermano, le prometí que regresaría a la universidad, que tendría mi título y que obtendría un mejor promedio que él. Y de nuevo, con orgullo te comento que obtuve un promedio de 9.63, mención honorifica y, por si fuera poco, fui el único de la familia en hacer un posgrado”.
Con su preparación académica, combinada con la experiencia de haber trabajado en medios, Enrique Olivares empezó a hacer análisis político para la cadena CNN; colaboró también para The New York Times como asesor de la directora regional para América Latina y llegó a Radio UNAM, siendo esta “una de las etapas más satisfactorias de mi vida profesional” gracias a la libertad de expresión con la que trabajaba. Sin embargo, esta situación no dudaría.
“Una persona, que pasó por la Facultad de Ciencias Políticas, pero que nunca se tituló, contando con un altísimo cargo, me llamó a su oficina y me dijo ‘bájele a su crítica’, a lo cual yo respondí con un rotundo no. Su nombre es Beatriz Paredes, entonces subsecretaria de Gobierno en el periodo de Carlos Salinas de Gortari”.
“Después de la grata experiencia en Radio UNAM fui al diario Ovaciones a cargo de Jacobo Zabludovsky, pero para ser sincero ya no encontré las condiciones y lamentablemente ya no tenía esa pasión, y un reportero sin pasión no es un buen reportero, ahí fue cuando decidí que mi camino en el periodismo había finalizado”.
La UNAM, orgullo y deber moral
Enrique Olivares estudió la licenciatura en Ciencia Política en la FCPyS de la UNAM, y desde el momento en que tuvo un acercamiento con la institución, se dio cuenta de la grandeza de dicho organismo y el reto que significaba encontrarse ahí. Su paso por esta universidad reafirmó dos de las grandes premisas de su vida: el saber y la cualidad de siempre intentar ser el mejor, y el estar en la máxima casa de estudios le brindaba estas dos oportunidades.
“Para mí trabajar aquí es una oportunidad, un privilegio, un honor, que me llena de orgullo y en mi caso de un deber moral y lo haré hasta que me lo permitan. Quiero destacar que es una de las cosas mas placenteras para mi el dar clases en la Universidad. Trabajaría sin que me pagaran, por que la UNAM me lo ha dado todo”, afirma el politólogo con un semblante que denotaba el orgullo por saberse participe en la formación de los jóvenes universitarios.
Anteponer su recorrido periodístico, tanto como académico, trajo más recuerdos a Olivares Flores. Habló acerca de los buenos momentos que el periodismo le hizo pasar, pero siempre en este tipo de ejercicios, existen altibajos; en contraparte la academia le dio otro sentido a su existencia. “El sentimiento de placer por dar clases para mi ha sido una constante, lo sigue siendo y eso no va a desaparecer”, dice con una sutil sonrisa.
La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, a pesar de ser una escuela que se ha encargado de dar al país muchas personalidades de gran relevancia para la política nacional, tiene muchos detractores y el oriundo de Charcas, San Luis Potosí opina al respecto.
“Hay entes que se han encargado de convertir a la academia en cuartos privados desgraciadamente. La Universidad como institución es honorabilísima, pero muestra sus falencias en la burocracia universitaria; en ésta hay dueños de áreas del conocimiento. Tú no publicas, ni puedes cursar un grado superior si no es con la venia de estos dueños”, critica.
“De la facultad, conozco poco el ambiente, pero las cosas no son tan distintas. De los directores que hemos tenido desde Ricardo Méndez Silva, Carlos Sirvent, Fernando Castañeda y ahora la doctora Angélica Cuéllar, no han hecho nada por mantener una relación con los alumnos y los profesores, no atienden sus problemas, no escuchan las propuestas de nadie y cada quien hace sus locuras”, subraya.
“Si ser director de la FCPyS es solo mantener papel en el baño, pues que limitación. En este momento deberían estar promoviendo cosas importantes, sobre todo por el presente que estamos viviendo. En este momento la Universidad, y en especifico nuestra Facultad, debería estar produciendo propuestas para solucionar los problemas que tenemos enfrente y hasta la fecha no he visto una sola pretensión sobre la mesa”, señala.
Es un desastre incluso en la organización en términos de la proporción de alumnos para las clases. El semestre pasado incluso había salones con cinco o menos alumnos, ¿y de esto la Doctora se dio cuenta? O qué, ¿tenemos muchos recursos como para desperdiciarlos de esa manera?
Olivares apunta el desastre en la organización en términos de la proporción de estudiantes por clase como un ejemplo de esta desconexión con el alumnado, al recordar que el semestre pasado hubo salones con cinco o menos alumnos. “¿De estos la directora se dio cuenta? ¿O qué, tenemos muchos recursos como para desperdiciarlos de esa manera?” cuestiona.
“Sin embargo, la doctora sigue en su faceta sumamente inaccesible. Esto lo dicen muchos profesores, pero sobre todo lo digo yo, y doy la cara ante esta declaración. Lamentablemente ya no son los tiempos de Enrique González Pedrero u otras personas distinguidas. En ese sentido me da mucha tristeza mi amada facultad”, declara.
“Están pasando cosas irracionales como el acoso a alumnas por parte incluso de profesores, esas son las adversidades que deberían atenderse pero, sobre todo, los planes de estudio. Con su reciente ajuste, parece que solo fue un maquillaje como el que las instituciones públicas hacen. Cambiar de nombre a las materias no sirve de nada, solo sirve para absorber más recursos y eso no tiene sentido y en ese orden de ideas sí me decepcionan un poco algunos personajes de la Universidad, pero la UNAM como institución jamás”.
¡Vamos a hacer historia! El Gobierno de Representación Proporcional
Ante el hartazgo de la ciudadanía sobre la clase política mexicana, Olivares Flores ve a la máxima casa de estudias como punta de lanza para generar propuestas innovadoras que conduzcan de mejor manera al país, aunque dichas propuestas ni siquiera vislumbran en el plano académico.
“El rector debería estar impulsando propuestas; en mayo, llamó a una serie de académicos e intelectuales a diversos foros para hacer propuestas a los grandes problemas de la nación, pero dichas propuestas son inexistentes, ¿por qué? Porque el método es viejo. El problema de ese tipo de foros es que son ideas aisladas, no existe deliberación, acuerdos y mucho menos un producto de este diálogo. Sólo viene uno y lanza su rollo, y después habla el otro y lanza su rollo para al final solo darse la mano, agradecerse y decirnos nos vemos la próxima. Eso no tiene nada sustancial”, afirma.
“El otro día escuchaba a Enrique Krauze decir ´la democracia se reduce a un solo concepto: debatir’, pero, ¿qué carajo vamos a debatir? ¡Debatamos las cosas que de verdad son importantes! Las instituciones se están diluyendo, la educación está desapareciendo entre otros temas de gran relevancia”.
“Nuestra sociedad entró en un estado de desánimo, no hay critica, análisis, propuesta, no hay el menor síntoma de rebeldía, de protesta, y si se protesta, se hace en pequeños grupos, lo cual quiere decir que la sociedad está dispersa, cada quien pide lo que necesita, no hay una demanda colectiva por el bienestar común. Unos piden agua, otros piden diversidad sexual, otros defensa de los derechos humanos y ahí se acentúa la dispersión y mientras no se unifique la sociedad en una serie de demandas fundamentales, que hagan presión para la consecución de dichas demandas, el gobierno va a estar feliz”, comenta.
Con base en esta concepción de la realidad, el potosino lleva años desarrollando uno de los trabajos de investigación mas relevantes de su vida, con el cual intentará permear en la política y la concepción social mexicana, una idea innovadora dentro del campo de la Ciencia Política.
Con cierto hermetismo, debido a los tiempos y procesos sobre la socialización del tema, Enrique Olivares habla de las bases de su esquema. El Gobierno de Representación Proporcional es un proyecto que genera una premisa: la unificación de los partidos políticos, con el único fin de lograr un bienestar común para la sociedad mexicana.
“La idea consiste en que si todos los candidatos a la presidencia de la República quieren el bien para este país, en sus distintas formas, la propuesta es que se unan. Si todos nos plantean bienestar y todos nos ofrecen la misma idea del bien común, ¿por qué no hemos de lograrlo juntos? Yo creo que así sería más fácil llegar a ese fin. Desde luego existen adversidades, y dudo de la disposición de muchos políticos en cuanto unirse por un objetivo común, esto implicaría renunciar a todos los privilegios que tienen de manera individual y partidista en la actualidad”.
A pesar de que es un proyecto que aun tiene detalles técnicos por precisar, el catedrático de la UNAM habla de lo que se necesita para llevar a cabo esta propuesta.
“Debe estructurarse de mejor manera la idea, mediante la propuesta de un grupo interdisciplinario. Todas estas herramientas las podemos encontrar en una institución como la nuestras, que ellos le den cuerpo a la idea, para que después un grupo de personas con reputación y credibilidad la presenten a la sociedad y a los partidos, pidiéndole a éstos que también hagan aportaciones, ya que esta no es una idea concluida ni excluyente”, declara.
Para Enrique Olivares, la idea del gobierno de representación proporcional es un concepto que, de inicio, ya nada contracorriente, pero no duda ni un momento sobre la relevancia del proyecto.
“Yo creo que en la línea de querer procurar el bien de todos, no hay posibilidad de que no se pongan de acuerdo, simplemente no lo concibo. ¿Qué queremos en este país?, ¿seguridad?, ¿habrá alguien que diga que no la quiere? Por eso se debe llegar a un consenso en el que yo te diga cómo visualizo mi idea de seguridad, cómo la visualizas tú, y cómo la visualizan los demás, para así llegar a un acuerdo”.
Las necesidades para poder llevar a la acción dicho proyecto son diversas, pero se debe comenzar por la voluntad y renunciación del gobierno. Esa es la primera adversidad y el reto por afrontar desde la perspectiva del politólogo.
“Si se logra la voluntad y renunciación, esto implicaría que las posiciones del gobierno se distribuyeran de manera proporcional a las votaciones, esa seria una de las grandes virtudes, por que gane quien gane, va a compartir el poder, en el caso específico de la administración pública: secretarías, subsecretarias, oficialías mayores, direcciones. Pero quiero que quede claro que esto no es un reparto ni un acuerdo en lo oscurito porque todo se tendría que hacer frente a la opinión pública, frente a los medios de comunicación”.
“Una facultad importante que habría que preservar para el presidente es el articulo 89 constitucional, que contempla las facultades de remover libremente a sus colaboradores o miembros del gabinete y preservar sobre todo dos emblemáticas instituciones; la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) y la Secretaría de Hacienda y Crédito Publico (SHCP), aunque esa es solo una idea mía que puede precisarse por el multicitado grupo interdisciplinario estructural”.
“La distribución se debería de hacer mediante propuestas mejor llamadas tercias, para que así el presidente tenga la facultad de elegir cuál es la que más le conviene como miembro a cargo de la Secretaría de Economía o de Desarrollo Social, por citar algunos ejemplos”.
No obstante, Olivares Flores precisa lo siguiente sobre la aprobación de leyes en este sistema de gobierno propuesto.
“Si yo, hipotético presidente, comparto el poder en la administración pública, éste no es un accionar gratuito. Al haber una mayoría en el congreso, por fin podría haber menos trabas, así cualquier ley que esté amalgamada por todos podría ser aprobada sin mayores adversidades”.
Adicional a la distribución del poder administrativo, Enrique Olivares propone que se nombre una figura política tradicional muy vieja que funciona muy bien en Inglaterra, como lo es el que es el Shadow Cabinet (Gabinete en la sombra).
“En el Shadow Cabinet todos los cargos son honoríficos, es decir, no existe una remuneración económica, y se encargan de seguir el desempeño de los funcionarios legalmente designados. Para ponerlo en otros términos, les están vigilando las manos, de tal manera que contando con esta especie de blindaje, estarían obligados a servirle y cumplirle a la sociedad”.
La emoción que muestra el rostro ligeramente enmarcado por el paso de los años de Enrique Olivares Flores, denota las ganas y la pasión por llevar a los oídos de intelectuales y personajes relevantes dentro de la política nacional dicho ideario.
“He platicado con muchas de las mentes brillantes de este país, o que al menos que se jactan de serlo, pero el más generoso y receptivo de esta idea fue el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Me escuchó con mucho respeto y atención y me dijo: ‘Maestro, su idea es original, interesante, factible y sobre todo es muy necesaria´. Y el ingeniero culminó diciéndome con una propuesta aun más generosa: ‘Convóqueme y yo apoyo´”.
Sin ninguna estructura política o económica detrás o alguna pretensión por algún cargo público, el politólogo habló sobre la convicción por su idea del Gobierno de Representación Proporcional.
“Voy a seguir luchando por esta idea, he agotado muchos recursos, me he llevado muchos reveses, he tocado muchas puertas y recibido muchos portazos en la cara, pero eso no me ha importado […] porque creo que ésta es una idea buena para el bienestar del país, y si el ingeniero Cárdenas me comentó lo que ya platicamos, con su experiencia como candidato a la presidencia y haber sido protagonista en el cambio de paradigma que se dio al interior del PRI, viniendo de un hombre tan honorable como él, yo le creo y eso es suficiente para mí”.
“Y esa es la idea, si no formamos mayoría en el congreso, en la próxima legislatura, con el nuevo gobierno, el presidente no va a poder gobernar, los partidos no van a dejar de estar en pugna y la sociedad no va a dejar de esperar soluciones a sus grandes problemas, como son la inseguridad, la corrupción, el desempleo y la falta de oportunidad. Por eso es una idea que deberían tomar”, aclara.
Sin duda alguna, la convicción de Enrique Olivares Flores por buscar cambios significativos para su país es una meta que ronda su mente todos los días, y este convencimiento por el bien común se refleja cada día en la pasión que imparte a su catedra en la Universidad y la maneja en que contagia con la misma pasión a sus alumnos y colaboradores.
[Fotografía por Ricardo Díaz]
Ciudad de México, (Aunam). Con la precisión de un relojero se abre la puerta de su hogar; nadie confía tanto en la disciplina como Enrique Olivares Flores. La larga escalera que cruza las diferentes habitaciones de su hogar lleva hasta un espacio al cual denomina estudio. El sitio está enmarcado por dos grandes ventanales que poseen una vista única hacia el follaje de los árboles, ya no tan verdes, y el despejado cielo azul de la mañana.
Los acabados de madera le dan un toque de elegancia al sitio en el que el experiodista ha escrito sus propuestas, muchas de las cuales han trascendido el estudio para así plasmarse en grandes proyectos, como su libro El Neopresidencialismo mexicano y Enrique Peña Nieto, mediante el cual consiguió su grado de Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El estudio no solo funge como sitio inspirador para Olivares Flores, ya que en este lugar se han escrito o realizado trabajos de investigación o tesis de grado e incluso ha servido como estudio musical para su hijo César.
Enrique Olivares Flores nació en el pueblo de Charcas, San Luis Potosí, lugar en el que la mayor actividad económica es la minería, misma que se encargó de emplear a su padre. Mostrando una sonrisa discreta y una paz casi contagiosa, el politólogo egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM describe su infancia.
“Tuve una niñez extraordinariamente feliz porque, a pesar de las carencias, las necesidades y la multitud familiar, la vida en el rancho es magnifica. Ver las cañadas y los ríos cuando eres niño es una cosa fantástica. Era un ambiente de mucha convivencia con mis hermanos, con mis primos y con mis abuelos, hacíamos actividades de todo tipo: sembrar, cortar cañas, acumular el maíz e incluso montar a los becerros, a pesar del enojo de los adultos que nos decían ‘¡hey, lo vas a pandear!, pero cuando éramos niños, simplemente no entendíamos”.
Hoy, las discretas manchas hepáticas que le adornan las manos hablan de su largo camino vivencial. Nació en el año de 1954 y cuenta con un extenso recorrido como periodista, analista político, columnista, empresario y catedrático, y son estas solo algunas de las muchas facetas que ha tenido Olivares Flores a lo largo de su vida.
A sus ya 63 años aun muestra la jovialidad que cualquiera de sus estudiantes envidiaría. La camisa roja a cuadros, el suéter beige y el pantalón de mezclilla de color azul que porta hablan de sobriedad y comodidad, misma que demuestra en cada palabra, sin posturas ni poses que emanen de su boca.
“No estoy seguro si los niños hacen un proyecto de vida, yo no lo hice, incluso ni en la juventud. Fue la vida la que se encargó de llevarme por un determinado camino, eso sí, con una sola premisa que obtuve cuando adquirí conciencia: el saber. Estaba convencido que estudiar me iba a permitir la oportunidad de ser mejor”, comenta.
“Mi hermana mayor, Amalia, fue la primera profesionista. Eso sirvió para inspirarnos a todos y a pesar de los deseos de mi padre de que siguiera sus pasos dentro de la minería, cuando me tocó el turno de decidir dije ‘yo no’, y no porque despreciara esa actividad, sino por que ya había decidido que primero estaban mis estudios. Fue así como llegué a la capital a estudiar la preparatoria”, recuerda.
Mediante esta toma de decisiones presente desde muy temprana edad, que habla del carácter y la integridad del profesor, comenzó su camino por una de las carreras más apasionantes dentro de su concepción: el periodismo.
Camino en ascenso
La trayectoria periodística de Enrique Olivares inicio de una manera muy humilde, desde abajo, como coloquialmente se dice, al trabajar como un simple “office boy”, que traía el café y contestaba las llamadas de las estrellas en el diario Novedades, hasta su paso por el taller de impresión o la venta de ejemplares y, finalmente, el puesto de dirección.
“Conozco todas las actividades realizables en un periódico, todas sin excepción”, dice mientras un brillo se hace presente en su mirada, como si los buenos recuerdos de aquel complicado, pero gratificante camino volvieran a su mente uno a uno.
“Comencé a participar en concursos literarios, en los cuales gané diversos premios, tanto a nivel estatal como a nivel nacional. Estos premios me acercaron a una persona muy estimada por mí, Vicente Márquez, quien era superintendente de producción del diario Novedades. El siempre confió en mi y el fue el encargado de proyectarme, pelear por mi y brindarme el paso del taller a la redacción del diario”, cuenta.
El proceso del periodista ha cambiado con el paso del tiempo, así lo expresa el politólogo al comparar la composición de las redacciones de aquella época con la actual.
“A pesar de las estrellas de la época en el periódico como Irma Fuentes, Luis Cantón o Gustavo Mora, hablamos de un periodismo improvisado, nadie contaba con un titulo y la constante del periodista de esa época era el no haber estudiado, salvo notables excepciones. Podemos hablar de un periodismo empírico más que profesional, así que no asumían el titulo de periodistas, sino de redactores”, platica.
“En mi mente no había nada más que una sola idea, incluso desde que me encontraba en talleres: ¡voy a ser mejor que todos! Y con toda modestia puedo decir que sí fui el mejor de todos, ya que no tenía ni veinte años cuando ya era su jefe”.
La ambición, el deseo y la perseverancia definieron el ascenso profesional del maestro en Ciencia Política por la FCPyS, desde lo más bajo, hasta tocar el cielo en un sitio tan apasionante como un diario.
“Mi primera entrevista fue al actor Enrique Álvarez Félix, imagínate cuántos años tiene de eso, pero desde ahí no paré”, recuerda
Este comentario se enmarca perfectamente con la fotografía que cuelga de la pared, en la que se ve a un joven Enrique Olivares con una larga cabellera negra, que contrasta con el cabello corto y un poco canoso que porta en la actualidad. La imagen habla de la experiencia y el recorrido del entrevistado, pues en dicha fotografía saluda con un abrazo a Carlos Hank González, político de gran relevancia para nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX, perteneciente al Partido Revolucionario Institucional (PRI).
El periodista se hace en la calle
Fiel a su carácter y su resolución para tomar decisiones, Enrique Olivares tomó una decisión muy importante para su carrera profesional.
“A los veintiún años le dije al dueño de Novedades, don Rómulo O'Farrill, ‘me voy, voy a hacer periodismo’. Él me preguntó que si no era periodismo lo que estaba haciendo y le respondí que no, que solo estaba detrás de un escritorio”.
El nuevo reto para Olivares Flores sería Excélsior. Se convirtió, con 21 años, en el reportero más joven del diario para la época, en el ya lejano 1976.
“Dejé un gran empleo, fijo, bien pagado e importante en Novedades. Sacrifiqué incluso mis expectativas económicas ya que rechacé la subdirección del diario, que eventualmente llegaría, debido al próximo retiro de don Ricardo de Río”.
“Me fui a reportear a la calle, porque es ahí donde se hace el reportero, el periodismo verdadero. El periodista de escritorio, para mí, no tiene ningún sentido. El investigar, el tocar puertas o derribarlas si es necesario, eso hace un autentico periodista”, señala el catedrático.
“En Excélsior me convertí en el primer columnista no director. Pienso que en la época no había ningún diario mejor para aprender que Excélsior. A pesar de que en 1976 ya no se encontraba la emblemática figura de Julio Scherer, éste ya había dejado escuela y esta escuela fue la que me enseñó a desempeñarme como profesional, en la cual había una mística: la de hacer bien las cosas”, recuerda.
“Ese era un periodismo apasionante, lleno de anécdotas, un periodismo donde prácticamente se podía percibir ese aroma característico de la tinta en todo el edificio, podían escucharse cientos de maquinas de escribir, podía observarse a los colaboradores fumando, hablando e incluso discutiendo. Simplemente era un escenario fantástico e incomparable. Profesionalmente, uno de los lugares que más buenos recuerdos lleva a mi mente”, comenta.
“Había una competencia interna característica de la época por ganar la nota. Primero por conseguir un tema, declaración o investigación, para después ganarla doblemente en la máquina de escribir porque, a pesar de que posiblemente contabas con un contenido extraordinario, podías perder el espacio en la maquina”.
“Cuando me desempeñé como reportero creo que siempre fui muy bueno, y tuve a varios temblando. Ahora recuerdo que cuando cubría la cámara de diputados para Excélsior nos movíamos por todo el salón y teníamos la oportunidad de hablar con los diputados. En una ocasión don Mario Vargas Saldaña, subsecretario de Gobernación con Jesús Reyes Heroles, me dijo: ‘¿Me permite decirle algo señor Olivares, pero como lo decimos los jarochos?’, a lo que respondí que sí. ‘Es usted un cabrón hijo de su madre […] porque cuando usted pasa, esta chingadera tiembla’, haciendo referencia a la Cámara de Diputados”, declara entre risas el experiodista.
Esa ambición laboral, la cual mantenía a flor de piel su pasión por el periodismo, se hacía presente en cada uno de los despachos de Enrique Olivares. “Yo siempre tiraba la [nota] de ocho [columnas]. El periodista que no piensa todos los días, toda su vida, en la de ocho, ese no es periodista”, sentencia.
La convicción y el carácter son aspectos que han acompañado a Enrique Olivares toda su vida. El entrevistado habló sobre lo que representó salir de Excélsior, el sitio que lo forjó como periodista.
“En 1989 la Extra, o segunda edición de noticias, cumplía 50 años. Hice un proyecto de publicidad que derramaría mil 950 millones de pesos de esa época para el diario, pero dicho proyecto se frustró por una persona ajena a la cooperativa, entonces renuncié por una serie de condicionantes que no acepté por dignidad y por decoro, a pesar de ser columnista, consejero y de estar en la línea de ser el próximo director”.
Tras dejarlo su carrera como periodista, que cada vez cobraba mayor relevancia en el medio, el también catedrático de la UNAM regresó a la máxima casa de estudios para resolver una meta que seguía pendiente.
“Me dediqué a otras cosas, comencé por volver a la escuela. A pesar de ya haber terminado la licenciatura en Ciencia Política en la FCPyS, aun no tenía mi tesis y por ende mi título. Con orgullo te puedo decir que mi carrera la terminé a los 34 años, ya que descuidé la escuela por todos mis proyectos dentro del periodismo, cosa que no les recomiendo a los alumnos en la actualidad”, cuenta.
Respecto a su retorno a los salones de clases, Olivares Flores recordó una anécdota familiar que le tocó el orgullo, pero que ahora viene a su mente con mucho cariño.
“Un día estábamos en una reunión familiar y mi hermano menor, que estudió administración, sacó el tema del trabajo, la escuela, etc. Me dijo: ‘¿Tú que piensas hacer? ¿En dónde piensas estar dentro de algunos años dentro de tu profesión´, a lo que respondí ‘voy a ser director de Excélsior’. Mi pregunta fue la misma para él, y éste respondió: ‘No, yo ya soy director de la trasnacional en la que trabajo, dentro de tres años voy a ser el director general de la empresa en México y en siete años en América Latina y, por si fuera poco, yo sí soy licenciado y tú podrás ser el director de Excélsior, pero nunca vas a poder tener el orgullo de que alguien te diga ‘señor licenciado’ de manera legítima”, recuerda.
“Después de tomar una cerveza más con mi hermano, le prometí que regresaría a la universidad, que tendría mi título y que obtendría un mejor promedio que él. Y de nuevo, con orgullo te comento que obtuve un promedio de 9.63, mención honorifica y, por si fuera poco, fui el único de la familia en hacer un posgrado”.
Con su preparación académica, combinada con la experiencia de haber trabajado en medios, Enrique Olivares empezó a hacer análisis político para la cadena CNN; colaboró también para The New York Times como asesor de la directora regional para América Latina y llegó a Radio UNAM, siendo esta “una de las etapas más satisfactorias de mi vida profesional” gracias a la libertad de expresión con la que trabajaba. Sin embargo, esta situación no dudaría.
“Una persona, que pasó por la Facultad de Ciencias Políticas, pero que nunca se tituló, contando con un altísimo cargo, me llamó a su oficina y me dijo ‘bájele a su crítica’, a lo cual yo respondí con un rotundo no. Su nombre es Beatriz Paredes, entonces subsecretaria de Gobierno en el periodo de Carlos Salinas de Gortari”.
“Después de la grata experiencia en Radio UNAM fui al diario Ovaciones a cargo de Jacobo Zabludovsky, pero para ser sincero ya no encontré las condiciones y lamentablemente ya no tenía esa pasión, y un reportero sin pasión no es un buen reportero, ahí fue cuando decidí que mi camino en el periodismo había finalizado”.
La UNAM, orgullo y deber moral
Enrique Olivares estudió la licenciatura en Ciencia Política en la FCPyS de la UNAM, y desde el momento en que tuvo un acercamiento con la institución, se dio cuenta de la grandeza de dicho organismo y el reto que significaba encontrarse ahí. Su paso por esta universidad reafirmó dos de las grandes premisas de su vida: el saber y la cualidad de siempre intentar ser el mejor, y el estar en la máxima casa de estudios le brindaba estas dos oportunidades.
“Para mí trabajar aquí es una oportunidad, un privilegio, un honor, que me llena de orgullo y en mi caso de un deber moral y lo haré hasta que me lo permitan. Quiero destacar que es una de las cosas mas placenteras para mi el dar clases en la Universidad. Trabajaría sin que me pagaran, por que la UNAM me lo ha dado todo”, afirma el politólogo con un semblante que denotaba el orgullo por saberse participe en la formación de los jóvenes universitarios.
Anteponer su recorrido periodístico, tanto como académico, trajo más recuerdos a Olivares Flores. Habló acerca de los buenos momentos que el periodismo le hizo pasar, pero siempre en este tipo de ejercicios, existen altibajos; en contraparte la academia le dio otro sentido a su existencia. “El sentimiento de placer por dar clases para mi ha sido una constante, lo sigue siendo y eso no va a desaparecer”, dice con una sutil sonrisa.
La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, a pesar de ser una escuela que se ha encargado de dar al país muchas personalidades de gran relevancia para la política nacional, tiene muchos detractores y el oriundo de Charcas, San Luis Potosí opina al respecto.
“Hay entes que se han encargado de convertir a la academia en cuartos privados desgraciadamente. La Universidad como institución es honorabilísima, pero muestra sus falencias en la burocracia universitaria; en ésta hay dueños de áreas del conocimiento. Tú no publicas, ni puedes cursar un grado superior si no es con la venia de estos dueños”, critica.
“De la facultad, conozco poco el ambiente, pero las cosas no son tan distintas. De los directores que hemos tenido desde Ricardo Méndez Silva, Carlos Sirvent, Fernando Castañeda y ahora la doctora Angélica Cuéllar, no han hecho nada por mantener una relación con los alumnos y los profesores, no atienden sus problemas, no escuchan las propuestas de nadie y cada quien hace sus locuras”, subraya.
“Si ser director de la FCPyS es solo mantener papel en el baño, pues que limitación. En este momento deberían estar promoviendo cosas importantes, sobre todo por el presente que estamos viviendo. En este momento la Universidad, y en especifico nuestra Facultad, debería estar produciendo propuestas para solucionar los problemas que tenemos enfrente y hasta la fecha no he visto una sola pretensión sobre la mesa”, señala.
Es un desastre incluso en la organización en términos de la proporción de alumnos para las clases. El semestre pasado incluso había salones con cinco o menos alumnos, ¿y de esto la Doctora se dio cuenta? O qué, ¿tenemos muchos recursos como para desperdiciarlos de esa manera?
Olivares apunta el desastre en la organización en términos de la proporción de estudiantes por clase como un ejemplo de esta desconexión con el alumnado, al recordar que el semestre pasado hubo salones con cinco o menos alumnos. “¿De estos la directora se dio cuenta? ¿O qué, tenemos muchos recursos como para desperdiciarlos de esa manera?” cuestiona.
“Sin embargo, la doctora sigue en su faceta sumamente inaccesible. Esto lo dicen muchos profesores, pero sobre todo lo digo yo, y doy la cara ante esta declaración. Lamentablemente ya no son los tiempos de Enrique González Pedrero u otras personas distinguidas. En ese sentido me da mucha tristeza mi amada facultad”, declara.
“Están pasando cosas irracionales como el acoso a alumnas por parte incluso de profesores, esas son las adversidades que deberían atenderse pero, sobre todo, los planes de estudio. Con su reciente ajuste, parece que solo fue un maquillaje como el que las instituciones públicas hacen. Cambiar de nombre a las materias no sirve de nada, solo sirve para absorber más recursos y eso no tiene sentido y en ese orden de ideas sí me decepcionan un poco algunos personajes de la Universidad, pero la UNAM como institución jamás”.
¡Vamos a hacer historia! El Gobierno de Representación Proporcional
Ante el hartazgo de la ciudadanía sobre la clase política mexicana, Olivares Flores ve a la máxima casa de estudias como punta de lanza para generar propuestas innovadoras que conduzcan de mejor manera al país, aunque dichas propuestas ni siquiera vislumbran en el plano académico.
“El rector debería estar impulsando propuestas; en mayo, llamó a una serie de académicos e intelectuales a diversos foros para hacer propuestas a los grandes problemas de la nación, pero dichas propuestas son inexistentes, ¿por qué? Porque el método es viejo. El problema de ese tipo de foros es que son ideas aisladas, no existe deliberación, acuerdos y mucho menos un producto de este diálogo. Sólo viene uno y lanza su rollo, y después habla el otro y lanza su rollo para al final solo darse la mano, agradecerse y decirnos nos vemos la próxima. Eso no tiene nada sustancial”, afirma.
“El otro día escuchaba a Enrique Krauze decir ´la democracia se reduce a un solo concepto: debatir’, pero, ¿qué carajo vamos a debatir? ¡Debatamos las cosas que de verdad son importantes! Las instituciones se están diluyendo, la educación está desapareciendo entre otros temas de gran relevancia”.
“Nuestra sociedad entró en un estado de desánimo, no hay critica, análisis, propuesta, no hay el menor síntoma de rebeldía, de protesta, y si se protesta, se hace en pequeños grupos, lo cual quiere decir que la sociedad está dispersa, cada quien pide lo que necesita, no hay una demanda colectiva por el bienestar común. Unos piden agua, otros piden diversidad sexual, otros defensa de los derechos humanos y ahí se acentúa la dispersión y mientras no se unifique la sociedad en una serie de demandas fundamentales, que hagan presión para la consecución de dichas demandas, el gobierno va a estar feliz”, comenta.
Con base en esta concepción de la realidad, el potosino lleva años desarrollando uno de los trabajos de investigación mas relevantes de su vida, con el cual intentará permear en la política y la concepción social mexicana, una idea innovadora dentro del campo de la Ciencia Política.
Con cierto hermetismo, debido a los tiempos y procesos sobre la socialización del tema, Enrique Olivares habla de las bases de su esquema. El Gobierno de Representación Proporcional es un proyecto que genera una premisa: la unificación de los partidos políticos, con el único fin de lograr un bienestar común para la sociedad mexicana.
“La idea consiste en que si todos los candidatos a la presidencia de la República quieren el bien para este país, en sus distintas formas, la propuesta es que se unan. Si todos nos plantean bienestar y todos nos ofrecen la misma idea del bien común, ¿por qué no hemos de lograrlo juntos? Yo creo que así sería más fácil llegar a ese fin. Desde luego existen adversidades, y dudo de la disposición de muchos políticos en cuanto unirse por un objetivo común, esto implicaría renunciar a todos los privilegios que tienen de manera individual y partidista en la actualidad”.
A pesar de que es un proyecto que aun tiene detalles técnicos por precisar, el catedrático de la UNAM habla de lo que se necesita para llevar a cabo esta propuesta.
“Debe estructurarse de mejor manera la idea, mediante la propuesta de un grupo interdisciplinario. Todas estas herramientas las podemos encontrar en una institución como la nuestras, que ellos le den cuerpo a la idea, para que después un grupo de personas con reputación y credibilidad la presenten a la sociedad y a los partidos, pidiéndole a éstos que también hagan aportaciones, ya que esta no es una idea concluida ni excluyente”, declara.
Para Enrique Olivares, la idea del gobierno de representación proporcional es un concepto que, de inicio, ya nada contracorriente, pero no duda ni un momento sobre la relevancia del proyecto.
“Yo creo que en la línea de querer procurar el bien de todos, no hay posibilidad de que no se pongan de acuerdo, simplemente no lo concibo. ¿Qué queremos en este país?, ¿seguridad?, ¿habrá alguien que diga que no la quiere? Por eso se debe llegar a un consenso en el que yo te diga cómo visualizo mi idea de seguridad, cómo la visualizas tú, y cómo la visualizan los demás, para así llegar a un acuerdo”.
Las necesidades para poder llevar a la acción dicho proyecto son diversas, pero se debe comenzar por la voluntad y renunciación del gobierno. Esa es la primera adversidad y el reto por afrontar desde la perspectiva del politólogo.
“Si se logra la voluntad y renunciación, esto implicaría que las posiciones del gobierno se distribuyeran de manera proporcional a las votaciones, esa seria una de las grandes virtudes, por que gane quien gane, va a compartir el poder, en el caso específico de la administración pública: secretarías, subsecretarias, oficialías mayores, direcciones. Pero quiero que quede claro que esto no es un reparto ni un acuerdo en lo oscurito porque todo se tendría que hacer frente a la opinión pública, frente a los medios de comunicación”.
“Una facultad importante que habría que preservar para el presidente es el articulo 89 constitucional, que contempla las facultades de remover libremente a sus colaboradores o miembros del gabinete y preservar sobre todo dos emblemáticas instituciones; la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) y la Secretaría de Hacienda y Crédito Publico (SHCP), aunque esa es solo una idea mía que puede precisarse por el multicitado grupo interdisciplinario estructural”.
“La distribución se debería de hacer mediante propuestas mejor llamadas tercias, para que así el presidente tenga la facultad de elegir cuál es la que más le conviene como miembro a cargo de la Secretaría de Economía o de Desarrollo Social, por citar algunos ejemplos”.
No obstante, Olivares Flores precisa lo siguiente sobre la aprobación de leyes en este sistema de gobierno propuesto.
“Si yo, hipotético presidente, comparto el poder en la administración pública, éste no es un accionar gratuito. Al haber una mayoría en el congreso, por fin podría haber menos trabas, así cualquier ley que esté amalgamada por todos podría ser aprobada sin mayores adversidades”.
Adicional a la distribución del poder administrativo, Enrique Olivares propone que se nombre una figura política tradicional muy vieja que funciona muy bien en Inglaterra, como lo es el que es el Shadow Cabinet (Gabinete en la sombra).
“En el Shadow Cabinet todos los cargos son honoríficos, es decir, no existe una remuneración económica, y se encargan de seguir el desempeño de los funcionarios legalmente designados. Para ponerlo en otros términos, les están vigilando las manos, de tal manera que contando con esta especie de blindaje, estarían obligados a servirle y cumplirle a la sociedad”.
La emoción que muestra el rostro ligeramente enmarcado por el paso de los años de Enrique Olivares Flores, denota las ganas y la pasión por llevar a los oídos de intelectuales y personajes relevantes dentro de la política nacional dicho ideario.
“He platicado con muchas de las mentes brillantes de este país, o que al menos que se jactan de serlo, pero el más generoso y receptivo de esta idea fue el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Me escuchó con mucho respeto y atención y me dijo: ‘Maestro, su idea es original, interesante, factible y sobre todo es muy necesaria´. Y el ingeniero culminó diciéndome con una propuesta aun más generosa: ‘Convóqueme y yo apoyo´”.
Sin ninguna estructura política o económica detrás o alguna pretensión por algún cargo público, el politólogo habló sobre la convicción por su idea del Gobierno de Representación Proporcional.
“Voy a seguir luchando por esta idea, he agotado muchos recursos, me he llevado muchos reveses, he tocado muchas puertas y recibido muchos portazos en la cara, pero eso no me ha importado […] porque creo que ésta es una idea buena para el bienestar del país, y si el ingeniero Cárdenas me comentó lo que ya platicamos, con su experiencia como candidato a la presidencia y haber sido protagonista en el cambio de paradigma que se dio al interior del PRI, viniendo de un hombre tan honorable como él, yo le creo y eso es suficiente para mí”.
“Y esa es la idea, si no formamos mayoría en el congreso, en la próxima legislatura, con el nuevo gobierno, el presidente no va a poder gobernar, los partidos no van a dejar de estar en pugna y la sociedad no va a dejar de esperar soluciones a sus grandes problemas, como son la inseguridad, la corrupción, el desempleo y la falta de oportunidad. Por eso es una idea que deberían tomar”, aclara.
Sin duda alguna, la convicción de Enrique Olivares Flores por buscar cambios significativos para su país es una meta que ronda su mente todos los días, y este convencimiento por el bien común se refleja cada día en la pasión que imparte a su catedra en la Universidad y la maneja en que contagia con la misma pasión a sus alumnos y colaboradores.
[Fotografía por Ricardo Díaz]
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