Calidez de febrero



Por Daniela Velázquez Lazcano 
La mañana es fría entre las calles arbolosas de Coyoacán, en la Preparatoria #6 me encuentro parada con un vestido azul y flores de colores en las manos, espero con ansias a la única persona que me hace sonreír al verla, todo lo que pasa en mi mente antes de verla llegar es cómo vamos a celebrar este día reconocido por los detalles con nuestras parejas y amistades, quiero llenarla de besos y decirle cuanto la amo como cada día lo hago.   

Cuando llega el momento la veo y con todas mis fuerzas la abrazo, es nuestro primer San Valentín juntas en persona, pues la pandemia no nos permitió hacerlo un año antes; ella luce tan linda en un vestido blanco, con su cabello azul escondido detrás de un paliacate rojo y una sombra azul que resalta sus ojos color miel, le doy las flores hechas una noche antes con limpia pipas y juntas entramos de la mano a la escuela, todo está adornado con tonos rojos y rosas, los preparativos para las actividades de ese día empiezan y no tenemos ninguna clase. Nos encontramos con sus amigas y las saluda, una de ellas nos regala dulces y otra nos regala post-its con unas cuantas palabras dedicadas individualmente. 

Al mediodía y después de estar esperando, se empieza a escuchar a lo lejos música a todo volumen, es el toquín preparado para ese día, rápidamente corremos a escuchar las canciones que las bandas de estudiantes traen preparadas, es el momento en que recordamos que hay registro civil y que nos queremos ir a casar, escuchamos un poco de música y llegamos al patio a formarnos hasta que nuestro turno pase. Después de varios minutos escogemos anillos que nos queden, uno plateado para ella y uno dorado para mí, decidimos hacerlo por bienes separados en un acta que determina que el matrimonio es válido hasta un 30 febrero, tomamos nuestras flores y entonces nos damos un beso en el momento indicado. 

Cuando regresamos a escuchar música ya hay más gente y un sol que quema, es cuando decidimos sentarnos un momento y ella me confiesa que me ha hecho un poema, lo recita para mí y al final me enseña una canción que se volvió mi acompañante todo ese día, nos paramos a bailar y de pronto empieza la melodía de una canción importante para nosotras, “00:00” de Siddhartha donde casi al final suenan trompetas, en ese instante me sentí tan completa que se volvió uno de mis momentos más adorados. 

Después de bailar, saltar y dar vueltas con “Take on me” de a-ha bajo la luz y calor del sol, decidimos irnos, no sin antes pasar a la biblioteca por un libro, porque después de ese día tan especial, lo académico volvía y con ello las tareas también, mientras esperaba a que terminaran con el trámite de préstamo, la veía a lo lejos parada y no podía dejar de sonreír, por mi mente pasaban todas las cosas que con ella quería siempre hacer. 

Salimos de la escuela, decidimos compartir un Fuze Tea de durazno que a las dos nos gusta, le propongo irla a dejar hasta la parada del camión que a su casa la lleva, y es así que entre risas, besos y plática, nos perdemos entre las ahora cálidas, calles de Coyoacán.  



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