La certeza de un enfermero en tiempos de Covid-19
Por Adriana Massiel Mendoza Serrano y Jesús Velázquez Martínez |
México (Aunam). El personal médico que enfrenta la epidemia por Covid-19 ha exigido, en varios puntos del país, condiciones laborales dignas en los últimos meses. Los médicos y enfermeros han pedido que los hospitales cuenten con los insumos suficientes y que las autoridades atiendan con especial atención el problema de salubridad que no sólo pone en riesgo a los ciudadanos, sino también a ellos.
Actualmente los trabajadores en el área precisan mayor protección para realizar su trabajo íntegramente: tienen pavor, pero también un enorme compromiso y convencimiento de su papel en estos tiempos.
¿Quién es Miguel Vázquez?
Miguel Vázquez es enfermero en el Hospital Psiquiátrico Parras del estado de Coahuila. Ha ejercido durante ocho años su profesión y comenta que a partir de la pandemia realiza un esfuerzo mayor que el que realizaba con anterioridad, debido a que ahora está dedicado al área para atender específicamente a pacientes con el
virus.
Entra a la una de la tarde y se dirige a su sección para hacerle frente a la enfermedad. Llega a ese espacio restringido al cual dedica tiempo y empeño para colocarse su uniforme y procede al lavado quirúrgico. Se pone encima el equipo que funge como armazón: una bata, unos lentes, un gorro, un cubrebocas y una careta. Ingresa al turno y recibe información de la gente que laboró por la mañana, así es como se entera de cuántas personas entraron y cuántas dieron de alta en el hospital.
Con el monitor hace el chequeo cotidiano a los pacientes: toma sus signos vitales, administra los medicamentos y realiza su servicio con cautela y convicción. A pesar de que evita el contacto constante, está al pendiente de las necesidades particulares que requiere cada contagiado. Su jornada dura ocho horas, pero puede prolongarse.
El hombre de 27 años expresa que al ayudar a las personas enfermas siente una enorme satisfacción, porque se encarga de ellos con toda la humanidad posible.
Hace su faena sin buscar algo a cambio: no desea que agradezcan su trabajo, aunque cuando alguien lo reconoce experimenta una singular alegría que desemboca en una motivación para seguir realizando sus tareas con nobleza y paciencia.
El peligro latente de una enfermedad devastadora
En esta última semana —Mike, como le gusta que lo llamen— ha percibido una presión extra para conservar su salud, ya que debe ser estrictamente cuidadoso en la relación que tiene con sus pacientes. Indica que toma medidas rigurosas para prevenir la enfermedad y que no le causa molestia hacer su trabajo, más bien le preocupa el riesgo que corre. En su estado han muerto 210 personas. “Se oye mal pero el paciente ya está enfermo. Tú llegas ahí sano y lo que tienes que hacer es salir sano: no te tienes que contagiar”.
Familia y condescendencia
Cuando el reloj anuncia la hora de salida, se quita su protección y se encamina hacia su hogar, donde su esposa e hija lo esperan. Toma un baño para relajarse y convive con su familia. “Es muy padre, me siento desestresado y tranquilo, porque en realidad no es que pueda ir a tomar un café o comer un helado; sería irresponsable de mi parte salir de un área de Covid y dirigirme a un área pública”.
La parentela de Miguel Vázquez tiene una actitud comprensiva hacia su trabajo, pero no niega que existe tensión y miedo en su casa por un posible contagio. Su esposa está tranquila: entiende que es parte de su trabajo debido a que ella también es enfermera; sin embargo, su hija aún es muy pequeña como para concebir lo que sucede. Manifiesta que ella observa en la televisión que le aplauden a los enfermeros, así que cuando él llega lo recibe con muchos aplausos.
Afortunadamente, no lo han agredido física ni verbalmente. Asegura que no sale con su uniforme a otros lugares, pero que en ocasiones las personas que lo atienden en la gasolinería lo miran de forma extraña.
En los hospitales y en las calles el virus permanece
Un lugar común en la pandemia en México es el desabasto de insumos para el pleno ejercicio del cuerpo médico. Esto, reflexiona el enfermero, tomó a todos por sorpresa. Ningún hospital estaba listo para enfrentar tal crisis sanitaria. La situación mejoraba a pasos pequeños en su hospital. Miguel Vázquez comenta que, aunque no estuvo de principio en el área Covid-19, recuerda la preocupación de sus colegas. Ahora, la situación ha mejorado y la confianza ha crecido.
Miguel Vázquez, quien vive la pandemia desde el interior de un hospital, califica las acciones gubernamentales como correctas. Esto a pesar de que observa un escepticismo en su entidad. Con esto en mente, el enfermero del IMSS propone ser más conservadores con la apertura de espacios comunes como los centros comerciales. En un primer momento, se deberían reabrir las actividades enteramente esenciales y no aquellas que pasan como secundarias. “Todos necesitamos ingresos, pero la salud es primero”, concluye el enfermo Miguel Vázquez.
Este hospital de la ciudad de Saltillo no se ha exentado de casos positivos en sus trabajadores. Dos médicos, amigos de Miguel Vázquez, dieron positivo tras estar en un periodo vacacional. Tras la infortunada noticia, tomaron las prevenciones pertinentes. Ahora, forman parte de la estadística de recuperados. Incluso han logrado volver a sus labores habituales. Preocupó al personal, pero aplaudieron su pronto accionar para recuperar la salud.
Hacia la concientización del problema
La salud mental no es un tema ajeno al cuerpo médico. El profesional, confiesa que por el momento no se siente mal. La tranquilidad y la capacidad de poder diferenciar entre su profesión y persona, lo ha mantenido en equilibrio. Sin embargo, no descarta que, en un futuro, uno no muy lejano, remarca, se orillará a los psicólogos. Principalmente la razón será el estrés y tensión característico de esta crisis sanitaria.
La población mexicana ha esparcido diversos rumores sobre este nuevo virus. Algunos individuos opinan que es una estrategia del gobierno. Miguel Vázquez invita a la población a creer, pero sobre todo a cuidarse. Señala que el cuidado e higiene propio hará que el sistema de salud no se sature y, por ende, no colapse. En sus círculos cercanos también ha oído de gente que decide protegerse, no por ellos, ya que se muestran incrédulos, sino por su familia. Sea como sea, rectifica el enfermo, lo importante es protegerse.
Diversas zonas geográficas de México sufrieron el golpe menos fuerte. La ciudad de Saltillo es un claro ejemplo. El Hospital General Unidad Parras en Saltillo tiene una capacidad de 45 camas en el área específicamente designada para el coronavirus. Tan solo poco más de un tercio es ocupada. Con una población de 17 pacientes, de los cuales 12 están confirmados y 5 están colocados como sospechosos, el nivel de afluencia es menor que en otras zonas de México, como la capital. No obstante, el trabajo no deja de ser demandante.
Al contrario de lo publicado por diversos medios, sobre todo aquellos que cubren la pandemia en Europa, Miguel Vázquez ha ratificado su amor por su profesión. Sin tener siquiera un pensamiento en dejarla, el enfermero se llena de orgullo, no sólo por él, sino por sus colegas. Reconoce el valor y lo temerario que significa pertenecer a la línea de salud. Con un símil, recuerda el valor sistematizado de las hormigas: todas ellas, hacia un objetivo. El suyo: salvaguardar la salud de los ciudadanos.
México (Aunam). El personal médico que enfrenta la epidemia por Covid-19 ha exigido, en varios puntos del país, condiciones laborales dignas en los últimos meses. Los médicos y enfermeros han pedido que los hospitales cuenten con los insumos suficientes y que las autoridades atiendan con especial atención el problema de salubridad que no sólo pone en riesgo a los ciudadanos, sino también a ellos.
Actualmente los trabajadores en el área precisan mayor protección para realizar su trabajo íntegramente: tienen pavor, pero también un enorme compromiso y convencimiento de su papel en estos tiempos.
¿Quién es Miguel Vázquez?
Miguel Vázquez es enfermero en el Hospital Psiquiátrico Parras del estado de Coahuila. Ha ejercido durante ocho años su profesión y comenta que a partir de la pandemia realiza un esfuerzo mayor que el que realizaba con anterioridad, debido a que ahora está dedicado al área para atender específicamente a pacientes con el
virus.
Entra a la una de la tarde y se dirige a su sección para hacerle frente a la enfermedad. Llega a ese espacio restringido al cual dedica tiempo y empeño para colocarse su uniforme y procede al lavado quirúrgico. Se pone encima el equipo que funge como armazón: una bata, unos lentes, un gorro, un cubrebocas y una careta. Ingresa al turno y recibe información de la gente que laboró por la mañana, así es como se entera de cuántas personas entraron y cuántas dieron de alta en el hospital.
Con el monitor hace el chequeo cotidiano a los pacientes: toma sus signos vitales, administra los medicamentos y realiza su servicio con cautela y convicción. A pesar de que evita el contacto constante, está al pendiente de las necesidades particulares que requiere cada contagiado. Su jornada dura ocho horas, pero puede prolongarse.
El hombre de 27 años expresa que al ayudar a las personas enfermas siente una enorme satisfacción, porque se encarga de ellos con toda la humanidad posible.
Hace su faena sin buscar algo a cambio: no desea que agradezcan su trabajo, aunque cuando alguien lo reconoce experimenta una singular alegría que desemboca en una motivación para seguir realizando sus tareas con nobleza y paciencia.
El peligro latente de una enfermedad devastadora
En esta última semana —Mike, como le gusta que lo llamen— ha percibido una presión extra para conservar su salud, ya que debe ser estrictamente cuidadoso en la relación que tiene con sus pacientes. Indica que toma medidas rigurosas para prevenir la enfermedad y que no le causa molestia hacer su trabajo, más bien le preocupa el riesgo que corre. En su estado han muerto 210 personas. “Se oye mal pero el paciente ya está enfermo. Tú llegas ahí sano y lo que tienes que hacer es salir sano: no te tienes que contagiar”.
Familia y condescendencia
Cuando el reloj anuncia la hora de salida, se quita su protección y se encamina hacia su hogar, donde su esposa e hija lo esperan. Toma un baño para relajarse y convive con su familia. “Es muy padre, me siento desestresado y tranquilo, porque en realidad no es que pueda ir a tomar un café o comer un helado; sería irresponsable de mi parte salir de un área de Covid y dirigirme a un área pública”.
La parentela de Miguel Vázquez tiene una actitud comprensiva hacia su trabajo, pero no niega que existe tensión y miedo en su casa por un posible contagio. Su esposa está tranquila: entiende que es parte de su trabajo debido a que ella también es enfermera; sin embargo, su hija aún es muy pequeña como para concebir lo que sucede. Manifiesta que ella observa en la televisión que le aplauden a los enfermeros, así que cuando él llega lo recibe con muchos aplausos.
Afortunadamente, no lo han agredido física ni verbalmente. Asegura que no sale con su uniforme a otros lugares, pero que en ocasiones las personas que lo atienden en la gasolinería lo miran de forma extraña.
En los hospitales y en las calles el virus permanece
Un lugar común en la pandemia en México es el desabasto de insumos para el pleno ejercicio del cuerpo médico. Esto, reflexiona el enfermero, tomó a todos por sorpresa. Ningún hospital estaba listo para enfrentar tal crisis sanitaria. La situación mejoraba a pasos pequeños en su hospital. Miguel Vázquez comenta que, aunque no estuvo de principio en el área Covid-19, recuerda la preocupación de sus colegas. Ahora, la situación ha mejorado y la confianza ha crecido.
Miguel Vázquez, quien vive la pandemia desde el interior de un hospital, califica las acciones gubernamentales como correctas. Esto a pesar de que observa un escepticismo en su entidad. Con esto en mente, el enfermero del IMSS propone ser más conservadores con la apertura de espacios comunes como los centros comerciales. En un primer momento, se deberían reabrir las actividades enteramente esenciales y no aquellas que pasan como secundarias. “Todos necesitamos ingresos, pero la salud es primero”, concluye el enfermo Miguel Vázquez.
Este hospital de la ciudad de Saltillo no se ha exentado de casos positivos en sus trabajadores. Dos médicos, amigos de Miguel Vázquez, dieron positivo tras estar en un periodo vacacional. Tras la infortunada noticia, tomaron las prevenciones pertinentes. Ahora, forman parte de la estadística de recuperados. Incluso han logrado volver a sus labores habituales. Preocupó al personal, pero aplaudieron su pronto accionar para recuperar la salud.
Hacia la concientización del problema
La salud mental no es un tema ajeno al cuerpo médico. El profesional, confiesa que por el momento no se siente mal. La tranquilidad y la capacidad de poder diferenciar entre su profesión y persona, lo ha mantenido en equilibrio. Sin embargo, no descarta que, en un futuro, uno no muy lejano, remarca, se orillará a los psicólogos. Principalmente la razón será el estrés y tensión característico de esta crisis sanitaria.
La población mexicana ha esparcido diversos rumores sobre este nuevo virus. Algunos individuos opinan que es una estrategia del gobierno. Miguel Vázquez invita a la población a creer, pero sobre todo a cuidarse. Señala que el cuidado e higiene propio hará que el sistema de salud no se sature y, por ende, no colapse. En sus círculos cercanos también ha oído de gente que decide protegerse, no por ellos, ya que se muestran incrédulos, sino por su familia. Sea como sea, rectifica el enfermo, lo importante es protegerse.
Diversas zonas geográficas de México sufrieron el golpe menos fuerte. La ciudad de Saltillo es un claro ejemplo. El Hospital General Unidad Parras en Saltillo tiene una capacidad de 45 camas en el área específicamente designada para el coronavirus. Tan solo poco más de un tercio es ocupada. Con una población de 17 pacientes, de los cuales 12 están confirmados y 5 están colocados como sospechosos, el nivel de afluencia es menor que en otras zonas de México, como la capital. No obstante, el trabajo no deja de ser demandante.
Al contrario de lo publicado por diversos medios, sobre todo aquellos que cubren la pandemia en Europa, Miguel Vázquez ha ratificado su amor por su profesión. Sin tener siquiera un pensamiento en dejarla, el enfermero se llena de orgullo, no sólo por él, sino por sus colegas. Reconoce el valor y lo temerario que significa pertenecer a la línea de salud. Con un símil, recuerda el valor sistematizado de las hormigas: todas ellas, hacia un objetivo. El suyo: salvaguardar la salud de los ciudadanos.
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