UN SALTO AL PASADO: SER MÉDICO CON LOCURA
Por: Natalya Carolina Sosa.
Ciudad de México (Aunam). Jimena Desiree Sosa es una joven de 24 años que está por terminar el onceavo semestre de la carrera de Medicina en la Facultad de Medicina (FacMed) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es decir, se encuentra concluyendo su internado médico en el Hospital General Regional 220, en Toluca.
Con el rostro lleno de alegría y el reflejo de los rayos del sol en sus lentes, Jimena Desiree entró a la terraza de la cafetería, rodeada del sonido de los carros que se estacionaban al llegar al lugar. Llamando la atención de los meseros que la veían sorprendidos por el vestido negro y ajustado que marcaba sus caderas; se sentó al mismo tiempo que saludaba y se ponía cómoda para comenzar a contar los hechos que marcaron su vida.
“Sinceramente no recuerdo mucho de mi infancia, tengo recuerdos vagos, o de momentos que me marcaron. Por ejemplo cuando nacieron mis hermanas; de Gabi no recuerdo mucho, pero de Nati sí, mis papás se fueron todo el día y nos dejaron con mi tía América, y en la noche llegaron con un bebé. O cuando entré al kínder y lloré, vi a una de mis tías le dije que me sacara y que me llevara con ella”, dijo entre risas.
Continúo contando anécdotas sobre su vida académica, recordó que su mamá siempre fue su mayor exigencia, ya que ni en vacaciones la dejaba descansar de las tareas. En la primaria su año más “cool” fue tercer grado: “estuve con la mejor maestra, era bien exigente y daba miedo, me acuerdo de que hasta lloraba con mi mamá y quería cambiarme de grupo”, agradeció no haberlo hecho, porque aseguró haber aprendido mucho de ella.
“En sexto año conocí a las primeras personas que considere amigos, hasta la fecha aún platico con algunos. Como con Marisol, ella marcó mucho mi vida y si aún pudiera estar con ella, le haría saber que fue una gran amiga”.
En ese tiempo, cuando Desiree tenía 12 años su mamá buscó una actividad recreativa para ella y sus dos hermanas en un Foro Cultural en la delegación de Magdalena Contreras, la actividad de Jimena fue danza árabe: “recuerdo ser buena, yo creo que sí me hubiera metido de lleno, sería una experta actualmente”. Sin embargo, su estancia en el Foro fue durante un periodo de vacaciones.
Después de preguntar sobre la secundaria, su mirada reflejó extrañeza y entonces dijo: “fue la peor etapa que tuve, no me gusta, nunca me gustó. Ahí conocí lo que es capaz de hacer una persona con el fin de causar daño, conocí que no todos son amigos, no a todos se les puede confiar algo importante, pero de todo eso ‘malo’, también descubrí la importancia de las personas que sí valen la pena”.
Cuando Jimena se encontraba en el último año de secundaria, celebró su fiesta de cumpleaños número 15, la cual describió como “bien cool”. Ya que fue de disfraces y pensó que ningún invitado se iba a disfrazar realmente, sin embargo, en la fiesta podías ver a personajes como Michael Jackson, Shakira y hasta Freddie Mercury.
Una de las etapas más significativas para Desiree fue la preparatoria, la cual cursó en la preparatoria número 5 “José Vasconcelos”, ubicada en Calzada del Hueso. Su primer año no fue muy agradable y no tiene muchos recuerdos, solo los de tres amigos: Gonzalo, Daniela y Roberto, pero en la actualidad no sabe qué es de sus vidas.
“Quinto año fue mi primera vez en muchas cosas, en salidas con mis amigos, el llegar tarde y regaños en casa, pero todo fue bonito. Conocí a Laura y aunque ahorita ya no tenemos una amistad muy estrecha, sé que puedo contar con ella cuando yo lo necesite”.
En ese tiempo salía con un chico, llevaban alrededor de dos años cuando ella decidió ya no estar con él por dos razones, la primera porque ya no lo quería y la segunda porque se estaba perdiendo la oportunidad de conocer a más personas, ya que él todo el tiempo quería que estuvieran juntos y eso la absorbía mucho.
“Y por fin llegó el último año”, expresó con emoción al recordar sus mejores momentos en la preparatoria. “Sexto fue el mejor, conocí a mis mejores amigos, fue el más bonito, fue diversión, tristeza, responsabilidad y muchas otras cosas. Pero al final siempre voy a recordar cuando mi mamá me dijo: ‘los mejores amigos y los que conservarás toda tu vida, muchas veces son los de la prepa’”.
La universidad la describe como algo muy difícil y cruel. Porque muchos de los estudiantes no están preparados para tal cosa, en su caso, escogió la carrera de medicina, “no me arrepiento, pero sí estaba loca cuando decidí estudiarla”, dijo entre risas al recordarlo.
“Entras creyéndote un estudiante perfecto, con promedio de excelencia y justo en ese momento llega Facultad de Medicina a decirte que no, que le tienes que chingar y esforzarte, que el sueño ya no tiene horarios, que las comidas tienen tiempo para después, pero que por favor no olvides que tienes una familia, amigos y vida propia. Y es increíble, porque realmente no sabes cómo le haces, simplemente lo haces”.
En 2014 cuando Desiree cursaba su segundo año en la facultad, se enfrentó a dos de las peores crisis emocionales por las que ha pasado, la primera en cuestión de si debería seguir en la carrera de medicina, y la segunda porque conoció a la persona que más me le ha enseñado en la vida, su exnovio.
“Gracias a Dios, ya no está en mi vida, pero a pesar de que me hizo tanto daño, hoy puedo decir que me enseñó que es lo que soy y lo que valgo, lo que quiero de una pareja y lo que no, que tengo voz y valentía para decir que no quiero, que nadie tiene el derecho de decirte que eres lo peor, que eres mala persona, que no vales, y mucho menos, cuando tú, lo único que has hecho es quererlo y estar con él”.
Agradece que ya no esté en su vida, afirmó que si algún día lo vuelve a ver le daría mucho gusto que la vea bien emocional y físicamente, que todos sus malos tratos y golpes psicológicos no le remuerdan la conciencia. Expresó con seguridad y firmeza haber superado esa parte de su vida, y aseguró no volver a permitir eso de nadie pues se siente bien con ella misma y está orgullosa de eso.
“En ese mismo tiempo acepté a Cristo Jesús como mi señor y Salvador, conocí a mis hermanos en fe y Dios me dio unos papás espirituales que son las personas más hermosas, es Dios diciéndome que me quiere a través de ellos”. Esto es para ella la parte más fundamental de su vida, porque la ha transformado en una nueva y mejor persona.
Algo que marcó la vida de Jimena Sosa y la de su familia fue cuando su papá se accidentó y se quedaron sin nada literalmente. Ver a su papá con la columna casi deshecha después de haber caído de un segundo piso le hizo aprender que la vida cambia en cuestión de segundos. Aprendió a valorar el esfuerzo sobrehumano que hacen los papás, que todo en esta vida tiene un trabajo por detrás.
“Mi familia se unió para sacar fuerzas y apoyo de quién sabe dónde. Nunca tuve una relación cercana con mi papá, pero ese accidente cambió mi vida, ahora sé el esfuerzo que él hace por mí y mis hermanas, no me imagino qué hubiera pasado si él ya no estuviera aquí”, dijo con los ojos llorosos.
“Llegando al punto donde hoy me encuentro puedo decir que este año no sólo fue el más arriesgado, sino el más valiente y responsable que he tenido en mis 24 años”. El internado médico la orilló a tener que vivir sola, lo cual no es cualquier cosa para ella porque asegura que pasan dos cosas: se confunde con libertinaje o libertad. A demás, “es cuando valoras el que tú mamá te despierte, que te ayude con comidas, con ropa limpia y planchada, porque si no lo haces tú, nadie más lo hará”.
El internado la ha cambiado y la ha hecho madurar, justo como le decían sus compañeros. Asegura que es el momento en el que descubres que te gusta y que no, si la carrera de medicina es lo tuyo, “te da un pavor cuando te dicen que vas a hacer guardias y que no vas a dormir. Y no sólo eso, estás frente a pacientes y enfermedades reales, ¡ya no es el libro! El libro ahora es el paciente, sabes que te falta mucho, sin embargo, sigues adelante para seguir aprendiendo”.
Jimena ha aprendido a trabajar en equipo, a pasar horas seguidas sin comer, a que no dormir y estar horas parado en el quirófano con dolor de pies es normal, “hasta utilizas cosas como: el gato de cabeza para una buena guardia” expresó sin poder contener la risa y agregó que eran chistes de médicos.
Añadió que en el hospital creas lazos familiares, que hay médicos de todo tipo; los trabajadores y los flojos que incluso hay ocasiones en las que vas a querer ahorcarlos pero que al final de día llegas a quererlos, porque ahora hasta saben cómo duermes y si roncas o no.
“Está bien cool haber elegido esta carrera. Ves muchas cosas, y tengo infinidad de anécdotas tanto bonitas y feas. Como la primera vez que vi cuando murió un paciente, la primera vez que hice un procedimiento médico y es una sensación bien bonita porque tú lo hiciste y te salió”.
Desiree Sosa afirma que no tiene palabras para describir que su esfuerzo y todo lo que antes describió, valió y seguirá valiendo la pena cuando le dicen “muchas gracias doctora”. Asegura que no sabe qué va a pasar con su vida, pero que, sin duda, quiere seguir trabajando en un hospital.
Ciudad de México (Aunam). Jimena Desiree Sosa es una joven de 24 años que está por terminar el onceavo semestre de la carrera de Medicina en la Facultad de Medicina (FacMed) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es decir, se encuentra concluyendo su internado médico en el Hospital General Regional 220, en Toluca.
Con el rostro lleno de alegría y el reflejo de los rayos del sol en sus lentes, Jimena Desiree entró a la terraza de la cafetería, rodeada del sonido de los carros que se estacionaban al llegar al lugar. Llamando la atención de los meseros que la veían sorprendidos por el vestido negro y ajustado que marcaba sus caderas; se sentó al mismo tiempo que saludaba y se ponía cómoda para comenzar a contar los hechos que marcaron su vida.
“Sinceramente no recuerdo mucho de mi infancia, tengo recuerdos vagos, o de momentos que me marcaron. Por ejemplo cuando nacieron mis hermanas; de Gabi no recuerdo mucho, pero de Nati sí, mis papás se fueron todo el día y nos dejaron con mi tía América, y en la noche llegaron con un bebé. O cuando entré al kínder y lloré, vi a una de mis tías le dije que me sacara y que me llevara con ella”, dijo entre risas.
Continúo contando anécdotas sobre su vida académica, recordó que su mamá siempre fue su mayor exigencia, ya que ni en vacaciones la dejaba descansar de las tareas. En la primaria su año más “cool” fue tercer grado: “estuve con la mejor maestra, era bien exigente y daba miedo, me acuerdo de que hasta lloraba con mi mamá y quería cambiarme de grupo”, agradeció no haberlo hecho, porque aseguró haber aprendido mucho de ella.
“En sexto año conocí a las primeras personas que considere amigos, hasta la fecha aún platico con algunos. Como con Marisol, ella marcó mucho mi vida y si aún pudiera estar con ella, le haría saber que fue una gran amiga”.
En ese tiempo, cuando Desiree tenía 12 años su mamá buscó una actividad recreativa para ella y sus dos hermanas en un Foro Cultural en la delegación de Magdalena Contreras, la actividad de Jimena fue danza árabe: “recuerdo ser buena, yo creo que sí me hubiera metido de lleno, sería una experta actualmente”. Sin embargo, su estancia en el Foro fue durante un periodo de vacaciones.
Después de preguntar sobre la secundaria, su mirada reflejó extrañeza y entonces dijo: “fue la peor etapa que tuve, no me gusta, nunca me gustó. Ahí conocí lo que es capaz de hacer una persona con el fin de causar daño, conocí que no todos son amigos, no a todos se les puede confiar algo importante, pero de todo eso ‘malo’, también descubrí la importancia de las personas que sí valen la pena”.
Cuando Jimena se encontraba en el último año de secundaria, celebró su fiesta de cumpleaños número 15, la cual describió como “bien cool”. Ya que fue de disfraces y pensó que ningún invitado se iba a disfrazar realmente, sin embargo, en la fiesta podías ver a personajes como Michael Jackson, Shakira y hasta Freddie Mercury.
Una de las etapas más significativas para Desiree fue la preparatoria, la cual cursó en la preparatoria número 5 “José Vasconcelos”, ubicada en Calzada del Hueso. Su primer año no fue muy agradable y no tiene muchos recuerdos, solo los de tres amigos: Gonzalo, Daniela y Roberto, pero en la actualidad no sabe qué es de sus vidas.
“Quinto año fue mi primera vez en muchas cosas, en salidas con mis amigos, el llegar tarde y regaños en casa, pero todo fue bonito. Conocí a Laura y aunque ahorita ya no tenemos una amistad muy estrecha, sé que puedo contar con ella cuando yo lo necesite”.
En ese tiempo salía con un chico, llevaban alrededor de dos años cuando ella decidió ya no estar con él por dos razones, la primera porque ya no lo quería y la segunda porque se estaba perdiendo la oportunidad de conocer a más personas, ya que él todo el tiempo quería que estuvieran juntos y eso la absorbía mucho.
“Y por fin llegó el último año”, expresó con emoción al recordar sus mejores momentos en la preparatoria. “Sexto fue el mejor, conocí a mis mejores amigos, fue el más bonito, fue diversión, tristeza, responsabilidad y muchas otras cosas. Pero al final siempre voy a recordar cuando mi mamá me dijo: ‘los mejores amigos y los que conservarás toda tu vida, muchas veces son los de la prepa’”.
La universidad la describe como algo muy difícil y cruel. Porque muchos de los estudiantes no están preparados para tal cosa, en su caso, escogió la carrera de medicina, “no me arrepiento, pero sí estaba loca cuando decidí estudiarla”, dijo entre risas al recordarlo.
“Entras creyéndote un estudiante perfecto, con promedio de excelencia y justo en ese momento llega Facultad de Medicina a decirte que no, que le tienes que chingar y esforzarte, que el sueño ya no tiene horarios, que las comidas tienen tiempo para después, pero que por favor no olvides que tienes una familia, amigos y vida propia. Y es increíble, porque realmente no sabes cómo le haces, simplemente lo haces”.
En 2014 cuando Desiree cursaba su segundo año en la facultad, se enfrentó a dos de las peores crisis emocionales por las que ha pasado, la primera en cuestión de si debería seguir en la carrera de medicina, y la segunda porque conoció a la persona que más me le ha enseñado en la vida, su exnovio.
“Gracias a Dios, ya no está en mi vida, pero a pesar de que me hizo tanto daño, hoy puedo decir que me enseñó que es lo que soy y lo que valgo, lo que quiero de una pareja y lo que no, que tengo voz y valentía para decir que no quiero, que nadie tiene el derecho de decirte que eres lo peor, que eres mala persona, que no vales, y mucho menos, cuando tú, lo único que has hecho es quererlo y estar con él”.
Agradece que ya no esté en su vida, afirmó que si algún día lo vuelve a ver le daría mucho gusto que la vea bien emocional y físicamente, que todos sus malos tratos y golpes psicológicos no le remuerdan la conciencia. Expresó con seguridad y firmeza haber superado esa parte de su vida, y aseguró no volver a permitir eso de nadie pues se siente bien con ella misma y está orgullosa de eso.
“En ese mismo tiempo acepté a Cristo Jesús como mi señor y Salvador, conocí a mis hermanos en fe y Dios me dio unos papás espirituales que son las personas más hermosas, es Dios diciéndome que me quiere a través de ellos”. Esto es para ella la parte más fundamental de su vida, porque la ha transformado en una nueva y mejor persona.
Algo que marcó la vida de Jimena Sosa y la de su familia fue cuando su papá se accidentó y se quedaron sin nada literalmente. Ver a su papá con la columna casi deshecha después de haber caído de un segundo piso le hizo aprender que la vida cambia en cuestión de segundos. Aprendió a valorar el esfuerzo sobrehumano que hacen los papás, que todo en esta vida tiene un trabajo por detrás.
“Mi familia se unió para sacar fuerzas y apoyo de quién sabe dónde. Nunca tuve una relación cercana con mi papá, pero ese accidente cambió mi vida, ahora sé el esfuerzo que él hace por mí y mis hermanas, no me imagino qué hubiera pasado si él ya no estuviera aquí”, dijo con los ojos llorosos.
“Llegando al punto donde hoy me encuentro puedo decir que este año no sólo fue el más arriesgado, sino el más valiente y responsable que he tenido en mis 24 años”. El internado médico la orilló a tener que vivir sola, lo cual no es cualquier cosa para ella porque asegura que pasan dos cosas: se confunde con libertinaje o libertad. A demás, “es cuando valoras el que tú mamá te despierte, que te ayude con comidas, con ropa limpia y planchada, porque si no lo haces tú, nadie más lo hará”.
El internado la ha cambiado y la ha hecho madurar, justo como le decían sus compañeros. Asegura que es el momento en el que descubres que te gusta y que no, si la carrera de medicina es lo tuyo, “te da un pavor cuando te dicen que vas a hacer guardias y que no vas a dormir. Y no sólo eso, estás frente a pacientes y enfermedades reales, ¡ya no es el libro! El libro ahora es el paciente, sabes que te falta mucho, sin embargo, sigues adelante para seguir aprendiendo”.
Jimena ha aprendido a trabajar en equipo, a pasar horas seguidas sin comer, a que no dormir y estar horas parado en el quirófano con dolor de pies es normal, “hasta utilizas cosas como: el gato de cabeza para una buena guardia” expresó sin poder contener la risa y agregó que eran chistes de médicos.
Añadió que en el hospital creas lazos familiares, que hay médicos de todo tipo; los trabajadores y los flojos que incluso hay ocasiones en las que vas a querer ahorcarlos pero que al final de día llegas a quererlos, porque ahora hasta saben cómo duermes y si roncas o no.
“Está bien cool haber elegido esta carrera. Ves muchas cosas, y tengo infinidad de anécdotas tanto bonitas y feas. Como la primera vez que vi cuando murió un paciente, la primera vez que hice un procedimiento médico y es una sensación bien bonita porque tú lo hiciste y te salió”.
Desiree Sosa afirma que no tiene palabras para describir que su esfuerzo y todo lo que antes describió, valió y seguirá valiendo la pena cuando le dicen “muchas gracias doctora”. Asegura que no sabe qué va a pasar con su vida, pero que, sin duda, quiere seguir trabajando en un hospital.
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