“ES AIRE LO QUE ESTAMOS PAGANDO”
Por Gabriela Jiménez Arellano
Ciudad de México. (Aunam). Arturo Cervantes tiene la mirada fija en la nada. No se sabe qué ve con exactitud. La vecina de la casa contigua sale, lo saluda y se marcha entre bromas. Sin embargo, Arturo sigue viendo con monotonía las calles de la Colonia Agrícola Oriental.
“Ahorita tengo 65 años y llegué como a los 26, después de que me casé. Nos vinimos porque en ese entonces, estábamos en una vecindad de la colonia Álamos, esas ya no están. En esos días encontramos casa barata por aquí y nos mudamos. La verdad es que nunca hemos tenido ningún problema grave de delincuencia o problemas de drogas con mis hijos; sí hay conflictos de ese tipo, pero a nosotros nunca nos han afectado. Lo único es el agua, y eso no estaba así cuando llegamos, pero tampoco es algo reciente ¡Vaya! no es algo de uno o dos años.”
El reflejo del sol le ciega la mirada, se lleva una mano a la cara para protegerse de los destellos y sigue buscando la solución a algo. A las cuatro de la tarde no hay mucho que buscar. Hoy no vino la pipa de agua potable, el tinaco está arriba de los tres cuartos, queda suficiente para el resto de la semana. Tiene planeado ponerse de acuerdo con la señora Rosalía Velásquez para pedirla el próximo lunes, cuando el tinaco baje a un cuarto. Considera que en su colonia son afortunados, al menos siguen llegando las pipas de agua, pasando la Avenida Rojo Gómez y la calzada Ignacio Zaragoza ni eso.
“Nosotros no hacemos mucho porque cuando necesitamos la pipa, viene. Nos deja los tinacos llenos y se va. Pero de las tuberías no sale una gota ¡Nada, nada, nada! Me imagino que la diferencia entre nosotros y los de la Agrícola Pantitlán o Leyes de Reforma ha de ser que a ellos ni pipas. Ellos sí hasta han bloqueado el metrobús en Eje 4 y Rojo Gómez. Cuando les preguntas, “bueno ¿y por qué no van con el delegado?”, la respuesta es la misma siempre, “ya fuimos, pero no nos hace caso, vayan ustedes para que vea que es en serio.”
Los gestos de Arturo son planos, conformes, resignados, el tono de su voz se hace más monótono conforme avanza la conversación. Se ha acostumbrado a que un trabajador de la delegación toque a su puerta para preguntarle si tiene agua. “Sí tenemos, hoy no necesitamos pipa”. Es parte de su rutina. Sacan la manguera de la pipa y sus chorros sustituyen el flujo ausente en las tuberías. La ironía impera durante la lectura del medidor. “Oiga en vez de que salga agua, nomás sale aire. Es aire lo que estamos pagando”. El trabajador del Sistema de Aguas de la Ciudad de México lanza una sonrisa avergonzada que intenta no raye en el cinismo. “¿Puede haber mayor cinismo?”
Se rasca la cabeza, bosteza, el calor de la tarde le causa sueño. Recorre la calle cansado de buscar la solución. Las preguntas ya le parecen inútiles, son un despilfarro de esfuerzo. La memoria se comienza a hacer tramposa, lo engaña y le dice que siempre ha sido así.
En el 2015, un estudio de factibilidad hídrica, realizado por el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), reveló que 33 de 55 colonias existentes en la delegación Iztacalco, requieren de reforzamiento e incremento caudal; de este modo se encuentran en un nivel de alerta naranja, es decir, estas colonias se encuentran próximas a pertenecer a aquellas colonias en las que su factibilidad hídrica es nula. Dentro de esta población, también se puede leer el nombre de las siete secciones de la Agrícola Oriental, la Gabriel Ramos Millán, Granjas México y La Rodeo, todas vecinas, colindantes con la Delegación Iztapalapa y establecidas alrededor de las oficinas delegacionales.
Del 28 de enero al 1 de febrero de 2016, la Comisión Nacional de Agua (Conagua) y el Sacmex, anunciaron que se le daría mantenimiento al Sistema Cutzamala, razón por la que se privaría del líquido a 410 colonias de 13 delegaciones, en un listado de las colonias que padecerían el desabasto en un 100 por ciento, según datos de El Universal, volvía a aparecer la colonia Agrícola Oriental, acompañada de la Agrícola Pantitlán, Juventino Rosas y Conjunto Habitacional del Moral.
Justo la zona en la que el 28 de enero del año en curso, los iztacalquenses protestaron por la ausencia del líquido en las tuberías, la insuficiencia de pipas y la indiferencia de las autoridades, desde hace más de un año. Gritaban, ondeaban la cartulina, impidieron el paso del metrobús desde las estaciones Iztacalco hasta el Moral, pero sus reclamos se iban apagando, cual chorro de dos minutos que cae una vez al día en sus hogares.
“No hay una cosa que digas, esta temporada abunda el agua. No, es una cosa permanente que falte. Ahora sí que el problema lo traemos de años. Desde que empezaron a construir casas de interés social. Por todos lados hay infinidad de departamentos. La delegación empezó a otorgar permisos a diestra y siniestra. El problema no es tanto los centros comerciales.”
Tan sólo en las calles vecinas, Sur 16 y Sur 12, se pueden contar seis unidades habitacionales, de las cuales, dos están a cargo de la constructora Idílica. Los condominios tienen un promedio de cinco pisos, con dos o cuatro departamentos por cada uno. En las fotos de los anuncios se observa a una familia sonriente, gozosa de un departamento diminuto, pero suficiente para cuatro personas. Compartirán la luz, el transporte y las pipas de agua con los 390 mil 348 habitantes de la delegación Iztacalco. Esto sin contar la construcción de una plaza en el número 210 sobre la avenida Rojo Gómez, un Chedraui en Sur 16 y la existencia de dos centros comerciales sobre Eje 4 y Tezontle.
Me despido de Arturo Cervantes. Mira de reojo, suspira y entra a su casa sin nada que contar, sin cambios. Se lleva la monotonía de una colonia que se va secando lentamente, haciéndoles creer que todo ha sido igual siempre.
Ciudad de México. (Aunam). Arturo Cervantes tiene la mirada fija en la nada. No se sabe qué ve con exactitud. La vecina de la casa contigua sale, lo saluda y se marcha entre bromas. Sin embargo, Arturo sigue viendo con monotonía las calles de la Colonia Agrícola Oriental.
“Ahorita tengo 65 años y llegué como a los 26, después de que me casé. Nos vinimos porque en ese entonces, estábamos en una vecindad de la colonia Álamos, esas ya no están. En esos días encontramos casa barata por aquí y nos mudamos. La verdad es que nunca hemos tenido ningún problema grave de delincuencia o problemas de drogas con mis hijos; sí hay conflictos de ese tipo, pero a nosotros nunca nos han afectado. Lo único es el agua, y eso no estaba así cuando llegamos, pero tampoco es algo reciente ¡Vaya! no es algo de uno o dos años.”
El reflejo del sol le ciega la mirada, se lleva una mano a la cara para protegerse de los destellos y sigue buscando la solución a algo. A las cuatro de la tarde no hay mucho que buscar. Hoy no vino la pipa de agua potable, el tinaco está arriba de los tres cuartos, queda suficiente para el resto de la semana. Tiene planeado ponerse de acuerdo con la señora Rosalía Velásquez para pedirla el próximo lunes, cuando el tinaco baje a un cuarto. Considera que en su colonia son afortunados, al menos siguen llegando las pipas de agua, pasando la Avenida Rojo Gómez y la calzada Ignacio Zaragoza ni eso.
“Nosotros no hacemos mucho porque cuando necesitamos la pipa, viene. Nos deja los tinacos llenos y se va. Pero de las tuberías no sale una gota ¡Nada, nada, nada! Me imagino que la diferencia entre nosotros y los de la Agrícola Pantitlán o Leyes de Reforma ha de ser que a ellos ni pipas. Ellos sí hasta han bloqueado el metrobús en Eje 4 y Rojo Gómez. Cuando les preguntas, “bueno ¿y por qué no van con el delegado?”, la respuesta es la misma siempre, “ya fuimos, pero no nos hace caso, vayan ustedes para que vea que es en serio.”
Los gestos de Arturo son planos, conformes, resignados, el tono de su voz se hace más monótono conforme avanza la conversación. Se ha acostumbrado a que un trabajador de la delegación toque a su puerta para preguntarle si tiene agua. “Sí tenemos, hoy no necesitamos pipa”. Es parte de su rutina. Sacan la manguera de la pipa y sus chorros sustituyen el flujo ausente en las tuberías. La ironía impera durante la lectura del medidor. “Oiga en vez de que salga agua, nomás sale aire. Es aire lo que estamos pagando”. El trabajador del Sistema de Aguas de la Ciudad de México lanza una sonrisa avergonzada que intenta no raye en el cinismo. “¿Puede haber mayor cinismo?”
Se rasca la cabeza, bosteza, el calor de la tarde le causa sueño. Recorre la calle cansado de buscar la solución. Las preguntas ya le parecen inútiles, son un despilfarro de esfuerzo. La memoria se comienza a hacer tramposa, lo engaña y le dice que siempre ha sido así.
En el 2015, un estudio de factibilidad hídrica, realizado por el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), reveló que 33 de 55 colonias existentes en la delegación Iztacalco, requieren de reforzamiento e incremento caudal; de este modo se encuentran en un nivel de alerta naranja, es decir, estas colonias se encuentran próximas a pertenecer a aquellas colonias en las que su factibilidad hídrica es nula. Dentro de esta población, también se puede leer el nombre de las siete secciones de la Agrícola Oriental, la Gabriel Ramos Millán, Granjas México y La Rodeo, todas vecinas, colindantes con la Delegación Iztapalapa y establecidas alrededor de las oficinas delegacionales.
Del 28 de enero al 1 de febrero de 2016, la Comisión Nacional de Agua (Conagua) y el Sacmex, anunciaron que se le daría mantenimiento al Sistema Cutzamala, razón por la que se privaría del líquido a 410 colonias de 13 delegaciones, en un listado de las colonias que padecerían el desabasto en un 100 por ciento, según datos de El Universal, volvía a aparecer la colonia Agrícola Oriental, acompañada de la Agrícola Pantitlán, Juventino Rosas y Conjunto Habitacional del Moral.
Justo la zona en la que el 28 de enero del año en curso, los iztacalquenses protestaron por la ausencia del líquido en las tuberías, la insuficiencia de pipas y la indiferencia de las autoridades, desde hace más de un año. Gritaban, ondeaban la cartulina, impidieron el paso del metrobús desde las estaciones Iztacalco hasta el Moral, pero sus reclamos se iban apagando, cual chorro de dos minutos que cae una vez al día en sus hogares.
“No hay una cosa que digas, esta temporada abunda el agua. No, es una cosa permanente que falte. Ahora sí que el problema lo traemos de años. Desde que empezaron a construir casas de interés social. Por todos lados hay infinidad de departamentos. La delegación empezó a otorgar permisos a diestra y siniestra. El problema no es tanto los centros comerciales.”
Tan sólo en las calles vecinas, Sur 16 y Sur 12, se pueden contar seis unidades habitacionales, de las cuales, dos están a cargo de la constructora Idílica. Los condominios tienen un promedio de cinco pisos, con dos o cuatro departamentos por cada uno. En las fotos de los anuncios se observa a una familia sonriente, gozosa de un departamento diminuto, pero suficiente para cuatro personas. Compartirán la luz, el transporte y las pipas de agua con los 390 mil 348 habitantes de la delegación Iztacalco. Esto sin contar la construcción de una plaza en el número 210 sobre la avenida Rojo Gómez, un Chedraui en Sur 16 y la existencia de dos centros comerciales sobre Eje 4 y Tezontle.
Me despido de Arturo Cervantes. Mira de reojo, suspira y entra a su casa sin nada que contar, sin cambios. Se lleva la monotonía de una colonia que se va secando lentamente, haciéndoles creer que todo ha sido igual siempre.
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