NOSTALGIA EN CUATRO RUEDAS
Por Alejandra Chavarría Tlacomulco
México. (Aunam) Las avenidas principales que conectan con el corazón del Centro Histórico fueron bloqueadas, y esta vez no por una marcha. No conforme con el cotidiano caos dominical del “siempre en movimiento” Distrito Federal; calles como Reforma, Avenida Juárez, Bucareli, entre otras, se convirtieron por momentos en andador peatonal; para más tarde ser la lustrosa alfombra de asfalto de mil 721 autos clásicos. Cifra que valió para que el Distrito Federal obtuviera el récord Guinness en mayor número de carros antiguos.
Con la iniciativa del canal History Channel en colaboración con Guinness World Record y con la ayuda del Gobierno de la Ciudad de México se llevó a cabo el domingo 5 de octubre la primer caravana de autos antiguos con la finalidad de reunir a más de 948 vehículos, la cláusula principal: que la antigüedad de los “patas de hule” fuera de más de 30 años.
Eran casi las tres de la tarde y la impaciencia se notaba en los rostros de familias, parejas, grupos de amigos. Todos buscaban un lugar idóneo para poder observar, un buen ángulo, un espacio mínimo para poder apreciar aunque sea un poco del viaje en el tiempo que estarían a punto de presenciar. La acera parecía un buen lugar para sentarse a esperar, los más astutos llevaban sillas-bastón, niños corrían sin temor a lo largo de la calle, ciclistas desafiaban a la autoridad saltando el acordonado en el que se podía leer “precaución”.
La expectación de los asistentes rebasaba las molestas indicaciones del cuerpo de policías, del cual se desplegaron aproximadamente 262 uniformados para lograr que el desfile se llevara a cabo en completo orden. “¡Atrás del cordón, atrás del cordón! “Se pasan a la otra acera o a la de enfrente, aquí no pueden estar, colaboren con nosotros. Gracias.” “¡Señora, quite a su niña de la fuente, no la puede sentar ahí, atrás del cordón!”. Esa y otras expresiones fueron las más recurrentes y solicitadas durante la “organización” previa al espectáculo de las colosales antiguas máquinas.
Las actitudes de los “amables” polizones llegaron a incomodar a los asistentes, pero ni siquiera eso permitió que el ánimo decayera. “¡Mira, ya vienen por allá!”-comentó la matrona de una familia que reposaba junto a una palmera con todo el “parque” de comida. Casetas telefónicas, árboles, bancas, botes de plástico, todo sirvió para que los asistentes pudieran elevarse un poco y lograr ver un poco más sobre las cabezas.
Entre ovaciones, aplausos y muchas cámaras que disparaban el obturador a más de cien por minuto, se vislumbró el primer auto color verde, un Ford del año 1903; en el que cuál Reina de la Primavera iba el actor Mauricio Islas, lanzando besos, saludos y sobretodo, recibiendo piropos de más de una dama.
La espera valió la pena. La resistente y lustrosa lámina de la carrocería de autos marca Cadillac, Bel-Air, Fairlane, Rolls Royce, resaltó por la tradición en el diseño de línea estilo atómico o de post-guerra. El poderoso rugir de los Mustang, las perfectas líneas deportivas de los Ferrari rojos de carrera, las lanchas al más puro estilo setentero de la familia promedio mexicana, inclusive uno que otro carro asemejaba al “Auto increíble” de la serie de la década de los 80, o inclusive la máquina del tiempo de Marty McFly en “Volver al Futuro”; la nostalgia se hizo presente a través de esos aliados del transporte.
Un sinfín de personajes se podían observar detrás del volante. Una chica guapa de cabello perfecto y maquillaje inmaculado al mando de un Jeep azul vibrante del 59’, adultos mayores presumiendo los años de juventud de su Buick Century de 1955 y la actual ventaja en experiencia automovilística, parejas de eternos enamorados cabecita de algodón detrás de cochecitos ingleses de color azul, jóvenes con total actitud de fiesta conduciendo combis turquesa o anaranjadas, al mero estilo playero.
No podían faltar un par de juniors que haciendo mella de su exquisito gusto y poder sacaron la joyita del garage, un despampanante Ferrari Lusso descapotable del sesenta; claro, acompañados de bellas mujeres como copilotos. Muy similar a escena sacada de alguna película de Bond, James Bond. Pero claro, entre lo ostentoso no hay que dejar de lado a los minimalistas pero siempre aguantadores y rendidores “vochitos” que predominaron a lo largo de todo el desfile.
Chevrolet’s Impala azules, verdes, amarillos manejados por toda clase de automovilistas apasionados por el olor del aceite y la libertad detrás del volante. Ford Mustang Cobra de los setentas, blancos, vino o el clásico color negro.
Entre los más jóvenes, las caribes, los Datsun en los que se podían observar a través de los cristales a familias felices que disfrutaban el paseo y el placer de ser observados y fotografiados. Niños que iban en la cabina de las camionetas saludando, bailando; chicos que utilizaron el momento para ser el centro de miradas, pues cantaban y gritaban animadamente a todo pulmón. Las celebridades no podían faltar, inclusive el “Enmascarado de Plata” rodó con su Ford Falcon de principio de los 60.
Si bien los personajes principales fue el rugir del motor, el peculiar sonido del claxon, la impecable y lustrada carrocería, los neumáticos de cara blanca, los perfectamente cromados rines, la belleza e impecable nostalgia de un tiempo que no vuelve; hay que reconocer también, que el papel secundario y las palmas se las llevan esos coleccionistas entusiastas de lo antaño que con esmero y dedicación se entregan a la añoranza de los carros antiguos.
El desfile veía su fin en el momento en el que los carros cruzaban por la “meta-contador”, en la que eran recibidos con gran júbilo. Una banda de niños que interpretó toda clase de animados ritmos que amenizaron el momento hasta que se logró romper el récord, que previamente poseía Holanda.
“Disculpen, ¿me podrían prestar su teléfono? Es que necesito ponerme en contacto con mi esposo, él se quedó del otro lado de la avenida desde que comenzó el desfile y no nos hemos podido reunir. Ya no tengo pila, ¿puedo hacer una llamada?”, mencionó una mujer con un bebés en brazos, cuando el marcador contaba apenas 987 carros. Aún faltaban otros 734 autos, y un par de horas más, para que la desesperada madre pudiera encontrarse de nuevo con su marido.
México. (Aunam) Las avenidas principales que conectan con el corazón del Centro Histórico fueron bloqueadas, y esta vez no por una marcha. No conforme con el cotidiano caos dominical del “siempre en movimiento” Distrito Federal; calles como Reforma, Avenida Juárez, Bucareli, entre otras, se convirtieron por momentos en andador peatonal; para más tarde ser la lustrosa alfombra de asfalto de mil 721 autos clásicos. Cifra que valió para que el Distrito Federal obtuviera el récord Guinness en mayor número de carros antiguos.
Con la iniciativa del canal History Channel en colaboración con Guinness World Record y con la ayuda del Gobierno de la Ciudad de México se llevó a cabo el domingo 5 de octubre la primer caravana de autos antiguos con la finalidad de reunir a más de 948 vehículos, la cláusula principal: que la antigüedad de los “patas de hule” fuera de más de 30 años.
Eran casi las tres de la tarde y la impaciencia se notaba en los rostros de familias, parejas, grupos de amigos. Todos buscaban un lugar idóneo para poder observar, un buen ángulo, un espacio mínimo para poder apreciar aunque sea un poco del viaje en el tiempo que estarían a punto de presenciar. La acera parecía un buen lugar para sentarse a esperar, los más astutos llevaban sillas-bastón, niños corrían sin temor a lo largo de la calle, ciclistas desafiaban a la autoridad saltando el acordonado en el que se podía leer “precaución”.
La expectación de los asistentes rebasaba las molestas indicaciones del cuerpo de policías, del cual se desplegaron aproximadamente 262 uniformados para lograr que el desfile se llevara a cabo en completo orden. “¡Atrás del cordón, atrás del cordón! “Se pasan a la otra acera o a la de enfrente, aquí no pueden estar, colaboren con nosotros. Gracias.” “¡Señora, quite a su niña de la fuente, no la puede sentar ahí, atrás del cordón!”. Esa y otras expresiones fueron las más recurrentes y solicitadas durante la “organización” previa al espectáculo de las colosales antiguas máquinas.
Las actitudes de los “amables” polizones llegaron a incomodar a los asistentes, pero ni siquiera eso permitió que el ánimo decayera. “¡Mira, ya vienen por allá!”-comentó la matrona de una familia que reposaba junto a una palmera con todo el “parque” de comida. Casetas telefónicas, árboles, bancas, botes de plástico, todo sirvió para que los asistentes pudieran elevarse un poco y lograr ver un poco más sobre las cabezas.
Entre ovaciones, aplausos y muchas cámaras que disparaban el obturador a más de cien por minuto, se vislumbró el primer auto color verde, un Ford del año 1903; en el que cuál Reina de la Primavera iba el actor Mauricio Islas, lanzando besos, saludos y sobretodo, recibiendo piropos de más de una dama.
La espera valió la pena. La resistente y lustrosa lámina de la carrocería de autos marca Cadillac, Bel-Air, Fairlane, Rolls Royce, resaltó por la tradición en el diseño de línea estilo atómico o de post-guerra. El poderoso rugir de los Mustang, las perfectas líneas deportivas de los Ferrari rojos de carrera, las lanchas al más puro estilo setentero de la familia promedio mexicana, inclusive uno que otro carro asemejaba al “Auto increíble” de la serie de la década de los 80, o inclusive la máquina del tiempo de Marty McFly en “Volver al Futuro”; la nostalgia se hizo presente a través de esos aliados del transporte.
Un sinfín de personajes se podían observar detrás del volante. Una chica guapa de cabello perfecto y maquillaje inmaculado al mando de un Jeep azul vibrante del 59’, adultos mayores presumiendo los años de juventud de su Buick Century de 1955 y la actual ventaja en experiencia automovilística, parejas de eternos enamorados cabecita de algodón detrás de cochecitos ingleses de color azul, jóvenes con total actitud de fiesta conduciendo combis turquesa o anaranjadas, al mero estilo playero.
No podían faltar un par de juniors que haciendo mella de su exquisito gusto y poder sacaron la joyita del garage, un despampanante Ferrari Lusso descapotable del sesenta; claro, acompañados de bellas mujeres como copilotos. Muy similar a escena sacada de alguna película de Bond, James Bond. Pero claro, entre lo ostentoso no hay que dejar de lado a los minimalistas pero siempre aguantadores y rendidores “vochitos” que predominaron a lo largo de todo el desfile.
Chevrolet’s Impala azules, verdes, amarillos manejados por toda clase de automovilistas apasionados por el olor del aceite y la libertad detrás del volante. Ford Mustang Cobra de los setentas, blancos, vino o el clásico color negro.
Entre los más jóvenes, las caribes, los Datsun en los que se podían observar a través de los cristales a familias felices que disfrutaban el paseo y el placer de ser observados y fotografiados. Niños que iban en la cabina de las camionetas saludando, bailando; chicos que utilizaron el momento para ser el centro de miradas, pues cantaban y gritaban animadamente a todo pulmón. Las celebridades no podían faltar, inclusive el “Enmascarado de Plata” rodó con su Ford Falcon de principio de los 60.
Si bien los personajes principales fue el rugir del motor, el peculiar sonido del claxon, la impecable y lustrada carrocería, los neumáticos de cara blanca, los perfectamente cromados rines, la belleza e impecable nostalgia de un tiempo que no vuelve; hay que reconocer también, que el papel secundario y las palmas se las llevan esos coleccionistas entusiastas de lo antaño que con esmero y dedicación se entregan a la añoranza de los carros antiguos.
El desfile veía su fin en el momento en el que los carros cruzaban por la “meta-contador”, en la que eran recibidos con gran júbilo. Una banda de niños que interpretó toda clase de animados ritmos que amenizaron el momento hasta que se logró romper el récord, que previamente poseía Holanda.
“Disculpen, ¿me podrían prestar su teléfono? Es que necesito ponerme en contacto con mi esposo, él se quedó del otro lado de la avenida desde que comenzó el desfile y no nos hemos podido reunir. Ya no tengo pila, ¿puedo hacer una llamada?”, mencionó una mujer con un bebés en brazos, cuando el marcador contaba apenas 987 carros. Aún faltaban otros 734 autos, y un par de horas más, para que la desesperada madre pudiera encontrarse de nuevo con su marido.
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