LA GUERRERO, COLONIA QUE TRANSPIRA HISTORIA
Por Alejandra Ríos de la Fuente
México (Aunam). Si pensamos en todas la colonias de la Ciudad de México, posiblemente la Guerrero sea una de las que menos se antojaría visitar. ¿La razón? Por la fama de inseguridad y violencia que ha adquirido; pero no es del todo cierto. Existen razones muchísimo más fuertes para disfrutar de la que fuera la colonia más elegante del México Independiente y, que en este 2013, cumple 140 años desde su fundación.
En 1873 se le llamó Colonia Bellavista y de San Fernando. Posteriormente, se construyeron departamentos (que se transformaron en vecindades) para rentarlos a los primeros inquilinos provenientes del Centro Histórico. En los años 40 y 50, se deterioró porque se fue edificando por autoconstrucción. En las siguientes dos décadas, se demolieron inmuebles que resultaron ejes viales o terrenos baldíos. Después del terremoto de 1985, hubo una renovación habitacional y, desde ese entonces, han surgido propuestas para que la Guerrero deje atrás su mala imagen.
Entre que sí y no se llevan a cabo, existe un lugar con grandes pilares de roca y coloridos jardines donde descansan los restos de Benito Juárez, Ignacio Zaragoza, Melchor Ocampo, entre otros. Claro, es el Museo Panteón de San Fernando ubicado en la Av. Ribera de San Cosme, esquina Guerrero. Éste funcionó como tal entre 1832 y 1871. Después de las Leyes de Reforma, el ayuntamiento a cargo lo administró (puesto que estaba a manos de franciscanos desde que lo construyeron en el siglo XVIII) y lo declaró Panteón de Hombres Ilustres, nombre que recibió hasta el 2006.
Pasillos atiborrados de olores azucarados, salados o agridulces se pueden encontrar en el Mercado Martínez de la Torre --nombrado así en honor al dueño de esas tierras, regidor del Ayuntamiento de México, en los tiempos de Maximiliano-- que está en Mosqueta 5 y 7, entre Zarco y Guerrero. Aquí se puede encontrar todo tipo de carnes, verduras, frutas, productos enlatados, jugos, postres y hasta objetos de santería, entre otras muchas curiosidades que invitan a los paladares.
Pero si realmente se tiene mucha hambre, los Tamales Teresita --fundados en 1953--, ubicados en Héroes 197, preparan unas riquísimas “orejas de elefante”: milanesas al horno con frijoles, chilaquiles, papas a la francesa, plátano macho, jamón, crema y queso gratinado. Si con estos ingredientes no bastan, con gusto ponen otro o lo intercambian. Eso sí, tal vez se tiene que esperar media hora mínimo para poder ingresar, ya que es demasiada la gente y poco el espacio para satisfacerla, pero siempre vale la pena esperar por ese delicioso platillo que se ha ido transformando a lo largo del tiempo adecuándose al cliente.
Sobre la calle Héroes 45 resalta una casa muy antigua, parece que se derrumba porque sus fachadas se van descarapelando por el paso del tiempo. Aquí vivió su infancia y algunos años de su adultez María Antonieta Valeria Rivas Castellanos (1900-1931). Ella fue hija de Antonio Rivas Mercado, el arquitecto del Ángel de la Independencia, y de Matilde Cristina Castellanos Haff, pionera en el feminismo mexicano. Sin embargo, es recordada por difundir y fomentar la cultura artística del país y, sobre todo, por su amorío con José Vasconcelos, quien tras la inconsistencia de su amor, María Antonieta decidió suicidarse con la pistola de su amante en la Catedral de Notre Dame en París, una de las ciudades donde se exilió cuando derrotaron a Vasconcelos por la presidencia de México.
“Rata de dos patas, te estoy hablando a ti…” Sí, Francisca Viveros Barradas, mejor conocida como Paquita la del Barrio, cantaba sus apuñaladas canciones en un popular bar llamado Casa Paquita en la calle Zarco 202. Actualmente es un restaurante bar que representa una gran opción para ir con la familia por la tarde o con los amigos por la noche.
La Guerrero es una de las colonias más antiguas de la Ciudad de México junto con la Tabacalera, Santa María la Ribera, la Morelos y, conformadas un poco después --inicios del siglo XX-- la Condesa y la Roma, entre otras. Éstas la rodean y, de cierta forma opacan, por la ubicación e inversión económica para el turismo, lo que este barrio representa para la ciudad y la historia del mismo país.
Por ello, en la Guerrero se manejan dos dinámicas diferentes: la histórica y la popular. En la primera se encuentran todos los lugares anteriormente mencionados; en la segunda están los puestos de comida en la calle, las retas de fucho en los parques, la gente afuera de sus vecindades: niños jugando, mujeres platicando y señores cheleando. La esencia del barrio ahí sigue, como si el tiempo no pasara ante sus calles, sus edificios, su gente. Simplemente se debe entender que es una dinámica tradicional en la que vagabundos se han insertado, pero como sucede en cualquier lugar de la ciudad: ellos siguen su rumbo y uno el suyo. Es muy difícil que se acerquen porque son pocos y la misma gente de la colonia se apoya porque son personas trabajadoras que viven y aman a su colonia.
Hay que disfrutar la historia de la Ciudad de México en este viejo barrio, promover sus edificaciones históricas, lugares de comida con más de 50 años de existencia y a los vecinos que hacen la lucha por ganarse el pan de cada día. No se debe temer por la inseguridad que poco a poco ha ido desapareciendo --gracias a la introducción del Metrobús y acciones vecinales--. No hay que limitar los andares por la ciudad, que entre tantos cláxones y rayos ultra violeta, no quiere morir en el olvido.
Fotos: Hector Quiñonez Villa (Wikimedia); y Alejandra Ríos
México (Aunam). Si pensamos en todas la colonias de la Ciudad de México, posiblemente la Guerrero sea una de las que menos se antojaría visitar. ¿La razón? Por la fama de inseguridad y violencia que ha adquirido; pero no es del todo cierto. Existen razones muchísimo más fuertes para disfrutar de la que fuera la colonia más elegante del México Independiente y, que en este 2013, cumple 140 años desde su fundación.
En 1873 se le llamó Colonia Bellavista y de San Fernando. Posteriormente, se construyeron departamentos (que se transformaron en vecindades) para rentarlos a los primeros inquilinos provenientes del Centro Histórico. En los años 40 y 50, se deterioró porque se fue edificando por autoconstrucción. En las siguientes dos décadas, se demolieron inmuebles que resultaron ejes viales o terrenos baldíos. Después del terremoto de 1985, hubo una renovación habitacional y, desde ese entonces, han surgido propuestas para que la Guerrero deje atrás su mala imagen.
Entre que sí y no se llevan a cabo, existe un lugar con grandes pilares de roca y coloridos jardines donde descansan los restos de Benito Juárez, Ignacio Zaragoza, Melchor Ocampo, entre otros. Claro, es el Museo Panteón de San Fernando ubicado en la Av. Ribera de San Cosme, esquina Guerrero. Éste funcionó como tal entre 1832 y 1871. Después de las Leyes de Reforma, el ayuntamiento a cargo lo administró (puesto que estaba a manos de franciscanos desde que lo construyeron en el siglo XVIII) y lo declaró Panteón de Hombres Ilustres, nombre que recibió hasta el 2006.
Pasillos atiborrados de olores azucarados, salados o agridulces se pueden encontrar en el Mercado Martínez de la Torre --nombrado así en honor al dueño de esas tierras, regidor del Ayuntamiento de México, en los tiempos de Maximiliano-- que está en Mosqueta 5 y 7, entre Zarco y Guerrero. Aquí se puede encontrar todo tipo de carnes, verduras, frutas, productos enlatados, jugos, postres y hasta objetos de santería, entre otras muchas curiosidades que invitan a los paladares.
Pero si realmente se tiene mucha hambre, los Tamales Teresita --fundados en 1953--, ubicados en Héroes 197, preparan unas riquísimas “orejas de elefante”: milanesas al horno con frijoles, chilaquiles, papas a la francesa, plátano macho, jamón, crema y queso gratinado. Si con estos ingredientes no bastan, con gusto ponen otro o lo intercambian. Eso sí, tal vez se tiene que esperar media hora mínimo para poder ingresar, ya que es demasiada la gente y poco el espacio para satisfacerla, pero siempre vale la pena esperar por ese delicioso platillo que se ha ido transformando a lo largo del tiempo adecuándose al cliente.
Sobre la calle Héroes 45 resalta una casa muy antigua, parece que se derrumba porque sus fachadas se van descarapelando por el paso del tiempo. Aquí vivió su infancia y algunos años de su adultez María Antonieta Valeria Rivas Castellanos (1900-1931). Ella fue hija de Antonio Rivas Mercado, el arquitecto del Ángel de la Independencia, y de Matilde Cristina Castellanos Haff, pionera en el feminismo mexicano. Sin embargo, es recordada por difundir y fomentar la cultura artística del país y, sobre todo, por su amorío con José Vasconcelos, quien tras la inconsistencia de su amor, María Antonieta decidió suicidarse con la pistola de su amante en la Catedral de Notre Dame en París, una de las ciudades donde se exilió cuando derrotaron a Vasconcelos por la presidencia de México.
“Rata de dos patas, te estoy hablando a ti…” Sí, Francisca Viveros Barradas, mejor conocida como Paquita la del Barrio, cantaba sus apuñaladas canciones en un popular bar llamado Casa Paquita en la calle Zarco 202. Actualmente es un restaurante bar que representa una gran opción para ir con la familia por la tarde o con los amigos por la noche.
La Guerrero es una de las colonias más antiguas de la Ciudad de México junto con la Tabacalera, Santa María la Ribera, la Morelos y, conformadas un poco después --inicios del siglo XX-- la Condesa y la Roma, entre otras. Éstas la rodean y, de cierta forma opacan, por la ubicación e inversión económica para el turismo, lo que este barrio representa para la ciudad y la historia del mismo país.
Por ello, en la Guerrero se manejan dos dinámicas diferentes: la histórica y la popular. En la primera se encuentran todos los lugares anteriormente mencionados; en la segunda están los puestos de comida en la calle, las retas de fucho en los parques, la gente afuera de sus vecindades: niños jugando, mujeres platicando y señores cheleando. La esencia del barrio ahí sigue, como si el tiempo no pasara ante sus calles, sus edificios, su gente. Simplemente se debe entender que es una dinámica tradicional en la que vagabundos se han insertado, pero como sucede en cualquier lugar de la ciudad: ellos siguen su rumbo y uno el suyo. Es muy difícil que se acerquen porque son pocos y la misma gente de la colonia se apoya porque son personas trabajadoras que viven y aman a su colonia.
Hay que disfrutar la historia de la Ciudad de México en este viejo barrio, promover sus edificaciones históricas, lugares de comida con más de 50 años de existencia y a los vecinos que hacen la lucha por ganarse el pan de cada día. No se debe temer por la inseguridad que poco a poco ha ido desapareciendo --gracias a la introducción del Metrobús y acciones vecinales--. No hay que limitar los andares por la ciudad, que entre tantos cláxones y rayos ultra violeta, no quiere morir en el olvido.
Fotos: Hector Quiñonez Villa (Wikimedia); y Alejandra Ríos
Cuanta historia hay detrás de esto, pero lo mejor, es que haya espacios donde se toman la molestia de compartir dichas narrativas para que la gente podamos conocer estos espacios
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