INGENIERO, POR “VOLADO”; ESCRITOR, POR DECISIÓN: ANTONIO MALPICA
Por Valeria Monserrat Pioquinto Morales
México (Aunam). A primera vista, es una persona común. Su cabello salpicado por unas canas, su ropa sencilla y su tranquila apariencia remiten inmediatamente a un hombre responsable, amable, que día a día se levanta y cumple con una rutina como cualquiera: se alimenta, convive con su familia, va al trabajo, tiene aficiones, pasa el tiempo de distintas maneras, vuelve a dormir.
Se define como alguien que se esfuerza a diario, y que, como muchos, trata de encontrarse a sí mismo. Es a la vez un hermano, hijo, amigo, padre, esposo y ciudadano. Pero no. Antonio Malpica Maury no es sólo eso.
Es un reconocido escritor mexicano, de 45 años, que se especializa en libros para niños y adolescentes, hecho qur le ha merecido obtener múltiples premios y reconocimientos, como el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Castillo de la Lectura en el año 2004, el Premio Gran Angular en 2005, el Premio El Barco de Vapor en 2007 y el Premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil 2011, sólo por citar algunos. Además, escribe teatro, y también dedica parte de su tiempo a la producción de obras junto con su hermano, Javier Malpica.
Si bien es cierto que muchas veces ya ha contado su historia, nunca está cerrado a la oportunidad de volver a relatarla; esta vez, lo hará en una cafetería de la Colonia Roma y frente a un vaso de limonada durante una tarde de jueves como cualquier otra. Con amabilidad y buen humor, comienza a contar una historia de vida llena de aventuras propias, graciosas anécdotas, momentos difíciles y situaciones de toda índole. Relata, pues, aquello que a él le ha tocado vivir.
Toño
Antonio Malpica Maury, o simplemente “Toño” para los amigos, nació el 8 de marzo de 1967 en la Ciudad de México. Cuando cumplió ocho años, su familia –conformada por sus padres y sus cinco hermanos- se mudó a Lomas de Satélite, lugar en donde transcurrió la mayor parte de su infancia y adolescencia. Estudió en escuelas públicas durante toda su educación.
Desde niño, Antonio siempre fue muy apegado a su hermano Javier, quien era un año más grande que él. Compartían una gran cantidad de aficiones, como el teatro, razón por la cual, en un futuro, ambos se lanzarían a la escritura, tanto en conjunto como por separado. La relación entre ellos es, hasta estos días, cercana y fraternal.
Curiosamente, él nunca fue un gran lector, a diferencia de otros escritores; sin embargo, cuando era niño, disfrutaba con las historias de terror y suspenso. También comenzó a interesarse por la música, especialmente por el jazz; incluso aprendió a tocar el piano a los 12 años y participó en el coro de una iglesia, llamado “Natanael” para después ingresar en el coro “Regina Coelli” dirigido por la profesora Rocío Sandoval. Estos dos pasatiempos –la literatura y la música- se convertirían en una constante dentro de su vida.
El “volantazo”
Después de terminar la educación media en el Colegio de Bachilleres – donde también estudió una carrera técnica en Contabilidad- , Antonio ingresó a la carrera de Ingeniería en Computación en la Facultad de Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la cual cursó en cinco años.
“Siempre estoy dispuesto a contarle al que me lo pregunte esta historia. La verdad es que si elegí esta carrera fue principalmente por puro azar. Una noche antes de sacar las fichas para el examen de admisión de la UNAM, me senté en la mesa con la lista de carreras sin saber aún cual elegir, y al final, cuando tenía Medicina por una parte e Ingeniería en Computación por la otra, lancé una moneda al aire y escogí la que ganó el “volado”. Y así fue como decidí mi carrera.
A mitad de los estudios, me di cuenta de que la Ingeniería no me hacía feliz, y fue entonces cuando descubrí las letras, las cuales llegaron un poco tarde a mi vida, pero eso sí, lo hicieron en el momento adecuado”, dice el entrevistado en un tono jovial y despreocupado.
Sin embargo, no abandonó sus estudios universitarios y en noveno semestre, después de que sus padres se hubieran marchado a vivir a Baja California y él y su hermano Javier –quien estudiaba Física también en la UNAM- comenzaran a vivir solos en un apartamento mientras terminaban sus estudios, ambos se dieron a la tarea de escribir su primera obra teatral, la cual incluso produjeron y llevaron a escena.
Este “volantazo” logró encausarlo hacia el rumbo que su vida habría de tomar, ya que descubrió finalmente su vocación. Sin embargo, él no considera que los años que estudió Ingeniería hayan sido una pérdida de tiempo. “La verdad es que esos años me dejaron grandes experiencias y aprendizajes que me han servido en muchas situaciones. Además, la ingeniería es algo que me gusta mucho, aunque no es mi pasión”
Una vez terminada la Universidad, y recién mudados los hermanos Malpica a un departamento rentado, Antonio comenzó a trabajar en un banco, para después entrar a laborar en una gasolinera y dedicarse más tarde a ejercer la ingeniería en computación.
Fue en uno de esos trabajos en el que conoció a Laura, su esposa, en el año de 1995. Si bien se casaron el 29 de diciembre de 1999, los hijos llegaron tiempo después.
En 1988 fundó la revista literaria Acimut, que sólo existió hasta 1989. Asimismo, fue uno de los fundadores (junto con Roberto Cravioto y su hermano Javier Malpica) de In-Crescendo, una compañía teatral independiente que ha escenificado su obra teatral.
Toño, el escritor
En el año 2000, por recomendación de su hermano, Antonio se presentó al Concurso de Literatura Infantil de Ediciones Castillo con la novela “Las mejores Alas”. Si bien no albergaba la esperanza de ganar el certamen, obtuvo un tercer lugar en el mismo, y esa misma novela fue publicada justo un año después.
A partir de entonces, Antonio comenzó su vida como escritor. Como ya había notado un tiempo antes, eran las letras lo que le hacían sentirse completo, por lo cual dejó de lado la ingeniería en computación para dedicarse a la escritura. Su siguiente libro, La nena y el mar, fue publicado en el 2002.
“La verdad es que nunca pensé dedicarme específicamente a la literatura infantil, sin embargo, se decanté por ella debido a que la considero muy divertida, poco pretenciosa y en extremo juguetona. Haciendo libros para niños me siento muy a gusto y puedo explorar todo tipo de situaciones. De hecho, el estilo que manejo es muy simple, y por esto considero que el público infantil es el que más se adapta a esto.”
“En cuanto a mis hábitos, no tengo realmente una rutina para escribir o un horario específico para hacerlo. Trato de redactar cuando la inspiración me llega, sin embargo, sí tengo bien planeado lo que escribiré a continuación. Creo que jamás me he arrepentido de escribir algo, aunque si algo no me gusta, lo rescribo o lo dejo guardado para futuras referencias.”
Antonio considera que si bien cualquier novela tiene un cierto grado de complejidad al ser escrita, a él le parece especialmente difícil escribir alguna novela histórica, pues aunque la disfruta, sabe que no es sencillo hacer la documentación necesaria y la adaptación de la misma en un formato literario.
“La novela que más trabajo me ha costado escribir ha sido la “Saga del Libro de Héroes”, de la cual apenas he escrito las dos primeras partes de un total de cinco. A pesar de que ya tengo finalizado el argumento, quiero esperar lo necesario para que la historia no quede forzada. Prefiero tardarme mucho a publicar algo que no valga la pena o que pierda la continuidad de la historia.”
Por lo general, Antonio plantea primero el argumento y la desarrolla hasta tener definidos los detalles. El cree en la literatura en donde las situaciones se salen de lo común para hacer entretenida la historia. A partir de esto, sus personajes comienzan a desdibujarse, pues considera que la misma trama es la que te da al protagonista como resultado del desarrollo. Aun así, existen personajes –como Margot, la niña principal en su obra “Margot: La pequeña, pequeña historia de una casa”- que surgen primero en su mente y cuya personalidad da la base de la historia.
En cuanto a la inspiración o la influencia sobre sus textos, el escritor comenta que no tiene algún mentor o algún estilo que trate de imitar o que se haya convertido en su gurú. Procura seguir sus propios ritmos y estilos para no encasillarse en algo ya visto o que pueda resultar tedioso al lector.
“Mi principal motivación para escribir es ser entendido, por eso lo hago desde un estilo que, en general, no cueste trabajo, sin frases muy estructuradas o extremadamente elaboradas”, aclara.
Un día normal
Por supuesto, como persona, nuestro entrevistado tiene una rutina diaria que suele cumplir sin prisas. Procura colaborar en los quehaceres del hogar lo más posible, se despierta temprano, desayuna con su familia, lleva a sus hijos a la escuela y si tiene algún trabajo de ingeniería –actividad que trata de no dejar aparte- se dedica a ello.
Usualmente, su vida día a día se define por aquellos asuntos que tiene que atender. Cosas tan simples como ir al banco, tener alguna cita con un cliente, visitar a su hermano o ayudar a sus hijos con la tarea se compaginan con los viajes, conferencias, presentaciones de libros, los talleres que imparte y por supuesto, la escritura. Trata de tener un control entre su vida normal y su vida como escritor.
Algo que agradece mucho es que ese “volantazo”, como suele llamarlo, se convirtió en algo que a la larga le permitió dedicarse más a la familia y a la vida cotidiana, pues si hay algo que él valora son las relaciones familiares y de amistad. Asimismo, tiene tiempo de disfrutar a sus hijos y verlos crecer, pues ser padre fue un acontecimiento que cambió su vida para bien.
Lo que falta en la vida de Antonio
“¿Qué si hay algo que falta en mi vida? Pues… ¡Dinero, jajaja! No, fuera de broma, la verdad es algo que ni siquiera yo sé, pero seguramente, cuando ese “algo” llegue, estoy seguro de que sabré reconocerlo. No vivo buscando desesperadamente todos aquellos elementos que puedan completar mi vida, sino que he aprendido a esperar por ellos pacientemente y aceptarlos en el momento en el que hagan presencia en mi camino. No tengo prisas. Vivo minuto a minuto”, explica mientras sonríe y mira distraídamente a su alrededor.
Al final, Antonio suspira y dirige su mirada hacia su reloj, con lo cual se da por concluida la entrevista. Es entonces cuando podemos ver que es, sin lugar a dudas, una persona interesante, llena de anécdotas y altibajos que enriquecen su calidad personal. Gracioso y ameno, serio y con talento, sencillo y carismático, este escritor se perfila no sólo como un gran profesional en su trabajo, sino como una excelente persona y un gran ser humano.
México (Aunam). A primera vista, es una persona común. Su cabello salpicado por unas canas, su ropa sencilla y su tranquila apariencia remiten inmediatamente a un hombre responsable, amable, que día a día se levanta y cumple con una rutina como cualquiera: se alimenta, convive con su familia, va al trabajo, tiene aficiones, pasa el tiempo de distintas maneras, vuelve a dormir.
Se define como alguien que se esfuerza a diario, y que, como muchos, trata de encontrarse a sí mismo. Es a la vez un hermano, hijo, amigo, padre, esposo y ciudadano. Pero no. Antonio Malpica Maury no es sólo eso.
Es un reconocido escritor mexicano, de 45 años, que se especializa en libros para niños y adolescentes, hecho qur le ha merecido obtener múltiples premios y reconocimientos, como el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Castillo de la Lectura en el año 2004, el Premio Gran Angular en 2005, el Premio El Barco de Vapor en 2007 y el Premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil 2011, sólo por citar algunos. Además, escribe teatro, y también dedica parte de su tiempo a la producción de obras junto con su hermano, Javier Malpica.
Si bien es cierto que muchas veces ya ha contado su historia, nunca está cerrado a la oportunidad de volver a relatarla; esta vez, lo hará en una cafetería de la Colonia Roma y frente a un vaso de limonada durante una tarde de jueves como cualquier otra. Con amabilidad y buen humor, comienza a contar una historia de vida llena de aventuras propias, graciosas anécdotas, momentos difíciles y situaciones de toda índole. Relata, pues, aquello que a él le ha tocado vivir.
Toño
Antonio Malpica Maury, o simplemente “Toño” para los amigos, nació el 8 de marzo de 1967 en la Ciudad de México. Cuando cumplió ocho años, su familia –conformada por sus padres y sus cinco hermanos- se mudó a Lomas de Satélite, lugar en donde transcurrió la mayor parte de su infancia y adolescencia. Estudió en escuelas públicas durante toda su educación.
Desde niño, Antonio siempre fue muy apegado a su hermano Javier, quien era un año más grande que él. Compartían una gran cantidad de aficiones, como el teatro, razón por la cual, en un futuro, ambos se lanzarían a la escritura, tanto en conjunto como por separado. La relación entre ellos es, hasta estos días, cercana y fraternal.
Curiosamente, él nunca fue un gran lector, a diferencia de otros escritores; sin embargo, cuando era niño, disfrutaba con las historias de terror y suspenso. También comenzó a interesarse por la música, especialmente por el jazz; incluso aprendió a tocar el piano a los 12 años y participó en el coro de una iglesia, llamado “Natanael” para después ingresar en el coro “Regina Coelli” dirigido por la profesora Rocío Sandoval. Estos dos pasatiempos –la literatura y la música- se convertirían en una constante dentro de su vida.
El “volantazo”
Después de terminar la educación media en el Colegio de Bachilleres – donde también estudió una carrera técnica en Contabilidad- , Antonio ingresó a la carrera de Ingeniería en Computación en la Facultad de Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la cual cursó en cinco años.
“Siempre estoy dispuesto a contarle al que me lo pregunte esta historia. La verdad es que si elegí esta carrera fue principalmente por puro azar. Una noche antes de sacar las fichas para el examen de admisión de la UNAM, me senté en la mesa con la lista de carreras sin saber aún cual elegir, y al final, cuando tenía Medicina por una parte e Ingeniería en Computación por la otra, lancé una moneda al aire y escogí la que ganó el “volado”. Y así fue como decidí mi carrera.
A mitad de los estudios, me di cuenta de que la Ingeniería no me hacía feliz, y fue entonces cuando descubrí las letras, las cuales llegaron un poco tarde a mi vida, pero eso sí, lo hicieron en el momento adecuado”, dice el entrevistado en un tono jovial y despreocupado.
Sin embargo, no abandonó sus estudios universitarios y en noveno semestre, después de que sus padres se hubieran marchado a vivir a Baja California y él y su hermano Javier –quien estudiaba Física también en la UNAM- comenzaran a vivir solos en un apartamento mientras terminaban sus estudios, ambos se dieron a la tarea de escribir su primera obra teatral, la cual incluso produjeron y llevaron a escena.
Este “volantazo” logró encausarlo hacia el rumbo que su vida habría de tomar, ya que descubrió finalmente su vocación. Sin embargo, él no considera que los años que estudió Ingeniería hayan sido una pérdida de tiempo. “La verdad es que esos años me dejaron grandes experiencias y aprendizajes que me han servido en muchas situaciones. Además, la ingeniería es algo que me gusta mucho, aunque no es mi pasión”
Una vez terminada la Universidad, y recién mudados los hermanos Malpica a un departamento rentado, Antonio comenzó a trabajar en un banco, para después entrar a laborar en una gasolinera y dedicarse más tarde a ejercer la ingeniería en computación.
Fue en uno de esos trabajos en el que conoció a Laura, su esposa, en el año de 1995. Si bien se casaron el 29 de diciembre de 1999, los hijos llegaron tiempo después.
En 1988 fundó la revista literaria Acimut, que sólo existió hasta 1989. Asimismo, fue uno de los fundadores (junto con Roberto Cravioto y su hermano Javier Malpica) de In-Crescendo, una compañía teatral independiente que ha escenificado su obra teatral.
Toño, el escritor
En el año 2000, por recomendación de su hermano, Antonio se presentó al Concurso de Literatura Infantil de Ediciones Castillo con la novela “Las mejores Alas”. Si bien no albergaba la esperanza de ganar el certamen, obtuvo un tercer lugar en el mismo, y esa misma novela fue publicada justo un año después.
A partir de entonces, Antonio comenzó su vida como escritor. Como ya había notado un tiempo antes, eran las letras lo que le hacían sentirse completo, por lo cual dejó de lado la ingeniería en computación para dedicarse a la escritura. Su siguiente libro, La nena y el mar, fue publicado en el 2002.
“La verdad es que nunca pensé dedicarme específicamente a la literatura infantil, sin embargo, se decanté por ella debido a que la considero muy divertida, poco pretenciosa y en extremo juguetona. Haciendo libros para niños me siento muy a gusto y puedo explorar todo tipo de situaciones. De hecho, el estilo que manejo es muy simple, y por esto considero que el público infantil es el que más se adapta a esto.”
“En cuanto a mis hábitos, no tengo realmente una rutina para escribir o un horario específico para hacerlo. Trato de redactar cuando la inspiración me llega, sin embargo, sí tengo bien planeado lo que escribiré a continuación. Creo que jamás me he arrepentido de escribir algo, aunque si algo no me gusta, lo rescribo o lo dejo guardado para futuras referencias.”
Antonio considera que si bien cualquier novela tiene un cierto grado de complejidad al ser escrita, a él le parece especialmente difícil escribir alguna novela histórica, pues aunque la disfruta, sabe que no es sencillo hacer la documentación necesaria y la adaptación de la misma en un formato literario.
“La novela que más trabajo me ha costado escribir ha sido la “Saga del Libro de Héroes”, de la cual apenas he escrito las dos primeras partes de un total de cinco. A pesar de que ya tengo finalizado el argumento, quiero esperar lo necesario para que la historia no quede forzada. Prefiero tardarme mucho a publicar algo que no valga la pena o que pierda la continuidad de la historia.”
Por lo general, Antonio plantea primero el argumento y la desarrolla hasta tener definidos los detalles. El cree en la literatura en donde las situaciones se salen de lo común para hacer entretenida la historia. A partir de esto, sus personajes comienzan a desdibujarse, pues considera que la misma trama es la que te da al protagonista como resultado del desarrollo. Aun así, existen personajes –como Margot, la niña principal en su obra “Margot: La pequeña, pequeña historia de una casa”- que surgen primero en su mente y cuya personalidad da la base de la historia.
En cuanto a la inspiración o la influencia sobre sus textos, el escritor comenta que no tiene algún mentor o algún estilo que trate de imitar o que se haya convertido en su gurú. Procura seguir sus propios ritmos y estilos para no encasillarse en algo ya visto o que pueda resultar tedioso al lector.
“Mi principal motivación para escribir es ser entendido, por eso lo hago desde un estilo que, en general, no cueste trabajo, sin frases muy estructuradas o extremadamente elaboradas”, aclara.
Un día normal
Por supuesto, como persona, nuestro entrevistado tiene una rutina diaria que suele cumplir sin prisas. Procura colaborar en los quehaceres del hogar lo más posible, se despierta temprano, desayuna con su familia, lleva a sus hijos a la escuela y si tiene algún trabajo de ingeniería –actividad que trata de no dejar aparte- se dedica a ello.
Usualmente, su vida día a día se define por aquellos asuntos que tiene que atender. Cosas tan simples como ir al banco, tener alguna cita con un cliente, visitar a su hermano o ayudar a sus hijos con la tarea se compaginan con los viajes, conferencias, presentaciones de libros, los talleres que imparte y por supuesto, la escritura. Trata de tener un control entre su vida normal y su vida como escritor.
Algo que agradece mucho es que ese “volantazo”, como suele llamarlo, se convirtió en algo que a la larga le permitió dedicarse más a la familia y a la vida cotidiana, pues si hay algo que él valora son las relaciones familiares y de amistad. Asimismo, tiene tiempo de disfrutar a sus hijos y verlos crecer, pues ser padre fue un acontecimiento que cambió su vida para bien.
Lo que falta en la vida de Antonio
“¿Qué si hay algo que falta en mi vida? Pues… ¡Dinero, jajaja! No, fuera de broma, la verdad es algo que ni siquiera yo sé, pero seguramente, cuando ese “algo” llegue, estoy seguro de que sabré reconocerlo. No vivo buscando desesperadamente todos aquellos elementos que puedan completar mi vida, sino que he aprendido a esperar por ellos pacientemente y aceptarlos en el momento en el que hagan presencia en mi camino. No tengo prisas. Vivo minuto a minuto”, explica mientras sonríe y mira distraídamente a su alrededor.
Al final, Antonio suspira y dirige su mirada hacia su reloj, con lo cual se da por concluida la entrevista. Es entonces cuando podemos ver que es, sin lugar a dudas, una persona interesante, llena de anécdotas y altibajos que enriquecen su calidad personal. Gracioso y ameno, serio y con talento, sencillo y carismático, este escritor se perfila no sólo como un gran profesional en su trabajo, sino como una excelente persona y un gran ser humano.
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