Postcrossing: salvando Correos de México una postal a la vez


Por Alim Zahir Osorio de la Cruz, Ma. Fernanda Oviedo Juárez y Diego Pacheco Gutiérrez
CDMX. Una tarde de verano, cuando eran vacaciones, mi abuelo Ovie se propuso hacer limpieza de documentos viejos, de esos amarillentos y arrugados que han sido carcomidos por la humedad al fondo del clóset. Yo, como buena nieta, decidí ayudarlo. Entre tanto papeleo, vi algo que llamó mi atención: un pedazo de cartón con una letra tan peculiar que era difícil no reconocerla; la de mi abuela Lulú.

Un duro golpe de sentimientos encontrados llegaron a mí al ver la letra de alguien que hace poco menos de un año había partido de este mundo. Me surgió la duda sobre qué era lo que estaba en mis manos. No era un papel común, su grosor era distinto a los demás papeles que desechaba mi abuelo. Yo, curiosa e impaciente por saber el contenido, le pregunté a Ovie “¿acaso esto es una carta de amor de mi abuela?”.

Él, con los ojos brillosos por las lágrimas, comenzó a leer en voz alta el texto que se encontraba en aquel cartoncito del tamaño de la palma de mi mano. El mensaje relataba, en unas cuantas líneas, su travesía por Europa, específicamente en Venecia y Países Bajos. Muy románticamente, el mensaje comenzaba diciendo:

“Negrito: los extraño mucho-mucho, ojalá pronto podamos hacer todos este viaje”.

Al preguntarle por qué la tenía, me contó que se trataba de una postal, y que esa era -junto con las cartas- la manera en la que se comunicaban cuando eran jóvenes, pues no existía la mensajería instantánea. Esto me dejó pensando y quise investigar más al respecto, lo que me llevó a descubrir el sitio de Postcrossing.


Postcrossing es un proyecto que busca que los ciudadanos del mundo se comuniquen entre sí a partir de postales que son entregadas por el correo local de cada país. La manera en la que funciona es que por cada postal que envíes a otro colega postcrosser -y que le llegue-, tendrás que recibir una postal de vuelta de algún postcrosser aleatorio.

Pero, ¿cómo sabe el sitio qué tu postal llegó? su mecanismo es simple, al momento de pedir una dirección, también te dan un número de identificación que tienes que escribir en la postal que envíes. Cuando la correspondencia llegue a su destino, el destinatario escribirá tu código y la plataforma de Postcrossing se encargará de darle tu dirección a algún otro miembro, para que sea tu turno de recibir una postal. Cuando la recibas tendrás que ingresar su código.

Algo que se debe recalcar es que el idioma que se utiliza en esta plataforma es el inglés, lo que puede significar una brecha para aquellos que no manejan este idioma. En ningún lugar del sitio se menciona cuál es la razón de este requisito, pues sus creadores no son de algún país angloparlante, sino que son de Portugal: Paulo y Ana.

Sobre los miembros que existen alrededor del mundo, las estadísticas mostradas en el sitio de Postcrossing.com señalan que el país que cuenta con más miembros es Rusia con 114,458. Aunque la nación que más postales ha mandado es Alemania con 12,290,832. Por su parte México cuenta con 1,215 miembros y ha mandado apenas 54,037 postales.

Países con más miembros:


Países qué más correspondencia han enviado:


Como se puede observar en las estadísticas anteriores, si lo comparamos con otros países, México cuenta con una diferencia radical entre la cantidad de miembros y de postales enviadas dentro de esta plataforma. Esto debido a diversos factores, entre ellos, la deficiencia dentro de nuestro servicio postal.

Rose y Lena son dos postcrossers que se enfrentan a estas dificultades y aún así no desisten de buscar conectar con otras personas a través de esta actividad. Actualmente, Rose es la cuarta persona que más postales ha mandado en México, posicionándose como una de los miembros más activos de nuestro país. Y Lena es una profesora originaria de Rusia que reside en la capital mexicana desde el año 2017. A pesar de haber cambiado de residencia a un lugar a 10, 216 km de su hogar, ella nunca abandonó esta práctica.

Por su parte la primera postal que Rose recibió provenía de Alemania e incluía a un gato y un ratón con la frase de Aristóteles: “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”. A Rose le pareció muy significativo, pues se alineaba muy bien con la misión del postcrossing: conectar. Aunque, Rose piensa que no todo es color de rosa con este hobby, pues la situación por la que atraviesa tanto Correos de México como la cultura postal en nuestro país es alarmante.

El servicio de correos en México tiene un rezago en la modernización de sus instalaciones y en la forma en la que se distribuyen no sólo la correspondencia, sino también la paqueteria. Datos proporcionados por el Gobierno de México a través de Correos de México, señalan que nuestro país cuenta con más de 1,400 oficinas postales. En este sentido, la administración actual no tiene datos exactos de dichas instalaciones.

Tal es la experiencia de Lena, quien cuenta con dos perspectivas diferentes: la mexicana y la rusa. Ella cuenta que el servicio postal mexicano es lento; no se sabe si una postal tardará una semana o tres meses en llegar a su destino. A diferencia del servicio postal ruso que es rápido y eficiente, por lo menos cuando se trata de mandar correspondencia dentro del país. Aunque, al enviar correspondencia a países externos a Rusia, se vuelve mayor la demora y, “cuando se encuentran Correos de Rusia y Correos de México, peor”.

Por otro lado, las nuevas tecnologías y las redes sociodigitales han comenzado a desplazar el servicio postal. Principalmente con la llegada de la Web 2.0 que fue cuando comenzó la interacción entre personas dentro de la internet a través del correo electrónico. A su vez, la llegada de la Web 3.0 permite la creación de plataformas como WhatsApp o Facebook que han logrado una comunicación de manera inmediata, en comparación a los extensos tiempos de espera del servicionpostal.

Esto fue lo que ocurrió con Rose y sus amistades por correspondencia. Tras recibir su primera postal, cuando era niña, le “fascinó la idea de que un pedacito de cartón llegara a mis manos y que alguien la mandara de algún otro lado”. Desde entonces, comenzó a tener amigos por correspondencia; pero la llegada del correo electrónico afectó la interacción con quienes había entablado una amistad, pues perdió el contacto con la mayoría.

Por su parte, otro problema que, a pesar de que no tiene que ver directamente con Correos de México, afecta al servicio postal, es la poca disponibilidad de postales en la Ciudad de México. Esto, nos lo cuentan tanto Rose como Lena con tristeza: Rose dice que cada día es más difícil encontrar postales en México y Lena menciona que, a diferencia de Rusia -en donde encontrar postales es muy sencillo y barato-, en México te venden “postales viejas, maltratadas e incluso pixeladas por precios muy altos; las pocas postales bonitas cuestan muy caro”.

Otro problema que es común con nuestro sistema postal es el extravío de correspondencia. Rose cuenta que al momento de mandar postales “...les echas la bendición y esperas que lleguen todas. No siempre pasa, pero pues tratas. Aunque sí frustra que mandes, gastes dinero y no lleguen...”, nos dice pensativa. Por su parte Lena cree que “Postcrossing es para divertirse, pero cuando cajas de mi país con libros para mi trabajo o algo importante como documentos se pierden, es problema (sic)”.

Para comprobar estos problemas, decidimos experimentar el uso de Correos de México en carne propia. Por ello, cada uno fue a una oficina postal distinta para mandarnos postales entre nosotros. En cada sucursal encontramos una problemática distinta, por lo que decidimos plasmar tres crónicas que reflejaran nuestras vivencias.


Porte pagado

Cuando comencé a mandar cartas, tenía miedo del servicio de correos de México. Había escuchado malas opiniones de este servicio: que si te trataban mal, que si se perdían tus cosas, que si era muy lento. Pero en mi oficina de correos más cercana, lo primero nunca fue cierto: las personas que estaban en mostrador siempre resolvieron mis dudas sin problemas, me avisaban cuando no había vuelos a algún país e incluso se disculpaban cuando no tenían estampillas.

Hasta que un día, me tocó él… un hombre de aproximadamente 50 años, malencarado y con pocas ganas de estar ahí. Era alto, y su uniforme azul oscuro estaba casi tan descuidado como él. Normalmente, su trabajo era revisar los paquetes para asegurarse de que no hubiera nada raro en aquellas cajas. Por ello, yo nunca había tenido que interactuar con él.

La primera vez que recibió mis postales (que ya tenían los timbres puestos, o, como dirían los de Correos de México: “porte pagado”) me dijo que estaban mal y que cómo iba a saber si ese precio era el indicado. Tras un regaño de otra trabajadora, que por lo que entendí era su jefa, recibió de mala gana mis postales y empezó a teclear en la computadora cada uno de los países a los que iba mi correspondencia.

Esto no pasaba cuando alguien más me atendía, debido a que las demás trabajadoras sí sabían cuál era el porte necesario según el país. Desde aquel día, siempre que me encuentro en esa fila, que es raro que no esté afuera de aquella pequeña oficina gris y desolada ubicada en Villa Coapa, ruego porque no me toque él.

Es lo mismo, pero no es igual

Este mundo era completamente nuevo para mí. Solamente lo había visto en películas y me emocionaba poder hacer yo mismo mis propias cartas y postales. Ver la pared de mi amiga Fer tapizada con muchas de estas, con formas y colores distintos, me llenó de entusiasmo y ganas de poder realizarlo yo mismo.

Cuando recibí mi primera postal sentí una sensación un tanto peculiar. Ese "pequeño cartón" hizo que me saliera una gran sonrisa en el rostro. Esto me sacaba de mi zona de confort y me impulsaba a querer cada vez más enviar una por mi cuenta. Entonces, fui a comprar tres postales a la librería que se encuentra dentro del palacio de Bellas Artes. En un estante giratorio encontré las postales más bonitas para compartir con mis amigos. Llenas de colores cálidos, trazos firmes y cosas que me recordaban a ellos (como flores, elefantes y vochitos).

Muy determinado, después de acabar de poner las dedicatorias, me dirigí al "MexPost" más cercano de mi casa. En verdad me hacía mucha ilusión enviar las postales por primera vez. Con muchos nervios entré a la sucursal. Detrás de un escritorio se encontraba el señor que me iba a atender. Parecía cansado, e incluso hasta un poco incómodo. Sus párpados caídos me decían que estaba muy indispuesto, pero proseguí.

-¡Hola, buenas tardes!, dije con ánimo para tratar de obtener una respuesta con un sentimiento similar.
-¿En qué te puedo ayudar?, me respondió el señor con una voz grave y muy baja, y sí, con desánimo.

Le comenté que quería enviar las postales que traía en la mano, con destino dentro de la Ciudad de México. ¿Cuánto sería?, finalicé. Su respuesta me impactó tanto que ya no supe qué más decir.

Mi amiga Fer me había dicho que me cobrarían alrededor de 7 pesos por cada una. Yo solamente quería confirmar la información en MexPost para proceder a darle el dinero e irme feliz después de dejar mis postales. "Serían 174 por cada una". En verdad no supe qué decir. Con mis 20 pesos en la mano izquierda dije "ok, muchas gracias" y me salí de la sucursal. No podía creer que me estuvieran cobrando tan caro por las tres postales.

Tras indagar un poco, descubrimos que MexPost no es lo mismo que Sepomex, a pesar de que ambos pertenezcan al servicio postal mexicano. De acuerdo con la página de Correos de México, Sepomex es el servicio de paquetería estándar de este sistema postal, mientras que MexPost es el servicio de mensajería rápida. Es decir, el primero tardará más en llegar, tendrá “tiempos de demora en la entrega de envíos considerables”. Pero, la rapidez del segundo significa un mayor precio, mientras que la falencia de la primera es compensada por su bajo costo.


Mi primera vez

Cuando mi amiga Fernanda mencionaba con emoción que le había llegado una postal de otra parte del mundo, no le tomaba mucha importancia. No podía imaginarme cómo una persona que no conocía le enviaba textos a través del correo postal. Sinceramente, creía que Correos de México ya no estaba en funciones y que había sido desplazado por otras empresas como DHL, UPS o incluso Estafeta.

Lo poco que recuerdo de Correos de México, es que mi abuelo Adelfo trabajaba en la oficina que se encuentra en la alcaldía Xochimilco. Él le ayudó a mi papá a coleccionar timbres postales, los cuales aún conserva en carpetas. Un día, como de costumbre, mi papá revisó la correspondencia -los pagos de luz, agua y teléfono-, pero con asombro me dijo “te llegó esto a ti”.

Fernanda me había mandado dos postales, una de las pirámides de Teotihuacan y otra de San Miguel de Allende, en ella escribió un pequeño texto en el que explicaba por qué escogió esas postales; porque el cielo le recordaba a mí. Vivir la experiencia en persona me abrió el apetito a querer hacer lo mismo.

Decidí inscribirme a Postcrossing, en mi primera vez me tocó mandársela a una chica en Estados Unidos. Con alegría -y un poco de duda- seguí los pasos que la plataforma me indicaba. Fernanda me había comentado que mandar una postal a Norteamérica costaba once pesos con cincuenta centavos. Pero para traerle buenos recuerdos a su mente, le pregunté a mi papá si sabía cuánto costaba. A lo que respondió: “sinceramente no me acuerdo, pero tu abuelito me platicaba que era barato”.

Salí rápidamente de la facultad en dirección a la oficina de correos en Xochimilco, me fui en motocicleta esperando llegar a tiempo antes de que cerraran.

Al llegar, dicha oficina no se encontraba en las mejores condiciones, las lámparas estaban fundidas, habían muchas cajas rotas de cartón, nada estaba ordenado y la recepción no olía del todo bien, el olor provenía del papel viejo que tenían acumulado, era parecido al olor de una casa de alguna persona mayor.

Al acercarme al mostrador, con alegría le di las buenas tardes a la señora que me atendió. Se trataba de una mujer de aproximadamente treinta y cinco años, cabello corto y oscuro, llevaba puesta una blusa azul cielo. ¡Buenas tardes! Quisiera mandar esta postal por favor. Le dije con gran entusiasmo. Ella volteó a verme con una cara de enojo muy notoria, con gran pereza y mal humor me dijo “¿A dónde la mandas?”, ni el saludo me regresó.

Le mencioné que era dirigida a Estados Unidos, a lo que comenzó a escribir en su computadora. Con amabilidad le pedí -si era posible- colocarle un timbre postal, sin embargo con su malhumor me vio a lo ojos y cuestionó “¿En serio quieres un timbre?”. Con pereza tomó los timbres y me dijo “Te cobraré doce pesos porque no tengo cincuenta centavos de cambio”, tuve que acceder para que mi postal no se viera fea.

De igual manera, tuve que pegarle seis estampillas; cuatro con un valor de cincuenta centavos y dos con valor de cinco pesos. Le entregue la postal y sin más la juntó con otros sobres. Ahí me di cuenta que la atención en Correos de México no era la mejor, pero eso no me arrebató la felicidad de enviar mi primera postal fuera del país.

Nuestras experiencias, junto con las de Rose y Lena, exponen problemáticas alrededor del servicio postal mexicano. A pesar de que la plataforma Postcrossing propicia la creación de una comunidad que ayuda a mantener la cultura postal viva, llevando a cabo reuniones y talleres para que las personas elaboren su propia postal, son innumerables los retos a los que se enfrentan.

El gobierno demuestra una falta de interés por la modernización y mantenimiento de Correos de México. Por ello, aunque es uno de los sistemas postales más económicos y el que se emplea para recibir correspondencia enviada desde sistemas postales de otros países, hay situaciones alarmantes que deterioran la calidad de su servicio.

Esto, aunado a las nuevas tecnologías, hace que se desplacen las maneras más tradicionales de comunicarse, aunque estas siguen en resistencia a la modernización y hay personas que hacen un gran esfuerzo para no dejarlas morir.

Esto a pesar de los retos que presenta la correspondencia en nuestro país. Y tú, ¿qué esperas para mandar una postal a través del sistema postal mexicano y contribuir a que no desaparezca?





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