PASEOS NOCTURNOS: FUSIÓN DE AVENTURA SOCIAL Y CONCIENCIA AMBIENTAL
Por Daniel Omar Burgos Bernal
Ciudad de México (Aunam). Una tarde cada 31 días la Ciudad de México cambia la máscara caótica por un pequeño disfraz sereno. Las calles quedan vacías de vehículos motorizados. Parece la pintura moderna de un desierto de concreto.
A partir de las seis de la tarde, un grupo de oficiales de tránsito sostiene una pequeña junta a los alrededores de la Glorieta de la Palma. Un par de ellos revisan paquetes de documentos antes de comenzar. Cuando les dan una señal, comienzan a movilizarse. En grupos de tres, se mueven a puntos estratégicos, toman los grandes conos de tránsito, esperan a que la luz roja se coloque en el semáforo.
El sonido de los silbatos se acompaña de un grave “¡Muévase, muévase!” Tres de los carriles en la calle Río Rhin se encuentran confinados. Una lástima para todos aquellos conductores que diariamente utilizan Paseo de la Reforma para llegar a sus hogares. Una lástima también para las madres de los policías de tránsito a quienes se les dedican una larga lista de insultos.
Reforma se encuentra casi vacío. Algunos ya caminan por el concreto sin miedo a ser arrollados. Un par de conductores despistados continúan rodando por las calles. La última flota de “Godínez” sale de sus trabajos para incorporarse a una larga caminata. La lastimosa luz fluorescente de la avenida comienza a invadir el paisaje.
De esta manera da inicio una edición más de los populares paseos nocturnos establecidos por el Gobierno de la Ciudad de México desde el año 2010. Esta iniciativa tiene como objetivo la recuperación de los espacios públicos en una urbe tan congestionada como lo es la ciudad más grande de Latinoamérica.
Ya en el Monumento a la Revolución, se observangrandes cantidades de vehículos a dos ruedas. Bicicletas y patines del diablo son los más populares. Unos cargan con sus propios transportes, llenos de estampas, adornos y modificaciones técnicas, parece que “tunear” tu bicicleta es el último grito de la moda. Con menos presunción se acercan aquellos cuya única opción es pagar 20 pesos por montarse 10 minutos en bicicletas que pertenecen a servicios externos; las llamadas “Apps”, otro grito de la moda que invade las calles de la CDMX.
Tobys, Pelusas, Rockos y hasta Zeus se presentan para acompañar a sus dueños durante el recorrido. Los caninos dejan de hacerle caso a su supuesto amo para tomar la rienda de la situación y correr casi libres. Una chica a patines de cuadro ruedas, arrastrada por su pastor alemán, casi se estrella en un muro del edificio de La Lotería Nacional, “¡Aguas!” le gritó una sencilla vende dulces que se encontraba en esa misma esquina.
Estos paseos congregan cúmulos de gente de todas las colonias aledañas a los puntos de encuentro. La diversidad es tan grande que parece que las calles siempre han pertenecido a los peatones. En días de contingencia ambiental como los ocurridos del 14 al 19 de mayo del año 2019, demuestran la importancia de acrecentar este movimiento.
Cerca de la Glorieta de Colón, se forma una pequeña turba. La música a alto volumen, junto con la interrupción continua de una voz grave indican la presencia de algún puesto publicitario o quizá, la de un sonidero. El alboroto momentáneo incrementa cuando empiezan a regalar objetos típicos de campañas políticas: cantimploras, bolsas y gorras. Pese a ello, el rumbo de los ciclistas no se detiene, solo son unos cuantos quienes deciden curiosear.
La mano elevada de Cristóbal Colón acompañada con su ceño fruncido, asemeja a las indicaciones de un policía de tránsito. “¡No se detenga, no se detenga!”.El recorrido sigue tranquilo bajo un espectro de luces proporcionadas por los altos edificios y las pequeñas cafeterías. La tranquilidad luce unánime, ciclistas, corredores, mascotas, camoteros y vendedores de pan cobijados por la misma ruta.
En la oscuridad se asoma la silueta de Cuauhtémoc, su pose protectora resguarda al grupo ambulante que tiene que cruzar el embotellamiento de la Avenida Insurgentes. El Tlatoani Mexica intimida a los conductores agresivos quienes siguen gritando consignas a las madres de los oficiales de tránsito. En su espera por atravesar la avenida, una banda de niños pequeños destaca el parecido entre Cuauhtémoc y el curioso personaje que adorna la marca sus triciclos Apache.
Al avanzar, los niños son los primeros en tomar la delantera, sus triciclos se convierten en autos de Fórmula 1. Algunos conductores se asoman expectantes desde sus vehículos para ver la caravana. Unas miradas se cruzan entre automovilistas y ciclistas. Los primeros observan con desesperación, los segundos sonríen, es casi una cachetada con guante blanco.
La poca presencia del estrés en este tipo de conductores demuestra la fácil que puede ser para el chilango acostumbrarse a los nuevos medios de transporte. La eliminación de los autos a motor de gasolina aunque parece ser extremo, es una medida que debería tener sus primeros planes de desarrollo. Sino, comenzar a realizar más paseos nocturnos sería la solución más inmediata para mejorar la cifra de solo nueve días donde la calidad del aire ha sida buena en el Valle de México durante este año.
El contingente se reencuentra con la solitaria palma de Paseo de la Reforma. Algunas de las mascotas aprovechan el diminuto espacio verde para recargar energía, se recuestan viendo hacia un cielo plagado de nubes de esmog que impide observar las estrellas. El único tipo de contaminación que se inhibe en este recorrido es aquel que daña la audición. Pocos ruidos molestos se identifican en el panorama.
Además de las pelusas o los rockos, algunos ciclistas disminuyen su velocidad para descansar algunos minutos. Se sientan a lo largo de las bancas de piedra que no son para nada incomodas si se tiene el cansancio necesario. Muchos aprovechan el receso para recuperar las calorías perdidas. El culpable es el señor elotero que anuncia sus esquites con una pequeña campana. “Échele del que no pica… no, mejor del otro.”
En la cercanía se observa el monumento más cotizado. Luces led de color rosa alumbran las majestuosas alas del Ángel de la Independencia, parece una actriz dispuesta cerrar con broche de oro una noche exquisita. El Ángel sigue con su mirada a los paseantes. Las fotografías la sonrojan pues nadie puede negarse a capturar su grandeza. La mejor parte es que ningún claxon te obliga a separar tu mirada de ella y continuar con el camino.
Pero el Ángel de la Independencia no es el único porte monumental que roba miradas durante la travesía. Después de una serie de calles arboladas que funcionan como un gran pulmón para todos los corredores, la Diana Cazadora sale a relucir. Los tonos morados también invaden su aura. Es misteriosa, elegante y al mismo tiempo presenta una rudeza digna de cualquier guerrera en batalla. Todavía existen personas que se emocionan con la primera vez que la observan, se detienen unos minutos para rodearla, tratando de descifrar su misterio.
Esta ausencia automotriz genera tantos cambios positivos en el ambiente, que no solo la Ciudad de México ha implementado este tipo de movimientos. Ciudades como Hamburgo o Tokio han implementado accesos exclusivos a peatones y vehículos no motorizados. Este contagio ha posibilitado la recuperación de espacios públicos así como un mejor condicionamiento de la zona.
La ruta continua en lo que para muchos es la meta. A un costado del gigante de hierro conocido como Torre Bancomer, las familias se conjuntan para bajar de sus bicicletas, para frenar sus patines y caminar con serenidad. Lástima que todos tengan que ver con recelo la terrible y desestimada Estela de Luz, pocos la comprenden o la fotografían para el recuerdo. Solamente funciona como un punto de reunión, las lámparas de los ciclistas alumbran más que la estructura completa.
Las personas se empiezan a dispersar, con rostros de agotamiento fusionados con satisfacción. Ya no existe un recorrido definido, todos pueden tomar el camino más conveniente. El alivio de la actividad genera una sensación que promete durar todo el mes siguiente. Alguien no duda en lanzar una pregunta al aire: “¿Por qué seguimos en el tráfico?”.
Todos saben que es solo un sector de la Ciudad, casi limitado por bardas de plástico y tubos naranja, pero por algunas horas ese espejo de soledad parece ser la ciudad que todos quieren. La Alcaldía de la nueva administración de la CDMX ha tomado en cuenta estas peticiones, zonas como la emblemática calle 20 de Noviembre se han vuelto peatonales al menos los fines de semana. La Ciudad está dando pequeños pasos para recuperar la limpieza ambiental. Estas nuevas medidas no hubieran sido posibles sin el legado de los paseos nocturnos, su tranquilidad, su armonía y sobre todo sus participantes.
Ciudad de México (Aunam). Una tarde cada 31 días la Ciudad de México cambia la máscara caótica por un pequeño disfraz sereno. Las calles quedan vacías de vehículos motorizados. Parece la pintura moderna de un desierto de concreto.
A partir de las seis de la tarde, un grupo de oficiales de tránsito sostiene una pequeña junta a los alrededores de la Glorieta de la Palma. Un par de ellos revisan paquetes de documentos antes de comenzar. Cuando les dan una señal, comienzan a movilizarse. En grupos de tres, se mueven a puntos estratégicos, toman los grandes conos de tránsito, esperan a que la luz roja se coloque en el semáforo.
El sonido de los silbatos se acompaña de un grave “¡Muévase, muévase!” Tres de los carriles en la calle Río Rhin se encuentran confinados. Una lástima para todos aquellos conductores que diariamente utilizan Paseo de la Reforma para llegar a sus hogares. Una lástima también para las madres de los policías de tránsito a quienes se les dedican una larga lista de insultos.
Reforma se encuentra casi vacío. Algunos ya caminan por el concreto sin miedo a ser arrollados. Un par de conductores despistados continúan rodando por las calles. La última flota de “Godínez” sale de sus trabajos para incorporarse a una larga caminata. La lastimosa luz fluorescente de la avenida comienza a invadir el paisaje.
De esta manera da inicio una edición más de los populares paseos nocturnos establecidos por el Gobierno de la Ciudad de México desde el año 2010. Esta iniciativa tiene como objetivo la recuperación de los espacios públicos en una urbe tan congestionada como lo es la ciudad más grande de Latinoamérica.
Ya en el Monumento a la Revolución, se observangrandes cantidades de vehículos a dos ruedas. Bicicletas y patines del diablo son los más populares. Unos cargan con sus propios transportes, llenos de estampas, adornos y modificaciones técnicas, parece que “tunear” tu bicicleta es el último grito de la moda. Con menos presunción se acercan aquellos cuya única opción es pagar 20 pesos por montarse 10 minutos en bicicletas que pertenecen a servicios externos; las llamadas “Apps”, otro grito de la moda que invade las calles de la CDMX.
Tobys, Pelusas, Rockos y hasta Zeus se presentan para acompañar a sus dueños durante el recorrido. Los caninos dejan de hacerle caso a su supuesto amo para tomar la rienda de la situación y correr casi libres. Una chica a patines de cuadro ruedas, arrastrada por su pastor alemán, casi se estrella en un muro del edificio de La Lotería Nacional, “¡Aguas!” le gritó una sencilla vende dulces que se encontraba en esa misma esquina.
Estos paseos congregan cúmulos de gente de todas las colonias aledañas a los puntos de encuentro. La diversidad es tan grande que parece que las calles siempre han pertenecido a los peatones. En días de contingencia ambiental como los ocurridos del 14 al 19 de mayo del año 2019, demuestran la importancia de acrecentar este movimiento.
Cerca de la Glorieta de Colón, se forma una pequeña turba. La música a alto volumen, junto con la interrupción continua de una voz grave indican la presencia de algún puesto publicitario o quizá, la de un sonidero. El alboroto momentáneo incrementa cuando empiezan a regalar objetos típicos de campañas políticas: cantimploras, bolsas y gorras. Pese a ello, el rumbo de los ciclistas no se detiene, solo son unos cuantos quienes deciden curiosear.
La mano elevada de Cristóbal Colón acompañada con su ceño fruncido, asemeja a las indicaciones de un policía de tránsito. “¡No se detenga, no se detenga!”.El recorrido sigue tranquilo bajo un espectro de luces proporcionadas por los altos edificios y las pequeñas cafeterías. La tranquilidad luce unánime, ciclistas, corredores, mascotas, camoteros y vendedores de pan cobijados por la misma ruta.
En la oscuridad se asoma la silueta de Cuauhtémoc, su pose protectora resguarda al grupo ambulante que tiene que cruzar el embotellamiento de la Avenida Insurgentes. El Tlatoani Mexica intimida a los conductores agresivos quienes siguen gritando consignas a las madres de los oficiales de tránsito. En su espera por atravesar la avenida, una banda de niños pequeños destaca el parecido entre Cuauhtémoc y el curioso personaje que adorna la marca sus triciclos Apache.
Al avanzar, los niños son los primeros en tomar la delantera, sus triciclos se convierten en autos de Fórmula 1. Algunos conductores se asoman expectantes desde sus vehículos para ver la caravana. Unas miradas se cruzan entre automovilistas y ciclistas. Los primeros observan con desesperación, los segundos sonríen, es casi una cachetada con guante blanco.
La poca presencia del estrés en este tipo de conductores demuestra la fácil que puede ser para el chilango acostumbrarse a los nuevos medios de transporte. La eliminación de los autos a motor de gasolina aunque parece ser extremo, es una medida que debería tener sus primeros planes de desarrollo. Sino, comenzar a realizar más paseos nocturnos sería la solución más inmediata para mejorar la cifra de solo nueve días donde la calidad del aire ha sida buena en el Valle de México durante este año.
El contingente se reencuentra con la solitaria palma de Paseo de la Reforma. Algunas de las mascotas aprovechan el diminuto espacio verde para recargar energía, se recuestan viendo hacia un cielo plagado de nubes de esmog que impide observar las estrellas. El único tipo de contaminación que se inhibe en este recorrido es aquel que daña la audición. Pocos ruidos molestos se identifican en el panorama.
Además de las pelusas o los rockos, algunos ciclistas disminuyen su velocidad para descansar algunos minutos. Se sientan a lo largo de las bancas de piedra que no son para nada incomodas si se tiene el cansancio necesario. Muchos aprovechan el receso para recuperar las calorías perdidas. El culpable es el señor elotero que anuncia sus esquites con una pequeña campana. “Échele del que no pica… no, mejor del otro.”
En la cercanía se observa el monumento más cotizado. Luces led de color rosa alumbran las majestuosas alas del Ángel de la Independencia, parece una actriz dispuesta cerrar con broche de oro una noche exquisita. El Ángel sigue con su mirada a los paseantes. Las fotografías la sonrojan pues nadie puede negarse a capturar su grandeza. La mejor parte es que ningún claxon te obliga a separar tu mirada de ella y continuar con el camino.
Pero el Ángel de la Independencia no es el único porte monumental que roba miradas durante la travesía. Después de una serie de calles arboladas que funcionan como un gran pulmón para todos los corredores, la Diana Cazadora sale a relucir. Los tonos morados también invaden su aura. Es misteriosa, elegante y al mismo tiempo presenta una rudeza digna de cualquier guerrera en batalla. Todavía existen personas que se emocionan con la primera vez que la observan, se detienen unos minutos para rodearla, tratando de descifrar su misterio.
Esta ausencia automotriz genera tantos cambios positivos en el ambiente, que no solo la Ciudad de México ha implementado este tipo de movimientos. Ciudades como Hamburgo o Tokio han implementado accesos exclusivos a peatones y vehículos no motorizados. Este contagio ha posibilitado la recuperación de espacios públicos así como un mejor condicionamiento de la zona.
La ruta continua en lo que para muchos es la meta. A un costado del gigante de hierro conocido como Torre Bancomer, las familias se conjuntan para bajar de sus bicicletas, para frenar sus patines y caminar con serenidad. Lástima que todos tengan que ver con recelo la terrible y desestimada Estela de Luz, pocos la comprenden o la fotografían para el recuerdo. Solamente funciona como un punto de reunión, las lámparas de los ciclistas alumbran más que la estructura completa.
Las personas se empiezan a dispersar, con rostros de agotamiento fusionados con satisfacción. Ya no existe un recorrido definido, todos pueden tomar el camino más conveniente. El alivio de la actividad genera una sensación que promete durar todo el mes siguiente. Alguien no duda en lanzar una pregunta al aire: “¿Por qué seguimos en el tráfico?”.
Todos saben que es solo un sector de la Ciudad, casi limitado por bardas de plástico y tubos naranja, pero por algunas horas ese espejo de soledad parece ser la ciudad que todos quieren. La Alcaldía de la nueva administración de la CDMX ha tomado en cuenta estas peticiones, zonas como la emblemática calle 20 de Noviembre se han vuelto peatonales al menos los fines de semana. La Ciudad está dando pequeños pasos para recuperar la limpieza ambiental. Estas nuevas medidas no hubieran sido posibles sin el legado de los paseos nocturnos, su tranquilidad, su armonía y sobre todo sus participantes.
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