BAILE Y MOVIMIENTO PARA MANTENER LA AGILIDAD EN LA VEJEZ
Por José Manuel Ríos Hernández
Ciudad de México (Aunam).- ¿Cansados? A veces. ¿Inmóviles? Nunca. Así es como son los integrantes de la clase de activación física para adultos mayores que la profesora Concepción Rodríguez imparte desde hace más de 15 años en el Centro Social Piloto Culhuacán, ubicado en la delegación Coyoacán. Ella afirma que trabajar con personas de la tercera edad le provoca mucha satisfacción debido a que “son fieles a la clase porque lo disfrutan y no son como muchos jóvenes que cambian de gimnasio constantemente”.
El cuarto donde realizan las actividades está pintado de dos tonos, amarillo y blanco, tienen espejos en las paredes para que puedan observar si realizan de forma adecuada los ejercicios los practicantes, quienes asisten de entre tres y cinco veces a la semana.
Como es costumbre, la clase inicia a las 10 de la mañana, cada sesión tiene la duración aproximada de una hora y se divide en varios momentos para calentar, tener actividad intensa y finalmente relajar los músculos para evitar futuras lesiones en los cuerpos de los asistentes cuyas edades rondan entre los 75 y 90 años, la mayor es una mujer muy querida por el grupo llamada Esperancita, quien está a punto de cumplir 91 años.
Cada día de la semana existe un objeto con el cual se apoyan para trabajar su cuerpo: los lunes lo hacen con aros, los martes con bastones y pesas de medio kilogramo, los miércoles como pelotas y matamoscas, los jueves practican Tai Chi y los viernes regresan a los aros. Ocupan una variedad de materiales para mantener divertido el ejercicio y para que les llame la atención realizar los movimientos que son benéficos para su salud.
Para comenzar, todos ya conocen su lugar, por lo que forman cinco filas, y para quien necesita un descanso a mitad de clase por algún problema de salud, le consiguen un banco. En todo momento se preguntan entre sí cómo se sienten.
La primera canción que suena es el Danubio Azul de Johann Strauss y esa melodía les sirve para comenzar a relajarse. Mueven lento su cuerpo como calentamiento, el cual en todo momento es supervisado por la profesora Concepción quien está especializada en tratar a adultos mayores y además forma parte de la Confederación Deportiva Mexicana.
“¡Inhalen y exhalen!, no quiero que se lastimen”, les dice la profesora a los 15 asistentes de los cuales, 13 son mujeres y sólo 2 son varones. Todos visten de blanco y azul y lucen con mucho brillo durante la clase. Mantienen la disposición de trabajar y apoyarse entre sí para que juntos logren los bailes y actividades que les ponen, las cuales a veces representan un reto físico por los problemas de salud que cada uno tiene.
La siguiente canción con la que se mueven tiene la voz del cantante Chayanne. El estribillo que dice “oye, abre tus ojos mira hacia arriba, disfruta las cosas buenas que tiene la vida” parece un mantra que les da energía para comenzar optimistas con su día. El baile que realizan se apoya de ejercicios con pequeñas pelotas de colores, las cuales van de un lado al otro al ritmo de la música. Para cuando terminan este circuito de movimiento, se escucha que una señora llamada Alicia dice, “¡ya estoy sudando!”.
El siguiente ejercicio lo realizan en parejas y se apoyan de bastones, consiste en moverlos de un lado al otro de forma ordenada. Para esto, la profesora se encarga de revisar que cada pareja realice el ejercicio de forma firme, con esto trabajan su coordinación motriz.
La clase nunca pierde ritmo, cuando llega el momento de ocupar los matamoscas para bailar, lo hacen con música de los ochenta ya que suena la famosa Flashdance… what a feeling! de la cantante Irene Cara. Los objetos que normalmente se utilizarían para matar insectos, son ocupados como herramientas para dar aplausos en el aire, así como Jennifer Beals lo hacía en sus rutinas de baile de la película que lleva el mismo nombre de la canción, en ese momento, todas las personas de la clase son estrellas activas con mucho movimiento.
La siguiente melodía que bailan es una marcha compuesta por un popurrí de música regional mexicana. Al ritmo de La Adelita y Ay Jalisco, no te rajes, el grupo retoma los bastones y se mueven marchando, mientras al mismo tiempo suben y bajan el objeto que tienen en la mano. Además, alternan los movimientos con sentadillas y giros a lo largo de todo el salón. “Levanten bien sus piernas clase, eso nos ayudará a evitar caídas porque a veces llevamos arrastrando los pies muy cerca del suelo”, les dice la profesora para que entiendan la funcionalidad del ejercicio.
Justo al terminar la marcha, ha transcurrido la mitad de la clase y se escucha que Esperancita les grita a sus compañeras, “¿ya se cansaron? porque yo aún no” y obtiene con un unísono de respuesta un: ¡no! Todos están listos para la siguiente ronda de ejercicio.
Algo que llama la atención es que gran parte del grupo ocupa algún aparato para contrarrestar el mal funcionamiento de una parte del cuerpo, por ejemplo, siete de ellos ocupan lentes, cuatro tienen un aparato en el oído para escuchar mejor, tres utilizan bastón y uno una faja para no lastimarse su espalda. A pesar de ello, nunca ponen “peros” a los ejercicios que les da su guía y además los hacen de forma enérgica.
Enseguida, retoman los matamoscas que tienen cintas adhesivas metálicas de diversos colores, mientras comienza a sonar en la grabadora: “Ladies and gentleman, this is Mambo No. 5” de Lou Bega. Siguen las indicaciones que el cantante les da en inglés para su coreografía y como algunos no hablan ese idioma, la profesora Concepción también les da las órdenes en español de cómo deben moverse mientras siguen el acelerado ritmo. La última canción que bailan es Qué bello de la Sonora Tropicana y después de eso, se disponen a enfriar su músculos con una melodía de relajación la cual también ocupan los jueves en su clase de Tai Chi.
Pero, ¿qué motiva a las personas a ir a la clase? La señora María decidió comenzar a ir por un accidente que tuvo, para que se acelerara si recuperación, ella menciona, “yo me lastimé mi brazo derecho hace unos años y no me ha quedado de otra. Hago una hora de hatha yoga en la mañana los lunes, miércoles y viernes y después vengo a la clase de activación. Trato de hacer las dos horas de ejercicio porque me ayuda a moverme mejor”.
Por su parte, el señor Pedro es uno de los pocos hombres en clase y es el tesorero por lo que recoge la cuota de recuperación de 15 pesos, la cual sirve para la renta del lugar. A Pedro lo motiva ir por la convivencia con personas contemporáneas a él, además de que ha visto un beneficio en su movilidad y los análisis que frecuentemente se realiza para comprobar su salud han salido con cifras más equilibradas.
Son un grupo unido que tratan de mantener la convivencia fuera de la clase, ya que celebran cada cumpleaños, van a bailar a plazas públicas, a caminatas grupales y hasta a excursiones a otros estados del país gracias a los apoyos de los campamentos del DIF. La líder del grupo, la profesora Concepción, menciona “es importante transmitirles amor, porque sólo así mejoran en sus pasos, en su estado de ánimo y lo más importante, en su salud emocional” y agrega, “a veces me canso con la clase, lo increíble es que ellos continúan”.
Ciudad de México (Aunam).- ¿Cansados? A veces. ¿Inmóviles? Nunca. Así es como son los integrantes de la clase de activación física para adultos mayores que la profesora Concepción Rodríguez imparte desde hace más de 15 años en el Centro Social Piloto Culhuacán, ubicado en la delegación Coyoacán. Ella afirma que trabajar con personas de la tercera edad le provoca mucha satisfacción debido a que “son fieles a la clase porque lo disfrutan y no son como muchos jóvenes que cambian de gimnasio constantemente”.
El cuarto donde realizan las actividades está pintado de dos tonos, amarillo y blanco, tienen espejos en las paredes para que puedan observar si realizan de forma adecuada los ejercicios los practicantes, quienes asisten de entre tres y cinco veces a la semana.
Como es costumbre, la clase inicia a las 10 de la mañana, cada sesión tiene la duración aproximada de una hora y se divide en varios momentos para calentar, tener actividad intensa y finalmente relajar los músculos para evitar futuras lesiones en los cuerpos de los asistentes cuyas edades rondan entre los 75 y 90 años, la mayor es una mujer muy querida por el grupo llamada Esperancita, quien está a punto de cumplir 91 años.
Cada día de la semana existe un objeto con el cual se apoyan para trabajar su cuerpo: los lunes lo hacen con aros, los martes con bastones y pesas de medio kilogramo, los miércoles como pelotas y matamoscas, los jueves practican Tai Chi y los viernes regresan a los aros. Ocupan una variedad de materiales para mantener divertido el ejercicio y para que les llame la atención realizar los movimientos que son benéficos para su salud.
Para comenzar, todos ya conocen su lugar, por lo que forman cinco filas, y para quien necesita un descanso a mitad de clase por algún problema de salud, le consiguen un banco. En todo momento se preguntan entre sí cómo se sienten.
La primera canción que suena es el Danubio Azul de Johann Strauss y esa melodía les sirve para comenzar a relajarse. Mueven lento su cuerpo como calentamiento, el cual en todo momento es supervisado por la profesora Concepción quien está especializada en tratar a adultos mayores y además forma parte de la Confederación Deportiva Mexicana.
“¡Inhalen y exhalen!, no quiero que se lastimen”, les dice la profesora a los 15 asistentes de los cuales, 13 son mujeres y sólo 2 son varones. Todos visten de blanco y azul y lucen con mucho brillo durante la clase. Mantienen la disposición de trabajar y apoyarse entre sí para que juntos logren los bailes y actividades que les ponen, las cuales a veces representan un reto físico por los problemas de salud que cada uno tiene.
La siguiente canción con la que se mueven tiene la voz del cantante Chayanne. El estribillo que dice “oye, abre tus ojos mira hacia arriba, disfruta las cosas buenas que tiene la vida” parece un mantra que les da energía para comenzar optimistas con su día. El baile que realizan se apoya de ejercicios con pequeñas pelotas de colores, las cuales van de un lado al otro al ritmo de la música. Para cuando terminan este circuito de movimiento, se escucha que una señora llamada Alicia dice, “¡ya estoy sudando!”.
El siguiente ejercicio lo realizan en parejas y se apoyan de bastones, consiste en moverlos de un lado al otro de forma ordenada. Para esto, la profesora se encarga de revisar que cada pareja realice el ejercicio de forma firme, con esto trabajan su coordinación motriz.
La clase nunca pierde ritmo, cuando llega el momento de ocupar los matamoscas para bailar, lo hacen con música de los ochenta ya que suena la famosa Flashdance… what a feeling! de la cantante Irene Cara. Los objetos que normalmente se utilizarían para matar insectos, son ocupados como herramientas para dar aplausos en el aire, así como Jennifer Beals lo hacía en sus rutinas de baile de la película que lleva el mismo nombre de la canción, en ese momento, todas las personas de la clase son estrellas activas con mucho movimiento.
La siguiente melodía que bailan es una marcha compuesta por un popurrí de música regional mexicana. Al ritmo de La Adelita y Ay Jalisco, no te rajes, el grupo retoma los bastones y se mueven marchando, mientras al mismo tiempo suben y bajan el objeto que tienen en la mano. Además, alternan los movimientos con sentadillas y giros a lo largo de todo el salón. “Levanten bien sus piernas clase, eso nos ayudará a evitar caídas porque a veces llevamos arrastrando los pies muy cerca del suelo”, les dice la profesora para que entiendan la funcionalidad del ejercicio.
Justo al terminar la marcha, ha transcurrido la mitad de la clase y se escucha que Esperancita les grita a sus compañeras, “¿ya se cansaron? porque yo aún no” y obtiene con un unísono de respuesta un: ¡no! Todos están listos para la siguiente ronda de ejercicio.
Algo que llama la atención es que gran parte del grupo ocupa algún aparato para contrarrestar el mal funcionamiento de una parte del cuerpo, por ejemplo, siete de ellos ocupan lentes, cuatro tienen un aparato en el oído para escuchar mejor, tres utilizan bastón y uno una faja para no lastimarse su espalda. A pesar de ello, nunca ponen “peros” a los ejercicios que les da su guía y además los hacen de forma enérgica.
Enseguida, retoman los matamoscas que tienen cintas adhesivas metálicas de diversos colores, mientras comienza a sonar en la grabadora: “Ladies and gentleman, this is Mambo No. 5” de Lou Bega. Siguen las indicaciones que el cantante les da en inglés para su coreografía y como algunos no hablan ese idioma, la profesora Concepción también les da las órdenes en español de cómo deben moverse mientras siguen el acelerado ritmo. La última canción que bailan es Qué bello de la Sonora Tropicana y después de eso, se disponen a enfriar su músculos con una melodía de relajación la cual también ocupan los jueves en su clase de Tai Chi.
Pero, ¿qué motiva a las personas a ir a la clase? La señora María decidió comenzar a ir por un accidente que tuvo, para que se acelerara si recuperación, ella menciona, “yo me lastimé mi brazo derecho hace unos años y no me ha quedado de otra. Hago una hora de hatha yoga en la mañana los lunes, miércoles y viernes y después vengo a la clase de activación. Trato de hacer las dos horas de ejercicio porque me ayuda a moverme mejor”.
Por su parte, el señor Pedro es uno de los pocos hombres en clase y es el tesorero por lo que recoge la cuota de recuperación de 15 pesos, la cual sirve para la renta del lugar. A Pedro lo motiva ir por la convivencia con personas contemporáneas a él, además de que ha visto un beneficio en su movilidad y los análisis que frecuentemente se realiza para comprobar su salud han salido con cifras más equilibradas.
Son un grupo unido que tratan de mantener la convivencia fuera de la clase, ya que celebran cada cumpleaños, van a bailar a plazas públicas, a caminatas grupales y hasta a excursiones a otros estados del país gracias a los apoyos de los campamentos del DIF. La líder del grupo, la profesora Concepción, menciona “es importante transmitirles amor, porque sólo así mejoran en sus pasos, en su estado de ánimo y lo más importante, en su salud emocional” y agrega, “a veces me canso con la clase, lo increíble es que ellos continúan”.
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