LO IMPORTANTE ES CAPTURAR LA IMAGEN CON EL CORAZÓN: MARCO ANTONIO CRUZ
Por Guadalupe Jimarez Martínez
México (Aunam). Bien dice el habla popular: “El año en el que naces marca en buena medida el destino”. No significa que el ser humano esté predeterminado, sino que hay sucesos cuyo fin es encauzar nuestro trayecto. Tal es el caso del fotoperiodista Marco Antonio Cruz, nacido en Puebla en 1957, año en que ocurrió uno de los sismos más intensos en la República Mexicana, el llamado Terremoto del Ángel. Así, su labor periodística de documentar y ser portavoz de quienes no son escuchados ante un determinado suceso le ha valido dicha analogía.
Tiene más de 30 años de trayectoria profesional, pues en 1978 comenzó a retratar la vida cotidiana, historias y reportajes en México y el extranjero.
Es coordinador de fotografía de la revista Proceso desde 2006. Tiene su oficina en las instalaciones de la misma, en la calle Fresas #13, a escasas dos cuadras de la estación Parque Hundido del MetroBus.
En la entrada del establecimiento, la recepcionista, cordial y amable, me pide que tome asiento en uno de los sillones color vino que se encuentran frente a un montón de ejemplares atrasados del periódico La Jornada. Hojeo alguno mientras repaso los encabezados, pero leo sin leer, pues en realidad repito en mi mente las preguntas preparadas para esta entrevista.
Cinco minutos después escucho lejanamente una voz delicada, la cual me avisa que Marco Antonio Cruz me espera. Nerviosa y un poco atolondrada por la luz tan blanca que emerge por todos lados me dirijo por unas escaleras de madera. Éstas denotan su antigüedad por el sonido rechinante que producen. Finalmente me encuentro frente a una puerta de madera forrada por fotografías y portadas de Proceso. Una excelente presentación para el ser humano que se encontraba tras ella.
Marco Antonio Cruz sale de su oficina y con voz que denota seguridad pregunta si soy la persona que lo entrevistará. Es alto, de más de 1.80 metros y menos de 1.90, delgado, tez morena y seria. Su cabello entrecano es abundante, porta lentes y ropa deportiva.
Me quedo en la estancia principal mientras él se adelanta hacia su oficina, donde será la plática.
Al entrar se nota lo ordenado que puede ser: sobre su escritorio hay una computadora blanca, un lapicero compuesto por plumas; no hay cabida al caos, los documentos están perfectamente ordenados. Uno arriba de otro. Tras de él, una pizarra de pendientes llena de folletos, un calendario, fotografías en blanco y negro y el dibujo de un insecto semejante a un escarabajo, nada de él es desordenado.
Sentado en su silla negra de escritorio, más parecido a un sillón, cruza la pierna derecha, gira unos grados a la izquierda para mostrar cercanía conmigo. El escritorio no funge como barrera entre ambos.
¿Cómo se define Marco Antonio Cruz?
-A los 58 años de edad, qué te puedo decir. Encontré mi camino, mi vocación y realmente no me arrepiento de nada. Todo lo que he hecho a lo largo de mi vida, sin duda, me ha fortalecido hasta ahora. Son unos buenos cimientos. Años de estar luchando, incluso contra marea para lograr algo, y lo he conseguido; estoy muy agradecido por ello.
¿Cuándo y cómo nace la pasión por la fotografía documental?
-Más que por la pasión de la fotografía documental, mi primer encuentro con la fotografía fue desde muy joven; 16, 17 años, pero no me entusiasmó mucho. Yo creo que por la fotografía fue entre los 18 y 20 años, cuando mi mamá me regaló una cámara, es con ella cuando comencé a sentir el gusto por ésta, pero no tenía una guía.
“Sí había estudiado algo, pero no específicamente técnicas o algo así; aparte, no se conocían autores como ahora, no se conocían trabajos, excepto un libro de Paolo Gasparini, un fotógrafo italiano que vivió toda su vida, prácticamente, en Latinoamérica, especialmente en Venezuela. Él editó un libro que se llama Para verte mejor América Latina, el cual a mí me motivó mucho. Nací en Puebla, cuando llegué a la Ciudad de México tuve la oportunidad de encontrar a uno de los grandes maestros de la fotografía del siglo XX, se llamaba Héctor García, ya murió. Realmente fui muy afortunado”.
En cuanto a su formación académica, ¿nos dice que no nació en el Distrito Federal?
-Yo estudié Artes Plásticas en la Universidad Autónoma de Puebla y, bueno, prácticamente soy un pintor, no fotógrafo, pero pienso que me ha ayudado mucho en información, un poco de todo; principalmente, estudiar esa licenciatura me educó visualmente. A mí nunca me ha costado trabajo hacer una fotografía, a mí se me da de una manera natural, nata, el componer. Fueron tantos años de haber educado un ojo visualmente.
Entonces, ¿desde niño no quiso ser fotoperiodista?
-No, para nada, no tenía ni la menor idea; siempre me gustaron las artes plásticas. La verdad, yo vengo de una familia con una madre soltera y de un nivel social-económico muy precario; mi mamá trabajaba de obrera y vivíamos en un barrio donde el nivel cultural no era muy alto. Entonces, sí, a mí me gustaba hacer cosas en plastilina, dibujar y eso, pero nunca tuve el aliciente de que me motivaran para poder hacerlo. Considero es impresionante cómo, de dónde vengo, pude convertirme en fotógrafo.
¿Qué características, considera, tiene su trabajo que se asemejen a usted?
-El compromiso social para mí es muy importante; primero como periodista crítico, pero también como una persona de izquierda. A lo largo de mi vida he tenido una militancia de izquierda; estuve en el Partido Comunista. Hace muchos años que no estoy dentro de un partido, pero eso no significa que no simpatice con determinadas causas sociales. De cierta manera, trabajo con medios que tienen que ver con el periodismo crítico, tal es el caso de Proceso.
Pienso en parte de su currículum y añado: La Jornada, él asevera conmigo.
Marco Antonio Cruz refleja honestidad; mira a los ojos con interés y de forma analítica, nunca titubea; pareciera que conocía previamente las preguntas y, en consecuencia de ello, ensayó sus respuestas.
¿Es perfeccionista al realizar su trabajo?
-Sí, soy perfeccionista. Mira, en la fotografía, ahora y siempre, creo que más en épocas pasadas, no se dependía totalmente de la cámara, sino también de un proceso químico de revelados; y realmente son tantos los elementos manejados que es necesario ser muy organizado. La gente desorganizada no avanza.
“Pienso que la fotografía es una de las artes nuevas que realmente necesita de muchas cosas. Incluso actualmente; no basta con saber utilizar una cámara, tienes que aprender de programas, plataformas, computadoras, discos duros y mil cosas más.
“Igual si tú no posees una disciplina, no eres cuidadoso, muchos trabajos se pierden, por ello, a lo largo de mi trayectoria, he procurado ser disciplinado aunque realmente serlo cueste; el usar la fotografía analógica resulta bastante caro; sin embargo, es mi estilo. Ahora considero que lo importante de mi trabajo es que se trata de un documento social y, en ese sentido, es un material que debo cuidar. Es una ventaja tener los negativos para que lleguen a más generaciones, a pesar de ya no estar aquí”.
Su talento le ha valido grandes reconocimientos, uno de ellos el que coordinara el libro Fotografía de Prensa en México, en el cual buscó darle autonomía a la fotografía de prensa. Esta búsqueda se concretó también en su exposición Fotoperiodismo, más allá de la información, que se realizó en el Museo Diego Rivera en abril de 1993, en la cual expresa un nuevo concepto de la prensa gráfica, aquella que se encuentra fuera de las páginas de los diarios.
¿Cuál es su opinión de esta frase de Alfred Eisenteadt: “Lo más importante no es la cámara, sino el ojo”?
Trata de recordar la fisionomía del artista mencionado; mira al techo en busca de respuesta.
-Sí, son muchas cosas. El ojo es el medio, es como la cámara. Lo importante es lo que tengas en mente y en el corazón. Es indispensable tener un equilibrio. Hay que disparar con el corazón; un poco la idea es cómo, por medio de la imagen, transmitir emociones. Desde mi perspectiva, una fotografía que transmite alguna emoción es aquella permaneciente en la sociedad, que resulta impactante; es la cual incluso se vuelve icono, marcando un tiempo, época, moda o una generación.
“La fotografía, en este sentido, tiene una vida muy corta con la humanidad: alrededor de 200 años, o menos, es nada, es una brizna solamente; sin embargo lo que ha hecho ha sido impresionante. Aparte, es una de las ciencias jóvenes que no para, tiene cambios revolucionarios constantemente, muy impresionantes. En este momento, de veinte años a la fecha, ha tenido lugar la era tecnológica con beneficios para el periodismo porque finalmente éste, el cual siempre había utilizado los medios tradicionales como el diario, ahora se ha extendido; la gente ya se informa a través de portales, redes sociales; en suma, por internet. O sea, cuando tú ves un periódico con información del día anterior, te parece muy viejo, pero antes así se informaba la sociedad”.
Ahora que menciona lo de la era tecnológica, ¿considera que con las nuevas tecnologías y la gran apertura de las redes sociales hay una afectación a la fotografía?
-No. Hay varios perfiles y perspectivas: considero que la fotografía finalmente importante es la que hacen los fotógrafos. Para ser uno, no es el hecho de tener una cámara, eso no significa que todos sean fotógrafos. Hay gente que toma fotos y punto, pero no lo son. Uno verdadero es quien tiene un nivel cultural, un ojo educado, quien tiene una formación, una experiencia de vida.
“Sobre todo aquel que se dedica a la prensa o es documentalista, se forma con los años, no es instantáneo, no es con el simple hecho de que tu cámara sea digital. Esa es la gran diferencia; pueden existir sitios como Instagram donde todo mundo sube fotos, pero eso no significa nada. No quiere decir que esas fotos se queden en la memoria de la gente. Aquellas que lo logran poseen un valor, un contenido tanto estético como social, las hizo un fotógrafo”.
¿Quiénes son sus referentes en la fotografía?
-Pues son muchos, realmente te mentiría si te digo “sólo hay uno”. Para empezar, los referentes son la gente que tú conoces a lo largo de tu carrera, ya sean personajes no relacionados con la fotografía pero que tuvieron una influencia en ti, desde la gente que lees. Por tanto, influyeron en mí escritores, cineastas, pintores. La lista es demasiado larga.
Su respuesta es interrumpida por el timbre de su teléfono personal. La habitación emerge una pulcritud exacta. Todo se encuentra en equilibrio total: los muebles, los documentos, la luz.
No hay ruido más que el emitido por Marco Antonio Cruz al hablar de MéxicoLeaks con Toño. De vez en cuando la armonía es acompañada por el ruido de los motores de un avión. En la oficina se encuentra un mapa con todos los lugares del globo terráqueo. Quizás sea un símbolo para recordar lo vasto que es el mundo y todo lo que le falta por conocer.
Al terminar su llamada, mira sonriente y pregunta:
“¿Qué era? ¡Ah sí! Entonces… hay gente que me emociona mucho, fotógrafos como Eugene Smith, quien es como el padre de la fotografía social; fue el primero que tuvo una fotografía comprometida o de los primeros con una fuerza y vida impresionante, apasionante: toda su vida dedicada a la fotografía y maestro de maestros. No solamente fue educador mío, sino de generaciones enteras, como Nacho López, quien me encanta, Álvarez Bravo, la lista es enorme; uno se nutre de muchísima gente, no tiene que ver precisamente con foto, también pintores, de todo.”
¿Cuál es su inspiración para seguir realizando su arte?
-Sigue siendo el compromiso. Soy muy obsesivo en el sentido de que mucha gente ha abandonado la fotografía analógica y yo no, por el simple hecho de tener en físico el negativo, en la medida que pueda seguiré haciéndolo. Requiere de mucho más esfuerzo, es más caro, este tipo de fotografía se volvió para un determinado estilo de gente, pero pues ni modo. Lo único que va a pasar es darle un mayor valor a un rollo. Antes lo tomaba muy rápido, ahora, a cada imagen le consigno una importancia.
“Eso no sucede con lo digital, ésta te permite, dependiendo de la capacidad en memorias existentes, infinitas posibilidades de crear foto: en un día puedes hacer mil fotos pero a la hora de escoger de ese millar ¡es un lío! Además, se va perdiendo la disciplina por realmente lograr una buena imagen.”
Lo más importante para Cruz en sus trabajos es abordar la situación social: “Mostrar al mundo qué sucede con un grupo de gente determinada”.
Considera a los fotógrafos personas muy intensas, característica reflejada en las imágenes emitidas por los mismos: “Creo que corresponde a una cuestión de generación, existe en nosotros una intensidad por hacer fotografía”.
Sus fotografías tienen un objetivo ¿cuál es?
-Son muchos objetivos; primero, provocar una emoción en la gente; creo que el hecho de fotografiar una época, en tu caso (refiriéndose a mi edad) un tiempo; te vuelves cronista visual y testigo de éste, lo cual es muy importante para las próximas generaciones. La fotografía tiene un gran valor como documento y más si es de cuestión social.
“La otra es el compromiso, este arte tiene muchos matices muy poderosos. Puede ser voz de aquellos que no poseen una. Aquí se denuncian hechos en cuestiones sociales, eso realmente es mucho y no es fácil; requiere de mucho compromiso, disciplina, porque de repente hay proyectos que no los puedes hacer en uno o dos días; algunos requieren de años.
“En el caso de la ceguera (Habitar la oscuridad, una de sus obras) fueron diecisiete años retratándola, creo que mi obsesión va por ahí; soy de los pocos que le han dedicado tanto tiempo a un tema. Mis temas son muchísimos; sin embargo, tienen en común el aspecto social.”
Su primer libro, Contra la pared, exhibe su capacidad como periodista gráfico. Sus imágenes, que en un principio fueron tomadas por motivos periodísticos, lograron de manera especial dar a la imagen un valor estético.
Este valor estético lo ha logrado debido a su formación y valores intrínsecos: un sentido de registro social revelador y denunciante que no olvida la estructuración gráfica de la imagen, como los puntos de fuga, que obtiene por medio de lentes gran angular; los primeros planos que exacerban las situaciones; encuadres, etcétera.
¿Qué aspectos buenos y malos del quehacer periodístico ha encontrado a través de la fotografía social?
Se acomoda en su gran silla de escritorio, con el mentón sobre la mano derecha, en posición analítica, pero nunca altiva.
-Lo más importante es que la fotografía debes encauzarla para denunciar hechos y situaciones. Ser voz de quien no tiene voz, ayudar a quien no es escuchado. Ese es el verdadero periodismo. Porque no sólo se trata de cubrir información, es como la parte negativa: cubrir los mismos eventos informativos se vuelve hasta tedioso. La parte positiva es cuando realizas un periodismo de investigación, o sea, donde no existe la información, tú cavas y la encuentras, la cual es muy poderosa e importante.
¿Hay algún sector de la sociedad mexicana o internacional por el que tenga deseos de fotografiar?
-Me interesa México, ese es mi tema. Tan sólo la Ciudad de México es una enormidad, una de las ciudades más grandes de todo el mundo. Tengo 30 años retratándola, no diario, pero si he ido forjando una disciplina de captar lo que sucede en las calles, lo cual es muchísimo y te juro, me voy a morir y no llegaré a tener una totalidad del panorama. Retratar una ciudad como ésta requiere de generaciones de fotógrafos… entonces sí está cañón.
¿Por qué el interés en retratar la historia y vida cotidiana de México?
-Desde mi perspectiva, es importante como testigo de la historia. El simple hecho de salir a las calles y hacer fotos que no tienen algún valor, el tiempo se encarga de dárselos. Tan sólo la moda, cómo se viste la gente, las casas, los edificios. Aparentemente tú pensarías que una ciudad como ésta nunca cambia; sin embargo, posee un dinamismo constante; cuando tienes un ojo educado notas los cambios.
“De repente hay lugares donde los inmuebles, parques o edificios han sido derrumbados y construyeron nuevos. Situaciones como las del terremoto, suceso que vino a cambiar totalmente la imagen visual de esta ciudad. Todas las fotos captadas durante esas épocas tienen un valor documental.
“La fotografía permite retratar los cambios en los oficios y tradiciones. Por ejemplo, el sexoservicio que había hace treinta años es muy distinto a lo que existe ahora; se amplió la gama, pues. Ahora no son sólo mujeres, hay hombres… ¡de todo! (sonríe). Y cada quien tiene sus espacios y te das cuenta que es importante tanto lo que se hace ahora como aquello perteneciente al pasado. Hay oficios que se pierden; de repente ya no ves afiladores. Por ello, es muy importante documentar las calles”.
Marco Antonio Cruz es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte; ha destacado internacionalmente: fue finalista para el Premio Nuevo Periodismo Cemex-FNPI (Cementos Mexicanos-Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano), con el ensayo Ciegos, en Cartagena, Colombia, en noviembre de 2001.
Personalmente, ¿qué significó para usted ganar el The Grand Prize en 2009, Toronto, con el ensayo Habitar la oscuridad?
-Para empezar (aparta sus manos de su regazo) no fue una sorpresa que me hayan elegido a mí. La idea es que el Grand Prize, el cual existe desde el 2007, desde su primera realización, Canadá invitó a dos fotógrafos de China para que compitiera con los suyos. Cada uno de ellos propone un trabajo y el concurso inicia por Internet, en el cual, la gente puede emitir su voto y decidir quién gana.
“Todo esto está planeado por el Art Gallery of Ontario, uno de los museos más importantes de Canadá. De cierta manera lo hacen para fortalecer y promover a sus fotógrafos. Año con año lo hacen con un país distinto; cuando fue con México y dijeron que yo era uno de los seleccionados (sonríe como si volviera a revivir el aquel momento) fue muy gratificante el hecho de que se me considerara; sin embargo, no fue gratuito, la causa fue un ensayo al que se le dedicó mucho tiempo, por tanto, tiene una importancia. Federico Gama fue el otro mexicano seleccionado.
“Nos invitaron a Canadá, conocimos a nuestros contrincantes canadienses, los cuales eran fotógrafos conceptuales y finalmente, lo importante es que ganó la fotografía documental, tanto Federico como yo somos partidarios de la documental. Y bueno, fue como un sueño: de la nada te dicen que eres seleccionado, de repente sale el viaje, durante éste hay una residencia en el país del norte para trabajar en un tema. Yo propuse un tema que fue muy incómodo para ellos, pero que tiene mucha relación con mi perfil de pensamiento: trabajar con las personas indígenas de Canadá, las cuales son y fueron víctimas de un genocidio cultural, por eso no fue bien acogida mi idea, pero de otra manera, hubiese sido imposible de realizar.
“Los premios te abren caminos, pero no lo es todo, es gratificante, pero uno no puede vivir de ellos. No es posible querer ser siempre el arroz de todos los moles. Creo que se debe participar cuando sea justificada la colaboración”.
Acerca de por qué eligió el tema La Ceguera, respondió que se debe a su interés en los temas sociales, sobre todo de grupos vulnerables, marginados. Por tanto, le interesaba saber qué sucedía con ellos, las condiciones en las que vivían.
“Las primeras imágenes de ellos son en la Ciudad de México trabajando como vendedores ambulantes, después me dediqué a investigar en centros de educación, de rehabilitación, las historias de las personas; viajé a varios estados de la República. Al final el proyecto demuestra que la ceguera en el país es un problema social no resuelto, y las personas más afectadas son indígenas y campesinos; ese fue el principal motivo para elegir el tema”.
Considera que el haber ganado The Grand Prize en 2009 no cambia su forma de trabajo, afirma que se renueva su esperanza por seguir haciendo proyectos.
En una entrevista que dio a la revista Cuartoscuro, Cruz declaró: “Llega en un momento muy importante; estoy revisando lo hecho y he encontrado una fórmula eficaz para mostrarlo, que es Internet (www.marcoacruz.com), donde estoy mostrando los trabajos más importantes de mi vida profesional. Se abren nuevas vertientes para el desarrollo de temas”.
Bestiario es su más reciente obra. Publicada en 2014, reúne una serie de imágenes en blanco y negro, las cuales tienen como protagonistas a animales, los cuales abarcan un espacio y ocupan un papel especial en la vida cotidiana del ser humano.
-¿Qué significado tiene para usted, hoy día, Bestiario y Habitar la Oscuridad?
En sí la edición de un libro es un proceso muy importante. Pienso que cuando uno lo hace funge como muestra del haber hecho algo sobresaliente; sin embargo, el editar también es una limitante. Si hablas de ediciones de mil ejemplares resulta un tanto absurdo, pero sin duda van a ser obras impresas, ya están ahí y por tanto, perpetuarán. Lo increíble sería tener ediciones de 50 mil ejemplares, eso sería una maravilla.
Con base en su labor periodística, ¿cuál es el papel de la fotografía en los movimientos sociales de México?
-Documentar. Es absurdo lo que se pensó por años eso de ser neutral. El periodista no puede serlo, o estás de un lado o de otro y por lo general, siempre he procurado estar de lado de la gente oprimida. Siempre he buscado mantener una posición social. Para mí es muy importante definirse; el hecho de ser neutral causa mucho daño, es ser indiferente a causas de personas no escuchadas y violentadas.
Marco Antonio Cruz afirma que la intensidad de su trabajo le lleva a estar en un lugar y mostrar hechos y situaciones que le duelen: “De repente creo que son proyectos duros, pero así es la realidad, la idea es que no debemos ocultarla, sino que quede un registro y un testimonio”.
¿Qué características posee el fotoperiodismo mexicano que lo distingue de otros?
-Sin duda, la tradición, ese elemento no lo tiene otro país. Se encuentra muy arraigada en el sentido de que los fotógrafos documentales salieron o vieron la necesidad de salir a retratar hechos o sucesos trágicos o no. Con la Revolución Mexicana, la cual fue uno de los movimientos más importantes del siglo XX, los fotógrafos salieron al campo de batalla para registrar aquello que ocurría por quince años de guerra, ahí nace el fotoperiodismo mexicano.
“Actualmente somos de los países con más periodistas muertos, no hay como tal una revolución, pero sí nos encontramos bajo la atmósfera del narcotráfico; nadie vive sus consecuencias como nosotros. Incluso aquí en Proceso hay dos compañeros fallecidos recientemente; sin duda el informar se vuelve molesto y peligroso para determinada gente".
Si tuviera que elegir un estado de la República Mexicana para fotografiarlo de pies a cabeza, ¿cuál sería? ¿Por qué?
-Ahora que lo pienso, he fotografiado todos, pero uno de los estados donde más he estado ha sido Chiapas; desde la frontera hasta la selva. Ha sido uno de los lugares más apasionantes de mi vida, porque, para empezar, es como otro país, incluso si hablamos de hace 30 años es como si hablásemos del extranjero. Además es un estado indígena y donde han conservado las tradiciones de una manera ortodoxa, muy fieles a sus creencias. Toda su gente de origen maya.
“Desde mi perspectiva ha sido un estado olvidado por todos, incluso hasta por la Revolución Mexicana de 1910. Allá nunca llegó la justicia social; siempre se vivió ahí dentro de la marginación, injusticias. Hay mucha pobreza; la gente se muere por enfermedades totalmente curables, intransigencias, represión. Todo esto ha sido motivo de retratarlo en Habitar la oscuridad, en el cual le dedico una parte a Chiapas, donde muestro personas padeciendo males derivados de la injusticia y pobreza, causando una gran cantidad de personas invidentes.
También hice un ensayo llamado Cafetaleros, en el cual hablo de la gente del café, tanto mexicana como guatemalteca. Y bueno, cuando estalla el movimiento armado de Chiapas (el primero de enero de 1994) para mí no fue ninguna sorpresa, no había de otra. Es lamentable que en 20 años siga sin suceder nada; sin embargo, sigue latente la herida, el gobierno sólo les ofrece engaños”.
Cafetaleros es un trabajo realizado en la finca La Patria, ubicada en Soconusco, Chiapas, en 1989; sale al público siete años después, en 1996. En esta obra, Marco Antonio Cruz hace una denuncia de las injusticias por las que pasan estos hombres; cuyas vidas transcurren entre la pobreza y miseria de una sociedad hundida en consumismo.
¿Qué aspectos y logros de su vida laboral le han dado motivos de orgullo?
-Uy, yo creo que lo que más me da orgullo es haber trabajado con los mejores periodistas de México. He colaborado con Carlos Payán, Miguel Ángel Granados Chapa y con toda esa generación de fundadores de La Jornada. El haber conocido a Vicente Leñero, trabajado con Don Julio Scherer, tener su amistad tantos años, yo creo que eso es motivo de orgullo. Lo que te mencionaba, te nutres de la gente que te rodea y conoces a lo largo de la vida. Sin duda tuve la fortuna de tener cercanía con toda esta gente. No sólo ellos, sino también fotógrafos como Mariana Yampolsky, Nacho López, Héctor García, Rodrigo Moya, gente que sin duda los tomas como tus maestros.
En su tiempo libre, ¿cuáles son los pasatiempos de los que más gusta disfrutar?
-Procuro no tener tiempos libres (suelta una risa desprevenida); siempre estoy procurando tener algo qué hacer. Desde hace como dos años me encuentro motivado para arreglar una casa en el campo y en dicho lugar he construido un taller, en el cual planeo retomar un poco mis inicios: empezar a hacer escultura, también me gusta la carpintería, empezar a hacer objetos… porque yo creo que la fotografía no va a ser para siempre; necesitas tener físicamente una fortaleza para poder hacerlo. No quiero ser una caricatura de mí mismo. Realmente, cuando ya no pueda hacer fotografía, voy a dibujar y pintar, para eso ya empecé a hacer cosas.
Si no hubiese escogido esta ruta, ¿Qué otra profesión le hubiese robado el sueño? –se le interroga. No lo piensa ni dos segundos y responde sin titubear:
-La pintura… dibujar y pintar… era mi camino. Pasa que me desvié de repente, pero ahora quiero recuperarlo.
En cuanto a la música, ¿en algún momento de su vida tuvo deseos de fotografiar conciertos, a una banda o solista en especial?
-Sí, tuve que hacerlo; sin embargo sólo por trabajo, en realidad me interesa la música, es algo natural y básico, desde lo tradicional… de todo… no tengo algún género. Disfruto… ¡hasta de la cumbia! –responde entre sonrisas.
¿Podría hablarnos un poco de su vida personal?
-Tengo dos hijos, uno es biólogo, tiene 32 años, casi ya no lo veo. El otro va que vuela para ese mismo camino; él va en la prepa, en un mes cumple los diecisiete. Sin duda, con los hijos, uno renueva la vida. Procuro que ellos experimenten por sí mismos, es parte del devenir de uno, lo único que quiero es fomentar en ellos el objetivo de ser buenas personas.
“Mi compañera por muchos años se dedicó al fotoperiodismo también, teníamos muchas coincidencias en gustos, ideología, la manera en hacer las cosas, pero de repente sí es difícil cuando dos fotógrafos viven juntos y sobre todo cuando uno de ellos tiene reconocimientos constantemente por su trabajo… pues no es tan fácil mediar esas situaciones; no obstante, yo no me imagino compartir mi vida con una persona quien no coincida con mi forma de pensar y actuar, pero llevamos una vida sumamente tranquila. Aunque llego tarde, la idea es pasar tiempo siempre que podamos, de calidad”.
La vida de Marco Antonio Cruz se divide en dos, una como fotorreportero y otra como fotógrafo documental, que investiga temas y la cuestión social. Afirma que no le interesa el arte por el arte, enseñanza de Nacho López. Él decía: ´Si el arte no tiene un sentido social, se muere con el tiempo´. El arte para galería es el arte para el arte, va destinado a cierto mercado, pero finalmente, después de una década, nadie se acuerda de él. En la fotografía documental no sucede esto, porque la mayoría de los temas son intemporales, en la medida que pasa el tiempo adquiere mucho más valor”. Afirma que la necesidad por documentar situaciones en México radica en la versatilidad de la gente.
Finalmente, sentencia que siempre ha pensado que el principal límite de un fotógrafo es el fotógrafo mismo: “Hay que estar aprendiendo continuamente; si no, vamos a estar limitados. Por otro lado, el público es fundamental. Hay que hacer imágenes que provoquen emociones. La idea es no hacer un trabajo estéril, sino uno con capacidad social real”.
Marco Antonio Cruz tiene un compromiso social. Ha sabido darle un sentido periodístico a su trabajo sin descuidar lo artístico; a su vez, se ha vuelto el portavoz de sectores más vulnerables.
México (Aunam). Bien dice el habla popular: “El año en el que naces marca en buena medida el destino”. No significa que el ser humano esté predeterminado, sino que hay sucesos cuyo fin es encauzar nuestro trayecto. Tal es el caso del fotoperiodista Marco Antonio Cruz, nacido en Puebla en 1957, año en que ocurrió uno de los sismos más intensos en la República Mexicana, el llamado Terremoto del Ángel. Así, su labor periodística de documentar y ser portavoz de quienes no son escuchados ante un determinado suceso le ha valido dicha analogía.
Tiene más de 30 años de trayectoria profesional, pues en 1978 comenzó a retratar la vida cotidiana, historias y reportajes en México y el extranjero.
Es coordinador de fotografía de la revista Proceso desde 2006. Tiene su oficina en las instalaciones de la misma, en la calle Fresas #13, a escasas dos cuadras de la estación Parque Hundido del MetroBus.
En la entrada del establecimiento, la recepcionista, cordial y amable, me pide que tome asiento en uno de los sillones color vino que se encuentran frente a un montón de ejemplares atrasados del periódico La Jornada. Hojeo alguno mientras repaso los encabezados, pero leo sin leer, pues en realidad repito en mi mente las preguntas preparadas para esta entrevista.
Cinco minutos después escucho lejanamente una voz delicada, la cual me avisa que Marco Antonio Cruz me espera. Nerviosa y un poco atolondrada por la luz tan blanca que emerge por todos lados me dirijo por unas escaleras de madera. Éstas denotan su antigüedad por el sonido rechinante que producen. Finalmente me encuentro frente a una puerta de madera forrada por fotografías y portadas de Proceso. Una excelente presentación para el ser humano que se encontraba tras ella.
Marco Antonio Cruz sale de su oficina y con voz que denota seguridad pregunta si soy la persona que lo entrevistará. Es alto, de más de 1.80 metros y menos de 1.90, delgado, tez morena y seria. Su cabello entrecano es abundante, porta lentes y ropa deportiva.
Me quedo en la estancia principal mientras él se adelanta hacia su oficina, donde será la plática.
Al entrar se nota lo ordenado que puede ser: sobre su escritorio hay una computadora blanca, un lapicero compuesto por plumas; no hay cabida al caos, los documentos están perfectamente ordenados. Uno arriba de otro. Tras de él, una pizarra de pendientes llena de folletos, un calendario, fotografías en blanco y negro y el dibujo de un insecto semejante a un escarabajo, nada de él es desordenado.
Sentado en su silla negra de escritorio, más parecido a un sillón, cruza la pierna derecha, gira unos grados a la izquierda para mostrar cercanía conmigo. El escritorio no funge como barrera entre ambos.
¿Cómo se define Marco Antonio Cruz?
-A los 58 años de edad, qué te puedo decir. Encontré mi camino, mi vocación y realmente no me arrepiento de nada. Todo lo que he hecho a lo largo de mi vida, sin duda, me ha fortalecido hasta ahora. Son unos buenos cimientos. Años de estar luchando, incluso contra marea para lograr algo, y lo he conseguido; estoy muy agradecido por ello.
¿Cuándo y cómo nace la pasión por la fotografía documental?
-Más que por la pasión de la fotografía documental, mi primer encuentro con la fotografía fue desde muy joven; 16, 17 años, pero no me entusiasmó mucho. Yo creo que por la fotografía fue entre los 18 y 20 años, cuando mi mamá me regaló una cámara, es con ella cuando comencé a sentir el gusto por ésta, pero no tenía una guía.
“Sí había estudiado algo, pero no específicamente técnicas o algo así; aparte, no se conocían autores como ahora, no se conocían trabajos, excepto un libro de Paolo Gasparini, un fotógrafo italiano que vivió toda su vida, prácticamente, en Latinoamérica, especialmente en Venezuela. Él editó un libro que se llama Para verte mejor América Latina, el cual a mí me motivó mucho. Nací en Puebla, cuando llegué a la Ciudad de México tuve la oportunidad de encontrar a uno de los grandes maestros de la fotografía del siglo XX, se llamaba Héctor García, ya murió. Realmente fui muy afortunado”.
En cuanto a su formación académica, ¿nos dice que no nació en el Distrito Federal?
-Yo estudié Artes Plásticas en la Universidad Autónoma de Puebla y, bueno, prácticamente soy un pintor, no fotógrafo, pero pienso que me ha ayudado mucho en información, un poco de todo; principalmente, estudiar esa licenciatura me educó visualmente. A mí nunca me ha costado trabajo hacer una fotografía, a mí se me da de una manera natural, nata, el componer. Fueron tantos años de haber educado un ojo visualmente.
Entonces, ¿desde niño no quiso ser fotoperiodista?
-No, para nada, no tenía ni la menor idea; siempre me gustaron las artes plásticas. La verdad, yo vengo de una familia con una madre soltera y de un nivel social-económico muy precario; mi mamá trabajaba de obrera y vivíamos en un barrio donde el nivel cultural no era muy alto. Entonces, sí, a mí me gustaba hacer cosas en plastilina, dibujar y eso, pero nunca tuve el aliciente de que me motivaran para poder hacerlo. Considero es impresionante cómo, de dónde vengo, pude convertirme en fotógrafo.
¿Qué características, considera, tiene su trabajo que se asemejen a usted?
-El compromiso social para mí es muy importante; primero como periodista crítico, pero también como una persona de izquierda. A lo largo de mi vida he tenido una militancia de izquierda; estuve en el Partido Comunista. Hace muchos años que no estoy dentro de un partido, pero eso no significa que no simpatice con determinadas causas sociales. De cierta manera, trabajo con medios que tienen que ver con el periodismo crítico, tal es el caso de Proceso.
Pienso en parte de su currículum y añado: La Jornada, él asevera conmigo.
Marco Antonio Cruz refleja honestidad; mira a los ojos con interés y de forma analítica, nunca titubea; pareciera que conocía previamente las preguntas y, en consecuencia de ello, ensayó sus respuestas.
¿Es perfeccionista al realizar su trabajo?
-Sí, soy perfeccionista. Mira, en la fotografía, ahora y siempre, creo que más en épocas pasadas, no se dependía totalmente de la cámara, sino también de un proceso químico de revelados; y realmente son tantos los elementos manejados que es necesario ser muy organizado. La gente desorganizada no avanza.
“Pienso que la fotografía es una de las artes nuevas que realmente necesita de muchas cosas. Incluso actualmente; no basta con saber utilizar una cámara, tienes que aprender de programas, plataformas, computadoras, discos duros y mil cosas más.
“Igual si tú no posees una disciplina, no eres cuidadoso, muchos trabajos se pierden, por ello, a lo largo de mi trayectoria, he procurado ser disciplinado aunque realmente serlo cueste; el usar la fotografía analógica resulta bastante caro; sin embargo, es mi estilo. Ahora considero que lo importante de mi trabajo es que se trata de un documento social y, en ese sentido, es un material que debo cuidar. Es una ventaja tener los negativos para que lleguen a más generaciones, a pesar de ya no estar aquí”.
Su talento le ha valido grandes reconocimientos, uno de ellos el que coordinara el libro Fotografía de Prensa en México, en el cual buscó darle autonomía a la fotografía de prensa. Esta búsqueda se concretó también en su exposición Fotoperiodismo, más allá de la información, que se realizó en el Museo Diego Rivera en abril de 1993, en la cual expresa un nuevo concepto de la prensa gráfica, aquella que se encuentra fuera de las páginas de los diarios.
¿Cuál es su opinión de esta frase de Alfred Eisenteadt: “Lo más importante no es la cámara, sino el ojo”?
Trata de recordar la fisionomía del artista mencionado; mira al techo en busca de respuesta.
-Sí, son muchas cosas. El ojo es el medio, es como la cámara. Lo importante es lo que tengas en mente y en el corazón. Es indispensable tener un equilibrio. Hay que disparar con el corazón; un poco la idea es cómo, por medio de la imagen, transmitir emociones. Desde mi perspectiva, una fotografía que transmite alguna emoción es aquella permaneciente en la sociedad, que resulta impactante; es la cual incluso se vuelve icono, marcando un tiempo, época, moda o una generación.
“La fotografía, en este sentido, tiene una vida muy corta con la humanidad: alrededor de 200 años, o menos, es nada, es una brizna solamente; sin embargo lo que ha hecho ha sido impresionante. Aparte, es una de las ciencias jóvenes que no para, tiene cambios revolucionarios constantemente, muy impresionantes. En este momento, de veinte años a la fecha, ha tenido lugar la era tecnológica con beneficios para el periodismo porque finalmente éste, el cual siempre había utilizado los medios tradicionales como el diario, ahora se ha extendido; la gente ya se informa a través de portales, redes sociales; en suma, por internet. O sea, cuando tú ves un periódico con información del día anterior, te parece muy viejo, pero antes así se informaba la sociedad”.
Ahora que menciona lo de la era tecnológica, ¿considera que con las nuevas tecnologías y la gran apertura de las redes sociales hay una afectación a la fotografía?
-No. Hay varios perfiles y perspectivas: considero que la fotografía finalmente importante es la que hacen los fotógrafos. Para ser uno, no es el hecho de tener una cámara, eso no significa que todos sean fotógrafos. Hay gente que toma fotos y punto, pero no lo son. Uno verdadero es quien tiene un nivel cultural, un ojo educado, quien tiene una formación, una experiencia de vida.
“Sobre todo aquel que se dedica a la prensa o es documentalista, se forma con los años, no es instantáneo, no es con el simple hecho de que tu cámara sea digital. Esa es la gran diferencia; pueden existir sitios como Instagram donde todo mundo sube fotos, pero eso no significa nada. No quiere decir que esas fotos se queden en la memoria de la gente. Aquellas que lo logran poseen un valor, un contenido tanto estético como social, las hizo un fotógrafo”.
¿Quiénes son sus referentes en la fotografía?
-Pues son muchos, realmente te mentiría si te digo “sólo hay uno”. Para empezar, los referentes son la gente que tú conoces a lo largo de tu carrera, ya sean personajes no relacionados con la fotografía pero que tuvieron una influencia en ti, desde la gente que lees. Por tanto, influyeron en mí escritores, cineastas, pintores. La lista es demasiado larga.
Su respuesta es interrumpida por el timbre de su teléfono personal. La habitación emerge una pulcritud exacta. Todo se encuentra en equilibrio total: los muebles, los documentos, la luz.
No hay ruido más que el emitido por Marco Antonio Cruz al hablar de MéxicoLeaks con Toño. De vez en cuando la armonía es acompañada por el ruido de los motores de un avión. En la oficina se encuentra un mapa con todos los lugares del globo terráqueo. Quizás sea un símbolo para recordar lo vasto que es el mundo y todo lo que le falta por conocer.
Al terminar su llamada, mira sonriente y pregunta:
“¿Qué era? ¡Ah sí! Entonces… hay gente que me emociona mucho, fotógrafos como Eugene Smith, quien es como el padre de la fotografía social; fue el primero que tuvo una fotografía comprometida o de los primeros con una fuerza y vida impresionante, apasionante: toda su vida dedicada a la fotografía y maestro de maestros. No solamente fue educador mío, sino de generaciones enteras, como Nacho López, quien me encanta, Álvarez Bravo, la lista es enorme; uno se nutre de muchísima gente, no tiene que ver precisamente con foto, también pintores, de todo.”
¿Cuál es su inspiración para seguir realizando su arte?
-Sigue siendo el compromiso. Soy muy obsesivo en el sentido de que mucha gente ha abandonado la fotografía analógica y yo no, por el simple hecho de tener en físico el negativo, en la medida que pueda seguiré haciéndolo. Requiere de mucho más esfuerzo, es más caro, este tipo de fotografía se volvió para un determinado estilo de gente, pero pues ni modo. Lo único que va a pasar es darle un mayor valor a un rollo. Antes lo tomaba muy rápido, ahora, a cada imagen le consigno una importancia.
“Eso no sucede con lo digital, ésta te permite, dependiendo de la capacidad en memorias existentes, infinitas posibilidades de crear foto: en un día puedes hacer mil fotos pero a la hora de escoger de ese millar ¡es un lío! Además, se va perdiendo la disciplina por realmente lograr una buena imagen.”
Lo más importante para Cruz en sus trabajos es abordar la situación social: “Mostrar al mundo qué sucede con un grupo de gente determinada”.
Considera a los fotógrafos personas muy intensas, característica reflejada en las imágenes emitidas por los mismos: “Creo que corresponde a una cuestión de generación, existe en nosotros una intensidad por hacer fotografía”.
Sus fotografías tienen un objetivo ¿cuál es?
-Son muchos objetivos; primero, provocar una emoción en la gente; creo que el hecho de fotografiar una época, en tu caso (refiriéndose a mi edad) un tiempo; te vuelves cronista visual y testigo de éste, lo cual es muy importante para las próximas generaciones. La fotografía tiene un gran valor como documento y más si es de cuestión social.
“La otra es el compromiso, este arte tiene muchos matices muy poderosos. Puede ser voz de aquellos que no poseen una. Aquí se denuncian hechos en cuestiones sociales, eso realmente es mucho y no es fácil; requiere de mucho compromiso, disciplina, porque de repente hay proyectos que no los puedes hacer en uno o dos días; algunos requieren de años.
“En el caso de la ceguera (Habitar la oscuridad, una de sus obras) fueron diecisiete años retratándola, creo que mi obsesión va por ahí; soy de los pocos que le han dedicado tanto tiempo a un tema. Mis temas son muchísimos; sin embargo, tienen en común el aspecto social.”
Su primer libro, Contra la pared, exhibe su capacidad como periodista gráfico. Sus imágenes, que en un principio fueron tomadas por motivos periodísticos, lograron de manera especial dar a la imagen un valor estético.
Este valor estético lo ha logrado debido a su formación y valores intrínsecos: un sentido de registro social revelador y denunciante que no olvida la estructuración gráfica de la imagen, como los puntos de fuga, que obtiene por medio de lentes gran angular; los primeros planos que exacerban las situaciones; encuadres, etcétera.
¿Qué aspectos buenos y malos del quehacer periodístico ha encontrado a través de la fotografía social?
Se acomoda en su gran silla de escritorio, con el mentón sobre la mano derecha, en posición analítica, pero nunca altiva.
-Lo más importante es que la fotografía debes encauzarla para denunciar hechos y situaciones. Ser voz de quien no tiene voz, ayudar a quien no es escuchado. Ese es el verdadero periodismo. Porque no sólo se trata de cubrir información, es como la parte negativa: cubrir los mismos eventos informativos se vuelve hasta tedioso. La parte positiva es cuando realizas un periodismo de investigación, o sea, donde no existe la información, tú cavas y la encuentras, la cual es muy poderosa e importante.
¿Hay algún sector de la sociedad mexicana o internacional por el que tenga deseos de fotografiar?
-Me interesa México, ese es mi tema. Tan sólo la Ciudad de México es una enormidad, una de las ciudades más grandes de todo el mundo. Tengo 30 años retratándola, no diario, pero si he ido forjando una disciplina de captar lo que sucede en las calles, lo cual es muchísimo y te juro, me voy a morir y no llegaré a tener una totalidad del panorama. Retratar una ciudad como ésta requiere de generaciones de fotógrafos… entonces sí está cañón.
¿Por qué el interés en retratar la historia y vida cotidiana de México?
-Desde mi perspectiva, es importante como testigo de la historia. El simple hecho de salir a las calles y hacer fotos que no tienen algún valor, el tiempo se encarga de dárselos. Tan sólo la moda, cómo se viste la gente, las casas, los edificios. Aparentemente tú pensarías que una ciudad como ésta nunca cambia; sin embargo, posee un dinamismo constante; cuando tienes un ojo educado notas los cambios.
“De repente hay lugares donde los inmuebles, parques o edificios han sido derrumbados y construyeron nuevos. Situaciones como las del terremoto, suceso que vino a cambiar totalmente la imagen visual de esta ciudad. Todas las fotos captadas durante esas épocas tienen un valor documental.
“La fotografía permite retratar los cambios en los oficios y tradiciones. Por ejemplo, el sexoservicio que había hace treinta años es muy distinto a lo que existe ahora; se amplió la gama, pues. Ahora no son sólo mujeres, hay hombres… ¡de todo! (sonríe). Y cada quien tiene sus espacios y te das cuenta que es importante tanto lo que se hace ahora como aquello perteneciente al pasado. Hay oficios que se pierden; de repente ya no ves afiladores. Por ello, es muy importante documentar las calles”.
Marco Antonio Cruz es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte; ha destacado internacionalmente: fue finalista para el Premio Nuevo Periodismo Cemex-FNPI (Cementos Mexicanos-Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano), con el ensayo Ciegos, en Cartagena, Colombia, en noviembre de 2001.
Personalmente, ¿qué significó para usted ganar el The Grand Prize en 2009, Toronto, con el ensayo Habitar la oscuridad?
-Para empezar (aparta sus manos de su regazo) no fue una sorpresa que me hayan elegido a mí. La idea es que el Grand Prize, el cual existe desde el 2007, desde su primera realización, Canadá invitó a dos fotógrafos de China para que compitiera con los suyos. Cada uno de ellos propone un trabajo y el concurso inicia por Internet, en el cual, la gente puede emitir su voto y decidir quién gana.
“Todo esto está planeado por el Art Gallery of Ontario, uno de los museos más importantes de Canadá. De cierta manera lo hacen para fortalecer y promover a sus fotógrafos. Año con año lo hacen con un país distinto; cuando fue con México y dijeron que yo era uno de los seleccionados (sonríe como si volviera a revivir el aquel momento) fue muy gratificante el hecho de que se me considerara; sin embargo, no fue gratuito, la causa fue un ensayo al que se le dedicó mucho tiempo, por tanto, tiene una importancia. Federico Gama fue el otro mexicano seleccionado.
“Nos invitaron a Canadá, conocimos a nuestros contrincantes canadienses, los cuales eran fotógrafos conceptuales y finalmente, lo importante es que ganó la fotografía documental, tanto Federico como yo somos partidarios de la documental. Y bueno, fue como un sueño: de la nada te dicen que eres seleccionado, de repente sale el viaje, durante éste hay una residencia en el país del norte para trabajar en un tema. Yo propuse un tema que fue muy incómodo para ellos, pero que tiene mucha relación con mi perfil de pensamiento: trabajar con las personas indígenas de Canadá, las cuales son y fueron víctimas de un genocidio cultural, por eso no fue bien acogida mi idea, pero de otra manera, hubiese sido imposible de realizar.
“Los premios te abren caminos, pero no lo es todo, es gratificante, pero uno no puede vivir de ellos. No es posible querer ser siempre el arroz de todos los moles. Creo que se debe participar cuando sea justificada la colaboración”.
Acerca de por qué eligió el tema La Ceguera, respondió que se debe a su interés en los temas sociales, sobre todo de grupos vulnerables, marginados. Por tanto, le interesaba saber qué sucedía con ellos, las condiciones en las que vivían.
“Las primeras imágenes de ellos son en la Ciudad de México trabajando como vendedores ambulantes, después me dediqué a investigar en centros de educación, de rehabilitación, las historias de las personas; viajé a varios estados de la República. Al final el proyecto demuestra que la ceguera en el país es un problema social no resuelto, y las personas más afectadas son indígenas y campesinos; ese fue el principal motivo para elegir el tema”.
Considera que el haber ganado The Grand Prize en 2009 no cambia su forma de trabajo, afirma que se renueva su esperanza por seguir haciendo proyectos.
En una entrevista que dio a la revista Cuartoscuro, Cruz declaró: “Llega en un momento muy importante; estoy revisando lo hecho y he encontrado una fórmula eficaz para mostrarlo, que es Internet (www.marcoacruz.com), donde estoy mostrando los trabajos más importantes de mi vida profesional. Se abren nuevas vertientes para el desarrollo de temas”.
Bestiario es su más reciente obra. Publicada en 2014, reúne una serie de imágenes en blanco y negro, las cuales tienen como protagonistas a animales, los cuales abarcan un espacio y ocupan un papel especial en la vida cotidiana del ser humano.
-¿Qué significado tiene para usted, hoy día, Bestiario y Habitar la Oscuridad?
En sí la edición de un libro es un proceso muy importante. Pienso que cuando uno lo hace funge como muestra del haber hecho algo sobresaliente; sin embargo, el editar también es una limitante. Si hablas de ediciones de mil ejemplares resulta un tanto absurdo, pero sin duda van a ser obras impresas, ya están ahí y por tanto, perpetuarán. Lo increíble sería tener ediciones de 50 mil ejemplares, eso sería una maravilla.
Con base en su labor periodística, ¿cuál es el papel de la fotografía en los movimientos sociales de México?
-Documentar. Es absurdo lo que se pensó por años eso de ser neutral. El periodista no puede serlo, o estás de un lado o de otro y por lo general, siempre he procurado estar de lado de la gente oprimida. Siempre he buscado mantener una posición social. Para mí es muy importante definirse; el hecho de ser neutral causa mucho daño, es ser indiferente a causas de personas no escuchadas y violentadas.
Marco Antonio Cruz afirma que la intensidad de su trabajo le lleva a estar en un lugar y mostrar hechos y situaciones que le duelen: “De repente creo que son proyectos duros, pero así es la realidad, la idea es que no debemos ocultarla, sino que quede un registro y un testimonio”.
¿Qué características posee el fotoperiodismo mexicano que lo distingue de otros?
-Sin duda, la tradición, ese elemento no lo tiene otro país. Se encuentra muy arraigada en el sentido de que los fotógrafos documentales salieron o vieron la necesidad de salir a retratar hechos o sucesos trágicos o no. Con la Revolución Mexicana, la cual fue uno de los movimientos más importantes del siglo XX, los fotógrafos salieron al campo de batalla para registrar aquello que ocurría por quince años de guerra, ahí nace el fotoperiodismo mexicano.
“Actualmente somos de los países con más periodistas muertos, no hay como tal una revolución, pero sí nos encontramos bajo la atmósfera del narcotráfico; nadie vive sus consecuencias como nosotros. Incluso aquí en Proceso hay dos compañeros fallecidos recientemente; sin duda el informar se vuelve molesto y peligroso para determinada gente".
Si tuviera que elegir un estado de la República Mexicana para fotografiarlo de pies a cabeza, ¿cuál sería? ¿Por qué?
-Ahora que lo pienso, he fotografiado todos, pero uno de los estados donde más he estado ha sido Chiapas; desde la frontera hasta la selva. Ha sido uno de los lugares más apasionantes de mi vida, porque, para empezar, es como otro país, incluso si hablamos de hace 30 años es como si hablásemos del extranjero. Además es un estado indígena y donde han conservado las tradiciones de una manera ortodoxa, muy fieles a sus creencias. Toda su gente de origen maya.
“Desde mi perspectiva ha sido un estado olvidado por todos, incluso hasta por la Revolución Mexicana de 1910. Allá nunca llegó la justicia social; siempre se vivió ahí dentro de la marginación, injusticias. Hay mucha pobreza; la gente se muere por enfermedades totalmente curables, intransigencias, represión. Todo esto ha sido motivo de retratarlo en Habitar la oscuridad, en el cual le dedico una parte a Chiapas, donde muestro personas padeciendo males derivados de la injusticia y pobreza, causando una gran cantidad de personas invidentes.
También hice un ensayo llamado Cafetaleros, en el cual hablo de la gente del café, tanto mexicana como guatemalteca. Y bueno, cuando estalla el movimiento armado de Chiapas (el primero de enero de 1994) para mí no fue ninguna sorpresa, no había de otra. Es lamentable que en 20 años siga sin suceder nada; sin embargo, sigue latente la herida, el gobierno sólo les ofrece engaños”.
Cafetaleros es un trabajo realizado en la finca La Patria, ubicada en Soconusco, Chiapas, en 1989; sale al público siete años después, en 1996. En esta obra, Marco Antonio Cruz hace una denuncia de las injusticias por las que pasan estos hombres; cuyas vidas transcurren entre la pobreza y miseria de una sociedad hundida en consumismo.
¿Qué aspectos y logros de su vida laboral le han dado motivos de orgullo?
-Uy, yo creo que lo que más me da orgullo es haber trabajado con los mejores periodistas de México. He colaborado con Carlos Payán, Miguel Ángel Granados Chapa y con toda esa generación de fundadores de La Jornada. El haber conocido a Vicente Leñero, trabajado con Don Julio Scherer, tener su amistad tantos años, yo creo que eso es motivo de orgullo. Lo que te mencionaba, te nutres de la gente que te rodea y conoces a lo largo de la vida. Sin duda tuve la fortuna de tener cercanía con toda esta gente. No sólo ellos, sino también fotógrafos como Mariana Yampolsky, Nacho López, Héctor García, Rodrigo Moya, gente que sin duda los tomas como tus maestros.
En su tiempo libre, ¿cuáles son los pasatiempos de los que más gusta disfrutar?
-Procuro no tener tiempos libres (suelta una risa desprevenida); siempre estoy procurando tener algo qué hacer. Desde hace como dos años me encuentro motivado para arreglar una casa en el campo y en dicho lugar he construido un taller, en el cual planeo retomar un poco mis inicios: empezar a hacer escultura, también me gusta la carpintería, empezar a hacer objetos… porque yo creo que la fotografía no va a ser para siempre; necesitas tener físicamente una fortaleza para poder hacerlo. No quiero ser una caricatura de mí mismo. Realmente, cuando ya no pueda hacer fotografía, voy a dibujar y pintar, para eso ya empecé a hacer cosas.
Si no hubiese escogido esta ruta, ¿Qué otra profesión le hubiese robado el sueño? –se le interroga. No lo piensa ni dos segundos y responde sin titubear:
-La pintura… dibujar y pintar… era mi camino. Pasa que me desvié de repente, pero ahora quiero recuperarlo.
En cuanto a la música, ¿en algún momento de su vida tuvo deseos de fotografiar conciertos, a una banda o solista en especial?
-Sí, tuve que hacerlo; sin embargo sólo por trabajo, en realidad me interesa la música, es algo natural y básico, desde lo tradicional… de todo… no tengo algún género. Disfruto… ¡hasta de la cumbia! –responde entre sonrisas.
¿Podría hablarnos un poco de su vida personal?
-Tengo dos hijos, uno es biólogo, tiene 32 años, casi ya no lo veo. El otro va que vuela para ese mismo camino; él va en la prepa, en un mes cumple los diecisiete. Sin duda, con los hijos, uno renueva la vida. Procuro que ellos experimenten por sí mismos, es parte del devenir de uno, lo único que quiero es fomentar en ellos el objetivo de ser buenas personas.
“Mi compañera por muchos años se dedicó al fotoperiodismo también, teníamos muchas coincidencias en gustos, ideología, la manera en hacer las cosas, pero de repente sí es difícil cuando dos fotógrafos viven juntos y sobre todo cuando uno de ellos tiene reconocimientos constantemente por su trabajo… pues no es tan fácil mediar esas situaciones; no obstante, yo no me imagino compartir mi vida con una persona quien no coincida con mi forma de pensar y actuar, pero llevamos una vida sumamente tranquila. Aunque llego tarde, la idea es pasar tiempo siempre que podamos, de calidad”.
La vida de Marco Antonio Cruz se divide en dos, una como fotorreportero y otra como fotógrafo documental, que investiga temas y la cuestión social. Afirma que no le interesa el arte por el arte, enseñanza de Nacho López. Él decía: ´Si el arte no tiene un sentido social, se muere con el tiempo´. El arte para galería es el arte para el arte, va destinado a cierto mercado, pero finalmente, después de una década, nadie se acuerda de él. En la fotografía documental no sucede esto, porque la mayoría de los temas son intemporales, en la medida que pasa el tiempo adquiere mucho más valor”. Afirma que la necesidad por documentar situaciones en México radica en la versatilidad de la gente.
Finalmente, sentencia que siempre ha pensado que el principal límite de un fotógrafo es el fotógrafo mismo: “Hay que estar aprendiendo continuamente; si no, vamos a estar limitados. Por otro lado, el público es fundamental. Hay que hacer imágenes que provoquen emociones. La idea es no hacer un trabajo estéril, sino uno con capacidad social real”.
Marco Antonio Cruz tiene un compromiso social. Ha sabido darle un sentido periodístico a su trabajo sin descuidar lo artístico; a su vez, se ha vuelto el portavoz de sectores más vulnerables.
Leave a Comment