EL LUNES MÁS DESEADO: THE MACCABEES EN MÉXICO
Por Monserrat Nochebuena
México (Aunam). El calor y la calidez que se percibe en el recinto, la misma con la que los seguidores mexicanos reciben a The Maccabees, no se comparan con la temperatura del día a día en Brighton (ni en los días de verano) según reportes de clima, la ciudad inglesa que vio nacer a la banda, los ha visto regresar para grabar su cuarto álbum: Marks to prove it, y los hace visitar por tercera ocasión la Ciudad de México para presentarlo.
Lunes 5 de octubre: “Si cada día es un regalo, quisiera saber dónde puedo devolver los lunes”, se lee en una imagen de aquellas incontables que circulan en las redes. Se reanudan labores, las rutinas continúan, la ciudad sigue en movimiento después de dos días de tomar un respiro, salir a dar un paseo, permanecer en reposo o realizar actividades de ocio.
Si bien, es verdad que algunos desean evitar este, como cualquier otro inicio de semana, otros lo han anhelado, tal vez desde el último encuentro que tuvieron los británicos con ellos, sus admiradores del otro lado del mundo. La puntualidad con la que estos comienzan a llegar al lugar: El Plaza Condesa, es una prueba.
Un sombrero negro de mariachi, personalizado con el nombre de la banda, se encuentra frente a la batería de Sam Doyle. Él, cubierto con la bandera de México, junto con el vocalista Orlando Weeks, los hermanos guitarristas: Hugo y Felix White, el bajista Rupert Jarvis y su nueva pianista, toman sus puestos y dan inicio a una noche de lunes que se espera, no termine.
Cámaras y celulares arriba. Además de las luces del escenario: azules, rosas, moradas, por un momento en verde, blanco y rojo; los flashes parpadean en la obscuridad. -¡Graba todo! ¡Graba todo!- se escucha de entre la multitud. Una de las guitarras empieza a sonar, posteriormente se une el bajo y, de pronto, se produce un efecto parecido al de una explosión a través de todos los instrumentos en conjunto, y llega la calma, con una melodía suave y la voz de Orlando. Se trata de ‘Wall of arms’, canción que da nombre a su segunda producción.
Con esta línea, que toma la forma de una onda en movimiento, al ir ascendiendo y descendiendo en ritmos, The Maccabees hacen un recorrido por sus casi 10 años de trayectoria, con ya cuatro discos y composiciones que residen, principalmente, en lo emocional y lo transmiten. El timbre de voz y los movimientos de Orlando Weeks, hacen que éste tome la representación de la ternura; Felix White la de la alegría y la euforia, al incitar al público a seguir saltando y bailando; Hugo el de la sensualidad y –es muy arrogante- dicen; Rupert y Sam se convierten en la dedicación y el amor a la música.
El público mexicano se transforma, por su parte, en la pasión y la entrega. Es un lunes para recordar, tanto para los seguidores como para la banda, las expresiones en sus rostros y los agradecimientos constantes los delatan. La noche llega a su fin, las piernas tiemblan, la garganta duele, los rostros sonríen, los músicos toman fotografías, hacen reverencias. La bandera mexicana no deja de ser ondeada y objeto de abrigo, de abrazos.
México (Aunam). El calor y la calidez que se percibe en el recinto, la misma con la que los seguidores mexicanos reciben a The Maccabees, no se comparan con la temperatura del día a día en Brighton (ni en los días de verano) según reportes de clima, la ciudad inglesa que vio nacer a la banda, los ha visto regresar para grabar su cuarto álbum: Marks to prove it, y los hace visitar por tercera ocasión la Ciudad de México para presentarlo.
Lunes 5 de octubre: “Si cada día es un regalo, quisiera saber dónde puedo devolver los lunes”, se lee en una imagen de aquellas incontables que circulan en las redes. Se reanudan labores, las rutinas continúan, la ciudad sigue en movimiento después de dos días de tomar un respiro, salir a dar un paseo, permanecer en reposo o realizar actividades de ocio.
Si bien, es verdad que algunos desean evitar este, como cualquier otro inicio de semana, otros lo han anhelado, tal vez desde el último encuentro que tuvieron los británicos con ellos, sus admiradores del otro lado del mundo. La puntualidad con la que estos comienzan a llegar al lugar: El Plaza Condesa, es una prueba.
Un sombrero negro de mariachi, personalizado con el nombre de la banda, se encuentra frente a la batería de Sam Doyle. Él, cubierto con la bandera de México, junto con el vocalista Orlando Weeks, los hermanos guitarristas: Hugo y Felix White, el bajista Rupert Jarvis y su nueva pianista, toman sus puestos y dan inicio a una noche de lunes que se espera, no termine.
Cámaras y celulares arriba. Además de las luces del escenario: azules, rosas, moradas, por un momento en verde, blanco y rojo; los flashes parpadean en la obscuridad. -¡Graba todo! ¡Graba todo!- se escucha de entre la multitud. Una de las guitarras empieza a sonar, posteriormente se une el bajo y, de pronto, se produce un efecto parecido al de una explosión a través de todos los instrumentos en conjunto, y llega la calma, con una melodía suave y la voz de Orlando. Se trata de ‘Wall of arms’, canción que da nombre a su segunda producción.
Con esta línea, que toma la forma de una onda en movimiento, al ir ascendiendo y descendiendo en ritmos, The Maccabees hacen un recorrido por sus casi 10 años de trayectoria, con ya cuatro discos y composiciones que residen, principalmente, en lo emocional y lo transmiten. El timbre de voz y los movimientos de Orlando Weeks, hacen que éste tome la representación de la ternura; Felix White la de la alegría y la euforia, al incitar al público a seguir saltando y bailando; Hugo el de la sensualidad y –es muy arrogante- dicen; Rupert y Sam se convierten en la dedicación y el amor a la música.
El público mexicano se transforma, por su parte, en la pasión y la entrega. Es un lunes para recordar, tanto para los seguidores como para la banda, las expresiones en sus rostros y los agradecimientos constantes los delatan. La noche llega a su fin, las piernas tiemblan, la garganta duele, los rostros sonríen, los músicos toman fotografías, hacen reverencias. La bandera mexicana no deja de ser ondeada y objeto de abrigo, de abrazos.
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