“SE LA DEDICO A TODAS LAS MAMACITAS”: MCCARTNEY EN EL ZÓCALO
Por Angélica Jackeline Ferrer Campos
México (Aunam). Miles de personas emocionadas se encuentran en el Zócalo de la ciudad de México. No les importa el calor, la lluvia, el permanecer esperando doce horas de pie o haber permanecido acampando varios días. El evento que está a punto de iniciar, vale la pena como para sacrificar el descanso y el hambre que siempre se busca saciar rápidamente.
Son las 8 de la noche del 10 de mayo y en las pantallas del escenario, aparece un collage del hombre que por primera vez, ofrecerá un concierto gratuito en México: Sir Paul McCartney.
La gente comienza a observar las imágenes que plasman la carrera del cantautor y músico, empezando por su participación en The Quarrymen, grupo que posteriormente se convirtió en los legendarios The Beatles pasando por Wings, trío formado por su primera esposa, Linda McCartney y el guitarrista Denny Laine hasta su faceta como solista.
El video se extiende por aproximadamente una hora. La gente ya está desesperada por ver a su ídolo y feliz por encontrarse en un momento histórico e importante a nivel nacional. Sin embargo, la ansiedad se acaba cuando las luces se hacen tenues y el collage muestra el bajo utilizado por McCartney desde 1960, el cual actualmente se llama Beatle Bass o Cavern Bass.
El autor de Temporary Secretary entra al escenario y saluda al público; los gritos, los aplausos y los brincos no se hacen esperar. En el concierto, lo acompañan los músicos con los que trabaja desde hace una década: Abe Laboriel Jr. en la batería, Rusty Anderson (guitarra melódica), Brian Ray en la guitarra y Paul Wickens (teclados). “Estamos felices de estar aquí en el día de las Madres”, dice McCartney, el cual vestía de rojo, a los 200 mil asistentes.
“You say yes, I say no. You say stop and I say go, go, go. Oh, no!”, retumba en el primer cuadro del Distrito Federal. Hello, Goodbye es la pieza con la que decide abrir su presentación, lo cual causa gran felicidad entre los asistentes. Ello aumenta con la clásica y siempre elegida para todas las giras, Jet; es de ley alzar la mano con el puño cerrado al gritar el título de esta canción.
No obstante, el júbilo aumenta con una de las melodías más rítmica y alegres del Cuarteto de Liverpool, All my loving. No había ni un solo asistente sin entonarla y bailarla, algunos llegaban al grado de gritarla con todas sus fuerzas y más porque el fondo del escenario estaba ilustrado con imágenes de la película A Hard Day’s Night.
Las canciones que interpretó con The Beatles siguen emocionando al público; Drive My Car y su sonido de claxon (Bee, beep, bee, beep, yeah!) junto con The Night Before, provocan que todos sigan bailando sumamente emocionados. El concierto apenas comienza y el júbilo es contagioso.
“¡Hijo, míralo! ¿Ya ves por qué es mi ídolo?”, dice un padre a su vástago; el niño se limita a gritar “¡Paul, tocas bien chido!”. Esto sucede mientras el también activista social interpreta en piano The Long and Winding Road, melodía del álbum que acaba de cumplir cuarenta años: Let it be. Otra de las canciones que tienen ese mismo arreglo musical es Maybe I’m Amazed; la voz ronca de Paul le imprime aún más sentimiento a la composición dedicada a la entrañable Linda McCartney.
“Esta canción se la quiero dedicar a todas las mamacitas”, menciona el Beatle Soñador como preludio para Hope of Deliverance, en la que todos sus músicos tocan la guitarra y hacen los coros. Niños, señoras, señores y jóvenes siguen la canción con sus palmas llenos de ilusión, ya que la letra invita a nunca perder la esperanza y a mantenerse firmes ante la oscuridad que puede rodear alguna vez en la vida.
La presentación se torna romántica con otro de los grandes hits de la agrupación más exitosa de todos los tiempos. “I give her all my love, that’s all i do. And if you saw my love, you love her to. I love her”. And I Love Her provoca que las parejas se abracen embelesados por los acordes suaves y tiernos de la guitarra de Paul McCartney.
Este sentimiento cambia en el momento que uno de los cuatro grandes de Liverpool, Inglaterra, menciona que Here Today se la dedicó a John Lennon después de su muerte en 1980. “¡John, John, John!”, gritan todos recordando al compañero, amigo y parte del dúo de compositores más prolífico de todos los tiempos de Macca.
La tristeza desaparece con la alegre Dance Tonight, primer sencillo del disco Memory Almost Full. Dicha composición es interpretada con mandolina y como bien dice el título, todos bailan, aplauden y sonríen en esta noche nublada pero emblemática. No obstante, el homenaje a Lennon no es el único. “Esto se lo dedico a mi hermanito George”, haciendo referencia a una de las canciones más importantes del Beatle Serio: Something. Armado con un ukelele, canta acompañado de imágenes de George Harrison cuando era joven y estaba en la agrupación.
Una de las sorpresas que el gran Sir tenía para el público mexicano, se aparece en el escenario. Ob-la-dí, Ob-la-dá es entonada con el Mariachi Gama Mil; la mayoría de las personan sacan sus celulares y cámaras para inmortalizar ese momento que no se sabe si volverá a ocurrir, mientras que otros ondean banderas de México y de Inglaterra, como señal de unión entre naciones. Al final de la pieza, todos cantan Cielito Lindo, himno de todos los estadios y espectáculos masivos en el país.
Pero llegó la hora de los himnos de McCartney. Sentado en el piano ya sin su chaqueta roja, canta a todo pulmón Let it Be. Los encendedores y lámparas iluminan el panorama, simulan ser estrellas tintiteantes en el firmamento. Algunos lloran, cantan o admiran a ese gran monstruo e inspiración musical de varias generaciones a nivel mundial.
“When you were young and your heart was an open book, you used to say ‘Live and let live’, you know you did. But if this ever changing world in witch we live in makes you give in and cry, say live and let die”. Los fuegos pirotécnicos impresionan a propios y extraños en Live and let die; la Catedral Metropolitana es cubierta por estelas de luz amarillas y rojas, la locura plasmada en el piano, la guitarra y la batería, causan la euforia y los gritos ensordecedores de los fanáticos. Pocas veces un artista utiliza dichos recursos para ambientar su concierto y el público lo agradece con todo el corazón.
“Olé, olé, olé, olé, Sir Paul, Sir Paul”, se repite infinidad de veces y Macca decide acompañar a los asistentes con el bajo y el piano. La gente está rendida a sus pies y no es para menos, ya que frente a ellos tienen al músico y compositor más exitoso de la historia de la música popular a nivel mundial, según el Libro de Récord Guiness.
El panorama y ambiente recuerda a los conciertos que The Beatles daban en la década de los sesenta. Chicas llorando, gritando, bailando y muy emocionadas por ver al casi septuagenario músico, corean Hey Jude una y otra vez, como discos rayados. A ellas, se unen hombres, niños, familias enteras. El punto cumbre de la presentación ha llegado. “Na naná nanananá, nananá, Hey Jude!”, se escucha en el Centro Histórico y seguramente, en gran parte de la contagiada ciudad de México.
Paul se despide de los mexicanos. Ellos piden “¡otra, otra!”, y el bajista decide complacerlos, no sin antes tomar una bandera de México y ondearla con total emoción. Corre de un lado a otro del escenario, mientras que Brian Ray toma la bandera de Inglaterra y hace lo mismo. Los fanáticos gritan “México, México” pero guardan silencio al escuchar la palabra Yesterday. Esta melodía es la más interpretada y a la que más cóvers se le ha realizado en todo el mundo. Un señor grita “No mames, ¡es Yesterday!” y comienza a cantar con todos la hermosa pieza del vegetariano más famoso.
El rock, en su más pura expresión, es plasmado con Helter Skelter. Cabezas moviéndose como fanáticos del metal, gritos exasperantes y más brincos, exponen el total descontrol ante una de las canciones más fuertes del compositor británico.
“Ya nos tenemos que ir. Ya debemos descansar” dice McCartney y todos ruegan porque no se vaya, pero es inevitable. Los acordes de Golden Slumbers, canción que forma parte del medley más famoso del Cuarteto de Liverpool (contenido en el álbum Abbey Road), indican que todo se terminó. A esta melodía, le siguen Carry That Weight y The End, siendo esta última la que contiene todo el sentimiento del concierto de tres horas. “And in the end, the love you take is equal to the love you make”.
Paul McCartney logra cautivar, conmover, alegrar y hacer muy felices a los fans, a los melómanos, a las madres y a las familias que aguantaron todo por verlo. Esto es reafirmado cuando al retirarse el público de forma lenta por las calles del Centro Histórico, justo en Francisco I. Madero, todos entonan acompañados de sus palmas como si fuera una gran manifestación “Na, naná, nanananá, nananá, Hey Jude!”. Fue una noche inolvidable, una noche totalmente beatle.
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