Julieta Fierro, la rockstar de la ciencia que nos enseñó a mirar el cielo

Fotografía: Claudia Campos / Secretaría de Cultura de la Ciudad de México


Por Ulises Soriano
México Este 19 de septiembre de 2025 podremos estar seguros de algo: al caer la noche y cuando las estrellas iluminen el firmamento, podremos ver a Julieta Fierro en el cielo que tanto estudió. 

Julieta Norma Fierro Gossman fue la rockstar de la ciencia en México y para el mundo. Quien asistió a sus conferencias magistrales siempre esperaba al último para tener una foto con ella. Eternamente de sonrisa de mejilla a mejilla, gesto afable y ojos de asombro, como si conociera una nueva constelación en cada persona.

Estuvo más de 50 años vinculada con la astronomía.  Decidió estudiar física en la máxima casa de estudios del país, la Universidad Nacional Autónoma de México; su segunda casa. “¡Siempre UNAM! ¡Siempre Pumas!”, destaca un video en el que aparece la científica.

Ahí, en múltiples conferencias confesó que México, mucho antes de ser México, estuvo a la vanguardia en astronomía, ejemplo de ello las civilizaciones mesoamericanas.

Nació en 1948 en la Ciudad de México y falleció este 19 de septiembre de 2025. Fierro Gossman ocupó la Silla XXV de la Academia Mexicana de la Lengua; además de que integró el Sistema Nacional de Investigadores en el máximo nivel; y fue investigadora titular del Instituto de Astronomía de la UNAM.

Durante su carrera publicó alrededor de 40 libros; 23 de ellos dedicados a la divulgación científica. Sus palabras impresas o en conferencias fueron un referente al conseguir contagiar su amor por la ciencia y el conocimiento del universo a través de un lenguaje amable, y una voz que supo transmitir el asombro por lo cotidiano.

“Decidí estudiar física porque mi hermana mayor —nuestra mamá se había muerto cuando ella tenía 15 años y yo 13— me sugirió que en lugar de estudiar matemáticas mejor estudiara algo más práctico: Física”, reveló en una entrevista.

Abandonó su sueño de niña: ser trapecista; sin embargo, encontró el refugio de su vida en el estudio de la materia interestelar y el Sistema Solar. 

De la mano de Manuel Peimbert Sierra, profesor emérito de la UNAM y referente en astronomía, inició una investigación centrada en las mediciones de abundancias químicas en puntos clave de diversas galaxias. El propósito era comprender su evolución, las condiciones de su formación y la forma en que las estrellas transforman la materia. 

Con el paso del tiempo, dejó la vida académica para dedicarse de lleno a compartir su entusiasmo por los misterios del universo a través de la divulgación científica; lo cual la llevó a obtener cuatro doctorados honoris causa.

Fotografía: Claudia Campos / Secretaría de Cultura de la Ciudad de México

Fue reconocida con distinciones internacionales como el Premio Kalinga de la UNESCO, la medalla de oro Primo Rovis del Centro de Astrofísica Teórica de Trieste y el Premio Klumpke-Roberts de la Sociedad Astronómica del Pacífico en Estados Unidos.

También presidió la Comisión de Educación de la Unión Astronómica Internacional y en su honor se nombraron escuelas, planetarios, laboratorios, bibliotecas, sociedades científicas e incluso una especie de luciérnaga: la Pyropyga julietafierroae.

En sus últimos años se desempeñó como investigadora titular del Instituto de Astronomía de la UNAM y profesora en la Facultad de Ciencias, sin dejar de atender las constantes invitaciones para impartir conferencias y transmitir su entusiasmo por la ciencia.

Sin dudas y reservas, se pronunció a favor del aborto; y su visión progresista abarcaba propuestas como instalar guarderías en preparatorias y universidades para evitar que madres jóvenes abandonaran sus estudios, impulsar una ley de eutanasia que garantizara una muerte digna, aprovechar el potencial solar de los desiertos mexicanos mediante paneles fotovoltaicos y avanzar hacia la legalización de las drogas.

También cuestionó severamente al expresidente Andrés Manuel López Obrador por el intento de imputar a 31 investigadores del Conacyt bajo cargos de delincuencia organizada.

Cuando le preguntaron en una de sus últimas presentaciones cuál era la utilidad de la astronomía, Julieta Fierro respondió que esa ciencia, a la que dedicó toda su vida, le servía para encontrarse consigo misma y para “regresar a los orígenes de la humanidad, de las cosas y de la naturaleza”.

Hoy se apagó una voz que nos regaló una mirada al cielo, la cual, desde hoy será infinita. El espíritu incansable de Julieta convirtió el universo en palabras sencillas y luminosas para mostrarnos de la mano que las estrellas pueden caber en nuestra mano.

“La astronomía es como una canción que, aunque no entiendas, ya vale la pena por ser tan hermosa”, aseguró.

Descanse en paz Julieta Fierro


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