Instantes desafiantes, un México alternativo

Por Valeria Rivera Fernández
Una fotografía dice más que mil palabras. Su lenguaje es distinto, no necesita un solo verbo para comunicar la realidad, no le hace falta voz para erizar la piel, para paralizar el cuerpo, incluso para evocar el llanto, solo hace falta la mirada para apreciarla en toda su magnitud. Una imagen es capaz de transportar al pasado y jugar con los sentimientos en el presente. Las imágenes cautivan, llenan de nostalgia, pero sobre todo cuentan historias, historias que deben ser escuchadas. 

Ciudad de México. Palacio de Bellas Artes, un punto de referencia en el centro de la ciudad, un lugar ostentoso, con una altura acústica, su belleza arquitectónica es cautivadora por dentro y por fuera. ¿Hacia dónde mirar? cuando este mágico museo encierra toda posibilidad de un palacio, lleno de detalles y lujosos murales ricos en colores y perspectivas artísticas. Solo queda la posibilidad de sorprenderse y admirar, sentirse pequeño resultante de lo que significa arte para los ojos humanos. 

Hay un solo destino, la exposición de Mexichorme. Una exposición plagada de fotografías fuera del canon estético y elitista que caracteriza al mundo moderno, donde la teoría pasa a segundo plano, para captar una serie de momentos cotidianos, de personas comunes, que viven su día a día. 

La sala remite al hogar, donde cuelgan fotografías familiares, recuerdos bellos, que forman parte de tu identidad, es perceptible el ambiente casero, como si cada imagen te perteneciera. El bullicio de la multitud llena el espacio, opiniones que flotan en el aire. Cada conversación gira en torno a lo que captura la atención de los presentes, convirtiéndose en un dialogo conjunto, donde las opiniones y reflexiones se entrelazan en un diálogo visual. 

Algunas fotografías llamaban la atención de inmediato, con colores vibrantes o composiciones peculiares, mientras que otras debían ser examinadas con mayor detenimiento para apreciar su belleza sutil. Cada fotografía parecía susurrar una historia, invitando a descubrir los secretos ocultos en cada detalle. 

La arquitectura en México es un reflejo de su historia y diversidad cultural, pero Guillermo Serrano muestra una cara crítica a las edificaciones en zonas rurales, documentando las guaridas de los líderes de trata de personas cuyo financiamiento altera la cotidianidad y tranquilidad que caracteriza a Tlaxcala. Sin este contexto, es posible pasar por alto el trabajo analítico del autor. 


La imagen contiene una fuerte carga simbólica, al poner el lente por encima de la vida para la visibilización de la impunidad y el enriquecimiento ilícito, que lamentablemente es una constante en este país. Al recorrer la sección de arquitectura, los espectadores quedan impactados por las creaciones del ser humano, hasta que llegan a esta fotografía; un escalofrío recorre su espalda, es como si por segundo te encontraras paseando por la calle de la casa gris con cornisas azules, preguntándose ¿Cómo es posible que una construcción esconda una penumbra tan oscura? ¿Cómo relacionar algo tan bello y ostentoso con algo que destruye la vida de las personas?

Al caminar por los zigzagueantes pasillos de la sección de religión, hay fotografías llenas de una fe casi tan grande como el mismo cielo, iluminan el sendero de las almas que se aferran a este mundo. Un hombre emprende un viaje; carga en su espalda la esperanza de un camino guiado por la Virgen de Guadalupe. Logra hacer sentir a los espectadores que recorren un mismo trayecto y que tienen el mismo punto de llegada. 

Frente a la imagen, un niño pequeño tomado de la mano de su madre preguntaba: "¿cómo es que el señor puede cargar tanto?" Su madre, con una sonrisa, contestó que no lo estaba cargando solo; tenía la ayuda de la morenita. 


La penúltima sala, “Ansiedad y Violencia”, exhibe una fotografía que narra una historia trágica: reflejando la brutalidad de la vida que acecha de manera incierta en México. La imagen retrata a una pareja que fue asaltada en Chapultepec, donde un hombre perdió la vida. Su pareja, se encuentra sentada junto a él, encorvándose del dolor, con unos tacones tan rojos, como las heridas del hombre. 

La fotografía captura el tormento y la desesperación de la pareja, sumida en el desconsuelo ante una pérdida irreparable. Las personas que se atrevían a mirar la fotografía con un nudo en la garganta y ojos cristalinos se preguntaban si lo que admiraban era real, ¿Cómo era posible que se retratara la crueldad de esa manera? ¿Cómo alguien tuvo el estómago para apuntar su cámara hacia ellos?

Tras absorber cada detalle de las imágenes que llenaban la sala de exposiciones, es imposible no encontrarse inmerso en un mar de sentimientos. Desesperadamente saldrán, dejando un vacío en tu pecho; una lágrima recorrerá tu mejilla, preguntándote: ¿Qué acaba de pasar? ¿Cómo es posible haber experimentado tantos sentimientos placenteros y displacenteros en tan solo unos minutos? Es una satisfacción única, al poder escuchar todo lo que las imágenes tenían que contar.





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